Balance de la FIL
La liberación del RC-IVA no ha impactado en el precio final de los libros importados.
Tras casi dos semanas de intensa actividad, el domingo concluyó la 21ª versión de la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL), evento pionero en su género que ya se ha convertido en una institución paceña y es imitado en todas las capitales del país, con algunos resultados extraordinarios, como en Santa Cruz. Acabada la feria, vale la pena hacer un balance.
Entre los aspectos positivos las estadísticas hablan muy bien de la feria: 12 días de actividades; 137 expositores, la mayoría de ellos importadores y distribuidores de libros, pero también casi todas las editoriales bolivianas; 7.000 metros cuadrados para albergar a esta cantidad de expositores; 300 eventos, organizados por diversas instituciones; y, sobre todo, más de 152.000 visitantes. Los invitados de honor de este año, España y la Universidad Católica Boliviana, hicieron un notable esfuerzo no solo para presentar sendos stands en los que los libros se combinaron con avances tecnológicos, a menudo fruto del conocimiento contenido en los primeros, sino también para presentar actividades (charlas, paneles, conferencias) que enriquecieron grandemente la oferta ferial.
Otra presencia notable en la FIL fue el cómic, con justicia llamado “noveno arte”, no solo porque año tras año aumenta el número de librerías y distribuidores de libros y revistas de arte secuencial, sino también porque en una iniciativa conjunta entre la Embajada de EEUU en Bolivia, la editorial TuKiosko y La Razón se produjo el primer concurso de cómic ambientalista. La feria fue el escenario en el que un connotado escritor y dibujante de cómics —Michael Bendis, de la editorial Marvel—, además de ofrecer charlas y talleres, entregó los premios a los niños ganadores del citado concurso.
Entre los aspectos negativos destaca el conflicto entre un grupo de expositores y los organizadores de la feria, pues según denunciaron los primeros el diseño del evento los relegó a un lugar poco atractivo y de escaso interés para los miles de visitantes, al extremo que un día decidieron salir a ofertar sus productos en la calle. También le restó brillo al evento el hecho de que había muy pocos lugares para descansar, como no fueran los locales de comida y bebida que, por cierto, fueron insuficientes para la afluencia de personas y con una oferta gastronómica que dejaba qué desear.
Finalmente cabe preguntarse si el principal propósito de la Feria Internacional del Libro, que es acercar a los lectores a la oferta bibliográfica, se cumple a cabalidad. La masiva afluencia de visitantes no necesariamente se corresponde con grandes ventas de libros, y aunque todavía falta que la Cámara del Libro brinde datos oficiales sobre el desempeño del comercio de los expositores, sí es evidente que se trata de productos todavía caros, pues la liberación del RC-IVA no ha impactado en el precio final de los libros importados.