15 años del Bolivia Lab El laboratorio que forja la industria del cine
Imagen: Bolivia Lab
Imagen: Bolivia Lab
Viviana Saavedra y Fernando Martínez impulsaron este espacio para la formación y creación en el campo cinematográfico
La historia del cine no solamente es la historia de las películas. Para que los filmes existan hay una larga trayectoria detrás, la cual incluye una red de mecanismos de apoyo que permiten que un largometraje en concreto pueda llegar finalmente a ver la luz en una sala de cine. En un país con una frágil estructura institucional, la “pre-historia” de una película puede comenzar muchísimos años antes de su estreno. De ahí que es interesante hacer el rastreo de los filmes y entender cuáles elementos son las que han permitido que una película finalmente aparezca.
Un buen lugar para analizar este trayecto es el Bolivia Lab. Se trata de un espacio de formación para potenciar películas que se encuentran todavía en su fase de proyecto y están buscando los mecanismos para ver la luz. Este tipo de espacios es muy común en todo el mundo, siendo parte natural del proceso de realizar una película. Sin embargo, solo hay un lugar con estas características en nuestro país, justamente el Bolivia Lab.

La idea del laboratorio nace de una experiencia negativa que tuvieron que vivir Viviana Saavedra y Fernando Martínez. En el festival de Río de Janeiro, los cineastas se vieron obligados a realizar un “pitch” sobre ¿Por qué quebró Mcdonald’s? (Martínez, 2011). La exposición resultó desastrosa por su falta de experiencia y formación en esas instancias. Es ahí en donde ambos propusieron crear un laboratorio para formar a cineastas bolivianos y evitar este tipo de situaciones. El concepto era hacer un espacio de encuentro y formación que no esté necesariamente ligado a un festival, como en general sucede en otros países. En un momento en donde las estructuras de formación eran muy débiles, el Bolivia Lab hacía una fuerte apuesta para profesionalizar a realizadores, dándoles la posibilidad de enfrentarse a situaciones de mercado reales sin tener que salir del país.
La primera versión del Bolivia Lab tuvo lugar en 2009 y hasta 2023 llevan realizadas 15 versiones interrumpidas. En ese periodo pasaron por las asesorías 57 proyectos bolivianos, siendo 2009 el año en donde se presentaron más, 19. Para acceder a esta modalidad se debe presentar una carpeta de producción. Anualmente, el Bolivia Lab recibe 20 proyectos, de los cuales dos deben ser bolivianos, ocho son reservados para los diferentes convenios y los demás 10 se seleccionan por convocatoria internacional.
Además de la asesoría de proyectos, se realiza anualmente desde el 2011 talleres de guion en la ciudad de Cochabamba. En general, se escogen 12 primeras versiones de guion, de las cuales por lo menos una debe ser boliviana. Finalmente, dentro del Bolivia Lab existe una sección dedicada a proyectos que se encuentran en proceso de postproducción, el Finaliza Lab (que en algunas versiones aparece con la denominación de Cine en construcción). Aquí se seleccionan 12 proyectos y el ganador recibe un premio para proseguir con la finalización del filme.

El Bolivia Lab, al ser el único escenario en donde se privilegian proyectos bolivianos en desarrollo, es un buen indicio para saber el estado de la cuestión de las variantes de producción ligadas a las coproducciones. En una revisión de los catálogos de 2010 a 2019, exceptuando los de 2014 y 2015, se han detectado 35 proyectos bolivianos, de los cuales 7 han llegado a las pantallas de cine. Llama también la atención el tiempo de maduración que requieren las películas bolivianas. Entre los filmes estrenados, el periodo entre la exposición del proyecto en el Bolivia Lab y su llegada a las salas puede llevar entre tres y siete años. Por ejemplo, Durazno (2014) de Yashira Jordan, fue la que menos tiempo tardó, tres años. Mientras que películas que implican una mayor complicación desde el punto de vista de la producción, como Las malcogidas de Denisse Arancibia (2017), llegaron a tardar siete años.
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Estos datos muestran la enorme dificultad del camino de las coproducciones y los laboratorios. Sin embargo, el Bolivia Lab parece ser un lugar previo para lograr fondos mayores, como, por ejemplo, los de Ibermedia. Así, de los proyectos detectados, 11 recibieron el apoyo del programa, es decir, casi el 30 por ciento. De ahí que es plausible pensar que este laboratorio permite el encuentro de posibles coproductores para filmes bolivianos.
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Más allá de los números, es evidente que el Bolivia Lab es el único evento que ha durado en el tiempo y tiene un reconocimiento internacional. Asimismo, es natural pensar que los realizadores bolivianos que se han formado en los últimos 15 años han tenido en algún momento un contacto con el Bolivia Lab. Se pueden mencionar varios proyectos que pasaron por este espacio y que tuvieron una importancia capital para la historia del cine boliviano contemporáneo: Viejo Calavera (Russo, 2017), Las malcogidas (Arancibia, 2017), Pseudo (Patiño y Reneo, 2020), 98 segundos sin sombra (Richter, 2021) y Los de abajo (Quiroga, 2022), entre otros. Asimismo, en sus catálogos aparecen nombres de realizadores como Diego Mondaca, Alvaro Olmos, Tomás Bascopé, Sergio Estrada y Alejandro Quiroga, por mencionar algunos. Este pequeño recuento es suficiente para mostrar el papel crucial que ha tenido el Bolivia Lab en nuestra cinematografía, en tanto ha servido como formador de toda una generación de cineastas hoy en activo.
Evidentemente, con el boom de escuelas de cine que se vive en estos momentos se puede pensar que el papel formador del laboratorio va a ser otro. Probablemente se convierta en el vínculo entre los recién egresados de las diferentes escuelas y el mundo profesional internacional del cine. En todo caso, el trabajo realizado por Saavedra y Martínez, lleno de obstáculos, es de importancia fundamental para entender la historia del cine contemporáneo boliviano.

Texto: Sebastian Morales Escoffier
Fotos: Bolivia Lab