Monday 6 May 2024 | Actualizado a 23:58 PM

Pedro Susz, un hombre de rituales

MAESTRO. Pedro Susz, en las boleterías de preferencia en el Hernando Siles.

/ 22 de enero de 2023 / 06:56

Él ha sido y es muchas cosas: ensayista, crítico de cine, pensador, fotógrafo en blanco y negro, cineasta apasionado.

Pedro Susz es un hombre de rituales. Se levanta muy temprano a las seis de la mañana, da cuatro paseos al día (dos por la mañana y dos por la tarde), carga su inseparable pipa seis veces cada jornada, escribe con música de fondo, compra regularmente libros que lee (con música de fondo) y sigue yendo (aunque ahora con menos frecuencia que antes) al cine y a la Cinemateca. El hombre de los ritos —esos que nos permiten que los días sean iguales/diferentes a otros días— ha abandonado otros hábitos: ir al Siles a ver a su querido Tigre, jugar fútbol todos los sábados por la tarde (lo hizo hasta el año 2000) y tomar el sol en el patio junto a Norma.

La casa de don Pedro está en un vetusto edificio de tres pisos de Miraflores. Cuando fue levantado hace medio siglo, los edificios en La Paz tenían tres alturas, las suficientes para “rascar los cielos”. Ahora el otrora gigante con nombre de antigua capital ha quedado encajonado y sin luz entre dos impunes monstruos de hormigón.

El hogar del compañero Susz está repleto de pipas, búhos, figuras de Chaplin y retratos de Norma. Cuando su pareja de toda la vida se fue (hace dos años), la familia y los amigos le dieron un consejo para “superar” la pérdida: deshacerse de la casa, de las cosas de ella, de sus recuerdos. Susz no hizo caso. ¿Acaso se puede olvidar la presencia intangible de un amor? Norma es la actriz Norma Merlo, la entrañable Norma, querida por todos y todas. Norma sigue viva en el recuerdo de sus amigos y amigas, de las personas que la vieron y la conocieron; sigue viva en cada rincón de la casa (y del corazón) de Pedro. Las pipas, unas cuarenta, son de él; los búhos, centenares, de ella. Las figuras del comunista Chaplin son de todos.

Susz ve al primer muerto de su vida cuando tiene dos años. Su padre (Pablo) trabaja de electricista en la empresa que levanta el Hospital Obrero de Miraflores. Estamos en 1952, año de revolución, inconclusa. El padre ha salido a laburar y no puede regresar por las balaceras en el barrio, epicentro de duros combates. Un vecino ha asomado la cabeza por la ventana y ha recibido una bala perdida, otra maldita bala perdida.

El crítico de cine posa entre retratos, fotografías y varios reconocimientos.
El crítico de cine posa entre retratos, fotografías y varios reconocimientos. Foto. Ricardo Bajo H

Su padre viene de huir de otra guerra, la segunda; la “mundial” en Europa. Don Pablo llega a Bolivia con ocho añitos, solo, desde su Viena natal (la familia escapa por los pelos a Londres del horror nazi tras la “Noche de los Cristales Rotos” de noviembre de 1938). Conocerá en La Paz a una mujer austriaca, también judía, Bertha Kohl. De ese amor nacerán dos hijos, Pedro y Susana Marion (la hermana murió también hace dos años, como Norma; no fue un buen año el 21).

El padre arranca de abajo, aprende el oficio de electricista, es contratado por la empresa constructora Gisbert (del abuelo de Carlos Mesa) y termina abriendo su propio taller en la avenida Montes, donde después funcionara el mítico Cine México. La madre estudia en el Colegio Americano y monta una empresa de productos farmacéuticos, Cormesa.

Susz pasa la primaria y la secundaria en el desaparecido Colegio Ingavi en la calle Díaz Romero. Las opciones en la casa para estudiar una carrera en la universidad se reducen a tres: abogado, ingeniero o doctor. “Me decidí por Medicina porque no había matemáticas”. Susz no es un hombre de números, es de letras.

En la carrera de Medicina aguanta tres años. Lo dejará por un niño muerto y por un borracho. El borracho es un asistente de una materia. Es viernes por la noche y el irresponsable abandona el puesto de primeros auxilios y se va de farra. Cuando los alumnos a cargo (Susz, entre ellos) reciben a una mujer con un niño desnutrido y deshidratado, no tienen ni los medios ni la capacidad para salvarle la vida. Susz cuelga el mandil blanco en ese momento. No quiere convertirse en un “doctor” desaprensivo.

Otros compañeros han renunciado antes por la “maña” de un catedrático de Anatomía I, conocido como el “Ciego” Mejía: “pedía cuotita para comprar salteñas y después nos obligaba a comerlas en la morgue delante de cadáveres en descomposición; era parte de su táctica para desalentar a futuros competidores en la profesión”. Entonces en casa lanza una bomba: “quiero estudiar Comunicación, me voy a la Argentina”. La respuesta fue, es y será la de siempre: “te vas a morir de hambre”. ¿Será por eso que Susz es (un) eterno flaco?

Antes de partir, Pedro milita en la universidad. Alguien le ha dicho que tiene “pasta de dirigente”. Y ese alguien no se equivocaba. Pedro viene de ser presidente del centro de estudiantes de su colegio. Por eso, cuando llega a la UMSA se mete a uno de los muchos y variopintos grupúsculos de izquierda en una “U” dominada por los trotskistas del POR y los comunistas del PCB. Por eso cuando llega a Buenos Aires a finales del 69 se mete al PSIN (Partido Socialista de la Izquierda Nacional), fundado en 1962 por el político/historiador Jorge Abelardo Ramos. Una de sus obras, Historia de la Nación Latinoamericana (1968) es uno de libros de culto (aún vigente hoy en día) que Susz devora en sus (primeros) años porteños.

Pedro Susz

MEMORIA. Susz con Norma Merlo en su luna de miel en Córdoba. Abajo: De niños, Pedro y su hermana Susana.

RITUAL. Parte de la colección de pipas de Susz, en su casa en Miraflores.

En la gran capital mundial de los cines y las librerías, Susz terminará doblemente enamorado. Primero, del cine; después de Norma; el primer amor le lleva al segundo. “La cantidad de salas de arte y ensayo era infinita, como las revistas; Ingmar Bergman fue prestigiado y estudiado antes en Buenos Aires que en Europa, con eso está dicho todo”. Susz cofunda el Departamento de Arte y Experimentación Audiovisual de la Escuela de Ciencias de la Educación y Comunicación Social de la Universidad del Salvador en Buenos Aires en 1973 y al año es el responsable del Departamento de Cine del flamante Centro de Cultura Experimental.

Estudia cine, hace cine, mama cine. Sus dos primeros montajes cinematográficos son de 1973: La parábola del sembrador y Ahora es ya. Sus tres primeros “cortos” son: Desayuno (1973), Jaque Mate (1974) e Inmigrantes (1974). Hasta los ochenta, realizará ocho montajes y cortometrajes más. “De la película que guardo mejor recuerdo es El Piso 24”. Ese “corto” supone el debut cinematográfico de Norma Merlo. “Creo que sí podía haber hecho una carrera como cineasta, pero me volqué a la teoría y la crítica, tareas que se me antojaron más apetecibles”. 

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El Centro de Cultura Experimental funciona en el barrio de Congreso, viven todos y todas en comunidad. Son Bruno Bert (un italiano, director teatral y crítico que vivirá en México desde los 80), Sonia, Isabel, el boliviano Susz y una actriz talentosa que viene de trabajar con actores como Héctor Alterio y Luis Brandoni y de ser parte de Nuevo Teatro, junto a Alejandra Boero y Pedro Asquini. Es nuestra Norma. Al comienzo no se tiran pelota, pero una dramatización sentida de unos poemas del francés Jacques Prévert conmueven al boliviano, que en ese montaje hace de fotógrafo. Nace entonces un amor que durará 48 años y más.

El paceño que llegará a escribir más de mil reseñas cinematográficas publica por aquel entonces la primera en Cine 70,  la revista del centro. “Fue una larga confesión de que no había entendido nada del ciclo de Godard que habíamos pasado”. Durante su estancia en Buenos Aires, en los primeros 70, conoce a varios exiliados políticos bolivianos (Guido Capra, Guido Chávez, Adolfo Perelman, nexo entre la izquierda nacional argentina y boliviana); y se junta especialmente con los del GRO (Grupo Revolucionario Octubre) de Andrés “Chichi” Soliz Rada. “Milité en el GRO, fui parte de la dirección y me dieron la tarea de volver a Bolivia para reorganizar el grupo”.

—¿Fue difícil dejar la Buenos Aires del cine, los libros, el teatro y la noche para volver a la Bolivia dictatorial de Banzer, y más teniendo como pareja a una actriz argentina?

—La situación política en Buenos Aires tampoco era sencilla, habían allanado la casa de Andrés Soliz. Y tiempo después nos enteramos con Norma de que la nuestra también. Si nos hubiésemos quedado, tal vez estaríamos ahora en las listas de los desaparecidos. En aquel entonces pensé: si voy a morir, que sea en mi país, haré algo útil.

Dicho y hecho. Norma y Pedro se montan en el tren que deja Buenos Aires y parte a La Paz. Susz cambia todas las tapas de sus libros de marxismo para disimular. Se deja en la Argentina muchos más libros y revistas, entre ellas la colección completa de Cine 70. Nunca volverá a recuperar —a pesar de los intentos— aquella primera crítica en la que confesaba no entender a Godard. Entran por La Quiaca y cuando la Policía banzerista va a revisar todos sus bultos, se corta la luz en el vagón. La pareja llega de noche a El Alto, donde lo espera el padre de Pedro. Norma suelta una de sus frases geniales: “Esto es el cielo que se ha dado la vuelta”.

Norma y Pedro viven primero en la casa de la familia en la avenida Busch y luego alquilan un “depto” en el Barrio Petrolero en Villa Fátima. Decidirán no tener hijos. Susz entra a trabajar en 1975 a la Alcaldía en la Dirección de Espectáculos junto a Amalia de Gallardo y hace audiovisuales con diapositivas. Conoce a Mario Mercado, el alcalde de entonces, y entablan amistad, pues éste había estado metido en el mundo del cine. “¿Sabías que Mercado es el primer boliviano que gana un Oscar en Hollywood? Lo hizo con un trabajo cuando era alumno de cine en Estados Unidos”.

Los primeros pasos para fundar la Cinemateca Boliviana estaban por darse gracias a Amalia, Renzo Cotta, Mercado, Susz y “un hippie con barba, melena y chompa de alpaca llamado Carlos Mesa”.  La primera sede, durante dos años, estará en la Casa de la Cultura antes de partir a la calle Indaburo esquina Pichincha, al auditorio del colegio San Calixto. Entonces la política se cruza de nuevo.

El GRO se divide para (no) variar y Susz termina en el Partido Socialista-1 de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Con su líder, Pedro tenía varias afinidades: el cine (ambos habían hecho películas), la literatura, el compromiso político. “Siempre me preguntaba al final de nuestras charlas: ¿cuándo te vas a incorporar al partido?”. Conmovido por la histórica acusación contra el general Banzer, Susz termina como dirigente y es jefe de campaña del PS-1 en dos elecciones. “Marcelo era una persona sencilla, carismática y accesible, parecía pedante y sobrador de inicio, pero en las distancias cortas ganaba mucho, cuando lo conocí era una figura prometedora y siempre creía que él podía cumplir el viejo propósito de todos, cambiar el país”. 

Susz ve venir el golpe de García Meza, advierte a Marcelo de los deseos incontenibles de matarlo, mantiene discusiones con la cúpula del partido y termina saliendo al exilio de Buenos Aires y Montevideo antes de todo, antes de los asesinatos de Quiroga Santa Cruz y Espinal. Otra vez se salva por la campana. “Marcelo nunca creyó que se atreverían a matarlo y Lucho tenía inculcado ese sentimiento cristiano de sacrificio y de entregar la vida por los demás”.

Con Espinal comparte tardes y noches de cine en el 16 de Julio, en el 6 de Agosto, en la Cinemateca. Escriben críticas y ven clásicos juntos. “Coincidíamos en lo fundamental y creíamos que la crítica era tan solo una opinión informada. Hay que leer críticas pero después de ver la película. Es decir, cada espectador debe formarse su propio criterio y luego confrontarlo con el crítico, no tenemos la verdad revelada nunca. En México una vez me preguntaron: ¿qué es la crítica de cine? Escribir notas que nadie lee sobre películas que nadie ve”.

—¿Y alguna vez tuviste problemas después de alguna reseña?

—Publiqué algunas observaciones a la película de Sanjinés Fuera de aquí” en un especial dedicado a su filmografía en las famosas Notas Críticas de la Cinemateca. Jorge se enojó y pidió que dejáramos de distribuir el folleto. Luego se le pasó la bronca. Eran los tiempos en que el público llegaba a saltar los cerrojos para ver sus películas; los tiempos —en el 78— de las bombas incendiarias cuando pasamos las obras nunca vistas acá de Sanjinés. Tiempo después, el alcalde, coronel Ricardo Sánchez Alarcón, intentó clausurar la Cinemateca para prohibir la proyección de La nación clandestina por subversiva. Montamos una campaña nacional e internacional y paramos la clausura. Fueron años maravillosos y apasionantes, de formar al público, de publicar y armar debates, de preparar ciclos eróticos para recaudar plata y seguir adelante.

Susz se pone nostálgico irremediablemente. Y con él, todos. ¿Quién no se acuerda de Norma en la boletería de la Cinemateca o interpretando a Chaplin para levantar el nuevo edificio? “La Merlo” recorría la ciudad y llevaba a los periódicos la cartelera diaria. ¿Quién no se acuerda de doña Clemencia metida en la caseta de los boletos, de Herrera, el proyeccionista a carbón, del colaborador Javier Luna, de Anita, la señora de la limpieza y acomodadora, de los ciclos interminables de Fellini, Tarkovsky y cine latinoamericano? Nostalgia pura, de la buena. La Cinemateca, símbolo de la democracia. Cuánto ha llovido.

En los ochenta, Susz arma un estudio de revelado en una esquina de la cocina. Es un apasionado por el blanco y negro (jamás hará fotografía a color). En las diez hojas del currículum que Pedro me ha entregado esta tarde de enero al llegar a su casa hay un apartado de “Exposiciones” que arranca así: “1982, muestra fotográfica en la Alianza Francesa”. Susz conserva casi todas aquellas fotos y sus negativos. De hecho, está pensando ahora en exponer de nuevo. “La falta de tiempo y la escasez en el mercado local —hasta llegar a la inexistencia— de materiales (papel, revelador, etc.) para trabajar en blanco y negro como lo hacía en mi propio laboratorio de revelado y copiado truncaron mi labor de fotógrafo”. Nunca es tarde  para volver, maestro.

A finales de los noventa, Susz asiste al parto del movimiento “Para seguir sembrando, para seguir sonando”. Se venían las elecciones municipales de 1999. “Nos reunimos Eduardo “Chichizo” López, Vicky Ayllón, Roberto Alem de Cochabamba, Ana Cristina Bubba, Guillermo Mariaca, Roberto Borda… Advertimos al vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas que íbamos a asaltar el Parlamento y así lo hicimos. Una mañana tomamos el hemiciclo, pusimos a los actores y a las actrices en los curules y mandamos a los parlamentarios a los palcos, leímos nuestro manifiesto que exigía políticas culturales mientras la plaza Murillo estaba tomada también con una feria cultural no autorizada”. Cuando Juan del Granado con el MSM (Movimiento Sin Miedo) gana las elecciones con 20% (por delante de Ronald McLean/ADN con 17%; Guido Capra/MNR con 16% y Jorge Torres/MIR con 15%), el futuro alcalde llama a Susz y le dice: “ahora es con guitarra, háganse cargo, métanle”. Nace entonces la Oficialía Mayor de Culturas, con ese. Antes Susz —en 1990— había recibido el Premio Nacional de Cultura, sin ese.

“De mi etapa en la Alcaldía, estoy satisfecho de haber construido la ley de promoción y fomento a las culturas, una iniciativa pionera, una ley modelo que se copió luego en muchas ciudades de América Latina e incluso España. Lo único que no pudimos hacer fue la ley de participación ciudadana y transparencia”.  Una foto suya con el comandante Hugo Chávez, en su visita a la Alcaldía de La Paz, adorna una de las paredes de la casa.

Son casi las seis de la tarde, llevamos tres horas de charla amena en el “living” de la casa rodeados de pipas, búhos, retratos de Chaplin y Norma. Huele a tabaco de pipa; esta tarde toca fragancia de coco y piña (marca Brigg, que compra en su casera del mercado Lanza). Salimos a caminar por Miraflores. Susz se ha puesto un sombrero para protegerse de los rayos del sol (tiene el lóbulo de la oreja izquierda necrosado por culpa de Lorenzo). Pasamos por el Siles y hablamos de fútbol. “Iba a la cancha siempre con Norma a ver al Tigre, el fútbol ha dejado de ser una competencia deportiva y se ha convertido en una financiera manejada por oscuras mafias”.

El maestro vuelve a casa. Se sienta a escribir. Está afilando el tercer volumen de su Filosofía para la insubordinación. Después de pensar el poder y la libertad frente al laberinto mediático toca ahora repensar las utopías y las distopías. También afina la sexta entrega de sus Papeles de cine 40/24. Sus libros no traen recetas sino desafíos a pensar por uno mismo.

En lo que no pierde el tiempo es en las redes sociales, “verdaderos depósitos de basura; cebos para adormecer el espíritu crítico; hemos cedido al algoritmo nuestra capacidad de tener un modelo de pensamiento propio”. Hace décadas, creía necesario incluir en el currículum escolar un materia para leer críticamente el lenguaje audiovisual, ahora cree oportuno hacer lo propio para analizar el lenguaje digital. “Tenemos que cambiar radicalmente el modelo educativo; no pasa por llenar de ‘tablets’ las aulas, sino por formar el espíritu crítico y que los padres asuman la brutalidad de que sus hijos no pueden ser rehenes de las pantallitas y la violencia de los videojuegos”.

Susz, el pensador/ensayista, es un convencido de que es necesario/vital salir de ese laberinto digital narcotizante y retomar el derecho verdadero a la democracia que no se puede reducir a meter un papelito en una caja cada cinco años. “¿Para qué diablos escribo?”, me pregunto a veces. Susz, estoico, no pierde la esperanza de que “algo o alguien nos despabile algún rato”. Toca a despedida. Dejo a don Pedro bordeando el estadio. Nos vemos en el cine, compañero Susz. Quizás en el próximo estreno de una película boliviana, esas que últimamente (con El gran movimiento y Utama) han traído de nuevo aires de esperanza, ganas de mirar nuestras heridas para seguir buscando nuestra identidad; para seguir soñando, una de tantas lecciones del maestro/compañero Susz.

Texto y fotos: Ricardo Bajo H.

Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

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Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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