‘Momo’ no pierde el tiempo
El teatro boliviano ha caído en una (mala)suerte de impasse. A falta de apoyos públicos y privados, a falta de un público fiel y constante (esta edición del Fitaz ha metido menos gente que las primeras hace 15 años) se ha estancado porque vive a puro pulmón.
Si lo comparamos con el cine que sufrió una caída en picado tras la llegada del digital (y la consecuente falta de rigor y aparición como hongos tras la lluvia de subproductos), el teatro también ha sufrido la irrupción de estéticas y formas contemporáneas donde brilla lo vacuo, lo facilista, lo improvisado, lo pseudo-moderno, lo alejador.
La falta de talento, formación y trabajo se unen a una moda por “hacer teatro” y ser “actor y actriz”. En esta etapa de anquilosamiento, producciones como Momo se agradecen. Wara Cajías ha perfeccionado (es el tercer molde de la idea tras La ratonera y Drácula) la fórmula de la radionovela en vivo. Obviamente no es una forma novedosa ni riesgosa pero es resultona. El elenco de Octáfono —una marca registrada que pare como churros espectáculos músico-teatrales— es polifacético y cumplidor siempre (Teresa Dal Pero y Mauricio Toledo tienen tablas rockeras) y nos ayuda a pensar esta vez en nuestro preciado y malgastado tiempo.