Sunday 2 Jun 2024 | Actualizado a 11:24 AM

Doña Rosita Ríos, orgullo y pollera

Doña Rosita Ríos, el orgullo de las polleras sobre el escenario

/ 17 de abril de 2022 / 16:57

Doña Rosita Ríos hubiese cumplido 87 años. Murió hace cuatro, pero un museo en la calle Jaen recuerda su vida y su legado

Doña Rosita Ríos acudía todas las noches a misa de siete al Colegio San Calixto. Lo hizo durante 30 años. Las hojas parroquiales, repartidas por el jesuita Eduardo Pérez Iribarne, eran su colección favorita. En el museo que lleva su nombre, donde funcionara su legendaria tiendita, hay también más de 100 vinilos (desde rock de Kansas y Cat Stevens a Los Caminantes de Pepe Murillo), fotografías con famosos, 30 retratos de diferentes autores (desde Mamani Mamani y Alvin Huayllas a Medina Mendieta), fotografías, videos, medio centenar de reconocimientos y un viejo baúl con el vestuario usado en obras de teatro popular y películas. La perrita Negra que le hacía compañía ya no está; ahora campa por sus anchas en la casa de su nieta Paola. Los que siguen ahí son dos viejos letreros, al más puro estilo vintage. En uno de ellos se puede leer: “Tienda Rosita, pan, azúcar, arroz, harina, fideos, cigarrillos”.

Mama Rosita, como también era conocida, fumaba por las noches dos puchitos, LM o Big Ben. Estuvo 48 años sobre las tablas y su debut se produjo de pura casualidad un septiembre de 1971. La casualidad se llamaba Raúl Salmón de la Barra, dramaturgo y Alcalde paceño. Rosa Ríos trabajaba como oficial de Policía en Identificaciones cuando los carnets se daban en la calle Colombia. Una mañana se apareció en su oficina don Raúl. Tenía prisa y quería rapidito su cédula de identidad. Doña Rosa, con su habitual carácter extrovertido y alegre, se puso a la tarea y en una hora alistó el mandado.

—Gracias, doña Rosita, te debo una —dijo por compromiso Salmón de la Barra.

—Invíteme  al teatro, don Raúl.

—Te dejo un par de entradas para la función de esta noche, recoge en Boletería del Teatro Municipal.

—No, no. Yo lo que quiero es actuar.

LA GRÁFICA

Recuerdo. Juan José Claure (hijo) y Paola Claure (nieta) enseñan un retrato de la actriz Rosa Ríos

Teatro. Con sus compañeros de la obra de teatro La calle del pecado

En una de las escenas de La Calle del Pecado

Actores. La actriz posa junto con su colega de tablas David Santalla

Polleras. Las actrices María Victoria Viscarra, La Rupertita, y Rosa Ríos flanquean a Remedios Loza. La primera diputada de polleras del país

Y así, doña Rosita se presentó en los ensayos de la obra Conde Huyo – La calle del pecado pasadas las seis de la tarde, después del parte policial. Tenía que hacer de sangüichera con una simple línea que decía así: “Yo miro, oigo y callo”. Ni corta ni perezosa, llegaba al teatro con sus cebollas, tomates, locotos y chanchito. Fue una adelantada del método del Actor Studio: se metía en el personaje hasta las últimas consecuencias. “No puedo fingir”, decía. Y así, servía ricos sangüichitos al mismísimo director teatral Hugo Pozo. Todo para vivir/sentir el papel.

Por aquel entonces, la actriz del momento era Agar Delós, quien no estaba muy feliz. Doña Agar se quejó a don Raúl: “¿Cómo vas a traer a gente que no sabe actuar?”. La disputa actoral y los celos entre Ríos y Delós iban a durar medio siglo, pero arrancaron aquella noche de septiembre del 71. Doña Rosita, tras los ensayos, quería abandonar, pero don Raúl la convenció para entrar en escena. Cuando lo hizo, alzada por unos “azules” que la desalojaban de su lugar de venta callejera, su zapato voló y apareció en la platea. El público festejó la gracia y aplaudió a rabiar. “Eso queda”, dijo don Raúl. Desde aquella noche de teatro, el zapato tenía que volar todos los días.

Rosa Virginia Ríos Valdivia nació en Potosí un 17 de abril de 1935. Su padre —don Hugo— fue inspector de migración y su madre —doña Virginia—, ama de casa. De su “mami” nunca olvidó que le cantaba canciones en quechua como El llanto de mi madre, popularizado por las Hermanas Tejada. Su tío abuelo fue el mítico corredor de autos cochabambino Juan Claure. Al año de nacer, al padre lo trasladan de Potosí a La Paz y la familia se instala en la calle Comercio, entre Bueno y Loayza. Con 15 años, otro traslado, esta vez hacia Cochabamba (vivió en Cala Cala) donde, unos 10 años después, nace su primer hijo, Juan José Claure (primo de Marcelo, el actual presidente del club Bolívar). “Mi madre nos crio a mi hermano Dante Antonio y a mi hermana Claudia Rossy prácticamente sola, pues se separó de mi padre, José Desiderio Claure Soria, cuando éramos niños. Trabajó duro para darnos una buena educación en los colegios La Salle y San Calixto. Nos hizo estudiar en la universidad, mi hermano es jefe de cocina y chef en Estados Unidos”, dice Juan José en el museo “Doña Rosita Ríos” en la calle Jaén al 735.

La familia Ríos vivió en Villa Victoria, donde doña Rosita hacía de todo para ganarse el pan de los suyos: vendía mercadería (ollas, edredones, adornos navideños…), lavaba camisas para los diputados y estudiaba dactilografía. También ayudaba a compaginar y repartir el periódico de la Falange Socialista Boliviana, Antorcha, como representante de los obreros sindicalizados en una oficina “clandestina” de la calle Ballivián. En esos menesteres conoció a la “camarada” de partido Marina Azcárraga, dirigente mítica del club The Strongest. Doña Rosita era del Tigre y no se perdía un match en el Siles. En el trágico accidente aéreo de Viloco perdió a varios amigos futbolistas, como el argentino nacionalizado boliviano Julio Alberto Díaz. Cuando el gualdinegro ganaba, doña Rosita coloca en la entrada de su tiendita de abarrotes un muñequito stronguista. Sus primeros ídolos fueron Luis y Juan Iriondo y el Zorro Bastida; y los últimos, Pablo Escobar y Daniel Vaca.

Pasó clases con don Tito Landa para perfeccionar sus naturales dones de actuación y participó en más de 30 obras/comedias de teatro social: desde Chuquiago nunca pierde a Bajo el panorama del puente de Ninón Dávalos; desde La Miskisimi a La sangüichera de la esquina de Hugo Pozo; desde Me avergüenzan tus polleras a El calvario de mi madre de Juan Barrera Gutiérrez; desde Zambo Salvito a La rebelión de las cholas. Llegó incluso a fundar su propia compañía teatral (Nuevo Teatro) y a dirigir obras. Todo por culpa de aquel zapato que voló sin querer queriendo.

Fue una invitada habitual de los programas de Raúl Salmón en la radio Nueva América y Carlos Palenque le pasaba los videos grabados por el canal RTP de todas las obras donde actuaba. “Lleven su copia para doña Rosita”, decía siempre el Compadre. Su mayor enseñanza, en sus propias palabras, fue transmitir el orgullo y las polleras: “Si tienen a su madre en vida, que la valoren y la quieran. A las jovencitas, no se avergüencen de sus madres de pollera porque quizás son más dignas que las de vestido. La señora de pollera no tiene jamás vergüenza de cargar todo en su bulto grande, incluso sus penas”. Llevó siempre en alto el orgullo de ser chola. “Cuando me pongo pollera, me siento una mujer realizada”.

De Villa Victoria, donde tenía su pasanaku con las vecinas, pasó a vivir en la calle Yungas (ahí compartió cuartito con futbolistas del Tigre que llegaban del interior a entrenar en la cancha Frías). Vivió en la calle Catacora hasta llegar a la Jaén en los años 90, después de jubilarse.

Doña Rosita se paraba a hablar con medio mundo o al revés. “No dejaba que los taxistas le cobraran la carrera cuando traía mercancía de la Manco Kapac a la tiendita. Todo el mundo la reconocía, la paraban en la calle, le pedía autógrafos, tardábamos horas en llegar a casa”, recuerda con cariño su nieta Paola. “También era dura cuando había que serlo, su frase favorita era: en una mano la miel, en la otra, la hiel. Nos caían golpes a veces y nos castigaba a los nietos, pero luego llegaba la Navidad y se ponía consentidora. Se rajaba para que tuviésemos todos los mejores regalos, eso sí, compraba al por mayor, así que los cinco nietos teníamos los mismos peluches”, cuenta Paola con una sonrisa nostálgica.

“Rosita de los Andes” —como la llamó Mamani Mamani— no soportaba que las familias abandonasen a sus abuelos y abuelas en los asilos. Todos los días llevaba pan al hogar que está en la antigua calle de la Cruz Verde, cerca de su tienda. Lo mismo se la veía comiendo en los agachaditos que devorando unos ispis en el mercado Lanza o almorzando en el restaurante La Tranquera del Shopping Norte.

Cuando periodistas, turistas y sus viejos camaradas de la Policía pasaban por la calle Jaén para hablar con ella, doña Rosita, siempre bien coqueta, se arreglaba disimuladamente para la ocasión. Su debilidad siempre fueron los niños y las niñas. “Bien querendona de las wawas era”, dice su nieta. Cuando falleció el 18 de agosto de 2018, un joven llegó a la tienda sin saber de su muerte y lloró desconsoladamente. “Era mi mamá Rosita, yo nunca tuve madre y ella siempre me cuidaba y me regalaba pancito”. Puro corazón.

Hizo de todo en su vida, pero nunca pudo terminar sus memorias. Quería despedirse del teatro con una obra inspirada en sus aventuras y desventuras. “Escribía tres páginas y lo dejaba y así siempre”, cuenta su hijo Juan. La última vez que la vimos en la gran pantalla fue haciendo prácticamente de ella misma en Las malcogidas de Denisse Arancibia. Antes había trabajado en media docena de películas bolivianas como Cuestión de fe, El Corazón de Jesús y Averno de Marcos Loayza, American Visa de Juan Carlos Valdivia, Escríbeme postales a Copacabana de Thomas Kronthaler y producción de Paolo Agazzi, No le digas de Mela Márquez y el filme brasileño El gran escape. La televisión también llamó a su puerta para rodar cuatro series, entre ellas Fuego cruzado de Rodrigo Ayala Bluske y Tres de nosotras de Fernando Aguilar. Hizo recordados spots de publicidad para Entel, Pepsi, Cuadernos Líder, Frazadas Polar y Mi Teleférico.

El repositorio que lleva ahora su nombre fue la sensación en la última (presencial) Larga Noche de los Museos. Cuando todos los demás museos ya habían cerrado en 2019, la cola para entrar a ver la tienda de barrio daba la vuelta a la esquina y bajaba por el Bocaisapo, donde tantas veces compartió preste con el también recordado/añorado Cayo Salamanca. La gente lloraba en la tienda y se persignaba ante las Vírgenes de Copacabana y Guadalupe. También mandaban besos al cielo para la actriz que durante 30 años dio vida al personaje de la Tía Núñez, la tía más coqueta de la ciudad.

Doña Rosita nunca dejó de ir al cine y al teatro. Cuando podía, lo hacía en compañía de sus nietos y bisnietos. Siempre creyó que Dios le dio mucho más de lo que pidió. Decía las cosas de frente y amaba las chirimoyas. Era “novelera” y no se perdía un capítulo de sus series favoritas en la tele. Antes, lo hacía con las radionovelas. Fue policía durante 24 años —en la división de Criminalística— y se jubiló como suboficial mayor. Sus dos grupos favoritos fueron Savia Andina y Llajtaymanta. Fue “cebra” por un día varios días. Una de sus últimas obras fue La hija de la chola Benita de Juan Barrera. Fue directora del Teatro Municipal en 1998 y cuando la entrevistaban solo pedía paz, mucha paz para Bolivia y el mundo: “Y que no exista discriminación, ni contra blancos ni contra negros, ni contra gordos ni contra flacos”. Estuvo 48 años sobre las tablas y estará presente en la memoria de la ciudad de La Paz gracias a su tienda/museo por los siglos de los siglos. Amén.

FOTOS: RICARDO BAJO Y MUSEO ROSITA RÍOS

Lucía y Gabriel, ningún desorden

‘Desorden’ ganó el premio a mejor libro-álbum de literatura infantil de la Fundación Patiño y ayer se presentó en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz

Desorden ganó el premio a mejor libro-álbum

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 2 de junio de 2024 / 07:50

Una media “ch’ulla” y una depresión. En medio de una pandemia. No es el “mejor” argumento o gancho para un libro de literatura infantil. O sí. Desorden (de la ilustradora cochabambina Lucía Mayorga Garrido y el escritor paceño Gabriel Mamani Magne) ganó en diciembre el VII Concurso Libro Álbum Ilustrado para Niñas y Niños de la Fundación Patiño y ayer sábado fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz. Charlamos con sus dos autores, con Lucía y Gabriel. La obra (un objeto-libro de tapa dura y gran tamaño) se puede comprar en la librería de Plural editores (Sopocachi, calle Rosendo Gutiérrez, a media cuadra subiendo desde la Avenida Ecuador).

– Astrid Lindgren escribió un “manifiesto” titulado Reglas básicas para escribir un libro para niños donde hablaba de lo sencillo. Opuesto a lo trivial o lo pobre. ¿Cómo se encara una obra de literatura infantil?

– Gabriel Mamani Magne (GMM): Quizás escribir pensando en un público infantil es deshacerse de varios adornos/”warawas” que con la que los adultos pensamos la vida. Ese desprenderse ayuda a la escritura en general. A veces el desborde puede ser una trampa para los narradores. Pienso que hay historias que, cuando se construyen en tu cabeza, van creando una estructura y una voz que a veces puede tener forma/esencia de novela, guion, cuento para niños, o lo que sea. Intento ser fiel a esa voz. Quizá por eso no siento mucha presión a la hora de escribir para niños.

El trabajo de la ilustradora Cochabambina Lucía Mayorga Garrido en el libro ‘Desorden’.
El trabajo de la ilustradora Cochabambina Lucía Mayorga Garrido en el libro ‘Desorden’.

Tu trabajo con Lucía Mayorga viene de atrás. Hicieron juntos un mini cómic publicado en La Pulga Digital. ¿Cómo se complementan un escritor y una  ilustradora y viceversa?

– Lucía Mayorga Garrido (LMG): En La Pulga surgió la idea de sacar material periodístico diferente, una especie de crónica breve ilustrada y pedimos a Gabriel trabajar con uno de sus textos inéditos sobre su experiencia en la pandemia. Desde aquel trabajo, descubrimos que nuestros intereses iban por el mismo lado, los sociales y los artísticos, y después fue surgiendo la idea de realizar otras obras en conjunto. Por suerte, tuvimos afinidad también respecto a nuestra visión de la literatura infantil y el deseo de hacer un libro que interpele a quien sea que lo lea.

En el caso del libro álbum, un género poco explorado en el país, la relación entre texto e imagen y, por lo tanto, entre escritor e ilustrador, es simbiótica, pues no existe historia sin imagen y viceversa (aunque hay casos de libros álbum silentes). En este sentido, ambos nos inmiscuimos en el área del otro, Gabriel también pensó en las imágenes y yo también pensé en el texto, además, juntos pensamos en la idea del libro como un mundo en sí mismo, tanto en forma como en contenido, pues esa es una de las características del género.

Gabriel está siempre muy dispuesto a escuchar, y gracias a eso el proceso de creación del libro fue un diálogo y un intercambio, aprendimos mucho uno del otro. Además es un gran lector de cómics y tiene mucho respeto por el trabajo de los ilustradores, ambos estamos muy involucrados con el lenguaje que maneja el otro. A mí me gusta mucho leer la obra de Gabriel, tiene una palabra ligera con mucha sonoridad, hay frases de sus novelas que hasta ahora no se me olvidan, creo que ser lectora de su obra ha permitido que podamos entendernos bien.

La obra de Mayorga Garrido y Mamani Magne ganó el concurso de la Fundación Patiño.
La obra de Mayorga Garrido y Mamani Magne ganó el concurso de la Fundación Patiño.

– GMM: Creo que las búsquedas deben ser comunes en los trabajos colectivos, y eso abarca desde lo formal hasta lo político. La labor del escritor es muy solitaria, y por ende bastante libre y a veces autosuficiente y arrogante. “Negociar” con una compañera te pone en un lugar en el que debes interpelar tu punto de vista todo el tiempo. La otra mirada alimenta el trabajo final. 

– ¿Influye en un autor/ilustradora de literatura infantil la convivencia con hijos y sobrinos para acercarse al universo de los niños y niñas? ¿Cómo se imaginan a estos lectores?

– LMG: Además de la convivencia con las infancias, también hace mucho la relación que una tiene con el recuerdo de cuando era pequeña. Para hacer el libro tuve que pensar como niña, un ejercicio algo difícil si no lo practicas mucho. Los lectores pequeños son muy creativos: cuando uno lee junto a una niña o niño, sobre todo si es un libro álbum, esta o este va a descubrir cosas que probablemente los adultos no vamos a llegar a ver, haces otro tipo de asociaciones y produces otros sentidos. Son lectores activos, se adelantan a los finales y se involucran mucho en la historia.

– GMM: La infancia de mi hermano menor, que hoy ya es mayor de edad, me inspiró bastante. Cómo un niño se mete en el lenguaje es fascinante. O capaz es al revés: la lengua se apodera de todo lo que mira, crea marcos mentales con los que piensa y va a pensar el mundo. He estado rodeado de niñas y niños en varias etapas de mi vida. En el fondo creo que a veces escribo para ellas y ellos. Incluso las novelas o los guiones son pensados, en el fondo, para la persona adulta que un día serán.

– Muchas veces abordamos los libros infantiles desde la superioridad moral. Creemos saber lo que necesitan. ¿Desorden ha evitado conscientemente ese terreno resbaladizo?

– LMG: Algo que desde el inicio evitamos fue caer en esta idea que dice que los libros infantiles deben ser moralistas o aleccionadores, queríamos contar una buena historia, que lleve al lector a hacerse preguntas más que a buscar respuestas. Como me decía una profesora, se suele asociar lo infantil a lo alegre, simple y superficial, y por ende se la subestima, cuando en verdad es una etapa compleja, confusa y triste, un misterio para los adultos. Por lo tanto, no es fácil hacer libros infantiles, no es fácil saber qué puede llamar la atención a una niña o niño, qué va a dejarle una marca que recordará hasta la adultez.

– GMM: Creo que cuidar el lenguaje no es sinónimo de cuidar la imaginación. Quizá por eso Desorden pueda parecer un poco crudo para algunos lectores. Pero esa crudeza es mucho mejor que un paliativo moralista.

– El libro va a contrarruta de esas modas (de “feng shui”) donde el desorden es sinónimo de dejadez y depresión, donde el desorden es el primer enemigo.

– GGM: No sé qué es “feng shui” y de repente el libro se agarra de él. De cualquier forma, pienso que no estaría mal que el libro se viera a través del cristal terrorífico y borroso que es la depresión. Es un tema del que no se habla. Muchos hablan que de la depresión como “una moda o excusa”. Pienso que mientras más se problematice y reflexione el asunto, mucho mejor para todos, en especial para los que padecen esa enfermedad. 

Mamani Magne en la presentación de su libro Seúl Sao Paulo en portugués en Goiania (Brasil).
Mamani Magne en la presentación de su libro Seúl Sao Paulo en portugués en Goiania (Brasil).

– ¿Siente una como ilustradora que cuando crea libros de literatura infantil tiene incluso mayor responsabilidad pues puede ser una primera historia para un pequeño lector que le puede llevar con suerte a otros libros, a otros autores, a otros mundos?

– LMG: Somos responsables de que las niñas y los niños quieran leer más, por eso también la importancia de las buenas historias, que hagan que la lectura sea una experiencia en sí misma. Yo no recuerdo ningún libro que leí en mi escuela católica, ninguna parábola o fábula, pero recuerdo muy bien un cuenta cuentos que ví en el teatro, porque fue toda una aventura en la que descubrí por qué los elefantes son plomos, y de eso no me quedó ninguna moraleja, solo supe que quería escuchar más historias fascinantes.

–  Como ilustradora, ¿cuáles son tus señas de identidad? ¿Y qué papel juega que también seas escritora/artista, periodista y estudiosa de la literatura boliviana?

– LMG: Las cosas a las que me dedico además de la ilustración influyen en esta, como el periodismo, en muchos casos lo que ilustro tiene contenido social, intervengo fotos de hechos históricos para transformar su significado. También influye cierto modo de ver la vida: encontrar lo extraordinario de lo ordinario (lo “infraordinario” en palabras de Perec), que es una manera de soportar este mundo de la sobreinformación, de la espectacularización y de la ausencia de la posibilidad de aburrirse. Siempre me la he pasado transformando basuritas en otra cosa, como cajas en casas, ramas en animales o lo que sea, algunas de mis ilustraciones recuperan ese gesto o al menos eso creo.

Creo que las herramientas que me proporcionó la literatura son esenciales para la ilustración, pues en ambos artes se narra, en uno con palabras y en otro con imágenes, y a mí se me da más lo segundo. Al narrar con imágenes uno también piensa en los elementos o características de un cuento clásico, como la elipsis, la peripecia, la tensión o la brevedad, también recurro a figuras retóricas como la repetición o la metáfora. Además, aprendí a leer, algo que es esencial para ilustrar, porque como ya había mencionado, la ilustración es una manera de interpretar el texto.

– Como escritor, vives un gran momento. Has presentado este mes en Brasil la versión portuguesa de Seúl-Sao Paulo. Ocho años de tu llegada a Brasil para estudiar. ¿Los sueños se cumplen?

– GMM: Lo bonito y terrible de los sueños es que, siempre que se cumple uno, se desbloquea mentalmente otro. Algo así como un “Sísifo del deseo”. Sin embargo, más allá de eso, el objetivo de la escritura es la misma escritura. Estoy muy satisfecho con el momento que estoy viviendo, pues puedo dedicarme casi exclusivamente a hacer lo que más amo. También soy consciente de que todo esto puede presentar algunos problemas. Es parte del trabajo. Por cada logro hay alguien que sufre desde una alcantarilla digital

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– Lucía, ¿cuáles son tus referencias en el mundo de la ilustración?

– LMG: Nombraré solo algunas, porque son muchas. Durante gran parte de mi niñez fui a un taller de pintura en el que poco importaba la técnica y mucho la creatividad, así que crecí viendo dibujos de otros niños, despreocupados por las convenciones y que buscan contar historias, y obviamente las obras de mi maestra Michelle. Ya más grande me identifiqué mucho con la obra de Melchor María Mercado, que hacía dibujos sencillos de trazo, ingenuos en perspectiva y que representan una cotidianeidad inusual.

También está la obra del maestro “Al-Azar” (Alejandro Salazar) y de Jorge Dávalos, que crean mundos propios con personajes que son mezclas de humanos y animales. Salazar tiene además un universo de ilustraciones políticas, que es un género con el que me relaciono a través de mi trabajo en La Pulga. Finalmente, quiero mencionar a Claudia Illanes, una ilustradora boliviana que vive en México de la que aprendí mucho sobre este oficio, que es una gran ilustradora, reconocida en el exterior pero poco conocida aquí. 

– Gabriel, ¿cuál fue el primer libro infantil que recuerdas y cómo influyó para que fueras escritor?

– GGM: Recuerdo dos lecturas con gran cariño: Las fábulas de Esopo y Mi libro de historias bíblicas. Aunque ambos libros tenían un tono moralizante, las imágenes que me quedan son verdadera ficción. Hay ratos en los que me gustaría tener las agallas de escribir cosas como las de esas páginas: hablar de gigantes, plagas, zorros parlanchines, gallinas envidiosas.

– Lucía, ¿cuáles son los mayores desafíos a la hora de llevar a las imágenes textos ajenos?

– LMG: Cuando se ilustra un texto se piensa en aportar sentidos más que en replicar las palabras. La ilustración no repite, amplía. No son representaciones mudas de las cosas, sino que crean, dicen algo, multiplican sentidos. Así que no se trata de llevar el texto a la imagen, sino de interpretar con la imagen, por eso para ilustrar debes ser un buen lector o lectora.

El caso de los libros álbumes va aún más allá, el mundo de la ilustración está a la par que el del texto y a veces incluso prescinde de él. Hay libros de este género que son silentes (sin texto) hay otros en los que la imagen y el texto se contradicen, hay otros en los que el texto es una ilustración. Las posibilidades que aporta este género híbrido para contar historias son muchas, y las maneras en que se puede leer también.

Desorden fue resultado de un proceso largo en el que estudiamos las características del libro álbum, leímos teoría sobre el género y experimentamos formas de creación conjunta. Hicimos varias versiones del guion gráfico, adaptamos el texto y transformamos las imágenes, siempre entrando al “terreno” del otro.

En la ilustración, el tema me permitió experimentar con otros elementos además del dibujo, el desorden no está solamente en los objetos sino en la mezcla de estilos: fotografía, técnica digital, técnica manual, acuarela o lápiz. También fue importante considerar el manejo del espacio, el orden frente al desorden, el espacio en blanco frente al espacio lleno, la ausencia de color frente al desborde de color. En ilustración todo significa: la técnica que se elige usar, la disposición del espacio o el manejo del color.

–¿En qué proyectos literarios anda Gabriel Mamani Magne?

– GMM: Hace poco terminé de escribir una pieza teatral que tendrá intervención musical de la Sociedad Boliviana de Cámara. Es una adaptación de la Historia del soldado, escrita por Ramuz y musicalizada por Stravinski. El texto está en portugués y se desarrolla en un contexto migratorio. La obra se presenta junio en Sao Paulo. Al mismo tiempo edito un libro de cuentos y escribo una nueva novela. He estado leyendo mucha poesía. Ahorita, al lado de mi computadora, están Donde hay agua de la venezolana Cristina Gutiérrez Leal y “Vendedoras de humo” de Esperanza Yujra.

Texto: Ricardo Bajo Herreras

Fotos: Ricardo Bajo Herreras, Gabriel Mamani Magne y Lucía Mayorga

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Eva Sofía Sánchez: ‘Cultura, un espacio para la creatividad’

La autora presentó el libro ‘Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños’ en la FIL Santa Cruz.

/ 2 de junio de 2024 / 07:00

La escritora Eva Sofía Sánchez Exeni presentó el sábado 1 de junio en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz su libro Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños (Editorial 3600), fruto de su participación en 2017 en el programa de Residencias para artistas de Kiosko Galería. Durante ese tiempo, entrevistó a los artistas Roberto Unterladstaetter, Luis Estéban Gutiérrez, Rodrigo Rada, Fernando Carabajal y Raquel Schwartz.

— ¿Cómo cambió tu mirada sobre el periodismo en los 7 años desde que hiciste estas entrevistas?

—Hace décadas se hablaba de la desaparición de los periódicos. Muchos cerraron. En Bolivia aún es incierta la suerte que correrán los diarios y las radios urbanas, a diferencia de la televisión, que parece adaptarse a los tiempos de manera más eficiente. Partí de este corto análisis de la situación de los medios porque ahora se habla de la muerte del periodista. Es decir, de la mujer u hombre que, en su búsqueda por la verdad, tenía en mente el propósito fundamental de su oficio: dar a los ciudadanos información veraz y oportuna para hacer valer sus derechos ante la sociedad. Ojo, esto es una generalización. Hay muy buenos reporteros y fotógrafos en Santa Cruz, en Bolivia y el mundo.

Los hay, pero… son/somos la vieja escuela. La nueva camada, que tengo la seguridad y esperanza de que nos dará muchas luces… en realidad está plagada por… Mercenarios de la noticia. ¡Pero las grandes cadenas siempre fueron mercenarias!, me dirán. Y tendrán razón. Pero ahora el mercenario no es un ejecutivo de la empresa, ni el director del medio; es este nuevo ser que podríamos denominar neoinfluencereportero. Describir su perfil como profesional, persona y su ética laboral sería fascinante, pero demasiado largo. Solo digo que si alguien en Instagram que se hace llamar ‘crítico’ y da su opinión megapositiva acerca de una peli en los 20 segundos que dura su Tik Tok, seguro no es confiable.

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Por otro lado, muchos periodistas al independizarse intentaron formar sus propios medios; revistas o webs. Yo fui una de ellas. No conozco la estadística, pero proyectos de ese tipo no suelen durar demasiado a no ser que cuenten con apoyo monetario desinteresado. ¿Desinteresado? De pronto me volví ingenua.

Creo que el futuro del periodista es la independencia. La investigación, aplicar a becas de financiamiento, investigar, no olvidar jamás el propósito del oficio y, si puede, escribir libros.

—¿Qué ha significado la experiencia de la residencia en Kiosko?

—Fue la primera experiencia que me hizo plantearme seriamente la posibilidad de al menos aspirar a escribir un libro. Fue el primer momento en el que dediqué la mayor parte de mis esfuerzos diarios en mi obra literaria. Gracias a esa residencia es que escribo ya no como hobby, sino como oficio.

—Sin afán de romantizar y más con fines prácticos ¿Qué diferencia al periodista cultural del de otras ramas?

—El periodista de cultura, el deportivo, el de farándula, el de tecnología, tal vez todos ellos tengan la dicha del optimismo. Al fin y al cabo, las artes, los deportes, la vida social, son actividades que muestran, de alguna manera, la cara linda del ser humano. Yo me inicié en Cultura en El Deber y estuve como siete años en el área. Luego me llevaron a política nacional. Y alternaba con el área de Ciudad. Tras un buen tiempo en esas áreas empecé a sospechar que tal vez sentía algo de depresión. Tanto en las artes como en la política te comunicás con fuentes de enormes egos. Pero el ego del artista es, en comparación con el del político, mucho mucho más inofensivo.

Ahora bien, las áreas como policial, local o nacional son por lo general reactivas. Hay poco tiempo para la reflexión e investigación si estás en coyuntura. El área cultural deja espacio para la creatividad, para plantear enfoques novedosos, experimentar. Y acerca de conocimientos del área, ambas exigen bastante. Periodista de política que no conoce la historia lejana, cercana y actual, no podrá darse cuenta de nada. Periodista de cultura que no conozca el devenir de las tendencias por lo menos desde mediados del siglo XX en adelante, lo mismo.

—¿Por qué crees que se debería leer este libro?

— No lo tengo claro. Tal vez cualquier persona que desee adentrarse en los procesos creativos de los artistas encuentre valor en este libro. En mi caso, averiguar acerca de los procesos creativos de Fernando, Raquel, Rodrigo, Roberto y Luisi me ayudó a encontrar mi propio proceso y eso es invaluable.

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Irene E Irais Buezo

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Pastelería Michelline: 35 años de sabor, intuición y perseverancia

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo

/ 2 de junio de 2024 / 06:50

Crónicas gastronómicas

“Por algo suceden las cosas”, suele decir el popular adagio, que en el caso de Jesús Mercado y Rosario Apaza se hizo realidad allá por octubre de 1988, cuando este matrimonio decidió fundar su primer negocio de pastelería artesanal, impulsado por el sorprendente talento de Jesús para la preparación de tortas y pasteles y la certera intuición comercial de la señora Rosario; quien al ver las habilidades en repostería de su esposo, demostradas en diversos cumpleaños familiares, apostó a este emprendimiento que sería bautizado tiempo después con el nombre de Michelline.

Fue así que nació la primera sucursal en la zona El Rosario, en la ciudad de La Paz, la cual conoció el éxito casi de forma inmediata debido a la calidad de sus productos, buen trato a la clientela y su excelente relación calidad-precio.

35 años después, Michelline es una de las pastelerías líderes en su rubro, tanto en la ciudad de La Paz como en la ciudad de El Alto, con múltiples puntos de venta estratégicamente distribuidos en ambas ciudades y una capacidad de producción de 300 a 400 tortas por día.

La modernización, innovación y adaptación a los tiempos que corren es también una constante, con una jefatura comercial y de marketing muy bien llevada por una de las hijas de este matrimonio, Andrea Mercado.

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo, la torta especial para diabéticos o la torta 3 leches, entre varias otras; así como brazos gitanos, rolls rellenos de almendras, limón o chocolate; galletas, diversos pasteles, masas dulces y saladas, pie de limón y maracuyá, cafetería y sándwiches.

También cabe recalcar que, como parte de su política de responsabilidad social, Michelline dona periódicamente sus productos a diversos albergues de niños y ancianos.

Pastelería Michelline

  • Horario de atención: Lunes a sábado de 8.30 a 21.30, domingos y feriados de 8.30 a 19.30
  • Producto estrella: Torta Clásica   
  • Rango de precios promedio: Bs 110 (torta de maracuyá)  – Bs 165 (torta Rosa Negra)   
  • ☎ Pedidos: 69751416 

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Contáctenos: Fernando recomienda, Fernandorecomienda, @fernandorecomiendaCorreo: [email protected]

Texto: Fernando Cervantes

Fotos: Pastelería Michelline y Fernando Cervantes

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ENCARNADA: Las exploraciones de Rodrigo Alarcón

El artista presenta su nueva instalación en la Fundación Patiño de La Paz. Abrirá hasta el 24 de julio

Por Alejandra Carranza y Galo Coca

/ 2 de junio de 2024 / 06:28

El viernes 24 de mayo, en el vestíbulo de la Fundación Patiño de La Paz (Av. Ecuador y Rosendo Gutiérrez), se inauguró la instalación Encarnada del artista Rodrigo Alarcón Moscoso (Cochabamba, 1992) con una acción denominada El Apagón, un espacio distendido donde se pudo interactuar con las piezas instaladas mediante lásers domésticos con sensores de ruido amplificado. La muestra permanecerá abierta hasta el 24 de julio.

Continuando con procesos de exploración material, el artista cochabambino ha comenzado a trabajar con membranas acrílicas de pequeño formato con residuos de agencias de publicidad, que posteriormente se exponen en Soda Arte, en la ciudad de San Pablo (Brasil), con la performance TransSubstancia, membranas de pétalos de rosas hervidas, sobre la piel.

Como encargo de mayor formato, Mariano Ugalde, de la Galería Salar, llevó las piezas a la Feria FIACI en República Dominicana y actualmente se encuentran disponibles en la galería Huella, Salar y en la Fundación Patiño.

Esta búsqueda material persiste inconscientemente en su proceso creativo y se repiten curiosidades como los reflejos, la distorsión de lo visual, según su contexto, el paso de la luz y cómo se comporta con el sol o de noche, con luces de vitrina, o en ausencia de luz, con los sensores láser, en este caso. 

Al mismo tiempo de situar al espectador en un espacio hipnótico y robótico, estas membranas biomorfas sujetadas en ganchos de carnicería y atadas para su exhibición hacen referencia al metaverso del control de los cuerpos que desconocemos a nuestra escala, y también a la inminente presencia del plástico encarnado a nuestros tejidos.

Esta extensa reflexión filosófica del control de los cuerpos en nuestros tiempos, además de  género, sexualidad y consumo, hace referencia a la manipulación  de nuestra subjetividad por medio de la  información.

En el cuerpo de obra de Rodrigo encontramos diferentes ensayos sobre liminalidad y la escala como recursos altamente sensibles y poéticos por su materialidad, ensamblaje y recontextualización. En esta secuencia observaremos diferentes componentes y conceptos que tejen el trabajo del artista. En Mutantes, instalación de 2018 en el Directorio Hispano Rhode Island, trabaja ensamblajes de porcelana fría y láminas vinílicas referentes a gestaciones mutantes de seres florales ¨cuir¨. En Esencia una Instalación de 2019 en el Museo Arte Contemporáneo de Santa Cruz, recontextualiza una medida de contención urbana en Carnaval sobre el cuidado del patrimonio mediante su envoltura en plástico y remplaza sus componentes significantes con un gran lienzo exterior como memoria de estos vestigios de celebración, paralelo a una gran mesa de k’oa a escala humana, como espacio ritual.

La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.
La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.

Con Silencio exuberante, una instalación de 2019 con Kiosko Galería y el Programa de Danza FASES, reflexiona el sujeto sobre el soporte  metálico que permite a su vez comprender lo positivo y negativo. Está moldeado de manera orgánica y espontánea, atrapando las superficies y reiterando el ejercicio sobre sí mismo hasta cambiar la materia radicalmente, el significante ha mutado.

Poco tiempo después con Retrato in situ en la expedición Illimani Insitu (2019), realiza un simulacro de paisaje hiperreal por medio de la impresión 3D de un escaneado de una pieza metálica que sucede como una extensión del ejercicio de calca de superficies, saturando en su tránsito retratos volumétricos del macizo, en una lámina espejada que posteriormente se expande en una sala oscura, rebotando el reflejo distorsionado de una proyección cenital de un registro visual.

Con Subcorpóreo, en 2020, como punto de inflexión personal, evidencia en la porcelana fría, la presencia de la huella dactilar en su memoria sensible, con la presencia de la cochinilla y el rojo carmín, que habita en su cuerpo.

A partir de una reflexión de lo intermedio con relación a los otros, en tiempos de pandemia, Contacto fue una instalación y performance en 2022 en Persona Casa Galería, usando plásticos en desuso, como metáforas de relación entre biomas imaginarios.

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Subsuelo e Irreversible, instalaciones en la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Santa Cruz 2023 y el Museo Nacional de Arte construidas para cada sitio mediante piezas de lona cristalina colgadas en el subsuelo y el techo respectivamente, contenían cuerpos de agua, pigmento en el caso de Irreversible y flores diafanizadas sostenidas por cadenas y arneses que permitían la interacción con estas piezas y la relación de tensión con espacio. 

En conjunto, Rodrigo Alarcón hace de su exploración material carne y reflexión simultáneamente por su sensible aproximación a cuestiones contemporáneas sobre el cuerpo y su tránsito en la era de la información y el microplástico.

La presencia del láser como una vida sintiente, lo transhumano, lo espacial, la relación con la presencia, con el testigo que ve los cambios en el espacio, en el holograma que es el otro como un espejo, la relación con el sonido y con la luz, el ente robótico q es propulsado por la vida que interactúa en él. El ser extraño, un dispositivo q nos transporta a lo lejos, preciado. La transparencia de la nave, un transbordador espacial hacia los abismos internos, el conocerse y reconstruir compulsivamente la vida en uno mismo, siendo presencia, habitando la luz de la luna o alguna aurora boreal

Alejandra Carranza, 2024.

«Más allá de lo corpóreo, una grieta en un instante, ficciones, membranas suspendidas y congeladas en el tiempo como partes geológicas, o de otro planeta«.

Macjob Parabavis

Texto: Alejandra Carranza y Galo Coca

Fotos: Rodrigo Alarcón

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Furiosa

El director australiano George Miller construye la historia mitológica de Furiosa, en un nuevo capítulo de la saga ‘Mad Max’

Por Pedro Susz K.

/ 2 de junio de 2024 / 06:20

Con el estreno en 1979, ¡sí, 45 años atrás!, de Mad Max: salvajes de autopista, protagonizada por un entonces ignoto Mel Gibson, el director australiano George Miller (Chinchilla, Queesland/1945) comenzó a ganarse un sitial destacado en el género de películas de acción, entre otros motivos, debido a que su concepto sobre dicho género no se reducía a extremar los movimientos de sus personajes, sin que tales idas y venidas respondieran a otra cosa que la pura agitación a manera de biombo a la escasa sustancia de los motivos que los impulsaban a la confrontación.

Las loas con las cuales la crítica dio la bienvenida a ese debut fueron acrecentándose con los siguientes capítulos de lo que en definitiva devino en una de las sagas cuyas rehechuras no dejaron de ratificar las cualidades del original, diferenciándose asimismo de buena parte de las franquicias, tan en boga últimamente, resignadas a estirarse en tanto y en cuanto la taquilla siga engordando los balances de productores y los artesanos a su servicio.

Renuente siempre a vender los derechos, Miller siguió, sigue, reservándose la exclusividad de sumar episodios, amén de tomarse el tiempo necesario, cada vez más largo, para planificar el siguiente  eslabón de la cadena. Así transcurrieron dos años antes de la llegada a las pantallas de Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981), que pasaron a ser cuatro antes de la hechura de Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985). Treinta años mediaron entre aquella y Mad Max: furia en el camino (2015), sorprendente regreso de un personaje extrañado por espectadores y recensionistas, que volvió a ratificar el pulso del director en el manejo de un género que entretanto había sido objeto de un exhaustivo saqueo por otras sagas, en general de un nivel muy por debajo de la de Miller.

Llegó ahora, después de nueve años, Furiosa, precuela de la tercera incursión del realizador en las explosivas aventuras distópicas del “loco” Max, según resulta insinuado desde su título.

Es una suerte de “relato de origen”, denominativo acuñado justamente por quienes continúan dándole vueltas de tuerca a historias que ya parecieran agotadas pero siguen siendo estrujadas con discrecionales saltos para atrás o adelante, por lo general sin aportarles en cada nuevo episodio ni un ápice, salvo comúnmente también, mayores dosis de efectos especiales o personajes secundarios que aun pasando a la fuerza a primer plano, continúan siendo accesorios.

No es ese el caso del papel de Imperator Furiosa, encarnado por Charlize Theron en el episodio de 2015 y en la oportunidad asumido por Alyla Browne, cuando Furiosa es apenas una niña, y por Anya Taylor-Joy cuando aquella, una década y media después, ya pasó a ser una mujer y el mundo ha sido convertido en una ruina desértica, donde no saldan ni rastros de los productos naturales otrora consumidos a placer por la gente y en el cual sobrevivir implica sortear a cada instante una infinidad de peligros, frente a los cuales, sugiere Miller, solo cabe estar siempre dispuesto a sacarse de enfrente a quienes se asumen cómo los flamantes señores feudales, dado que el apocalipsis civilizatorio ha retrotraído las cosas a ese punto.

La trama es abordada en un prólogo y cinco capítulos. Todo comienza cuando en Lugar Verde,  paradisiaco oasis gobernado por un régimen matriarcal que ha conseguido mantenerlo a salvo hasta ese momento del desastre ecocida, la preadolescente Furiosa se encuentra recogiendo fruta de un árbol, tarea que se ve obligada a suspender debido al arribo de una pandilla de andrajosos  motociclistas con cascos en forma de calavera, ávidos de conseguir comida del modo que sea.

A pesar de su empeñoso intento de sabotear el plan de aquellos dañando sus motocicletas, Furiosa acaba secuestrada. Mary Jabasa, su madre, resuelta a rescatarla, inicia, armada de machete y rifle, una vertiginosa persecución a través del desértico escenario, inicialmente a pie, a pesar de estar descalza, luego a caballo en medio de una tormenta de arena y, por último, montada en moto. Logra eliminar a buen número de los motociclistas pero finalmente muere tras una horrenda secuencia de tortura y crucifixión de modo que Furiosa acaba como rehén de Dementus, bobo y desalmado jefe de los motoqueros, quien funge como dictador del rocoso lugar donde ejerce su poder con ínfulas mesiánicas, vistiendo una capa acorde a tal pretensión y con un osito de peluche atado a la espalda, rodeado además de una corte de lisonjeros y falsos sabios cuya tarea, es obvio, consiste en halagar sin pausa al jefe.

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El prólogo en cuestión se siente algo demasiado alargado, como ocurrirá asimismo con los capítulos que continúan en el relato, pormenorizando los 15 años siguientes de incesante y brutal enfrentamiento entre Dementus y la ya crecida Furiosa, quien entretanto ha debido reemplazar su brazo natural por uno mecánico, cómo se la veía en el capítulo de la saga cuyos antecedentes explaya esta precuela, sin que tal minusvalía atenúe su deseo de vengar a cualquier precio el homicidio de su progenitora. Por su parte, Dementus se encuentra obsesionado en apoderarse de la Ciudadela, fortaleza donde se atrinchera el enfermo Inmortan Joe, otro sanguinario autócrata, padre de dos hijos bautizados con los sugestivos cuanto irónicos nombres de Rictus Erectus y Scabrous Scrotus, trío decidido a evitar que los copiosos recursos todavía allí aptos para ser consumidos caigan en manos de los secuaces de aquel.

En uno de los varios intentos de tomar la fortaleza Dementus había acabado vendiendo a Furiosa Inmortan Joe. Alli conoció a Jack, el otro personaje protagónico de la historia, quién resolvió fugar junto a ella, convirtiéndose en su instructor como guerrera del camino a tiempo de alentarla a no abandonar su sueño de regresar a Lugar Verde, su lugar de origen, una vez haya logrado saldar sus cuentas con el raptor.

Siempre muy dado a la ironía en alguna entrevista Miller declaró: «Yo digo que una película tiene que verse con los oídos y oírse con los ojos». Empero apreciando Furiosa queda claro que no se trataba de un mero juego de palabras. Ello queda especialmente marcado por el modo de acercarse a las dudas existenciales y al progresivo desentrañamiento de su identidad en ese también íntimo, cuanto trabajoso viaje de Furiosa al encuentro de su madurez. La impecable faena interpretativa de Anya Taylor-Joy viene reforzada por la dirección de Miller, quien opta por privilegiar las miradas y los gestos, vale decir las imágenes justamente, antes que los diálogos. Aun en varias escenas donde Furiosa pareciera sentirse ajena a la turbulencia del entorno, dichos gestos y miradas permiten sintonizar que no lo está en absoluto.

Más allá del puro, y extremo, despliegue físico, Miller no deja de valerse de ciertos recursos técnicos a fin de alegorizar temas de candente actualidad cómo el feminismo y el calentamiento global. Tampoco renuncia a su estilo personal, dado que sin duda lo tiene, en la puesta en imagen. De hecho ha sido uno de los muy escasos realizadores que encontró en los zooms de acercamiento y alejamiento, lejos del mero show óptico, un consistente recurso para aproximar o distanciar al espectador del dramatismo de múltiples circunstancias de la trama, oscilaciones que le sirven a su vez para redoblar el énfasis metafórico, densificado adicionalmente por algunos diálogos insertados en el momento preciso para no permitirnos dejar de tener presente que la ficción observada tiene inocultable relación con el entorno real y sus connotaciones distópicas.

Tal recurrente apunte adquiere especial densidad en el personaje de Dementus, el loco que en Furiosa toma el lugar de Max, componiendo un villano mucho más verosímil, pese a su disparatada apariencia, que los usuales caricaturescos malos, y en el mencionado oso de peluche colgado en su espalda, una suerte de doble guiño: por un lado hacia los recuerdos de la civilización que ya fue a causa de las torpezas de los humanos en su depredador trato hacia las demás especies, y por el otro a la tóxica relación entablada con la preadulta Furiosa.

También vuelve a quedar expuesta la puntillosa maestría de Miller en los movimientos de cámara, al igual que en la composición de los planos cargados siempre de un acento connotativo apartado de la sola denotación de lo encuadrado en esas imágenes, por ello mismo demandantes de una especial atención del espectador. La cuidada fotografía de Simon Duggan y el no menos apropiado montaje de Margaret Sixel y Eliot Knapman aportan lo suyo a la fuerza visual de la película.

No obstante la indiscutible superioridad de Furiosa sobre gran parte de las últimas películas de acción, discrepo con el punto de vista de muchos colegas para los cuales este quinto episodio de la saga de Mad Max vendría a ser la mejor realización de Miller, sobrepasando a los anteriores en la calidad del producto final. No sólo, se me antoja, conspira contra dicha valoración el abusivo alargamiento del metraje hasta alcanzar las 2 horas y 40 minutos, pecado recurrente en el grueso de las realizaciones actuales. Cuan caprichoso es dicho estiramiento resulta puesto al descubierto por la caída, en varios tramos, del ritmo narrativo; en el hecho de que el personaje central, o sea Furiosa adulta, demore una hora en asomar en pantalla; en cierto énfasis, más bien teatral, de algunos momentos; en la débil interrelación entre los capítulos y en la inconsistencia de algunos de los apuntes de la trama insuficientemente cuidados en el guión que Miller escribió junto a Nick Lathouris, con el cual de igual manera había elaborado el de Furia en el camino. Esos vacíos influyen para que algunas veces la historia pareciera resignar su sentida inspiración, no obstante ratificar, dije, la maestría del director en el uso de los recursos expresivos propios del cine.

Menos mal, en el balance final, si bien sortear tales flaquezas hubiesen permitido hacer de Furiosa una obra perfecta, ellas no conspiran terminantemente contra la fuerza cinematográfica que exhibe durante el mayor tiempo de proyección. Y no solo en tanto pasatiempo. De igual manera porque los cinco episodios de la saga Mad Max, desbordan con éxito dicha modesta aspiración a entretener a la platea, además no por modesta alcanzable para la abrumadora mayoría de cineastas, o aspirantes a serlo. Y es que, una vez más, frente a Furiosa se me presentó la pregunta de si Miller no persigue la manera de conciliar dos visiones filosóficas opuestas, cuando de mirar hacia la Historia de la humanidad se trata, poniendo el énfasis en las constantes explosiones de agresividad de los humanos y en la inclinación de estos a seguir las órdenes de líderes deschavetados que propician aquellos desmanes. Aludo de una parte a la corriente para la cual la violencia es un rasgo indesligable de la condición humana, y por la otra a la que atribuye a factores ajenos a las decisiones de los sapiens los horrores vividos por estos, ya sean determinaciones de invisibles seres superiores acerca del destino de cada quien, o sean caminos insalvables trazados por el desarrollo tecnológico. En ambos enfoques prevalece la hipótesis de un fatalismo que distancia el devenir de las determinaciones humanas. Un tanto de ambas, reitero, creo detectar en las hechuras de Miller. Ud. dirá.

Ficha técnica

Titulo Original: Furiosa: A Mad Max Saga – Dirección: George Miller – Guion: George Miller, Nick Lathouris – Fotografía: Simon Duggan – Montaje: Eliot Knapman, Margaret Sixel – Diseño: Colin Gibson – Arte: Nicholas Dare, Jacinta Leong, Sophie Nash – Música: Tom Holkenborg – Efectos: Katrina Cook, Lloyd Finnemore, Rob Heggie, James Paul, Jason Bath, Frances Baldasarro – Producción: Pete Chiappetta, Dean Hood, George Miller, Doug Mitchell, Andrew Lary – Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, George Shevtsov, Lachy Hulme, John Howard, Angus Sampson, Charlee Fraser, Elsa Pataky, Nathan Jones, Josh Helman, David Field, Rahel Romahn, David Collins, Goran D. Kleut, CJ. Bloomfield, Matuse, Ian Roberts, Guy Spence – AUSTRALIA, EEUU/2024.

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

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