1897: El cine incendia el gallinero
Las primeras proyecciones de cine en Bolivia fueron en 1897. Un reciente libro del historiador Antonio Mitre da nuevas luces sobre una vieja polémica sobre el primer lugar en recibir el vitascopio
¿Cuándo y dónde un cinematógrafo proyectó por primera vez en Bolivia? La certera respuesta a esta pregunta, 124 años después, sigue en el aire. El historiador Antonio Mitre, en su nuevo libro La pantalla indiscreta: cine y sociedad en Bolivia 1897-1952 (Plural editores) sostiene que las primeras proyecciones de películas tuvieron lugar en Cochabamba y Sucre (y no en La Paz como hasta ahora habían sostenido otros estudiosos) aunque sospecha —sin datos aún para comprobar esta teoría— que la primera vez que se vio cine en nuestro país fue en Oruro.
Antes de la llegada del cinematógrafo a Bolivia, arribó el fonógrafo de Edison —patentado en 1877— y la vieja linterna mágica en sus dos formas renovadas: el praxinoscopio y el teatro óptico que era capaz de crear ilusiones de movimiento. Así en diciembre de 1892, en el Teatro Achá de Cochabamba, el empresario Eduardo Rada ofreció seis funciones de “Fonógrafo y Vistas fantasmagóricas”. Eran imágenes irreales y oníricas creadas a través de artificios ópticos. Fue un fracaso de taquilla. Un año después, en 1893, el Achá estrenó oficialmente el fonógrafo con “escasísima concurrencia”, según el periódico cochabambino El Heraldo. Ese mismo año, el sucrense José María Mujia y Luis Suárez registran en Santa Cruz la venta de un fonógrafo. En La Paz, cinco años después, se proyecta Exhibición imperial del alemán Karl Eisenlohr, muestras de paisajes y monumentos mundiales realizadas con un proyector estereoscópico, versión perfeccionada de la linterna mágica. Eran los primeros espectáculos precinematográficos, según cuenta Mitre en su flamante estudio. Era el cine antes del cine.
Pero entonces, ¿cuál es la fecha y lugar de la primera exhibición del cinematógrafo en Bolivia tras su debut en París en diciembre de 1895? La llegada del cine a Sudamérica tiene estas fechas, según el libro de Carlos Mesa La aventura del cine boliviano: a Río de Janeiro, el 8 de julio de 1893; a Montevideo, el 18 de julio; a Buenos Aires, el 28 de julio; a Maracaibo el 28 de enero de 1897; y a Lima el 2 de marzo.
Las pioneras investigaciones realizadas hace años por Raúl Salmón y Marcos Kavlin apuestan por el año 1909 como el inaugural. Salmón de la Barra en su artículo Auspiciosas perspectivas del cine nacional, publicado en el periódico La Nación de La Paz en enero de 1953, así lo sostiene, como Kavlin en la revista Khana de julio de 1958 en una nota titulada Historia del cine y su desarrollo nacional. Alfonso Gumucio Dagron, sin embargo, se inclina en su Historia del cine en Bolivia, por noviembre de 1904 (vía Guaqui y el empresario Luis Palacios) y Carlos D. Mesa Gisbert (en su citado libro), en la tesis más aceptada hasta ahora, por el año 1897, mes de junio, fecha 21; lugar, la ciudad de La Paz.
“La tesis paceña no se sostiene”, asegura tajante Antonio Mitre en el citado libro. “El 29 de mayo de 1897 El Heraldo de Cochabamba informa que dos días antes, el 27, tuvo lugar el estreno del cinematógrafo en el Teatro Achá, es decir tres semanas antes que en La Paz”. El aparato —un vitascopio de dos pulgadas de cinta de celuloide— llevado a la Llajta por Anselmo López y Julio Zimmermann había ingresado al país por Chile (Antofagasta o Arica) y no por Arequipa o Tacna, como se piensa que lo hizo la máquina usada en la sede de gobierno. Mitre se pregunta a continuación: si el primer cinematógrafo entró por la frontera chilena, ¿por qué no existen registros de proyección de películas en ciudades más conectadas con los puertos de entrada y las rutas internacionales, Oruro o Potosí, por ejemplo? Quizás las hemerotecas orureñas o potosinas tengan esa respuesta que hoy, 124 años después, sigue en el aire.
Sostiene Mitre que si el proyector entró por Chile de la mano de Julio Zimmerman es muy probable que la primera exhibición de cine en Bolivia haya tenido lugar en Oruro pues este empresario era el dueño del orureño Hotel Terminus.
Pero, ¿cómo fueron aquellas primeras veladas cinematográficas en el Achá cochabambino? Fueron tres funciones de una hora y la principal advertencia fue que el teatro quedaría totalmente en la oscuridad. En la primera función se proyectaron 12 cuadros, “varios de ellos realmente preciosos que causaron gratísima impresión al público” como La faena agrícola de los segadores, Las bañistas en la playa del mar, La lucha entre el oso y el hombre y La lucha entre pugilistas franceses, todas por supuesto de Auguste y Louis Lumière. La sorpresa llegó con un cuadro calificado por el comentarista de la velada como “bastante obsceno”. Su título: Alcoba de una dama, de dos minutos de duración (era “Le Coucher de la Mariée” de 1896, dirigido por Albert Kirchner y producido por Eugène Pirou). “Era levemente erótica para la época”, apunta Mitre. “No debió exhibirse nunca en un teatro serio donde acuden señoras y donde la moral pública debe ser respetada siempre”, dijo al día siguiente el periódico El Comercio de Cochabamba. El voyeurismo era mucha cosa a finales del siglo XIX: en el cortometraje un hombre espía detrás de un biombo a una mujer que hace un “striptease” parsimonioso con una y mil prendas, sin mostrar obviamente la desnudez total.
El escándalo estalló en el paraíso o gallinero durante la función inaugural la noche del 27 de mayo de 1897. Así lo contó el periodista de El Heraldo sumamente enojado: “Lo que causó desagradablísima impresión en el público sensato y culto fue la infernal zambra que metieron los malcriados espectadores del gallinero y algunos, no pocos, de la platea, abusando de la oscuridad en que se hallaba sumido el teatro, zambra que en uno de esos momentos llegó a ser horrorosa, obligando a muchas señoras a desocupar sus palcos y abandonar el teatro con justa razón. Es execrable realmente que el público de gallinero sea tan soez e inculto pero lo que no alcanzamos a comprender, lo incalificable, es que algunos jóvenes que asisten a platea sigan el detestable ejemplo de los de arriba, cometiendo faltas de pésima educación y observando una conducta de todo punto de vista reprochable. ¿Tal vez ignoran esos jóvenes que en el teatro se debe observar la misma cultura que un salón de baile? ¿Que donde hay señoras debe haber buen porte?”. Aparte de los desórdenes de la “chusma de gallinero”, el periódico apuntaba a la “mala crianza de algunos que se permitieron fumar en los entablados, lo que causó una especie de espanto en la delicadeza de señoras y caballeros que temían fundamentalmente la iniciación de un incendio”. No era ninguna exageración esta vez: ese mismo mes, el 4 de mayo, el Bazar/Cine de la Charité había ardido en llamas provocando en la calle parisina de Jean Goujon un total de 19 muertos.
La segunda exhibición de las películas de Lumière en el Achá fue más tranquila. Quizás fue porque se cambió el cuadro Alcoba de una dama por Los pescadores. La tercera y última proyección cambió de lugar y se marchó al Club Social. Al día siguiente, los dos empresarios —don Anselmo y don Julio— viajaron a la Capital para proyectar el domingo 13 de junio en el Teatro 3 de Febrero y maravillar con el “invento de Edison”, según el periódico La Industria de Sucre. Era 11 días antes del estreno del cinematógrafo en La Paz.
En la antigua Charcas se tuvo especialmente cuidado con la música, según la Revista del Sud, “las bandas militares que son magníficas para la plaza son abominables en el teatro, insinuamos la idea de que la música que amenice no sea de banda militar pues es demasiado fuerte y estrepitosa, nuestro teatro es más adecuado para música suave, para orquesta o piano”. Dicho y hecho. Las escenas de Los bañistas, Los pugilistas y La salida del Café Concert, entre otros de los cuadros, provocaron entusiasmo. La “fotografía viviente” había conquistado Sucre no sin protagonizar como en Cochabamba otro escándalo por los cuadros “eróticos”: a Alcoba de una dama se había añadido — recién llegado de Francia— el cortometraje El Molino Rojo o Can-Can (1894) de los estudios Black María de Edison.
Las reacciones en la prensa sucrense fueron parecidas a las de Cochabamba: “El gusto de nuestro público es muy delicado y severo y no se aviene con la corriente moderna de otros pueblos, ni con el naturalismo en el arte y mucho menos con escenas al desnudo, aunque en uno de los cuadros solo se alcance a ver los paños menores de una mujer que está a punto de acostarse”. El periódico El Eco Moderno dio con la solución a los problemas de los “cuadros” eróticos: dividir al público. “Una función para hombres solo; y otra para todo tipo de espectadores, señoras y niñas para evitar la sonora discusión que allí se arma entre los snobs pornográficos y los pundonorosos donceles”.
Tras el paso por Sucre con tres funciones (la segunda el 17 de junio y la tercera, el 20), los dos empresarios —López y Zimmermann— viajaron hasta Potosí. Un día después de la última proyección en la Capital llegó el turno de La Paz. El 21 de junio de 1897, “El Comercio” informaba que “se exhibirá por primera vez en nuestro coliseo —el Teatro Municipal— este increíble aparato eléctrico que forma parte de los últimos inventos del inmortal Edison, dada la novedad, el empresario tendrá la casa llena”. Una semana después, el 27, se publicó la crónica del debut paceño que apuntaba a problemas técnicos, a la poca potencia lumínica del proyector, a los infaltables y peligrosísimos cigarrillos y por supuesto a otro inevitable bochorno, esta vez con puñetes de por medio. “Muy justas fueron las razones expuestas por el concejal Guachalla en la última sesión, para que no vuelva a concederse el teatro al empresario del cinematógrafo en vista de los inconvenientes anotados en la primera exhibición de ese aparato, prodigioso en verdad, pero que no es apropiado para teatro sino para salón, por su escasa capacidad, razón por la cual los más de los espectadores se quedaron muchas veces sin distinguir lo que se representaba, pues el tal aparato necesita ser observado de cerca. En dicha primera función hubo a causa de la oscuridad necesaria que se produjo, desórdenes, agresiones y hasta actos ilícitos, sin que la policía pudiera intervenir, por supuesto”, contaba El Comercio. Así, las proyecciones se trasladaron todas las noches a la calle Ingavi, en un local al lado de la librería de Mauricio Lakermance. El cine había llegado por fin a Bolivia. ¿Fue Cochabamba o fue Oruro la primera ciudad en disfrutar y escandalizarse con los “cuadros” cinematográficos? La polémica sigue caliente, como los espectadores de aquel entonces de gallinero.