Ellas eligieron convertirse al Islam
Las mujeres musulmanas bolivianas decidieron seguir esta fe tras conocer esta comunidad que tiene más de 2.500 adeptos en el país

Carolina recuerda que llegó a la mezquita, a metros del mercado Sopocachi, con ropa limpia que cubría desde los tobillos hasta los hombros, y un hiyab que dejaba ver solo el rostro, en ese momento su familia no sabía que ella había decidido abrazar el Islam. Segura del giro que estaba realizando, esperó a que finalice el Salat, oración de los musulmanes, y levantó el dedo índice de la mano derecha y pronunció en voz alta: “No hay dios más que Allah, Muhammad es el Mensajero de Allah”. Desde ese día empezó a usar el velo islámico, al principio solo en las oraciones, y después de seis años de su conversión definió utilizarlo de forma permanente.
En Bolivia todavía resulta llamativo ver a las musulmanas; algunas veces son vistas como símbolos de opresión, otras veces la curiosidad reina para adivinar qué hay detrás del velo y en algunos casos son confundidas con árabes, pero en nuestro país cerca del 100% de las musulmanas son mujeres que decidieron convertirse al Islam, la segunda religión monoteísta más extendida en el mundo. Se estima que hay 1.700 millones de creyentes en total, mientras que la comunidad musulmana en Bolivia llega a 2.500 sunitas —una de las dos ramas del Islam que surgieron desde la muerte de Muhammad o Mahoma en el año 632 para decidir quién tenía el derecho legítimo a liderar a los musulmanes— y los chiitas son un grupo aún más reducido, 50 personas.
“Jamás encontré algo que me ha llenado como el Islam y desde ese día mi vida ha cambiado”, expone Carolina, quien comenzó a leer sobre la religión en su celular una de esas largas tardes de trabajo. Ese interés desencadenó en la decisión de cumplir con la Shahada o testimonio de fe, en una América Latina que tiene uno de los más bajos índices de crecimiento de la fe islámica. En el caso de Nora, cambió de religión cuando tenía 50 años: “Tras la muerte de mi hijo no encontraba consuelo en nada, hasta que llegué a la mezquita”.
“En La Paz tenemos mensualmente cuatro a cinco personas que se convierten al Islam y durante el Ramadán —mes sagrado y de ayuno durante el día— llegan a 10 las personas que abrazan la religión”, informa Ayman Altaramsi, presidente de la Asociación Islámica de Bolivia, desde la mezquita As-Salam, fundada hace 16 años en La Paz, la segunda en antigüedad. La primera fue fundada en Santa Cruz hace 30 años mientras que en Cochabamba, Sucre y Oruro habilitan espacios pequeños como lugares de oración colectiva.

El velo islámico
Una de las costumbres musulmanas que no resulta fácil de integrar en la esfera social de países europeos y países latinoamericanos es el uso del velo islámico. En Bolivia no hay musulmanas que usan burka o niqab, prendas que cubren todo el rostro. Ellas eligen el hiyab que cubre los cabellos, orejas y parte del cuello.
“Aún hay algunos tabúes, muchas veces viéndonos con el velo piensan que somos personas oprimidas, que nuestros derechos están subordinados al esposo, al hermano o al padre, pero la verdad no es así. Por ejemplo, la religión nos permite trabajar y estudiar, lo importante es darle el tiempo adecuado a la familia. A diferencia de alguna cultura árabe que no permite que las mujeres sigan aprendiendo”, aclara Escarlet León, fisioterapeuta y madre de tres niñas. Ella eligió el Islam cuando estaba en la universidad, conoció sobre los cinco pilares de la fe islámica a través de un grupo de amigos palestinos.
“Además de la fe, llevar un velo necesita un grado de madurez en la sociedad donde vivimos. Hay hermanas que solo lo utilizan para las oraciones, pero su comportamiento ha hecho que den a conocer a otras personas que son musulmanas”, dice Escarlet.
Desde 2013 y tras una solicitud de la Asociación Islámica de Bolivia al Servicio de Identificación Personal (Segip), las musulmanas pueden salir con el velo en las fotografías de sus cédulas de identidad y pasaportes, esta aprobación mejoró el trato hacia las mujeres aunque no eliminó por completo los problemas por el uso del velo.
“Alguna vez en el banco te quieren obligar a sacarte el hijab y tenemos que mostrar la cédula y hablar con el encargado para que nos permitan hacer el trámite”, comenta Dana, quien se convirtió al Islam hace nueve años. La decisión la asumió después de ver el apoyo de la comunidad a una compañera enferma.
Que traten de quitarles el velo o les insulten en las calles son excepciones que viven las musulmanas en Bolivia, un país que reconoce la libertad de culto desde 2009.

Las primeras de la familia
La mayoría de las creyentes del Islam vienen de familias que practican otras religiones. “Nunca les avisé nada, directamente me vieron con el velo. Al principio había un poco de rechazo por el desconocimiento hacia la religión, algunas amistades se me fueron y las verdaderas se quedaron; aquellas que sí realmente me aprecian, nos aprecian tal como…”, dice Dana, lingüista de profesión y antes de que termine la frase empieza a sonar un ritmo árabe en uno de los celulares. Es el muecín, que está llamando a la oración del mediodía. La entrevista hace una pausa mientras las musulmanas agachan la cabeza y cierran los ojos.
Cumplen así otro de los pilares de la fe islámica, el Salah: orar cinco veces al día, en dirección a La Meca, ciudad ubicada en Arabia Saudita y lugar donde nació el profeta Mahoma. Se puede rezar en cualquier lugar y cuando se quiere realizar la oración colectivamente se visita los viernes la mezquita. Además de las oraciones, hay otros pilares: el Zakat, dar limosna legal, los musulmanes eligen a quien ayudar; Sawn: cumplir el mes de Ramadán; Hajj: peregrinar a La Meca al menos una vez en la vida. Los principios de la fe islámica están en el Corán, libro sagrado que explica las vivencias y conocimientos del profeta Mahoma.
Finaliza la oración y continúa: “Algunos te dicen ‘cómo vas a ir a ese grupo, si son terroristas, si te van a agarrar y te van a encerrar’, pero eso no es el Islam”, menciona Dana. Esta división también la marca la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR; establece que el Islam se refiere a la religión monoteísta practicada por los musulmanes. No es lo mismo islamista que en su acepción generalizada, es la ideología que subyace al fundamentalismo islámico. Suele hablarse de “islamismo radical” cuando se trata de la tendencia ideológica que apoya la guerra santa y el uso de prácticas radicales como el terrorismo.
Una diferencia importante que se debe remarcar es que islamista no significa practicante del Islam.

Las cuatro esposas
Los musulmanes pueden tener hasta cuatro esposas al mismo tiempo bajo la jurisprudencia matrimonial del Corán; mientras que la práctica de que una mujer tenga más de un marido es un pecado en el Islam. “Al principio pensaba: ‘Si me caso, cómo voy a compartir a mi esposo con otras mujeres’, pero Dios es sabio y lo que dice el Corán es que el hombre cuando tiene dos mujeres tiene que darles todo por igual. Incluso tiene que ser equivalente en el amor”, reflexiona Carolina.
En Bolivia no se permiten los casos de poligamia y la mezquita celebra los matrimonios bajo las normas bolivianas. Es decir que primero se casan ante el Estado boliviano, que permite una sola unión a la vez. “Les llama la atención a los hombres eso de las cuatro esposas, pero el Islam dice ‘si tú no vas a ser justo económicamente y sentimentalmente con una o dos mujeres, no lo hagas, porque eso te va a llevar al infierno’. Y un creyente de Dios no va a querer nunca ir al abismo”, explica Escarlet.
En eso interrumpe un comentario con tono burlesco de una de las mujeres que están ahí: “Además, a ver si aguantan también cuatro suegras”.
Luego de las risas y con un tono sereno, Carolina menciona que “el Islam pone en un pedestal a la mujer, si el hombre va por delante no es porque las mujeres tenemos que estar por detrás, es porque él las cuida, simplemente por eso”.
Se podrían escribir líneas y líneas sobre el rol de los musulmanes, sobre los pilares fundamentales del Islam y el rol de la mujer, se podría entrar en intensas discusiones, pero hay palabras que las musulmanas mencionan en varias oportunidades; respeto y falta de información sobre el Islam.
“Cuando nos ven piensan que nosotras estamos retrocediendo los derechos, no es así, porque nosotras respetamos su ideología. También pienso que tendrían que respetar nuestros principios y la forma en la que nosotros vivimos”, finaliza Escarlet.