¿Plataformas?
Los partidos de oposición parecen haber cedido su corto espacio de incidencia.
Hace solo una década, cuando la política se regía por acuerdos partidarios, la participación ciudadana solo se circunscribía al voto; los partidos políticos transformaban esa adhesión electoral en hegemonías montadas: la suma de votos hasta lograr mayoría para la elección del Presidente y, consecuentemente, la distribución de cuotas de poder y la definición de políticas públicas.
El poder político se administraba a través de acuerdos “patrióticos” o “megacoaliciones”, con el saldo de una inestabilidad política que también tenía consecuencias serias en la estabilidad económica y social, hasta que los movimientos sociales tomaron su lugar desde los comicios de 2002 y permitieron la llegada al poder de Evo Morales en 2006.
Esos movimientos sociales, a los que empoderó Morales, conforman la estructura partidaria del Movimiento Al Socialismo (MAS), que ganó con creces tres elecciones generales consecutivas.
Podría decirse que esa participación política de sectores otrora desatendidos por los distintos gobiernos representó la ampliación de la representación democrática y su incidencia en las políticas públicas. Al otro lado, ante la decadencia de los partidos tradicionales, algunos medios de información marcaron la agenda política.
Ahora, en otro escenario, los partidos de oposición parecen haber cedido su corto espacio de incidencia a las llamadas “plataformas ciudadanas”, que si bien en muchos casos son representaciones sin cuerpo más que su oposición al Gobierno, tienen alta influencia de actores políticos antiguos, entre ellos exmandatarios, exministros y exfuncionarios, que se mimetizaron hábilmente en esa condición de movimientos “ciudadanos”, que no está mal en aras de la apertura democrática.
Y otras son propiciadas por los partidos políticos, quizás en su afán de recuperar representación y participación ciudadana o de refrescar su imagen desgastada por años de falta de propuestas y fuerza electoral.
A juzgar por las primeras escaramuzas electorales, los partidos políticos no son los llamados directos a las alianzas iniciales, sino esas plataformas ciudadanas; así por lo menos lo demostró el ahora precandidato del Frente de Izquierda Revolucionaria (FRI), Carlos Mesa, que el miércoles firmó acuerdos con 51 de ellas.
¿Pero cuán tangibles son esas plataformas? Es difícil saber el número de ellas, mucho más su estructura, aunque algunas aparecieron arropadas de discursos radicales de, por ejemplo, el candidato ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro.
Están ahí, fueron capaces de cerrar el 10 de octubre las calles con un par de sillas o colgadores de ropa (vaya la tolerancia de los afectados, que no violentaron esa forma simple y arbitraria de protesta) o llenar, como lo hiciera también antes el MAS, la Plaza Mayor de La Paz.
Están vigentes, aunque no hay certeza de que puedan ser aliados efectivos o capaces de reconfigurar el sistema político.