Crímenes de lesa humanidad: no todos son aliados
Los Acuerdos de Oslo de 1993 preveían que la Autoridad Palestina se convirtiera en un Estado
Jorge Lizárraga
La actual escalada bélica entre las fuerzas israelíes y milicias palestinas recuerda a la comunidad internacional lo lejos que está un posible acuerdo de paz definitivo que ponga fin a este conflicto, uno de los más antiguos y sangrientos de Oriente Próximo y peor aún luego de conocerse el 2 de enero de 2024, la muerte del número dos de Hamás, en un bombardeo con un dron israelí contra una oficina del grupo a las afueras de Beirut, donde además fallecieron cinco personas, sin hasta la fecha atribuirse Israel este atentado.
Recordemos que la guerra ha regresado a Oriente Próximo tras el ataque contra Israel lanzado desde Gaza por Hamás el 7 de octubre de 2023. La ofensiva sin precedentes de la organización islamista, con cohetes e incursiones de milicianos. dejó más de mil muertos en el país hebreo, no obstante, la respuesta del gobierno de Benjamín Netanyahu fue la de declarar el estado de guerra e iniciar un contraataque sobre la Franja de Gaza, que se ha cobrado ya miles de muertos, hoy en día sin piedad, tal y como fuera un crimen de lesa humanidad y sin la intención de dar una ralentización.
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No es raro que no solo personalidades del mundo artístico (cine, música, letras, y otros) se hayan pronunciado sobre esta escalada de ofensiva sin razón, como tampoco fue o es extraño que incluso Estados se pronuncien exigiendo no solo un stop al ataque, sino el cumplimiento de resoluciones de las Naciones Unidas por más de 30 años; aun así y como una vez mas lo demuestra el derecho internacional y la comunidad internacional, “el pertenecer al Consejo de Seguridad” da privilegios y prerrogativas que hacen de que poco a poco los Estados creen organismos paralelos, protegiéndose uno con otros contra otros, lastimosamente.
La conocida y acertada solución al conflicto parece apuntar, desde finales de los años 40, a la creación y reconocimiento de dos Estados, lo cual supone la creación de un Estado palestino y otro israelí, coexistiendo en paz y de forma independiente. Desde 1947, la opción de los dos Estados está presente en el plan de Naciones Unidas para la partición de Palestina, al igual que la idea de que Jerusalén pasara a ser una tercera entidad bajo control internacional, sin embargo, en el siglo XXI el pasado parece ser eso, ni mucho menos un intento de acercamiento.
Los Acuerdos de Oslo de 1993, firmados por Isaac Rabín y Yaser Arafat en la Casa Blanca, preveían que la Autoridad Palestina se convirtiera en un Estado. Este proyecto no se llegó a concretar y fue en 2003 cuando la hoja de ruta elaborada por el Cuarteto —que actuaba como mediador y estaba formado por Estados Unidos, Rusia, la UE y la ONU— planteó que el Estado palestino se instaurara en 2005.
La intención era que la creación del Estado palestino diera garantías de seguridad a Israel y le ayudara a retener una mayoría demográfica judía —permitiendo que el país siguiera siendo judío y democrático— y otorgaría un Estado independiente a los palestinos. Los desacuerdos entre palestinos e israelíes y los continuos brotes de violencia han impedido que estos planes se hayan hecho realidad.
Hoy en día, Israel incluso ha considerado ridículo un informe de la ONU sobre la violación de derechos en Cisjordania, calificándolo como «ridículo». «Bastante ridículo», dijo Tal Heinrich, portavoz de la oficina del primer ministro de Israel, en rueda de prensa en Jerusalén hace un par de semanas atrás.
El primer ministro de Irak, Mohamed Shia al Sudani, agradeció el pasado año al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, su «valentía» por su posición ante el conflicto entre Israel y Hamás, al pedir a las autoridades israelíes que respeten el derecho internacional para evitar el sufrimiento a la población de Gaza; al mismo tiempo que ya son varios los jefes de Estado en todo el mundo que condenan frontalmente la arremetida israelí contra palestinos, sin saber las consecuencias de su posicionamiento, Estados como Turquía, Libia, Irán, Irak, Siria, Colombia, Brasil, Bolivia, Venezuela, Corea del Norte y otros, indican que no todos son aliados de los crímenes de lesa humanidad.
(*) Jorge Lizárraga es abogado