Recuperemos el Poopó
La naturaleza se encargó de contribuir con la devolución del escaso recurso hídrico.
El domingo, el presidente Evo Morales difundió en su cuenta de Twitter una descripción preocupante sobre la situación del lago Poopó, en Oruro: está secándose, esto luego de una leve recuperación de aguas a raíz de las intensas lluvias de enero en la región. La noticia no es halagadora, motiva urgentes acciones de parte de las autoridades locales y nacionales.
A principios de 2016 el reservorio ya había sido desahuciado debido a una grave sequía en el país, especialmente en la zona altiplánica. Con 2.337 kilómetros cuadrados de masa acuífera, era el segundo lago más grande de Bolivia luego del Titicaca. Pero las lluvias de comienzos de año despertaron cierta esperanza en los lugareños.
Una desolada planicie rojiza, de ‘esqueletos’ de barcazas y especies disecadas por el fuerte sol, caracterizaba el Poopó hace unos meses. Ahora, guarda débiles espejos de aguas arrastradas por las corrientes aledañas y el río Desaguadero. Son aguas frágiles ante una nueva ola de calor de casi tres semanas. Los habitantes de las riberas ven desaparecer otra vez la fuente de su sustento, que aprovechaban para la alimentación, el mejoramiento de su economía y su medio de transporte.
Si bien el lago sufría de caídas cíclicas de su volumen, a finales de 2015 padeció la peor reducción, hasta quedarse en solo humedales, como comprobó entonces La Razón. En enero de 2016, la NASA certificó que dicha evaporación es comprable a la de hace 22 años.
No es posible resignarse a perder aquel reservorio. Más que la atención a la población afectada por la desaparición del lago antes de las lluvias, concerniente en dotación de alimentos y vituallas, las autoridades locales y nacionales no desarrollaron un plan real de recuperación del Poopó.
La naturaleza se encargó de contribuir con la devolución del escaso recurso hídrico que, lamentablemente, fue superficial. Pero urgen políticas destinadas a incrementar de manera artificial el caudal, cuya consecuencia benigna será el retorno de vida silvestre a la región y, por consiguiente, vida a las comunidades.
La gestión de cuencas, especialmente en el río Desaguadero, que es el principal afluente, es vital para ese propósito. Hay denuncias de desvío de aguas a lo largo del curso del río que se origina en el Titicaca, como el que propició una empresa minera en Oruro, que los gobiernos nacional y departamental deberán considerar.
Esa tarea deberá ser acompañada por un proceso de concienciación social sobre la preservación del recurso y del medio ambiente, que toca a quienes desarrollan sus actividades económicas en función de esa fuente y a quienes solo son un factor de contaminación por distintas circunstancias.
Las acciones al respecto todavía no son visibles, ni el presupuesto asignado. Corresponde al Estado y su sociedad salvar el Poopó, a pesar del daño perpetrado en el tiempo. (