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Saturday 4 May 2024 | Actualizado a 04:59 AM

El cóndor indio

Es tiempo de saber más de nuestros antepasados, y no olvidarlos, para forjar el futuro.

/ 29 de enero de 2017 / 04:00

Durante su gobierno, Bolivia atravesó una etapa de paz y orden, desde su posesión el 24 de mayo de 1829 hasta su salida, el 17 de febrero de 1839, tiempo en el que también fue nombrado Supremo Protector de la Confederación Perú-Boliviana.

Quien años después iba a ser nombrado Gran Mariscal de Zepita nació en La Paz el 5 de diciembre de 1792, hijo del criollo español Joseph Andrés Santa Cruz y de la hija del Cacicazgo de Huarina Juana Basilia Calahumana. “Don Joseph le habla de los conquistadores, de tesoros ocultos, de imperios desconocidos. Juana musita historia de incas remotos, leyendas del Tahuantinsuyo, tradiciones transmitidas por los viejos amautas”, escribe Alfonso Crespo en El cóndor indio para explicar la formación que tuvo por parte de sus progenitores.

En un inicio fue miembro del Ejército español. Luego, en 1821, se sumó al contingente militar comandado por el general José de San Martín en Perú, para después estar bajo el mando de Antonio José de Sucre y del Libertador Simón Bolívar. Cuando llegó la liberación de América asumió la presidencia de Perú y después de Bolivia (1829-1839), tiempo en que se encargó de organizar el país, al poner en vigencia los códigos Civil, Mercantil, Penal, de Procedimientos y de Minas; impulsó la creación de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y la Universidad Mayor de San Simón (UMSS); fue artífice de la Constitución de 1831, que abolía la esclavitud; además de la reorganización y profesionalización del Ejército. Ésta y otras medidas determinaron que la historia lo ubique como uno de los mejores mandatarios del territorio nacional.

Por éstas y otras razón se decidió exponer un cuadro del Mariscal Santa Cruz durante los actos protocolares en el frontis del Palacio de Gobierno, junto a Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. No obstante, desde hace algún tiempo han prescindido de su imagen,   como si ya no fuese necesario resaltar la importancia del estadista boliviano.

“Nos parece que es tiempo de que Andrés de Santa Cruz y Calahumana, ese hombre que tiene dos sangres que unen una historia y un pasado, debe ser repuesto al lugar que le corresponde, al lugar de uno de los más grandes bolivianos de nuestra historia”, aseveró hace un par de años el presidente Evo Morales durante un homenaje al Mariscal.

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”, reflexionó Cicerón en su momento. Ahora también es el tiempo de conocer más de nuestros antepasados, de sus virtudes y yerros, y de no olvidarlos, y así poder forjar el futuro a partir de la historia.

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El laboratorio del café

Sangre y Madera, en uno de los recovecos de Sopocachi, ofrece más de 19 variedades de café de especialidad.

/ 10 de enero de 2018 / 06:33

1 4, 15, 16… El termómetro que está debajo de la taza pequeña de porcelana indica la temperatura y ayuda en el conteo de Víctor Hugo Belmonte, el ingeniero civil y barista que ha hecho del bar de Sangre y Madera su propio laboratorio científico, donde pone en práctica lo que ha aprendido para preparar el mejor café.

Escondido en los callejones de Sopocachi (en el callejón Boyacá, en un desvío del pasaje Medinaceli), llama la atención entre las casas de tipo republicano la pared color guindo con ventanales que casi llegan al piso y un anuncio de madera que invita a entrar al café y espacio cultural.

Como asegura Víctor, las puertas abatibles que conducen al patio de la cafetería parecen retroceder en el tiempo al ocasional visitante. Es que la vivienda construida en la década de los años 20 mantiene los detalles de aquella época, cuando Hugo Ernst —prefecto paceño, diplomático y ministro del país— residía en aquel lugar.

Protegidos por el patio techado, con vidrios que dejan atisbar a la luz y cuya  estructura —aseguran— fue diseñada por el francés Gustave Eiffel, es inevitable buscar una de las mesas que invitan a disfrutar de la temperatura agradable dentro de Sangre y Madera. Como las abejas de un panal, clientes y meseros entran y salen del bar, donde Víctor tiene su particular laboratorio de café, que en lugar de tubos de ensayo, matraces, pipetas y pinzas cuenta con una tostadora, filtros de toda clase, tazas de porcelana, cucharillas y vasos de cristal.

El ingeniero se reconoce amante de la bebida que se hace por infusión de la semilla molida y tostada del cafeto. “Estamos acostumbrados a tomar café torrado (tostado) con azúcar”, es lo primero que aclara el especialista, quien explica que se debe a que con ello se pretende “borrar los malos sabores de un café mal extraído”.

Con su esposa Kruzcaya Calancha, graduada en gastronomía, y con una vivienda ubicada en la zona donde hay varias alternativas de cafeterías, la pareja decidió convertir su residencia en el espacio cultural café Sangre y Madera.

Metódico, el ingeniero leyó libros y buscó información en internet, hasta que conoció a Kim Ossenblok, barista y catador de café belga que radica hace varios años en España, quien ofreció un curso internacional presencial en Barcelona.

En aquellas clases aprendió a preparar un café de especialidad, es decir, aquel que no presenta defectos y tiene un sabor distinto en la taza, notablemente bueno, como sugiere la Specialty Coffee Association of America (SCCA). “Preparar un café de especialidad es otro mundo, es algo que no se puede conseguir en el supermercado, porque hay muchas variables”, como por ejemplo La Paz y sus 3.600 msnm, donde el agua hierve a menos temperatura, y los Yungas, porque ahí el grano tarda en madurar, “lo que potencia los azúcares y los aceites”. Además de ello se debe tener cuidado desde la manipulación de los frutos, el secado y la conservación.

Con esos elementos, Víctor tiene todo lo necesario para conseguir el sabor que desea, desde un aparato que mide la consistencia del grano hasta una aplicación informática que da la medida exacta del agua y cantidad de la materia prima.

El científico empieza la demostración con una prensa francesa y destaca que con esta técnica se obtiene un café que ofrece todos los aceites y azúcares.
Luego emplea el V60, un recipiente de forma cónica que utiliza un embudo de papel para filtrar el líquido, suave al paladar e ideal para repetir varias veces. La mesa se llena de prensas de toda clase de material y tamaño, que sigue con una Erlenmeyer; una kalita wave y, obviamente, una boliviana, de donde aprendió a sacar un líquido frutado y agradable al paladar.

Kruzcaya también tiene su laboratorio, del que salieron sus populares piqueos paceños —una combinación de salteñas, anticuchos y sándwiches de chola en miniatura— y llauch’as pequeñas.

Cuando el conteo llega a 28 segundos, Víctor retira el café expresso, acomoda la taza entre las demás preparaciones y permite que el paladar del visitante disfrute de sabores intensos de Sangre y Madera.

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Miss Bolivia Trans, el arte detrás de la corona

David Cepeda muestra la transformación de una reina de belleza que también es activista por los derechos del colectivo LGBTI.

/ 3 de enero de 2018 / 04:00

David Cepeda ha vuelto a la casa donde se preparó antes de participar en el Miss Bolivia Trans, que ganó gracias —afirma— a su compromiso y preparación en cuanto a los derechos del colectivo LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales). Retorna al mismo lugar de la zona de Tembladerani para transformarse, otra vez, en Circe Le Fay Hilton. “Se supone que es el lado secreto, pero me vale, porque al final es lo que hacemos”, comenta antes de mostrar cómo se logra una corona de belleza trans.

Desde que a principios de octubre fue elegida soberana entre 18 candidatas provenientes de todo el país, Circe ha participado en varias actividades. De hecho, un día antes de la entrevista estuvo en el Palacio Consistorial de La Paz, en un acto para promover los derechos humanos.

Su agenda es complicada, tomando en cuenta que debe coordinar entre su trabajo y sus presentaciones con la Familia Le Fay —que se dedica al baile para “desestructurar las mentes limitadas por las construcciones machistas y patriarcales”— y con Vitryaz —un movimiento que, a través de la danza con tacones, lleva un mensaje de inclusión y diversidad—, además de los deberes de una soberana.

Sentado en un sofá del departamento de Jonathan Arancibia (Yoko) —el amigo con quien comparte estas experiencias hace cinco años—, David inicia la conversión a Miss Bolivia Transformista 2017.

Como si se tratase de la bolsa de un ilusionista, de su mochila surge todo un arsenal de belleza: base de maquillaje, polvo compacto, sombras para ojos, delineador, rubor, delineador para labios, labiales, peineta y otros elementos que permitirán perfeccionar el cambio.

“El maquillaje es arte, porque te conviertes a ti mismo en un lienzo en el que vas poniendo color y expresas algo”, explica.

“Me animé a participar (en el concurso de belleza) porque el transformismo es una herramienta de activismo para la estructuración en la sociedad, que está enraizada en el machismo, lo patriarcal y la imagen de la mujer, un tema bien delicado de manejar incluso para un transformista”, afirma mientras se aplica en el rostro, con las yemas de ambas manos, una pomada de color castaño claro.

“Cuando perdemos el por qué hacemos algo, especialmente en lo visual, podemos caer en la cosificación y demás cosas que hacemos por vernos bien”, prosigue antes de cubrir la parte superior de su cabeza con una media nailon.

“Me estoy explayando en hablar y olvidé que tengo que maquillarme”, ríe David cuando se da cuenta de que lleva buen tiempo con la pomada y con el discurso sobre su función como activista.

Con el cuidado de un artista que está a punto de delinear un cuadro, sostiene una brocha gruesa con la que da color a sus mejillas mediante un colorete.

“Cuando empecé esto, desde cuando me puse tacones, fue difícil para mí, porque siempre el hombre feminizado es motivo de burla, es un hombre que está perdiendo masculinidad, es decir que está perdiendo el privilegio genético de tener falo”, reflexiona, mientras pregunta a Yoko si se está maquillando bien.

Para el concurso de belleza, que se realizó en Potosí, recuerda que feminizó un traje de k’usillo, con el que demostró su habilidad de baile con tacos y su agilidad con los pasos de esta danza autóctona.

Cuando fue elegida candidata paceña admite que sintió nervios y presión, porque la ganadora tiene el derecho de llevar el Congreso de la Coalición Boliviana de los Colectivos LGBTI a su ciudad. Por esa razón pasó cursos de baile y maquillaje, y con el apoyo de varios amigos preparó una coreografía y diseñó su ropa.

“Me di cuenta de que las misses deben tener discurso político, porque en la ronda de preguntas no ubicaban muchas cosas de temas actuales, por ejemplo, la 807”, la Ley de Identidad de Género. Al mismo tiempo, si bien asimila las lecciones muy rápido, reconoce que lo que más le cuesta es colocarse las pestañas postizas.

En el concurso le preguntaron qué sector vulneraba más lo derechos del colectivo LGBTI, a lo que señaló a los fundamentalistas religiosos, “la gente fanática que lleva la fe a un extremo tan negativo, que daña a otros seres humanos”.

Circe es consciente de que la corona que ha ganado no es solo para exhibirla o para presentar en el desfile gay, sino que se porta junto con el activismo por los derechos humanos. Por ello es que estuvo los siete días que duró una huelga que exigía una aclaración al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) sobre la inconstitucionalidad del parágrafo II del artículo 11 de la Ley de Identidades de Género, que veta matrimonios y adopciones para los transexuales.

Lo más difícil en este cambio es el maquillaje, porque lo demás es menos moroso, aunque no deja de ser dificultoso: por ejemplo formar las caderas y ponerse medias. “Hay muchos transformistas que por pudor no tocan eso, ¿no?”. Circe aclara que para lucir una figura curvilínea se tiene que acomodar cinco capas de esponja en las caderas, aunque en su caso emplea tres para evitar ser voluminosa. Con la colaboración de Yoko, acomoda el material de tal manera que su figura luzca natural. Es un forcejeo que dura varios minutos, pero se logran los resultados esperados. Luego se pone otras cuatro medias, con el fin de que sus piernas se vean naturales.

De la mochila que parece una bolsa de ilusionista, extrae una peluca que ha aprendido a ponérsela en poco tiempo. “Lo que no volveré a utilizar son uñas largas, porque no puedes hacer nada”, recalca Circe Le Fay Hilton antes de ponerse guantes de seda rojos, acomodarse la banda y la corona que le confieren el derecho de ser Miss Bolivia Trans, que no solo se destaca por su belleza, sino también por su activismo por el colectivo LGBTI.

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El Túpac Katari desde adentro

La estación terrena de Amachuma ofrece un recorrido por una réplica de la Pirámide de Akapana, el centro de monitoreo y las seis antenas blancas grandes que periten la conexión del país con el satélite boliviano.

/ 3 de enero de 2018 / 04:00

El satélite Túpac Katari (TKSAT-1) no se encuentra encima del territorio boliviano, como se creía, sino al norte del continente, en la línea del ecuador. Éste es uno de los datos que forman parte del paquete Bolivia en la Era Espacial, una visita turística a las instalaciones de la estación terrena de Amachuma, en el Distrito 10 de El Alto.

A las 12.40 (hora boliviana) del 20 de diciembre de 2013, los visitantes en la base de Xichang (China) se mantenían en silencio porque, segundos antes, el primer satélite de telecomunicaciones boliviano era lanzado al espacio. Si bien la cuenta regresiva era en chino, los compatriotas presentes lo hicieron en español: “Cinco, cuatro, tres, dos, uno…”. El tiempo parecía detenerse, hasta que dijeron el esperado cero. “Los connacionales se hicieron sentir al ver al cohete perderse en el cielo y dirigirse al espacio exterior”, describe una crónica publicada por La Razón.

Aquel hecho histórico para el país sucedió hace cuatro años, los que la Agencia Boliviana Espacial (ABE) ha celebrado con varias actividades, entre las que sobresale la apertura de las instalaciones de la estación terrena de Amachuma para habilitar recorridos turísticos.

Las antenas apuntan a la ubicación del satélite boliviano, que se encuentra en la línea del ecuador.

“Hay mucho desconocimiento sobre el tema aeroespacial en nuestra sociedad; es abstracto, no visible y no está al alcance de los sentidos”, comenta Iván Zambrana, director general de ABE, quien firmó un convenio con Lourdes Omoya, gerente ejecutiva de Boliviana de Turismo (Boltur), para llevar a cabo el tour denominado Bolivia en la Era Espacial.

La estación terrena se encuentra en 4,7 hectáreas de terreno, donde unos 30 especialistas se encargan de que el Túpac Katari envíe señales satelitales a todo el país.

Las seis antenas gigantes de la base terrena son visibles tanto desde La Paz como El Alto, aunque llegar es un tanto complicado. Ahí, un espacio está reservado para el parque temático, que tiene un sendero de grava que lleva, primero, a la representación de un reloj solar, que los antepasados utilizaron para saber en qué momento del día se encontraban. Al otro lado de la vía aparece un calendario solar, que los habitantes de la cultura tiwanacota conocían para saber cuándo debían sembrar y cosechar sus alimentos.

Miniatura de uno de los satélites más representativos en la historia.

“Para nosotros también es importante, porque cuando estamos cerca de los equinoccios, nuestro satélite funciona de otra forma, por lo que tenemos que operar y controlarlo para evitar cualquier falla”, dice Alexandra Lora, encargada del Área de Órbita y Dinámica de Vuelo, quien se encarga de llevar al visitante por una réplica de la Puerta del Sol como antesala de unas estructuras rectangulares que emulan la Isla del Sol y la Pirámide de Akapana, ejemplo de centros de observación astronómica.

La misión de TKSAT-1 es “recibir señales de la Tierra desde un punto específico para retransmitirlas a áreas grandes. Esa es la ventaja del satélite con respecto a otros, como la fibra óptica o enlaces de microondas, que tienen restricción de cobertura”, inicia la exposición Alexis Andrade, director de Operaciones de ABE.

Las oficinas están llenas de monitores de computadora y televisión porque es el área encargada de vigilar que el satélite brinde buen servicio a los usuarios. En una de las habitaciones, una pantalla gigante muestra el mapa del mundo en tiempo real, donde un punto rojo ubicado en la línea del ecuador es el más importante, ya que es donde se encuentra el Túpac Katari.

Una representación de las estructuras astronómicas de la cultura tiwanacota.

Alexandra aclara que su ubicación es para que el usuario tenga la percepción de que el TKSAT está fijo, aunque —igual que el planeta— siempre está en movimiento. Los ordenadores muestran barras irregulares que indican el nivel de las señales que emiten los canales y radios, pues si suben mucho la potencia pueden causar problemas en el aparato que emite la señal.

“Empezar una empresa de satélite en un país como Bolivia ha sido muy difícil, pero afortunadamente hemos conformado un buen grupo”, asegura el gerente de ABE, mientras el grupo camina hacia el último punto del recorrido.

Las antenas blancas que se pueden contemplar desde varios sectores de La Paz y El Alto lucen imponentes cuando están cerca. Por eso, casi sin querer, el invitado mira a la misma dirección donde apuntan estos aparatos para intentar observar el Túpac Katari.

En una especie de terraza exclusiva en la planicie del lado sur alteño —con el resguardo del Illimani, el Mururata, el Chacaltaya y el Huayna Potosí— la base terrena de Amachuma hace reflexionar al visitante sobre lo pequeño que es en el universo, aunque también muestra que en el manto celeste, en un punto mínimo, hay un satélite para los bolivianos.

Especialistas trabajan en el centro de operaciones.

Un recorrido desde Bs 40

Boltur ofrece desde enero Bolivia en la Era Espacial, una visita a la estación terrena de Amachuma (Distrito 10 de El Alto), que incluye transporte ida y vuelta desde La Paz, refrigerio y la atención de guías especializados. De acuerdo con el grupo, estudiantes y adultos mayores pagan desde Bs 32, turistas nacionales Bs 40 y extranjeros Bs 48.

Para más información, llamar a los teléfonos 2185999, 2125099 o 901105296, o escribir a través de Facebook y Twitter en Bolturoficial o al portal boltur.gob.bo.

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El Túpac Katari desde adentro

La estación terrena de Amachuma ofrece un recorrido por una réplica de la Pirámide de Akapana, el centro de monitoreo y las seis antenas blancas grandes que periten la conexión del país con el satélite boliviano.

/ 3 de enero de 2018 / 04:00

El satélite Túpac Katari (TKSAT-1) no se encuentra encima del territorio boliviano, como se creía, sino al norte del continente, en la línea del ecuador. Éste es uno de los datos que forman parte del paquete Bolivia en la Era Espacial, una visita turística a las instalaciones de la estación terrena de Amachuma, en el Distrito 10 de El Alto.

A las 12.40 (hora boliviana) del 20 de diciembre de 2013, los visitantes en la base de Xichang (China) se mantenían en silencio porque, segundos antes, el primer satélite de telecomunicaciones boliviano era lanzado al espacio. Si bien la cuenta regresiva era en chino, los compatriotas presentes lo hicieron en español: “Cinco, cuatro, tres, dos, uno…”. El tiempo parecía detenerse, hasta que dijeron el esperado cero. “Los connacionales se hicieron sentir al ver al cohete perderse en el cielo y dirigirse al espacio exterior”, describe una crónica publicada por La Razón.

Aquel hecho histórico para el país sucedió hace cuatro años, los que la Agencia Boliviana Espacial (ABE) ha celebrado con varias actividades, entre las que sobresale la apertura de las instalaciones de la estación terrena de Amachuma para habilitar recorridos turísticos.

Las antenas apuntan a la ubicación del satélite boliviano, que se encuentra en la línea del ecuador.

“Hay mucho desconocimiento sobre el tema aeroespacial en nuestra sociedad; es abstracto, no visible y no está al alcance de los sentidos”, comenta Iván Zambrana, director general de ABE, quien firmó un convenio con Lourdes Omoya, gerente ejecutiva de Boliviana de Turismo (Boltur), para llevar a cabo el tour denominado Bolivia en la Era Espacial.

La estación terrena se encuentra en 4,7 hectáreas de terreno, donde unos 30 especialistas se encargan de que el Túpac Katari envíe señales satelitales a todo el país.

Las seis antenas gigantes de la base terrena son visibles tanto desde La Paz como El Alto, aunque llegar es un tanto complicado. Ahí, un espacio está reservado para el parque temático, que tiene un sendero de grava que lleva, primero, a la representación de un reloj solar, que los antepasados utilizaron para saber en qué momento del día se encontraban. Al otro lado de la vía aparece un calendario solar, que los habitantes de la cultura tiwanacota conocían para saber cuándo debían sembrar y cosechar sus alimentos.

Miniatura de uno de los satélites más representativos en la historia.

“Para nosotros también es importante, porque cuando estamos cerca de los equinoccios, nuestro satélite funciona de otra forma, por lo que tenemos que operar y controlarlo para evitar cualquier falla”, dice Alexandra Lora, encargada del Área de Órbita y Dinámica de Vuelo, quien se encarga de llevar al visitante por una réplica de la Puerta del Sol como antesala de unas estructuras rectangulares que emulan la Isla del Sol y la Pirámide de Akapana, ejemplo de centros de observación astronómica.

La misión de TKSAT-1 es “recibir señales de la Tierra desde un punto específico para retransmitirlas a áreas grandes. Esa es la ventaja del satélite con respecto a otros, como la fibra óptica o enlaces de microondas, que tienen restricción de cobertura”, inicia la exposición Alexis Andrade, director de Operaciones de ABE.

Las oficinas están llenas de monitores de computadora y televisión porque es el área encargada de vigilar que el satélite brinde buen servicio a los usuarios. En una de las habitaciones, una pantalla gigante muestra el mapa del mundo en tiempo real, donde un punto rojo ubicado en la línea del ecuador es el más importante, ya que es donde se encuentra el Túpac Katari.

Una representación de las estructuras astronómicas de la cultura tiwanacota.

Alexandra aclara que su ubicación es para que el usuario tenga la percepción de que el TKSAT está fijo, aunque —igual que el planeta— siempre está en movimiento. Los ordenadores muestran barras irregulares que indican el nivel de las señales que emiten los canales y radios, pues si suben mucho la potencia pueden causar problemas en el aparato que emite la señal.

“Empezar una empresa de satélite en un país como Bolivia ha sido muy difícil, pero afortunadamente hemos conformado un buen grupo”, asegura el gerente de ABE, mientras el grupo camina hacia el último punto del recorrido.

Las antenas blancas que se pueden contemplar desde varios sectores de La Paz y El Alto lucen imponentes cuando están cerca. Por eso, casi sin querer, el invitado mira a la misma dirección donde apuntan estos aparatos para intentar observar el Túpac Katari.

En una especie de terraza exclusiva en la planicie del lado sur alteño —con el resguardo del Illimani, el Mururata, el Chacaltaya y el Huayna Potosí— la base terrena de Amachuma hace reflexionar al visitante sobre lo pequeño que es en el universo, aunque también muestra que en el manto celeste, en un punto mínimo, hay un satélite para los bolivianos.

Especialistas trabajan en el centro de operaciones.

Un recorrido desde Bs 40

Boltur ofrece desde enero Bolivia en la Era Espacial, una visita a la estación terrena de Amachuma (Distrito 10 de El Alto), que incluye transporte ida y vuelta desde La Paz, refrigerio y la atención de guías especializados. De acuerdo con el grupo, estudiantes y adultos mayores pagan desde Bs 32, turistas nacionales Bs 40 y extranjeros Bs 48.

Para más información, llamar a los teléfonos 2185999, 2125099 o 901105296, o escribir a través de Facebook y Twitter en Bolturoficial o al portal boltur.gob.bo.

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Expedición por el medio ambiente

Juan René Quintanilla recorrerá el continente de polo a polo en su vehículo para crear conciencia sobre el calentamiento global.

/ 27 de diciembre de 2017 / 05:19

Juan René Quintanilla no podía creer lo que estaba viendo. El domingo 26 de agosto de 1984, él y María Esther Alba subían con sus invitados al Huayna Potosí para casarse por lo religioso. Cuando retornaron 33 años después, los esposos reaccionaron con tristeza al caminar durante un par de horas y no encontrar la nieve que había cuando celebraron sus nupcias. Ese panorama convenció a Juan René para planear la Expedición de Polo a Polo, con la que recorrerá el continente americano para hacer un llamado a la conciencia sobre el cambio climático.

Quintacho —como le suelen decir sus amigos— señala al sacerdote jesuita Gustavo Iturralde como su mentor en la escalada. “Es el deporte más extraño. Primero porque no hay contrincantes; segundo porque nadie te ve ni te aplaude, incluso nadie te cree; pero la satisfacción de decir que me he vencido a mí mismo equivale a 10 medallas de oro”, explica.

En ese trajín subió a todos los nevados de Bolivia por encima de los 6.000 metros sobre el nivel del mar (msnm), entre los que se encuentran el Illimani, el Sajama y el Illampu. Fue instructor de montaña en la Cruz Roja y formó parte del Club Andino Boliviano. “Es tan grande mi pasión que llegué a casarme en una montaña de 6.088 metros de altura y tener mis hijos con nombres de nevados circundantes al Everest. Son Lhotse, Nuptse y Changtse”.

El Land Cruiser modelo 1990 pasa por la ribera de una laguna.

Por recomendación médica dejó de escalar pero continuó sus aventuras con caminatas y “cuando llegó el momento en que quería conocer más, ya no me alcanzaban los pies, entonces decidí moverme con un 4×4”, dice ahora sentado en su Toyota Land Cruiser modelo 1990, que tiene los colores de la bandera boliviana.

Después de 33 años, cuando volvieron él y María Esther al Huayna Potosí, no vieron la nieve que había años atrás, sino rocas, algo de tierra y algunas lagunas. “Ahí me puse muy triste, me amargué”, confiesa el aventurero paceño de 72 años.

“Me agité, me puse mal, pero era por el dolor de saber que el agua que usamos nosotros para beber proviene de estos glaciares, que están muriendo”, reflexiona.

Changtse y su padre estudian el recorrido que harán por toda América.

Un estudio publicado por la revista de la Unión Europea de Geociencias The Cryosphere indica que los glaciares de Bolivia se han reducido en un 43% entre 1984 y 2014, fenómeno que pone en peligro el suministro de agua potable en la región, en especial los lugares que dependen del deshielo para conseguir el líquido.

En 2016, la población paceña sufrió por la escasez de agua potable, lo mismo ocurrió este año en Chuquisaca y Potosí. “Siento que el mundo no está haciendo lo suficiente para resolver este problema y que están poniendo como prioridad intereses económicos en vez de pensar en la vida y en la humanidad”.

Por esa razón, Quintacho vendió todo lo que pudo, modificó su Land Cruiser, estudió con mucho cuidado la geografía del continente americano y creó la Expedición de Polo a Polo, con la intención de recorrer desde La Paz hasta el Estrecho de Magallanes, pasando por poblaciones que pertenecieron a Bolivia antes de la Guerra del Pacífico, con 13.000 kilómetros de travesía.

Juan René y María Esther Alba se detienen donde antes hubo nieve en el Huayna Potosí.

Para la segunda etapa tiene previsto pasar por Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos y Canadá.

Su intención es reunir durante el viaje libros con al menos 30.000 firmas que llevará a la Cumbre Mundial sobre Acción Climática, programada para septiembre de 2018 en San Francisco (EEUU), organizada como respuesta a que el presidente Donald Trump retiró a su país del Acuerdo de París.

“Quiero ir a ese encuentro para solicitar que no hagan tantas reuniones en las que gastan mucho dinero, sino que lleven a cabo cosas prácticas”. En el caso boliviano, Quintacho propone que las organizaciones nacionales y mundiales ayuden a arborizar el territorio, porque “cuando hay árboles existe humedad, que tarde o temprano se vuelve lluvia en la altura”.

El recorte de periódico que muestra que Quintacho llegó a la cima del Aconcagua.

“No es solo por mí, es por mis hijos y por los hijos de mis hijos. La humanidad tiene que vivir mucho más, todavía no es el fin, todavía hay salvación”, asevera Changtse, el hijo menor de Juan René y María Esther, quien acompañará en la travesía.

Quintacho y Changtse han comenzado su travesía el domingo 17 en La Paz y se prevé que retornen en febrero del próximo año. Días antes, en La Cumbre, ponen sobre el capó del jeep algunos objetos que llevarán al viaje. Se miran y sonríen, tal vez porque están esperanzados con que la expedición ayudará a revertir el deshielo y volverán al Huayna Potosí satisfechos de pisar la nieve que algún día era inmortal.

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