Cambio climático, oportunidad para el desarrollo
Lluvias insólitas en Groenlandia, tormentas brutales en Pensylvania y Nueva York, sequías históricas en Brasil, todos estos eventos de 2021 forman parte de la crisis climática. El calentamiento global amenaza con quebrantar la frágil estabilidad económica, política y social del globo.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), a realizarse en la ciudad escocesa de Glasgow entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre, podría ser el escenario ideal para avanzar hacia una nueva gobernanza mundial de cara al cambio climático. Esta tarea quedó inconclusa en la COP21 celebrada en París, donde se logró establecer un acuerdo vinculante entre todos los países, pero que luego se vio perjudicada por el anuncio de la retirada de EEUU un año y medio después y que lo hizo efectivo en 2020. A cinco años de la última reunión, posiblemente los avances sean modestos.
En esta reunión se discutirá el financiamiento de los países desarrollados en la lucha contra el calentamiento global y la implementación del mercado de carbono, en el cual los países en desarrollo podrán reducir sus emisiones de CO2 a cambio de compensaciones monetarias.
Según reza un viejo proverbio chino, toda crisis es una oportunidad. La crisis ambiental podría darle una nueva esperanza al desarrollo económico boliviano si es que sabemos aprovecharla. Para Bolivia, el cambio climático podría ser la oportunidad de acceder a nuevas fuentes de financiamiento, acelerar el cambio de su matriz energética dependiente de energías fósiles y generar los recursos suficientes para financiar su desarrollo.
El precio del carbonato de litio ha tenido una recuperación fantástica. Desde principios de año su cotización comenzó a subir como muchos otros minerales, pero en los últimos dos meses su precio ha sufrido un ascenso vertiginoso solamente comparable con la recuperación del precio del bitcoin, marcando un nuevo récord histórico de $us 29.200 por tonelada. Los mercados bursátiles ya internalizaron el efecto de los futuros acuerdos que obligarán a los países a cambiar sus actuales fuentes de energías no renovables por energías más limpias como la electricidad.
Bolivia tiene 21 millones de toneladas de litio, cuya monetización de esa riqueza sería suficiente para transformar cualquier economía de renta media en una desarrollada. Pero se debe actuar cuanto antes. Se tiene que acelerar su explotación no solo en forma de baterías, sino como materia prima, aprovechando el auge de precios y con la estrategia de ganar mercados. La tecnología también está avanzado a pasos agigantados, y tal como ocurrió con el petróleo, las fuentes menos competitivas, como la extracción por medio de fuentes rocosas, podrían ir mejorando respecto a los procesos de evaporación de salmueras en los desiertos de sal.
Por otro lado, Bolivia requerirá producir más electricidad para satisfacer la demanda creciente de vehículos eléctricos y edificios ecológicos con bombas de calor y para la producción de hidrógeno verde (que utiliza energía libre de CO2 para impulsar la electrólisis que descompone el gas). En el último quinquenio, Bolivia ha invertido cuantiosamente en la generación de energía eléctrica y hoy tiene un excedente que puede ser industrializado y exportado.
El transporte eléctrico también será parte del diseño de las nuevas ciudades modernas. Inspirados en las líneas de teleféricos de La Paz y el tren eléctrico de Cochabamba, se deberá continuar intensificando el uso de medios de transporte público eléctricos menos contaminantes en otras partes del país. En Oruro se podría ampliar líneas de teleférico, mientras que en Santa Cruz la topografía ayudará al uso de trenes que crucen de manera perpendicular los anillos. El financiamiento de estas megaobras podría formar parte de una cartera de inversiones asociadas a las compensaciones que deben realizar los países desarrollados a los países en desarrollo en el mercado del carbono.
Hace unos meses se ha anunciado la reducción de aranceles para la importación de automóviles eléctricos, como otra medida que apunta al cambio de la matriz energética, que va en la dirección correcta.
Bolivia tiene mucho de qué hablar en la COP26 no solo por ser un país poseedor de un recurso natural estratégico en la lucha contra el cambio climático, sino porque el modelo económico que aplica es concordante con el respeto al medio ambiente y el desarrollo económico sostenible.
Omar Velasco Portillo es economista.