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Jáuregui contra el pasado. El apellido se limpia con historia

No sólo la cárcel y el fusilamiento, sino el estigma de ser llamados Matapandos ha pesado en la vida de una familia.

/ 21 de abril de 2013 / 04:00

Sonríe melancólicamente. Es el más joven de los condenados (…). Pulcramente vestido, de mediana estatura y complexión casi atlética, Alfredo Jáuregui tiene aún la energía de la juventud y su vehemencia a pesar de los diez años de sufrimientos e inquietudes constantes”. Así describía la antigua La Razón, el 25 de octubre de 1927, al más joven de los cuatro sentenciados a muerte por el supuesto asesinato del general y ex presidente de la República José Manuel Pando. El periódico relataba el sorteo de la jornada anterior para determinar sobre cuál de los condenados se aplicaría la pena. En aquella época, el Código Penal indicaba que, si los sentenciados eran menos de diez, sólo moriría uno de ellos, y sería el azar el encargado de determinar cuál. “Aparatoso y emocionante fue el sorteo de los presos. El bolillo siniestro le tocó a Alfredo Jáuregui”, fue el titular de la crónica del periódico.

El joven, que en el momento del supuesto crimen tenía 16 años, pasó una década tras las rejas y fue ejecutado. El hermano mayor, Juan, su tío Néstor Z. Villegas y el telefonista y guardavía de la línea de El Kenko a La Paz, Simón Choque, eran los otros tres reos. En ese orden sacaron del ánfora los salvadores bolillos blancos. Antes de meter la mano en la urna, en último lugar, Alfredo ya sabía que la suerte estaba echada. Él pagó los platos rotos del Proceso Pando.

Según ha quedado escrito en la historia, y asumido por  buena parte de la sociedad boliviana, los Jáuregui fueron los que perpetraron el asesinato del exmandatario, muerto en junio de 1917. Los republicanos, comandados por Bautista Saavedra, acusaron al presidente de la República, el liberal José Gutiérrez Guerra (ganador de las elecciones del mes precedente), de haber armado el magnicidio.

“Nosotros hemos aprendido así”, afirma Elda Jáuregui Navarro, la sobrina nieta de Alfredo Jáuregui. “Ellos han aprendido así”,  señala a su hijo. “Los niños de ahora aprenden así”. Su padre, Juan Javier Jáuregui Soria, es uno de los cuatro hijos del hermano mayor de Alfredo. Ellos son los “únicos” que mantienen el apellido, afirman tanto Elda como su hijo César. Del resto de la descendencia de Juan, ninguno guarda honor al nombre de la familia: por un lado, la hija falleció sin dejar sucesores y, los otros dos varones, cambiaron el orden de sus apellidos. “Nosotros somos los únicos Jáuregui”, asegura Elda. Su padre y ella misma mantuvieron el apellido a pesar del estigma que cayó sobre todos ellos.

Una familia marcada

Todo empezó con el descubrimiento del cadáver de José Manuel Pando, el 20 de junio de 1917, en el fondo del barranco de Huichincalla, de 30 metros de altura,  cerca de El Kenko, en dirección a Achocalla, relata El Diario de la época. Dolores, madre de Juan y Alfredo, tenía una tienda en ese lugar de El Alto.

Allí llegó el general la tarde del 15 de junio de 1917, de regreso a La Paz desde su finca en Catavi. Había partido el día anterior y, tras pernoctar en la hacienda Machacabú, continuó su camino con el objetivo de estar en la urbe paceña el 16, fecha en la cual tenía que apadrinar un matrimonio. Según se supo después, los Jáuregui conocían al expresidente desde hacía años. “Nosotros conocíamos mucho al general Pando por mantener relaciones espirituales con su hijo, don Ramón”, declaró Juan, quien era juez parroquial, a El Diario.

Las personas que testificaron ante el juez aseguraron que el militar murió apaleado por los que se encontraban en el local regentado por Dolores, entre ellos, sus dos hijos. Uno de los testimonios clave fue el de Pablo Fernández, “cuyas atestaciones guardan perfecta armonía con lo declarado por Demetria v. de Aguirre (una vecina de Achocalla)”, escribía en 1924 el exjuez de Sumario y de Acusación Efraín Chacón, en el libro El proceso Pando ante la opinión pública. Sin embargo, lo particular en este caso es que el declarante era sordomudo. Para interpretar su declaración, el juzgado llamó a otro habitante de la zona, José Calasanz Cuevas, “quien durante mucho tiempo había tenido a su servicio un doméstico sordomudo, por lo que encontraba facilidad suficiente para entenderse con el testigo en cuestión”.

La primera autopsia que se realizó al cadáver de Pando (que duró alrededor de tres horas, según publicó El Diario el 26 de junio de 1917) determinó que el militar había muerto por conmoción cerebral y por lesiones profundas en la parte izquierda del tórax. Este resultado hizo que, en junio de 1919, se absolviera a los acusados, pues no había crimen. Sin embargo, los periódicos afines al Partido Republicano y los diputados opositores, obligaron a  rehacer la autopsia. Defendían la tesis de que el suceso había tenido un móvil político.

De esta tendencia era el periódico La Verdad: “Un informe completo, como deben ser todos los que prestan los médicos legistas, hubiera arrojado muchísima luz sobre las causas que determinaron la muerte y las circunstancias que la rodearon (…). Los médicos han obrado muy precipitadamente…

Sólo así se puede concebir que el informe prestado por ellos al juez, sea tan lacónico y huérfano de datos ilustrativos, que es una calamidad”. El segundo examen forense determinó que “la causa de la muerte es debida a las contusiones que presenta en la cabeza, que han producido una conmoción cerebral, con hemorragia múltiple”.

En 1978, Ramón Salinas Mariaca, descendiente del general, manifestó en su libro Vida y muerte de Pando que la madre del militar, uno de sus hijos (legítimo, resalta), su hermano y otros familiares sufrieron diversos tipos de apoplejías. Por ello, afirma el médico José Alvarado en un artículo publicado en 1998 por la Sociedad Boliviana de Historia de la Medicina, titulado El supuesto asesinato del ex presidente José Manuel Pando. Contribución a su rectificación histórica, el motivo de la muerte puede catalogarse como “accidente cardio-vascular por la edad avanzada y probable arterio-esclerosis”.

Sin embargo, en 1927, Alfredo Jáuregui fue fusilado, hecho que filmó el pionero del cine boliviano Luis del Castillo, también fotógrafo de El Diario.

Los vecinos de El Kenko aprovecharon la situación de la familia para asaltar la tienda de Dolores (quien pasó unos meses en prisión, ya que ella invitó a tomar una sopa al general aquel funesto día). “Por eso, sólo conservamos cuatro fotografías de mi tío Alfredo. Incluso, desapareció la cucharilla de oro que las Damas Paceñas le habían regalado para que pudiera saber si la comida de la cárcel estaba envenenada”, cuenta Elda.

La familia fue víctima de otros robos, que se sucedieron durante varios años; incluso, continuaron cuando Juan y su familia vivían en La Paz, cerca de la calle que hoy es conocida como Eloy Salmón. Juan Javier (que tenía un año cuando su padre salió de la cárcel) recuerda haberse escondido, de niño,  en un cuarto de la casa junto con su hermana mientras un grupo de gente saqueaba su hogar, en ausencia de sus progenitores.

Los mitos

Alrededor de los Jáuregui se tejió toda serie de invenciones, se indignan Elda y César: desde los mismos testimonios acerca de la muerte del general, hasta el origen y estilo de vida de los acusados.

“Tal vez alguien les pagó”, aventura la sobrina nieta, refiriéndose a todos aquellos que testificaron en contra de sus tíos. Un sector político veía en el suceso (o quiso hacer ver) un crimen político, mientras otros sostuvieron en un primer momento que el militar había tenido un accidente, cayendo al barranco.

“En tercero medio, el profesor de Historia dijo que los Jáuregui eran unos yungueños que habían matado a Pando”, rememora César. Ofendido, al tratar de rebatir al docente, se dio cuenta de que le faltaban argumentos. Y no sólo porque no se los enseñaran en la escuela: tampoco en casa se hablaba del tema.

“El abuelo no te contaba porque sí”, concluye. En alguna ocasión, leyó a los nietos la carta que Alfredo escribió a su madre cuando estaba encarcelado. Y poco más.

Incluso, desconocían dónde se encontraba la tumba del fusilado. “Una noche soñé que iba al cementerio y la encontraba. Al día siguiente, fui y, como guiada por alguien, llegué ”, cuenta Elda. Asegura que en su tumba nunca faltan flores, coincidiendo con Mariano Baptista Gumucio, que señala lo mismo en su libro La muerte de Pando y el fusilamiento de Jáuregui. Ella fue quien colocó la lápida; antes, sólo había cemento con el nombre impreso. “La gente cree en él porque mi tío es milagroso”, sorprende Elda. Por ello es que no le faltan las flores. “Andá a la tumba de Pando, no tiene ni una mala hierba”. Ella misma pidió a Alfredo que le ayudase a concebir un hijo, pues no podía quedar embarazada. “Quiero tener un hijo y, si es hombre, llevará tu nombre”, le prometió. César Alfredo Echeverría Jáuregui es el nombre completo de su vástago.

Otra de las historias tejidas alrededor de los hermanos, dice Elda, es que eran personas de clase baja. Baptista refleja en su libro una conversación con Gastón Velasco, hijo de uno de los abogados de los Jáuregui, Teobaldo Velasco. “La gente y los periodistas se sorprendían de ver a los Jáuregui bien vestidos, y es que había personas, como mi padre, que les regalaban trajes y camisas”, comenta Velasco.

Elda rehúsa esa versión. “Alfredo siempre fue una persona elegante. Vestía como los hombres de su época, con sombrero y bastón”. Y critica que nunca haya tocado a su puerta ningún historiador para corroborar ese tipo de datos que luego se han ido repitiendo.

Tampoco sería cierto que su tío se terminara el contenido de una sobaquera llena de coñac que su defensor, Teobaldo, le llevara la noche antes del fusilamiento. “Los dos compartieron y el abogado le dio palabras de aliento”.

El apellido Jáuregui reapareció en los periódicos en noviembre de 2012: en el 85 fatídico aniversario de la muerte de Alfredo, la Cinemateca Boliviana exhibió fragmentos de la película documental que inmortalizó el fusilamiento, realizada por Luis del Castillo y perdida durante casi 85 años. Y es que, al poco tiempo de su estreno, parte de la prensa presionó para que se censurara. “Para dar una pobre idea de Bolivia, para exhibir con enfoque deprimente nuestra justicia, para denigrar la nacionalidad con el coro de indígenas desarrapados, nada se ha dado más cabal. Es este el aspecto en que fundamos nuestra oposición a la publicidad y peor aún a la exportación de esta película”, publicaba el 26 de noviembre de 1927 La Razón.

Apareció en marzo de 2012 entre las 300 antiguas cajas de lata que el dueño del viejo cine Bolívar, Fernando Guerra, donó a la Cinemateca. Carolina Cappa y María Domínguez, encargadas del proyecto Imágenes de Bolivia (cuya finalidad es la identificación y recuperación de filmes bolivianos), la hallaron. “Abriendo una de esas latas tuvimos la suerte de encontrar ésta, que llama la atención por algunos colores que son teñidos de la época”, explica María. El documental, mudo, de 17 minutos de duración, en soporte de nitrato que está descomponiéndose, tiene todos sus fotogramas teñidos, una parte en verde (las escenas centrales, como la lectura de la sentencia, en la cárcel, que es la más larga), y otra (donde aparece Alfredo, el bolillo y el retrato de Pando), en amarillo.

“Lo que hacemos es corroborar los datos que nos da la historia para reconocer estas cintas que no sabemos qué son”, explica Carolina. “Y resulta que esta película se llama El Bolillo Fatal o El Emblema de la Muerte, y no es una producción que figure en los libros de historia”, puntualiza. “Lo que dicen los libros es que hubo una película que se llamaba El Fusilamiento de Jáuregui”, cuenta María. También Arturo Posnansky habría hecho otra, titulada La Sombría Tragedia del Kenko. Se estrenaron casi a la par. Ésta  también desapareció, víctima de la censura. La Cinemateca ha recibido en estos meses varias ofertas para salvar el filme: por un lado, la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México ha ofrecido transferir la cinta de nitrato a película de 35 mm. La NASA digitalizaría ese negativo y, después, la Cinemateca Chilena la restauraría. Así, el filme podría exhibirse de nuevo, para refrescar la memoria colectiva del país.

“A mí me han llamado Matapando”, se indigna Elda. “Lo que nosotros queremos es dar a conocer pruebas concretas, verdades, que están en la historia”.

Ella forma parte de un colectivo de la carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés que está investigando lo acontecido. En unos meses, presentarán el informe para que se sepa la verdad en el país, dice César.

“Tiene que cambiar la historia”, opina Elda. “Y eso significa que todo el mundo tiene que conocerla”.

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Lucía y Gabriel, ningún desorden

‘Desorden’ ganó el premio a mejor libro-álbum de literatura infantil de la Fundación Patiño y ayer se presentó en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz

Desorden ganó el premio a mejor libro-álbum

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 2 de junio de 2024 / 07:50

Una media “ch’ulla” y una depresión. En medio de una pandemia. No es el “mejor” argumento o gancho para un libro de literatura infantil. O sí. Desorden (de la ilustradora cochabambina Lucía Mayorga Garrido y el escritor paceño Gabriel Mamani Magne) ganó en diciembre el VII Concurso Libro Álbum Ilustrado para Niñas y Niños de la Fundación Patiño y ayer sábado fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz. Charlamos con sus dos autores, con Lucía y Gabriel. La obra (un objeto-libro de tapa dura y gran tamaño) se puede comprar en la librería de Plural editores (Sopocachi, calle Rosendo Gutiérrez, a media cuadra subiendo desde la Avenida Ecuador).

– Astrid Lindgren escribió un “manifiesto” titulado Reglas básicas para escribir un libro para niños donde hablaba de lo sencillo. Opuesto a lo trivial o lo pobre. ¿Cómo se encara una obra de literatura infantil?

– Gabriel Mamani Magne (GMM): Quizás escribir pensando en un público infantil es deshacerse de varios adornos/”warawas” que con la que los adultos pensamos la vida. Ese desprenderse ayuda a la escritura en general. A veces el desborde puede ser una trampa para los narradores. Pienso que hay historias que, cuando se construyen en tu cabeza, van creando una estructura y una voz que a veces puede tener forma/esencia de novela, guion, cuento para niños, o lo que sea. Intento ser fiel a esa voz. Quizá por eso no siento mucha presión a la hora de escribir para niños.

El trabajo de la ilustradora Cochabambina Lucía Mayorga Garrido en el libro ‘Desorden’.
El trabajo de la ilustradora Cochabambina Lucía Mayorga Garrido en el libro ‘Desorden’.

Tu trabajo con Lucía Mayorga viene de atrás. Hicieron juntos un mini cómic publicado en La Pulga Digital. ¿Cómo se complementan un escritor y una  ilustradora y viceversa?

– Lucía Mayorga Garrido (LMG): En La Pulga surgió la idea de sacar material periodístico diferente, una especie de crónica breve ilustrada y pedimos a Gabriel trabajar con uno de sus textos inéditos sobre su experiencia en la pandemia. Desde aquel trabajo, descubrimos que nuestros intereses iban por el mismo lado, los sociales y los artísticos, y después fue surgiendo la idea de realizar otras obras en conjunto. Por suerte, tuvimos afinidad también respecto a nuestra visión de la literatura infantil y el deseo de hacer un libro que interpele a quien sea que lo lea.

En el caso del libro álbum, un género poco explorado en el país, la relación entre texto e imagen y, por lo tanto, entre escritor e ilustrador, es simbiótica, pues no existe historia sin imagen y viceversa (aunque hay casos de libros álbum silentes). En este sentido, ambos nos inmiscuimos en el área del otro, Gabriel también pensó en las imágenes y yo también pensé en el texto, además, juntos pensamos en la idea del libro como un mundo en sí mismo, tanto en forma como en contenido, pues esa es una de las características del género.

Gabriel está siempre muy dispuesto a escuchar, y gracias a eso el proceso de creación del libro fue un diálogo y un intercambio, aprendimos mucho uno del otro. Además es un gran lector de cómics y tiene mucho respeto por el trabajo de los ilustradores, ambos estamos muy involucrados con el lenguaje que maneja el otro. A mí me gusta mucho leer la obra de Gabriel, tiene una palabra ligera con mucha sonoridad, hay frases de sus novelas que hasta ahora no se me olvidan, creo que ser lectora de su obra ha permitido que podamos entendernos bien.

La obra de Mayorga Garrido y Mamani Magne ganó el concurso de la Fundación Patiño.
La obra de Mayorga Garrido y Mamani Magne ganó el concurso de la Fundación Patiño.

– GMM: Creo que las búsquedas deben ser comunes en los trabajos colectivos, y eso abarca desde lo formal hasta lo político. La labor del escritor es muy solitaria, y por ende bastante libre y a veces autosuficiente y arrogante. “Negociar” con una compañera te pone en un lugar en el que debes interpelar tu punto de vista todo el tiempo. La otra mirada alimenta el trabajo final. 

– ¿Influye en un autor/ilustradora de literatura infantil la convivencia con hijos y sobrinos para acercarse al universo de los niños y niñas? ¿Cómo se imaginan a estos lectores?

– LMG: Además de la convivencia con las infancias, también hace mucho la relación que una tiene con el recuerdo de cuando era pequeña. Para hacer el libro tuve que pensar como niña, un ejercicio algo difícil si no lo practicas mucho. Los lectores pequeños son muy creativos: cuando uno lee junto a una niña o niño, sobre todo si es un libro álbum, esta o este va a descubrir cosas que probablemente los adultos no vamos a llegar a ver, haces otro tipo de asociaciones y produces otros sentidos. Son lectores activos, se adelantan a los finales y se involucran mucho en la historia.

– GMM: La infancia de mi hermano menor, que hoy ya es mayor de edad, me inspiró bastante. Cómo un niño se mete en el lenguaje es fascinante. O capaz es al revés: la lengua se apodera de todo lo que mira, crea marcos mentales con los que piensa y va a pensar el mundo. He estado rodeado de niñas y niños en varias etapas de mi vida. En el fondo creo que a veces escribo para ellas y ellos. Incluso las novelas o los guiones son pensados, en el fondo, para la persona adulta que un día serán.

– Muchas veces abordamos los libros infantiles desde la superioridad moral. Creemos saber lo que necesitan. ¿Desorden ha evitado conscientemente ese terreno resbaladizo?

– LMG: Algo que desde el inicio evitamos fue caer en esta idea que dice que los libros infantiles deben ser moralistas o aleccionadores, queríamos contar una buena historia, que lleve al lector a hacerse preguntas más que a buscar respuestas. Como me decía una profesora, se suele asociar lo infantil a lo alegre, simple y superficial, y por ende se la subestima, cuando en verdad es una etapa compleja, confusa y triste, un misterio para los adultos. Por lo tanto, no es fácil hacer libros infantiles, no es fácil saber qué puede llamar la atención a una niña o niño, qué va a dejarle una marca que recordará hasta la adultez.

– GMM: Creo que cuidar el lenguaje no es sinónimo de cuidar la imaginación. Quizá por eso Desorden pueda parecer un poco crudo para algunos lectores. Pero esa crudeza es mucho mejor que un paliativo moralista.

– El libro va a contrarruta de esas modas (de “feng shui”) donde el desorden es sinónimo de dejadez y depresión, donde el desorden es el primer enemigo.

– GGM: No sé qué es “feng shui” y de repente el libro se agarra de él. De cualquier forma, pienso que no estaría mal que el libro se viera a través del cristal terrorífico y borroso que es la depresión. Es un tema del que no se habla. Muchos hablan que de la depresión como “una moda o excusa”. Pienso que mientras más se problematice y reflexione el asunto, mucho mejor para todos, en especial para los que padecen esa enfermedad. 

Mamani Magne en la presentación de su libro Seúl Sao Paulo en portugués en Goiania (Brasil).
Mamani Magne en la presentación de su libro Seúl Sao Paulo en portugués en Goiania (Brasil).

– ¿Siente una como ilustradora que cuando crea libros de literatura infantil tiene incluso mayor responsabilidad pues puede ser una primera historia para un pequeño lector que le puede llevar con suerte a otros libros, a otros autores, a otros mundos?

– LMG: Somos responsables de que las niñas y los niños quieran leer más, por eso también la importancia de las buenas historias, que hagan que la lectura sea una experiencia en sí misma. Yo no recuerdo ningún libro que leí en mi escuela católica, ninguna parábola o fábula, pero recuerdo muy bien un cuenta cuentos que ví en el teatro, porque fue toda una aventura en la que descubrí por qué los elefantes son plomos, y de eso no me quedó ninguna moraleja, solo supe que quería escuchar más historias fascinantes.

–  Como ilustradora, ¿cuáles son tus señas de identidad? ¿Y qué papel juega que también seas escritora/artista, periodista y estudiosa de la literatura boliviana?

– LMG: Las cosas a las que me dedico además de la ilustración influyen en esta, como el periodismo, en muchos casos lo que ilustro tiene contenido social, intervengo fotos de hechos históricos para transformar su significado. También influye cierto modo de ver la vida: encontrar lo extraordinario de lo ordinario (lo “infraordinario” en palabras de Perec), que es una manera de soportar este mundo de la sobreinformación, de la espectacularización y de la ausencia de la posibilidad de aburrirse. Siempre me la he pasado transformando basuritas en otra cosa, como cajas en casas, ramas en animales o lo que sea, algunas de mis ilustraciones recuperan ese gesto o al menos eso creo.

Creo que las herramientas que me proporcionó la literatura son esenciales para la ilustración, pues en ambos artes se narra, en uno con palabras y en otro con imágenes, y a mí se me da más lo segundo. Al narrar con imágenes uno también piensa en los elementos o características de un cuento clásico, como la elipsis, la peripecia, la tensión o la brevedad, también recurro a figuras retóricas como la repetición o la metáfora. Además, aprendí a leer, algo que es esencial para ilustrar, porque como ya había mencionado, la ilustración es una manera de interpretar el texto.

– Como escritor, vives un gran momento. Has presentado este mes en Brasil la versión portuguesa de Seúl-Sao Paulo. Ocho años de tu llegada a Brasil para estudiar. ¿Los sueños se cumplen?

– GMM: Lo bonito y terrible de los sueños es que, siempre que se cumple uno, se desbloquea mentalmente otro. Algo así como un “Sísifo del deseo”. Sin embargo, más allá de eso, el objetivo de la escritura es la misma escritura. Estoy muy satisfecho con el momento que estoy viviendo, pues puedo dedicarme casi exclusivamente a hacer lo que más amo. También soy consciente de que todo esto puede presentar algunos problemas. Es parte del trabajo. Por cada logro hay alguien que sufre desde una alcantarilla digital

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– Lucía, ¿cuáles son tus referencias en el mundo de la ilustración?

– LMG: Nombraré solo algunas, porque son muchas. Durante gran parte de mi niñez fui a un taller de pintura en el que poco importaba la técnica y mucho la creatividad, así que crecí viendo dibujos de otros niños, despreocupados por las convenciones y que buscan contar historias, y obviamente las obras de mi maestra Michelle. Ya más grande me identifiqué mucho con la obra de Melchor María Mercado, que hacía dibujos sencillos de trazo, ingenuos en perspectiva y que representan una cotidianeidad inusual.

También está la obra del maestro “Al-Azar” (Alejandro Salazar) y de Jorge Dávalos, que crean mundos propios con personajes que son mezclas de humanos y animales. Salazar tiene además un universo de ilustraciones políticas, que es un género con el que me relaciono a través de mi trabajo en La Pulga. Finalmente, quiero mencionar a Claudia Illanes, una ilustradora boliviana que vive en México de la que aprendí mucho sobre este oficio, que es una gran ilustradora, reconocida en el exterior pero poco conocida aquí. 

– Gabriel, ¿cuál fue el primer libro infantil que recuerdas y cómo influyó para que fueras escritor?

– GGM: Recuerdo dos lecturas con gran cariño: Las fábulas de Esopo y Mi libro de historias bíblicas. Aunque ambos libros tenían un tono moralizante, las imágenes que me quedan son verdadera ficción. Hay ratos en los que me gustaría tener las agallas de escribir cosas como las de esas páginas: hablar de gigantes, plagas, zorros parlanchines, gallinas envidiosas.

– Lucía, ¿cuáles son los mayores desafíos a la hora de llevar a las imágenes textos ajenos?

– LMG: Cuando se ilustra un texto se piensa en aportar sentidos más que en replicar las palabras. La ilustración no repite, amplía. No son representaciones mudas de las cosas, sino que crean, dicen algo, multiplican sentidos. Así que no se trata de llevar el texto a la imagen, sino de interpretar con la imagen, por eso para ilustrar debes ser un buen lector o lectora.

El caso de los libros álbumes va aún más allá, el mundo de la ilustración está a la par que el del texto y a veces incluso prescinde de él. Hay libros de este género que son silentes (sin texto) hay otros en los que la imagen y el texto se contradicen, hay otros en los que el texto es una ilustración. Las posibilidades que aporta este género híbrido para contar historias son muchas, y las maneras en que se puede leer también.

Desorden fue resultado de un proceso largo en el que estudiamos las características del libro álbum, leímos teoría sobre el género y experimentamos formas de creación conjunta. Hicimos varias versiones del guion gráfico, adaptamos el texto y transformamos las imágenes, siempre entrando al “terreno” del otro.

En la ilustración, el tema me permitió experimentar con otros elementos además del dibujo, el desorden no está solamente en los objetos sino en la mezcla de estilos: fotografía, técnica digital, técnica manual, acuarela o lápiz. También fue importante considerar el manejo del espacio, el orden frente al desorden, el espacio en blanco frente al espacio lleno, la ausencia de color frente al desborde de color. En ilustración todo significa: la técnica que se elige usar, la disposición del espacio o el manejo del color.

–¿En qué proyectos literarios anda Gabriel Mamani Magne?

– GMM: Hace poco terminé de escribir una pieza teatral que tendrá intervención musical de la Sociedad Boliviana de Cámara. Es una adaptación de la Historia del soldado, escrita por Ramuz y musicalizada por Stravinski. El texto está en portugués y se desarrolla en un contexto migratorio. La obra se presenta junio en Sao Paulo. Al mismo tiempo edito un libro de cuentos y escribo una nueva novela. He estado leyendo mucha poesía. Ahorita, al lado de mi computadora, están Donde hay agua de la venezolana Cristina Gutiérrez Leal y “Vendedoras de humo” de Esperanza Yujra.

Texto: Ricardo Bajo Herreras

Fotos: Ricardo Bajo Herreras, Gabriel Mamani Magne y Lucía Mayorga

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Eva Sofía Sánchez: ‘Cultura, un espacio para la creatividad’

La autora presentó el libro ‘Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños’ en la FIL Santa Cruz.

/ 2 de junio de 2024 / 07:00

La escritora Eva Sofía Sánchez Exeni presentó el sábado 1 de junio en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz su libro Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños (Editorial 3600), fruto de su participación en 2017 en el programa de Residencias para artistas de Kiosko Galería. Durante ese tiempo, entrevistó a los artistas Roberto Unterladstaetter, Luis Estéban Gutiérrez, Rodrigo Rada, Fernando Carabajal y Raquel Schwartz.

— ¿Cómo cambió tu mirada sobre el periodismo en los 7 años desde que hiciste estas entrevistas?

—Hace décadas se hablaba de la desaparición de los periódicos. Muchos cerraron. En Bolivia aún es incierta la suerte que correrán los diarios y las radios urbanas, a diferencia de la televisión, que parece adaptarse a los tiempos de manera más eficiente. Partí de este corto análisis de la situación de los medios porque ahora se habla de la muerte del periodista. Es decir, de la mujer u hombre que, en su búsqueda por la verdad, tenía en mente el propósito fundamental de su oficio: dar a los ciudadanos información veraz y oportuna para hacer valer sus derechos ante la sociedad. Ojo, esto es una generalización. Hay muy buenos reporteros y fotógrafos en Santa Cruz, en Bolivia y el mundo.

Los hay, pero… son/somos la vieja escuela. La nueva camada, que tengo la seguridad y esperanza de que nos dará muchas luces… en realidad está plagada por… Mercenarios de la noticia. ¡Pero las grandes cadenas siempre fueron mercenarias!, me dirán. Y tendrán razón. Pero ahora el mercenario no es un ejecutivo de la empresa, ni el director del medio; es este nuevo ser que podríamos denominar neoinfluencereportero. Describir su perfil como profesional, persona y su ética laboral sería fascinante, pero demasiado largo. Solo digo que si alguien en Instagram que se hace llamar ‘crítico’ y da su opinión megapositiva acerca de una peli en los 20 segundos que dura su Tik Tok, seguro no es confiable.

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Por otro lado, muchos periodistas al independizarse intentaron formar sus propios medios; revistas o webs. Yo fui una de ellas. No conozco la estadística, pero proyectos de ese tipo no suelen durar demasiado a no ser que cuenten con apoyo monetario desinteresado. ¿Desinteresado? De pronto me volví ingenua.

Creo que el futuro del periodista es la independencia. La investigación, aplicar a becas de financiamiento, investigar, no olvidar jamás el propósito del oficio y, si puede, escribir libros.

—¿Qué ha significado la experiencia de la residencia en Kiosko?

—Fue la primera experiencia que me hizo plantearme seriamente la posibilidad de al menos aspirar a escribir un libro. Fue el primer momento en el que dediqué la mayor parte de mis esfuerzos diarios en mi obra literaria. Gracias a esa residencia es que escribo ya no como hobby, sino como oficio.

—Sin afán de romantizar y más con fines prácticos ¿Qué diferencia al periodista cultural del de otras ramas?

—El periodista de cultura, el deportivo, el de farándula, el de tecnología, tal vez todos ellos tengan la dicha del optimismo. Al fin y al cabo, las artes, los deportes, la vida social, son actividades que muestran, de alguna manera, la cara linda del ser humano. Yo me inicié en Cultura en El Deber y estuve como siete años en el área. Luego me llevaron a política nacional. Y alternaba con el área de Ciudad. Tras un buen tiempo en esas áreas empecé a sospechar que tal vez sentía algo de depresión. Tanto en las artes como en la política te comunicás con fuentes de enormes egos. Pero el ego del artista es, en comparación con el del político, mucho mucho más inofensivo.

Ahora bien, las áreas como policial, local o nacional son por lo general reactivas. Hay poco tiempo para la reflexión e investigación si estás en coyuntura. El área cultural deja espacio para la creatividad, para plantear enfoques novedosos, experimentar. Y acerca de conocimientos del área, ambas exigen bastante. Periodista de política que no conoce la historia lejana, cercana y actual, no podrá darse cuenta de nada. Periodista de cultura que no conozca el devenir de las tendencias por lo menos desde mediados del siglo XX en adelante, lo mismo.

—¿Por qué crees que se debería leer este libro?

— No lo tengo claro. Tal vez cualquier persona que desee adentrarse en los procesos creativos de los artistas encuentre valor en este libro. En mi caso, averiguar acerca de los procesos creativos de Fernando, Raquel, Rodrigo, Roberto y Luisi me ayudó a encontrar mi propio proceso y eso es invaluable.

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Irene E Irais Buezo

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Pastelería Michelline: 35 años de sabor, intuición y perseverancia

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo

/ 2 de junio de 2024 / 06:50

Crónicas gastronómicas

“Por algo suceden las cosas”, suele decir el popular adagio, que en el caso de Jesús Mercado y Rosario Apaza se hizo realidad allá por octubre de 1988, cuando este matrimonio decidió fundar su primer negocio de pastelería artesanal, impulsado por el sorprendente talento de Jesús para la preparación de tortas y pasteles y la certera intuición comercial de la señora Rosario; quien al ver las habilidades en repostería de su esposo, demostradas en diversos cumpleaños familiares, apostó a este emprendimiento que sería bautizado tiempo después con el nombre de Michelline.

Fue así que nació la primera sucursal en la zona El Rosario, en la ciudad de La Paz, la cual conoció el éxito casi de forma inmediata debido a la calidad de sus productos, buen trato a la clientela y su excelente relación calidad-precio.

35 años después, Michelline es una de las pastelerías líderes en su rubro, tanto en la ciudad de La Paz como en la ciudad de El Alto, con múltiples puntos de venta estratégicamente distribuidos en ambas ciudades y una capacidad de producción de 300 a 400 tortas por día.

La modernización, innovación y adaptación a los tiempos que corren es también una constante, con una jefatura comercial y de marketing muy bien llevada por una de las hijas de este matrimonio, Andrea Mercado.

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo, la torta especial para diabéticos o la torta 3 leches, entre varias otras; así como brazos gitanos, rolls rellenos de almendras, limón o chocolate; galletas, diversos pasteles, masas dulces y saladas, pie de limón y maracuyá, cafetería y sándwiches.

También cabe recalcar que, como parte de su política de responsabilidad social, Michelline dona periódicamente sus productos a diversos albergues de niños y ancianos.

Pastelería Michelline

  • Horario de atención: Lunes a sábado de 8.30 a 21.30, domingos y feriados de 8.30 a 19.30
  • Producto estrella: Torta Clásica   
  • Rango de precios promedio: Bs 110 (torta de maracuyá)  – Bs 165 (torta Rosa Negra)   
  • ☎ Pedidos: 69751416 

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Texto: Fernando Cervantes

Fotos: Pastelería Michelline y Fernando Cervantes

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ENCARNADA: Las exploraciones de Rodrigo Alarcón

El artista presenta su nueva instalación en la Fundación Patiño de La Paz. Abrirá hasta el 24 de julio

Por Alejandra Carranza y Galo Coca

/ 2 de junio de 2024 / 06:28

El viernes 24 de mayo, en el vestíbulo de la Fundación Patiño de La Paz (Av. Ecuador y Rosendo Gutiérrez), se inauguró la instalación Encarnada del artista Rodrigo Alarcón Moscoso (Cochabamba, 1992) con una acción denominada El Apagón, un espacio distendido donde se pudo interactuar con las piezas instaladas mediante lásers domésticos con sensores de ruido amplificado. La muestra permanecerá abierta hasta el 24 de julio.

Continuando con procesos de exploración material, el artista cochabambino ha comenzado a trabajar con membranas acrílicas de pequeño formato con residuos de agencias de publicidad, que posteriormente se exponen en Soda Arte, en la ciudad de San Pablo (Brasil), con la performance TransSubstancia, membranas de pétalos de rosas hervidas, sobre la piel.

Como encargo de mayor formato, Mariano Ugalde, de la Galería Salar, llevó las piezas a la Feria FIACI en República Dominicana y actualmente se encuentran disponibles en la galería Huella, Salar y en la Fundación Patiño.

Esta búsqueda material persiste inconscientemente en su proceso creativo y se repiten curiosidades como los reflejos, la distorsión de lo visual, según su contexto, el paso de la luz y cómo se comporta con el sol o de noche, con luces de vitrina, o en ausencia de luz, con los sensores láser, en este caso. 

Al mismo tiempo de situar al espectador en un espacio hipnótico y robótico, estas membranas biomorfas sujetadas en ganchos de carnicería y atadas para su exhibición hacen referencia al metaverso del control de los cuerpos que desconocemos a nuestra escala, y también a la inminente presencia del plástico encarnado a nuestros tejidos.

Esta extensa reflexión filosófica del control de los cuerpos en nuestros tiempos, además de  género, sexualidad y consumo, hace referencia a la manipulación  de nuestra subjetividad por medio de la  información.

En el cuerpo de obra de Rodrigo encontramos diferentes ensayos sobre liminalidad y la escala como recursos altamente sensibles y poéticos por su materialidad, ensamblaje y recontextualización. En esta secuencia observaremos diferentes componentes y conceptos que tejen el trabajo del artista. En Mutantes, instalación de 2018 en el Directorio Hispano Rhode Island, trabaja ensamblajes de porcelana fría y láminas vinílicas referentes a gestaciones mutantes de seres florales ¨cuir¨. En Esencia una Instalación de 2019 en el Museo Arte Contemporáneo de Santa Cruz, recontextualiza una medida de contención urbana en Carnaval sobre el cuidado del patrimonio mediante su envoltura en plástico y remplaza sus componentes significantes con un gran lienzo exterior como memoria de estos vestigios de celebración, paralelo a una gran mesa de k’oa a escala humana, como espacio ritual.

La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.
La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.

Con Silencio exuberante, una instalación de 2019 con Kiosko Galería y el Programa de Danza FASES, reflexiona el sujeto sobre el soporte  metálico que permite a su vez comprender lo positivo y negativo. Está moldeado de manera orgánica y espontánea, atrapando las superficies y reiterando el ejercicio sobre sí mismo hasta cambiar la materia radicalmente, el significante ha mutado.

Poco tiempo después con Retrato in situ en la expedición Illimani Insitu (2019), realiza un simulacro de paisaje hiperreal por medio de la impresión 3D de un escaneado de una pieza metálica que sucede como una extensión del ejercicio de calca de superficies, saturando en su tránsito retratos volumétricos del macizo, en una lámina espejada que posteriormente se expande en una sala oscura, rebotando el reflejo distorsionado de una proyección cenital de un registro visual.

Con Subcorpóreo, en 2020, como punto de inflexión personal, evidencia en la porcelana fría, la presencia de la huella dactilar en su memoria sensible, con la presencia de la cochinilla y el rojo carmín, que habita en su cuerpo.

A partir de una reflexión de lo intermedio con relación a los otros, en tiempos de pandemia, Contacto fue una instalación y performance en 2022 en Persona Casa Galería, usando plásticos en desuso, como metáforas de relación entre biomas imaginarios.

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Subsuelo e Irreversible, instalaciones en la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Santa Cruz 2023 y el Museo Nacional de Arte construidas para cada sitio mediante piezas de lona cristalina colgadas en el subsuelo y el techo respectivamente, contenían cuerpos de agua, pigmento en el caso de Irreversible y flores diafanizadas sostenidas por cadenas y arneses que permitían la interacción con estas piezas y la relación de tensión con espacio. 

En conjunto, Rodrigo Alarcón hace de su exploración material carne y reflexión simultáneamente por su sensible aproximación a cuestiones contemporáneas sobre el cuerpo y su tránsito en la era de la información y el microplástico.

La presencia del láser como una vida sintiente, lo transhumano, lo espacial, la relación con la presencia, con el testigo que ve los cambios en el espacio, en el holograma que es el otro como un espejo, la relación con el sonido y con la luz, el ente robótico q es propulsado por la vida que interactúa en él. El ser extraño, un dispositivo q nos transporta a lo lejos, preciado. La transparencia de la nave, un transbordador espacial hacia los abismos internos, el conocerse y reconstruir compulsivamente la vida en uno mismo, siendo presencia, habitando la luz de la luna o alguna aurora boreal

Alejandra Carranza, 2024.

«Más allá de lo corpóreo, una grieta en un instante, ficciones, membranas suspendidas y congeladas en el tiempo como partes geológicas, o de otro planeta«.

Macjob Parabavis

Texto: Alejandra Carranza y Galo Coca

Fotos: Rodrigo Alarcón

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Furiosa

El director australiano George Miller construye la historia mitológica de Furiosa, en un nuevo capítulo de la saga ‘Mad Max’

Por Pedro Susz K.

/ 2 de junio de 2024 / 06:20

Con el estreno en 1979, ¡sí, 45 años atrás!, de Mad Max: salvajes de autopista, protagonizada por un entonces ignoto Mel Gibson, el director australiano George Miller (Chinchilla, Queesland/1945) comenzó a ganarse un sitial destacado en el género de películas de acción, entre otros motivos, debido a que su concepto sobre dicho género no se reducía a extremar los movimientos de sus personajes, sin que tales idas y venidas respondieran a otra cosa que la pura agitación a manera de biombo a la escasa sustancia de los motivos que los impulsaban a la confrontación.

Las loas con las cuales la crítica dio la bienvenida a ese debut fueron acrecentándose con los siguientes capítulos de lo que en definitiva devino en una de las sagas cuyas rehechuras no dejaron de ratificar las cualidades del original, diferenciándose asimismo de buena parte de las franquicias, tan en boga últimamente, resignadas a estirarse en tanto y en cuanto la taquilla siga engordando los balances de productores y los artesanos a su servicio.

Renuente siempre a vender los derechos, Miller siguió, sigue, reservándose la exclusividad de sumar episodios, amén de tomarse el tiempo necesario, cada vez más largo, para planificar el siguiente  eslabón de la cadena. Así transcurrieron dos años antes de la llegada a las pantallas de Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981), que pasaron a ser cuatro antes de la hechura de Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985). Treinta años mediaron entre aquella y Mad Max: furia en el camino (2015), sorprendente regreso de un personaje extrañado por espectadores y recensionistas, que volvió a ratificar el pulso del director en el manejo de un género que entretanto había sido objeto de un exhaustivo saqueo por otras sagas, en general de un nivel muy por debajo de la de Miller.

Llegó ahora, después de nueve años, Furiosa, precuela de la tercera incursión del realizador en las explosivas aventuras distópicas del “loco” Max, según resulta insinuado desde su título.

Es una suerte de “relato de origen”, denominativo acuñado justamente por quienes continúan dándole vueltas de tuerca a historias que ya parecieran agotadas pero siguen siendo estrujadas con discrecionales saltos para atrás o adelante, por lo general sin aportarles en cada nuevo episodio ni un ápice, salvo comúnmente también, mayores dosis de efectos especiales o personajes secundarios que aun pasando a la fuerza a primer plano, continúan siendo accesorios.

No es ese el caso del papel de Imperator Furiosa, encarnado por Charlize Theron en el episodio de 2015 y en la oportunidad asumido por Alyla Browne, cuando Furiosa es apenas una niña, y por Anya Taylor-Joy cuando aquella, una década y media después, ya pasó a ser una mujer y el mundo ha sido convertido en una ruina desértica, donde no saldan ni rastros de los productos naturales otrora consumidos a placer por la gente y en el cual sobrevivir implica sortear a cada instante una infinidad de peligros, frente a los cuales, sugiere Miller, solo cabe estar siempre dispuesto a sacarse de enfrente a quienes se asumen cómo los flamantes señores feudales, dado que el apocalipsis civilizatorio ha retrotraído las cosas a ese punto.

La trama es abordada en un prólogo y cinco capítulos. Todo comienza cuando en Lugar Verde,  paradisiaco oasis gobernado por un régimen matriarcal que ha conseguido mantenerlo a salvo hasta ese momento del desastre ecocida, la preadolescente Furiosa se encuentra recogiendo fruta de un árbol, tarea que se ve obligada a suspender debido al arribo de una pandilla de andrajosos  motociclistas con cascos en forma de calavera, ávidos de conseguir comida del modo que sea.

A pesar de su empeñoso intento de sabotear el plan de aquellos dañando sus motocicletas, Furiosa acaba secuestrada. Mary Jabasa, su madre, resuelta a rescatarla, inicia, armada de machete y rifle, una vertiginosa persecución a través del desértico escenario, inicialmente a pie, a pesar de estar descalza, luego a caballo en medio de una tormenta de arena y, por último, montada en moto. Logra eliminar a buen número de los motociclistas pero finalmente muere tras una horrenda secuencia de tortura y crucifixión de modo que Furiosa acaba como rehén de Dementus, bobo y desalmado jefe de los motoqueros, quien funge como dictador del rocoso lugar donde ejerce su poder con ínfulas mesiánicas, vistiendo una capa acorde a tal pretensión y con un osito de peluche atado a la espalda, rodeado además de una corte de lisonjeros y falsos sabios cuya tarea, es obvio, consiste en halagar sin pausa al jefe.

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El prólogo en cuestión se siente algo demasiado alargado, como ocurrirá asimismo con los capítulos que continúan en el relato, pormenorizando los 15 años siguientes de incesante y brutal enfrentamiento entre Dementus y la ya crecida Furiosa, quien entretanto ha debido reemplazar su brazo natural por uno mecánico, cómo se la veía en el capítulo de la saga cuyos antecedentes explaya esta precuela, sin que tal minusvalía atenúe su deseo de vengar a cualquier precio el homicidio de su progenitora. Por su parte, Dementus se encuentra obsesionado en apoderarse de la Ciudadela, fortaleza donde se atrinchera el enfermo Inmortan Joe, otro sanguinario autócrata, padre de dos hijos bautizados con los sugestivos cuanto irónicos nombres de Rictus Erectus y Scabrous Scrotus, trío decidido a evitar que los copiosos recursos todavía allí aptos para ser consumidos caigan en manos de los secuaces de aquel.

En uno de los varios intentos de tomar la fortaleza Dementus había acabado vendiendo a Furiosa Inmortan Joe. Alli conoció a Jack, el otro personaje protagónico de la historia, quién resolvió fugar junto a ella, convirtiéndose en su instructor como guerrera del camino a tiempo de alentarla a no abandonar su sueño de regresar a Lugar Verde, su lugar de origen, una vez haya logrado saldar sus cuentas con el raptor.

Siempre muy dado a la ironía en alguna entrevista Miller declaró: «Yo digo que una película tiene que verse con los oídos y oírse con los ojos». Empero apreciando Furiosa queda claro que no se trataba de un mero juego de palabras. Ello queda especialmente marcado por el modo de acercarse a las dudas existenciales y al progresivo desentrañamiento de su identidad en ese también íntimo, cuanto trabajoso viaje de Furiosa al encuentro de su madurez. La impecable faena interpretativa de Anya Taylor-Joy viene reforzada por la dirección de Miller, quien opta por privilegiar las miradas y los gestos, vale decir las imágenes justamente, antes que los diálogos. Aun en varias escenas donde Furiosa pareciera sentirse ajena a la turbulencia del entorno, dichos gestos y miradas permiten sintonizar que no lo está en absoluto.

Más allá del puro, y extremo, despliegue físico, Miller no deja de valerse de ciertos recursos técnicos a fin de alegorizar temas de candente actualidad cómo el feminismo y el calentamiento global. Tampoco renuncia a su estilo personal, dado que sin duda lo tiene, en la puesta en imagen. De hecho ha sido uno de los muy escasos realizadores que encontró en los zooms de acercamiento y alejamiento, lejos del mero show óptico, un consistente recurso para aproximar o distanciar al espectador del dramatismo de múltiples circunstancias de la trama, oscilaciones que le sirven a su vez para redoblar el énfasis metafórico, densificado adicionalmente por algunos diálogos insertados en el momento preciso para no permitirnos dejar de tener presente que la ficción observada tiene inocultable relación con el entorno real y sus connotaciones distópicas.

Tal recurrente apunte adquiere especial densidad en el personaje de Dementus, el loco que en Furiosa toma el lugar de Max, componiendo un villano mucho más verosímil, pese a su disparatada apariencia, que los usuales caricaturescos malos, y en el mencionado oso de peluche colgado en su espalda, una suerte de doble guiño: por un lado hacia los recuerdos de la civilización que ya fue a causa de las torpezas de los humanos en su depredador trato hacia las demás especies, y por el otro a la tóxica relación entablada con la preadulta Furiosa.

También vuelve a quedar expuesta la puntillosa maestría de Miller en los movimientos de cámara, al igual que en la composición de los planos cargados siempre de un acento connotativo apartado de la sola denotación de lo encuadrado en esas imágenes, por ello mismo demandantes de una especial atención del espectador. La cuidada fotografía de Simon Duggan y el no menos apropiado montaje de Margaret Sixel y Eliot Knapman aportan lo suyo a la fuerza visual de la película.

No obstante la indiscutible superioridad de Furiosa sobre gran parte de las últimas películas de acción, discrepo con el punto de vista de muchos colegas para los cuales este quinto episodio de la saga de Mad Max vendría a ser la mejor realización de Miller, sobrepasando a los anteriores en la calidad del producto final. No sólo, se me antoja, conspira contra dicha valoración el abusivo alargamiento del metraje hasta alcanzar las 2 horas y 40 minutos, pecado recurrente en el grueso de las realizaciones actuales. Cuan caprichoso es dicho estiramiento resulta puesto al descubierto por la caída, en varios tramos, del ritmo narrativo; en el hecho de que el personaje central, o sea Furiosa adulta, demore una hora en asomar en pantalla; en cierto énfasis, más bien teatral, de algunos momentos; en la débil interrelación entre los capítulos y en la inconsistencia de algunos de los apuntes de la trama insuficientemente cuidados en el guión que Miller escribió junto a Nick Lathouris, con el cual de igual manera había elaborado el de Furia en el camino. Esos vacíos influyen para que algunas veces la historia pareciera resignar su sentida inspiración, no obstante ratificar, dije, la maestría del director en el uso de los recursos expresivos propios del cine.

Menos mal, en el balance final, si bien sortear tales flaquezas hubiesen permitido hacer de Furiosa una obra perfecta, ellas no conspiran terminantemente contra la fuerza cinematográfica que exhibe durante el mayor tiempo de proyección. Y no solo en tanto pasatiempo. De igual manera porque los cinco episodios de la saga Mad Max, desbordan con éxito dicha modesta aspiración a entretener a la platea, además no por modesta alcanzable para la abrumadora mayoría de cineastas, o aspirantes a serlo. Y es que, una vez más, frente a Furiosa se me presentó la pregunta de si Miller no persigue la manera de conciliar dos visiones filosóficas opuestas, cuando de mirar hacia la Historia de la humanidad se trata, poniendo el énfasis en las constantes explosiones de agresividad de los humanos y en la inclinación de estos a seguir las órdenes de líderes deschavetados que propician aquellos desmanes. Aludo de una parte a la corriente para la cual la violencia es un rasgo indesligable de la condición humana, y por la otra a la que atribuye a factores ajenos a las decisiones de los sapiens los horrores vividos por estos, ya sean determinaciones de invisibles seres superiores acerca del destino de cada quien, o sean caminos insalvables trazados por el desarrollo tecnológico. En ambos enfoques prevalece la hipótesis de un fatalismo que distancia el devenir de las determinaciones humanas. Un tanto de ambas, reitero, creo detectar en las hechuras de Miller. Ud. dirá.

Ficha técnica

Titulo Original: Furiosa: A Mad Max Saga – Dirección: George Miller – Guion: George Miller, Nick Lathouris – Fotografía: Simon Duggan – Montaje: Eliot Knapman, Margaret Sixel – Diseño: Colin Gibson – Arte: Nicholas Dare, Jacinta Leong, Sophie Nash – Música: Tom Holkenborg – Efectos: Katrina Cook, Lloyd Finnemore, Rob Heggie, James Paul, Jason Bath, Frances Baldasarro – Producción: Pete Chiappetta, Dean Hood, George Miller, Doug Mitchell, Andrew Lary – Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, George Shevtsov, Lachy Hulme, John Howard, Angus Sampson, Charlee Fraser, Elsa Pataky, Nathan Jones, Josh Helman, David Field, Rahel Romahn, David Collins, Goran D. Kleut, CJ. Bloomfield, Matuse, Ian Roberts, Guy Spence – AUSTRALIA, EEUU/2024.

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

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