Personajes paceños
Juan de la Cruz Oblitas encarna al personaje central de la epopeya de la paceñidad como ningún otro.
Por su relevancia, los personajes paceños de carne y hueso esconden a protagonistas de nuestra literatura realmente significativos. Un personaje de ficción que me gustaría recordar está en casi todas las páginas de la novela Felipe Delgado, de Jaime Sáenz: Juan de la Cruz Oblitas.
Este personaje es un gordo entrañable que se presenta como doctor en Ciencias Magnas y Naturales. Adivino sin bola de cristal, curandero sin título, avivado político sin partido, avezado empresario sin aval, filósofo de citas hiperbólicas, atentísimo confidente de Delgado, despliega a lo largo de toda la novela una notable parsimonia para inmiscuirse en cualquier tema. Inflado como un sapo, con una afectada formalidad altoperuana y con voz grave, Oblitas conversa con Delgado sin necesidad de entrar al Purgatorio a farrearse la madre como Peña y Lillo o los aparapitas. Y así, pacientemente, encarna al personaje central de la epopeya de la paceñidad como ningún otro.
Es que Oblitas, con ese porte encopetado y ese verbo aparatosamente aplomado, es el fiel reflejo de cómo los paceños, adultos y envejecidos, nos presentamos en el diario vivir: más distantes, más huraños y solemnes de remate.
Quizás este sitio y esta sociedad nos impongan esa figura para encubrir nuestras malas artes o nuestras incompetencias. De ahí que Sáenz, al inicio de la novela y en el encuentro entre estos dos personajes, le hace decir a Delgado en respuesta al afectado saludo de Oblitas: “Qué tal, gordo mañudo”. Pero, como no podía ser de otra manera, esa intuición inicial no resistió mucho tiempo y Delgado cae fascinado por las artes desplegadas por ese mofletudo gurú de la paceñidad. Y vaya que tiene lo suyo. Muchos de sus dichos son verdaderos aforismos de nuestro ser, aunque sobren el oxímoron y la perífrasis.
Es que Oblitas es un máster en cualquier tema y para cualquier debate. Y así somos casi todos los habitantes de este valle andino: auténticos todólogos enfundados en un traje grisáceo o en un poncho colorido, y con la voz de un tenor nos lanzamos al ruedo de las discusiones.
Además, Oblitas somos aquellos miles que a esta ciudad, con la afectación mediática de hoy en día (una manera muy Oblitas por cierto), la calificamos de maravilla. Mientras que Felipe Delgado son unos cuantos que podemos contar con los dedos de una sola mano. Son aquellos seres que, sin fingir un ápice y con la esquelética figura de un asceta, son capaces de ir a buscar la purísima verdadera velada por el amor y la muerte aún a costa de su propia vida.