Leonardo, también pensador de ciudad
La vida de Leonard Da Vinci fue un diálogo con la naturaleza que posiblemente se fue oscureciendo con el tiempo por el silencio de su eterna soledad. Sin embargo, su obra representó el encuentro con distintos talentos y significados del saber, que colaboraron en cualificar sus investigaciones y se convirtieron —aunque fragmentadas en su contenido— en una realidad de los tiempos actuales. De esa manera, ese gran observador de la naturaleza tradujo sus reflexiones en una especie de profecía del nacimiento de hechos y objetos reales. Esto, gracias a su mirada científica plasmada en ejemplos expuestos artísticamente, que prometían a la humanidad una infinidad de estudios tanto del cuerpo humano como de la naturaleza.
Indudablemente, el arte de Leonardo fue algo que lo convirtió en único. Su sensibilidad fue tan grande que supo expresar en La Gioconda algo parecido a un cántico a la vida. Lo singular es que ese cuadro, además de mostrar el valor de la observación del pintor, señala una necesidad de experimentación artística, cuya precisión en la expresión facial es excelsa. Un manantial de sublime erotismo como resultado final.
A pesar de todo, Da Vinci hubiera preferido ser conocido como el creador que durante toda su vida mantuvo su interés en la invención. Muestra de ello es la pulcritud de sus estudios referidos al análisis de las distintas partes del cuerpo humano, la naturaleza y demás. Asimismo, su culto por lo científico lo llevó a tener ideas que lograron inspirar máquinas reales (submarinos).
No se puede dejar de mencionar que a los 30 años pensó en levantar el Baptisterio de Florencia, luego de haber ofrecido sus servicios como inventor al duque de Milán. Mucho más, a sus 50 años quiso transformar Florencia en una ciudad ideal, proyectando su canalización y el trazado de sus calles con dos desniveles en distintos planos, unidos por escalones; todo aquello remarcado por un nivel superior útil para el paseo de la ciudadanía. Entretanto, renovó un antiguo proyecto de canalización del Arno en Pisa. Ya en su vejez concibió una red de canales para el Saona, en el sur de Francia. Así, ese hombre artista y de ciencia, creador y científico, siempre estuvo en busca de lo profundo, desmenuzando pensamientos y hechos hasta el punto de querer encontrar casi lo invisible como meta final de sus análisis y expresiones artísticas.
Es evidente que Leonardo fue un ser que estuvo muy cerca de la ciencia no solo para descubrir realidades y nuevos hechos, sino también para desentrañar la maravilla del cuerpo humano, como expresan sus bocetos científicos que detallan —dentro una mirada artística— su estructura y musculatura.
Leonardo dominaba la anatomía, pero lo fundamental es que supo relatar sus emociones mediante el dibujo de rostros que expresaban sentires distintos, tanto de alegría como de dolor. Con ese afán, este artista buscó en las calles de Florencia semblantes singulares que reflejen la realidad de la época, la cual él representó a través del dibujo.
Con todo, Da Vinci tuvo una vida que parecía relatar que siempre estaba en retirada, hasta el punto de dejar algunos de sus cuadros inconclusos. Una realidad que hoy es considerada positiva debido a que promete evolución.
Leonardo fue el pintor, compositor de rapsodias, el “sensualista del reposo”, como lo llamaban, que centró su interés en la fidelidad de los modelos; sin embargo, la observación y clarividencia se constituyeron en la singularidad de sus obras.
Patricia Vargas es arquitecta.