Nuestro periodismo es un cadáver
¿Por qué ahora en los canales de aquí y de allá los nombres de los programas se basan en el apellido del periodista?
Por qué la mayoría de los últimos escándalos de corrupción no han sido publicados en los medios hegemónicos de comunicación? ¿Por qué las redes sociales y los “Uniteles” de turno con jefes que van/vienen han ganado la batalla? ¿Por qué los mejores periodistas de derechas y de izquierdas ya casi no trabajan en los medios tradicionales? ¿Por qué ya casi no hay colegas de prestigio en canales, radios o periódicos? ¿Hace cuánto que no ves o escuchas una buena entrevista/ charla/conversación en la tele o en la radio? ¿Por qué muchas veces los diarios se te caen de las manos sin nada bueno que leer? ¿Por qué las contrapartes se buscan al día después de la nota publicada? ¿Por qué no se imprimen ya medios alternativos como El Juguete Rabioso? ¿Leemos ya exclusivamente en el digital y por ende leemos/entendemos peor? ¿Por qué hay tanta gente que se niega a ver canales nacionales o comprar diarios bolivianos? ¿Por qué tenemos que leer prensa extranjera para enterarnos de las cosas feas? ¿En qué momento colegas/ “buena gente” exigen censurar a colegas/ “mala gente” sin rubor? ¿Se soluciona todo atacando/amenazando a periodistas? Esta columna no tiene respuestas, es como el teatro.
Todo este panorama de incertidumbres, catástrofe, ahogo y revanchismo no es nuevo, no arrancó ni hoy ni ayer. Hace años que los colegas que conozco, de izquierdas o de derechas, migraron a las universidades, a las ong, a las fundaciones, a la escritura o simplemente cambiaron de oficio. Algunos pusieron un bar.
Las empresas/estancias mediáticas del buen/mal negocio despiden sin rubor o los periodistas se van, monta tanto. En el mundo la crisis del periodismo impreso ha encontrado una “salida mágica” ante el fenómeno de las redes/celulares que “informan”, entretienen, intoxican y opinan por el mismo “precio”, ante la desaparición progresiva de la publicidad que también se ha esfumado por arte de birlibirloque: la suscripción digital. ¿A cambio de qué? De buenos contenidos, de lindas crónicas, de buenas plumas, de investigaciones, de producción audiovisual de calidad… y de descuentos/ofertas en el cine, en el super, en el comercio de turno. ¿Cómo serán las redacciones de periódico del futuro? Obviamente no serán aquellas repletas de personas marcadas a sangre y fuego por las famosas tres “d”: depresivas, dipsómanas y divorciadas. ¿Serán viables en nuestro país redacciones con más de 50 personas? ¿Se acelerará la terciarización de suplementos, revistas y productos especiales de los diarios para ahorrar en personal y plata? Los mineros fueron obligados a partir hacia el Chapare tras la salvaje “relocalización” neoliberal, ¿a dónde nos van a mandar a los cientos/miles de periodistas sin pega?
En nuestro medio donde la suscripción digital se ve como algo lejano, marciano y/o simplemente imposible, las empresas mediáticas del mal/buen negocio despiden a los periodistas y/o éstos se van, tanto monta. ¿Por qué? Porque estorban, porque no se cuadran, porque ya no entran en el modelo del “bisnes”, porque se sienten/son ajenos y se van calladitos para no molestar al patrón. Y así, lo único que queda son las penas, pena de nosotros y pena de otros, lectores, oyentes y televidentes que todavía no han salido corriendo huyendo de la peste, el asco, la plaga. Las estancias mediáticas del buen/mal negocio que cambian de camiseta según el viento que sopla prefieren pagar a tres cuates dos salarios de miseria para fabricar una pinche nota para las redes y lograr miles de “likes” masturbatorios.
¿Por qué ahora en los canales de aquí y de allá los nombres de los programas se basan en el apellido del periodista? ¿Ese es el futuro? ¿Apostar a la “independencia” del colega de turno y no al logo desgastado del medio mercenario de turno? ¿Esa será la vacuna salvadora para esta infopandemia? ¿Y si apostamos por la honestidad?
Nuestro “viejo” periodismo es un puto cadáver, está muerto tirado en la calle y el “nuevo” todavía no ha nacido, peor ni siquiera se lo espera. En este maldito claroscuro solo alcanzo a sufrir sin parar perfiles de monstruos, miedos y mentiras. Es mi melancolía insurrecta, es mi infinita tristeza.
Ricardo Bajo
es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual
Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.