Crónica de un viaje por la música histórica
Imagen: Mitsuko Shimose
Catedral de la Inmaculada Concepción
Imagen: Mitsuko Shimose
El XIII Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana ofreció 10 días en las Misiones de Chiquitos y en Santa Cruz de la Sierra con 1.000 músicos nacionales y 130 internacionales
Reconstruir una obra del archivo es pasar varias horas de algunos meses rezando, y luego el disfrute es cuando uno comienza a trabajarla con los músicos… es como trabajar alguna oración con los feligreses, y ponerse a hacer esta música con otros es simplemente rezar”, fueron las palabras del padre Piotr Nawrot, director artístico y creador del Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, llevado a cabo en la ruta de las Misiones de Chiquitos y en Santa Cruz de la Sierra. En esta versión 13, participaron 1.000 músicos nacionales y 130 internacionales.
Este festival bianual nació en 1996, sin la intención de que lo fuera, pero ante el éxito tan grande que tuvo, Nawrot decidió realizarlo cada dos años. “Enseguida recibió mucho entusiasmo por parte de los artistas, seducidos no solo por la belleza de los templos de los pueblos de las Misiones, sino por la música que sistemáticamente yo sacaba como novedad de los archivos misionales y luego de Sucre, además del encanto del público tan extraordinario que Bolivia tiene, por lo que comenzó a llegar a este país masivamente. Pronto se convirtió en uno de los más grandes del mundo y ganó gran prestigio por su calidad”, dijo orgulloso.
Nawrot se formó como músico profesional antes de ir al seminario, luego llegó a ser musicólogo, experto en música barroca, jazz y canto gregoriano. Fue el primero en hacer una tesis doctoral sobre el manuscrito auténtico de la música de las Misiones de los Jesuitas. Es por eso que ligar su profesión con el sacerdocio le resultó muy fácil, sin contar con que pertenece a los Misioneros del Verbo Divino, orden de la Iglesia Católica que surgió a fin del siglo XIX de origen alemán, que trabaja en más de 80 países haciendo la misión.
LA GRÁFICA
Se inicia el viaje
Para entender el festival hay que recorrerlo. Por eso inicié el recorrido el miércoles 27 de abril en el mismo orden de las partituras orquestales, por los vientos: un grupo de España, Ministriles de Marsias. San Xavier fue mi primera parada, pero resultó fallida: llegué tarde al concierto debido a un bloqueo en el municipio de Cuatro Cañadas. Ayoreos pedían la restitución de su representante en la Asamblea Legislativa Departamental (ALD) de Santa Cruz.
Al día siguiente, seguí a este grupo hasta Concepción, donde llegué por gracia divina, pues el bloqueo ayoreo persistía. Tuve acceso a su ensayo en la Catedral de Concepción, donde me contaron que el cuarteto de vientos, acompañado por un organista, tenía 25 años de trayectoria. Su sede está en Madrid y su nombre, Ministriles, era el de los instrumentistas de viento en las capillas de las catedrales.
En la noche, los Ministriles de Marsias presentó tanto versiones religiosas (Regina Caeli, del vasco Juan García de Salazar), como profanas con finalidad religiosa (vecchie letrose). Cerraron el recital con una selección de música de danza, apegada a la costumbre de bailar en la iglesia en ocasiones especiales. Al salir nos encontramos con el complemento perfecto para esa música: un grupo de niños del lugar invitó a bailar, a los músicos y al público, danzas típicas chiquitanas.
Paco Rubio, el cornetista, ponderó la maravillosa acústica proveniente de la iglesia de San Xavier, construida de madera, algo que hizo que se escucharan sonidos muy cálidos, especialmente del bajón, antecesor del fagot. El grupo lo conforman —de instrumentos agudos a graves— Rubio (corneta), Joaquím Guerra (chirimía y bajoncillos), Simeón Galduf (sacabuche), Fernando Sánchez (bajón) y Javier Artigas (órgano) .
El siguiente concierto al que asistí fue el sábado 30 en la Iglesia San Roque, en Santa Cruz de la Sierra, donde se presentó el grupo de Bélgica, RedHerring Baroque Ensemble, fundado en 2011 por Patrick Denecker, flautista belga que interpreta e investiga partituras de música antigua. Acabó en el mundo de la música “histórica”, la que para él no debería limitarse al renacimiento, el barroco o el clásico.
Dedicado al repertorio barroco, RedHerring aspira a interpretar no solo obras conocidas, sino piezas no descubiertas de los siglos XVII y XVIII. “El conocimiento de la música del siglo XVI proporciona conocimientos musicales sobre el repertorio del periodo barroco y forma una continuación lógica y cronológica de exploraciones aventureras”, acotó el director del grupo.
Sobre su repertorio, RedHerring parte de la libertad y la flexibilidad de interpretación barroca y refresca una práctica de la época, la mise en concert, ofreciendo ofrece su visión de la música de J. S. Bach.
Así, propone un juego de sonoridades a partir de obras para tecla del maestro, que aportará un color singular desde la riqueza de la textura instrumental de una formación tan barroca como el trío-sonata. Por eso los primeros sonidos que se escuchan al ingresar a la iglesia son los del clavecín y la viola en la primera parte del concierto, a los cuales se unen en la segunda, los de la flauta dulce y el violín.
Los integrantes de RedHerring Baroque Ensemble son Denecker (dirección y flauta dulce), Guy Penson (clavecín), Ryo Terakado (violín), Kaori Uemura (viola) y Sara Luengo Cuervo (narración).
De tecla y cuerda
El 1 de mayo tocó Julien Chauvin y Camille Delaforge (Francia) en la Capilla Los Huérfanos de la capital cruceña. Aunque ambos no conforman un grupo, tocan juntos a menudo, contó la tecladista Camille Delaforge, quien comenzó su aprendizaje con danza y piano, descubriendo a través de la improvisación y el clavicémbalo, la pasión por la música antigua.
Delaforge se sintió complacida con la acogida del público y honrada por tocar en lugares históricos, como la Iglesia San Xavier, específicos para esta música.
En cuanto a Julien Chauvin, atraído por la revolución barroca y el renacimiento de la interpretación con instrumentos de época, se formó en los Países Bajos, en el Real Conservatorio de La Haya, con Vera Beths, fundadora de Archibudelli.
En 2015, Chauvin fundó la orquesta Le Concert de la Loge. Esta explora páginas olvidadas del repertorio lírico e instrumental francés, así como nuevas formas de dirección —el conjunto dirigido por el violín— y el fomento de formatos de concierto e imaginación del público.
El repertorio se basó sobre todo en sonatas y preludios de obras de maestros franceses del siglo XVII y XVIII como Jean-Pierre Guignon, Michele Mascitti, Jean-Henri d’Anglebert, Francois Couperin, Antoine Forqueray y Jean-Marie Leclair.
El concierto de cierre del festival estuvo repleto, por lo que se habilitó una función especial el 2 de mayo en la iglesia San Roque, con el grupo Barroco Monumental, de Bolivia y Estados Unidos.
Este ensamble se creó con diferentes coros cruceños y cantantes independientes. Las dos orquestas que lo conforman residen en la ciudad, una en el Plan Tres Mil, y la otra en la iglesia de San Antonio. Entre los músicos hay también ocho artistas de la escuela de Música de la Florida International University (FIU).
El director Javier Mendoza, quien hace ya tiempo trabajó en similares programas con coros y orquestas de Santa Cruz, nació y se formó en Estados Unidos. Aboga por redescubrir obras latinoamericanas olvidadas y siempre reestrenando piezas en un esfuerzo por hacer que el público conozca el rico lenguaje de este repertorio, que se centró en los voluminosos coros que existieron en Moxos hasta las primeras décadas del siglo XX y cuyo número de integrantes llegaba hasta 100.
Por ello es que actualmente, en ocasión de mayores fiestas, los músicos de la región conforman grandes grupos de al menos 100 músicos, quienes aprendieron a tocar incentivados por el festival que organiza APAC, gran promotor del evento.
En el concierto se escucharon obras de Pedro Ximenez Abrill Tirado, Ennio Morricone, Thomas Abril, Franz Joseph Haydn y George Friedrich Händel.
Así terminó esta versión de este evento de alcance mundial. “Los artistas del mundo que una vez estuvieron aquí se convierten en embajadores de este festival, hablan bien, dicen que el público es fuera de serie: se emociona, aplaude, escucha, es disciplinado… todo el mundo quiere venir aquí por el público, por el prestigio del festival, por la belleza, por la buena comida y por la buena organización”, concluyó Nawrot.