Un museo impulsado por Bismark Reyes resguarda piezas halladas incluso en las casas de los lugareños del municipio cruceño
Una de las paradas obligatorias para quienes visiten el municipio de Portachuelo —a 76 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra— es el Museo Histórico Municipal, ubicado en la Casa de la Cultura de esta población. Allí se encuentra una variedad de piezas singulares, como un manuscrito colonial de 200 páginas que data de 1778, una urna funeraria de la cultura chané o 32 tarjetas de visita —formato fotográfico de retratos de estudio que se solía regalar a las amistades— de 1871. En exposición hay 850 objetos distribuídos en tres salas en que se desarrollan diversas temáticas, como la Guerra del Chaco.
Se trata de una iniciativa de Bismark Reyes Angulo, actual director del repositorio, quien desde muy joven ha sentido pasión por los objetos antiguos y ha ido recolectando cada pieza visitando los diferentes hogares de su municipio. “Todo se ha logrado tocando puertas. Por ejemplo, tenemos 100 carpetas notariales de hace más de 120 años, donde hay mucha información sobre la historia del Norte Integrado (Montero, San Carlos, Buenavista, Naicó y Saavedra, entre otros)”.
Bismark Reyes dirige el Museo Histórico Municipal de Portachuelo, que exhibe 850 objetos.
Reyes también cuenta con una biblioteca privada de 8.000 libros, que se encuentra en su domicilio, así como una colección de 3.000 fotografías históricas, tanto de Santa Cruz como de los demás departamentos del país.
Este museo —que cuenta con el apoyo de la secretaria de Desarrollo Humano del municipio, Milixa Antelo Herrera— tiene piezas singulares, desde recetas tradicionales —como la de la sopa de palmito, plato extinguido en la culinaria de los pueblos orientales— hasta imágenes religiosas, campanas, teléfonos e instrumentos musicales.
Por ejemplo, en octubre de 2022 las campanas de la iglesia Inmaculada Concepción de Portachuelo fueron cambiadas por unas nuevas. Reyes hizo las gestiones para que las campanas antiguas —que datan de 1863— pasen a formar parte de la exhibición.
El museo abrió sus puertas el 7 de agosto de 2021. Ese año, el espacio contó con 105 visitantes; para 2022, la cifra llegó hasta las 955 personas. Y esta gestión ya hubo 584 turistas. Se espera que la colección despierte todavía más atención y así la cifra supere a la registrada el año pasado.
“Los museos impulsan la cultura, el conocimiento del patrimonio. Se trata de espacio de paz y de diálogo que fomentarán los encuentros sociales”, agrega el gestor.
De los recorridos en el Museo Histórico Municipal de Portachuelo se encargan los guías Herlan Méndez y Roselina Reynoso Reyes. Los horarios de atención son de 8.00 a 12.00 y de 14.00 a 18.00. El ingreso es gratuito.
‘Bafopaz Sinfónico’ unirá a la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia con el Ballet Folklórico de La Paz. Ana Ariscurinaga, su directora artística, relata el proceso.
Irreversible es la primera exposición individual de Rodrigo Alarcón Moscoso (1992, Cochabamba) en el Museo Nacional de Arte (entre Socabaya y Yanacocha) de La Paz, después de un intenso año de trabajo, desde una residencia artística en Mar del Plata en Mundo Dios, la creación de la “Agrupación Accidentada” junto a Alejandra Dorado y Cristopher Wlisterman, su participación en la Bienal de Arte Contemporáneo de Santa Cruz, luego en la Bienal Sur en La Paz y ahora Irreversible.
Esta instalación de sitio se manifestó primero en un subsuelo de la Ciudad de Santa Cruz y ahora en el salón Taypi Qhatu, aquí en las montañas, luego la llevaremos a los cielos.
Irreversible es una ofrenda, hecha de pigmento y luz, un espacio inmersivo para provocarnos desde las sensaciones y emociones. Tiene la fuerza de la pintura con manchas, texturas y cuerpos vegetales, pero también nos plantea situaciones urgentes que nos atañen a todos, como el extrativismo, control sobre nuestros cuerpos y la vulnerabilidada de estos ante los modelos políticos y económicos. Esta es una excusa para acercarnos y conversar.
La obra
Se trata de una instalación de sitio, la mutación de la pieza presentada en Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Santa Cruz y ahora compartida en la planta baja del MNA en La Paz, donde nuestras diversas cosmovisiones comprenden diferentes estratos como lo subterráneo, terrenal y lo elevado.
Extraer el color de las flores no es un proceso natural, sino la construcción de un saber con sus propios propósitos, un proceso que separa el pigmento de los tejidos vegetales donde el líquido carmesí y las flores diafanizadas permanecen divididas en la misma solución de forma irreversible.
Esta vulnerabilidad y gestualidad y se hacen perceptibles a través del soporte, considerándose un hecho pictórico.
La instalación consta de grandes superficies de lona cristal suspendidas en la sala y sostenidas desde el techo, conteniendo agua, flores y pigmento, que por su peso generan tensión y movimiento.
La presencia de estos seres masivos intimida por su personalidad escultórica y ritual, gran escala y dinamismo vivo. Al pasar el tiempo mutarán su aspecto por decadencia y nuestros puntos de vista alrededor de ellos.
La instalación con carácter inmersivo se establece como en un cuerpo que invita a acercarnos para establecer contacto mediante nuestra corporalidad.
Lo que presenciamos nos remite a fluidos corporales, vísceras o muestras de laboratorio, un tinte que simula sangre, todo como parte de una ofrenda antes de ser vertida en el suelo para consumarse como un alto sacrificio. Cuando superamos lo evidente nos permitimos extendernos emocionalmente para detallar en el gesto.
Estos cuerpos, como los que nos rodean, son entidades con procesos vitales, intenciones traducidas en materia y estas en acción.
El cierre
El silencio es cómplice, por eso Rodrigo y yo no queremos quedar indiferentes ante la difícil situación medioambiental que se vive en el país. Por eso repudiamos los procesos de extractivismo que están provocando los males que hoy nos interpelan a todas, todos y todes. Nos manifestamos en contra de los intereses agropecuarios, mineros, cocaleros, soyeros y ganaderos que están destruyendo nuestro futuro. Pedimos la abrogación de las leyes que favorecen los intereses económicos y políticos de pocos en desmedro de la problación general. Llamamos a todos a participar activamente en manifestaciones y estrategias colectivas que permitan lidiar con esta emergencia para llegar a soluciones.
Rodrigo Alarcón presentó una primera versión de la obra en la Bienal de Santa Cruz.
* La muestra ‘Irreversible’ permanecerá abierta hasta el 29 de diciembre. Los días 27 y 28 de noviembre habrá una reunión de exploración material. El curador Juan Fabbri ofrecerá un conversatorio y se presentará el catálogo de la exposición el sábado 2 de diciembre.
El Teatro Doña Albina del Espacio Simón I. Patiño de La Paz fue el escenario que acogió a la reconocida jazzista española María Toro y sus músicos acompañantes el 18 de noviembre. En esta ciudad el grupo de artistas concluyó una gira que los llevó por cinco países de América Latina. Un regalo, una joya, que ofreció el Centro Cultural de España en La Paz (CCELP).
El cuarteto brilló por su calidad artística y la singularidad de la propuesta de María Toro, destacada artista con una trayectoria reconocida y apreciada internacionalmente. Con sello propio, esta flautista, pandereteira, cantante, arreglista, compositora y productora deslumbró al público que asistió al concierto patrocinado por la Cooperación Española, a través de su Programa de Capacitación para el Desarrollo en el Sector Cultural (ACERCA) y organizado por el CCELP.
Los músicos que le han acompañado en esta gira —Antonio Miguel, bajista, compositor y arreglista; David Sancho Mangas, pianista y compositor; y Naíma Acuña, baterista— también mostraron su elevado nivel técnico y artístico, destacándose el piano en la primera parte del concierto, con sendos solos y momentos sublimes, con matices y texturas propios de la música contemporánea urbana, ya que el artista acopló sonoridades de voces callejeras que seguramente recogió de su andar por la ciudad.
María Toro y su cuarteto se presentaron en el teatro Doña Albina de La Paz.
Poco a poco, el cuarteto —de la mano de María, su flauta y su pandereta— nos fue llevando hacia los territorios más íntimos de su tierra natal, pero siempre enmarcado dentro del jazz, género que le permite expresarse con total libertad. Interpretó cantes en su lengua natal, el gallego, recuperando las canciones que su abuela le cantaba. “Este es mi lenguaje emocional”, dice junto a la pandereta que incorpora en su propuesta ecléctica. El piano, el bajo y la batería le proporcionaron el cuerpo para seguir en la ruta del jazz, que es el género que le permite expresar su espíritu libre y desprejuiciado.
María —que ha pisado escenarios internacionales en Estados Unidos, Europa y América Latina— recoge de sus viajes el néctar de las músicas populares de cada país. Ha compartido escenario con otros grandes del jazz como Savion Glover, Jack DeJohnette, Ross Pederson, Richard Bona o Jean-Michel Pilc, y ha tocado en lugares emblemáticos como Blue Note, club neoyorquino considerado actualmente uno de los escenarios de jazz más famosos del mundo. Y de su paso por Brasil, ha tenido el privilegio de compartir con Hermeto Pascoal, compositor, arreglista, productor musical y un virtuoso multiinstrumentista, considerado una de las figuras más importantes de la música popular brasileña y del jazz contemporáneo, con quien grabó Ararás, su segundo trabajo en abril de 2017, en Río de Janeiro.
María provoca un encantamiento con su flauta, su cante y su pandereta. Esta jazzista se nutre de la música popular de su tierra natal, como también de las sonoridades y de América Latina y el mundo, y eso es lo que la hace única. “Me parece muy importante poder utilizar el folclore de cada pueblo para expresarme, porque es lo que nos identifica. Y todas esas fronteras que nos quieren imponer, con muros y visados, viene la música y las rompe completamente, porque la música tiene un poder que es imparable, no hay poder más grande que ese”, afirmó la artista.
María proviene de Xerdiz, una aldea ubicada al norte de la provincia de Lugo, en la comarca de Mariña, en Galicia, que está situada en el noroeste peninsular. En una charla jovial, con quien suscribe esta breve crónica, la artista compartió sus memorias y su arraigo: “Mi familia tenía la taberna del pueblo y era un lugar de encuentro, ahí venía todo el mundo a cantar y a bailar. La gente iba allí para olvidarse de sus problemas. Yo me crié en ese ambiente. Con dos años yo ya estaba coplando con la gente de la aldea y con el pueblo. Después, cuando me mudé a una ciudad más grande a estudiar, me metí en un conservatorio y me hice académica, pero el folclore siempre me ha acompañado y lo he recuperado. Me he dicho: ¿Cómo no voy a poder yo expresarme como me nace? Al principio, cuando puse la pandereta en mi propuesta de jazz, la gente no entendía bien qué era lo quería contar, más yo simplemente busco expresar aquello que no quiero olvidar, que es lo que aprendí de pequeña, porque ese es mi lenguaje emocional”.
Tanto el concierto como el encuentro que dio origen a esta nota, son de esas cosas que sólo suceden en esta mágica ciudad.
La señora Virginia Huasco de Laure es una experimentada cocinera que lleva varios años a la cabeza del exitoso restaurante La Sazón de Doña Vicky —ubicado en la calle G N° 260, casi esquina con la avenida Alfredo Sanjinés, en la zona Tejada Alpacoma— que gracias a su eximia mano para la cocina ha logrado conseguir la preferencia de los comensales de la ciudad de El Alto, quienes todos los fines de semana se dan cita en este establecimiento.
A esta consolidada propuesta de comida nacional basada en platos a la carta, ahora se suma un nuevo local ubicado en la calle C N° 776, a una cuadra de la Avenida del Policía, con muy bien logrados almuerzos que, de lunes a viernes y por 18 bolivianos, ofrece deliciosas sopas como la crema de brócoli, crema de zanahoria, sémola o cazuela de pollo, con segundos como rollo de carne, pollo a la mostaza, cordon bleu, lasaña, picante de pollo o queso humacha, solo por nombrar algunos sabrosos ejemplos, ya que el menú varía diariamente y también incluye el postre del día. Para informarse sobre el mismo se puede entrar a la página de Facebook: Recreo Familiar La Original Sazón de Doña Vicky Zona Sur El Alto.
Los fines de semana y feriados se pueden pedir en ambos locales platos típicos a la carta como el pique macho, picante surtido, costillar de cerdo, nudo crocante, brazuelo, ranga ranga, costillar de cerdo, fricasé mixto, thimpu de res, lechón o chicharrón de cerdo, solamente por citar algunos de los más de 30 platos que se podrán encontrar en su muy solicitado menú.
Es importante también recalcar que el restaurante cuenta con seguridad privada, los espacios son sumamente cálidos, amplios y muy cómodos, ideales para ir con toda la familia. Incluyen también juegos para niños y a cargo de la excelente atención está un laborioso staff que cuida minuciosamente cada uno de los detalles para que la estadía de los visitantes en las dos sucursales sea muy placentera y memorable.
Dirección: Local uno Calle G N° 260, Urbanización Tejada Alpacoma, Ciudad Satélite, El Alto – Local dos – Calle C N° 776, Urbanización Tejada Alpacoma, Ciudad Satélite, El Alto
‘Bafopaz Sinfónico’ unirá a la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia con el Ballet Folklórico de La Paz. Ana Ariscurinaga, su directora artística, relata el proceso.
Algunas personas piensan aún que los espectáculos nacen de un día a otro, por moda o inspirados en otros. Este no es el caso del Ballet Folklórico de La Paz (Bafopaz), ya que me atrevo a decir que todas sus grandes producciones han sido primero soñadas, ideadas y posteriormente plasmadas a través de procesos investigativos, creativos y arduos días de ensayo, confección de vestuario y escenografía, entre otros muchos aspectos que sería largo enumerar.
Bafopaz Sinfónico venía dando vueltas en la cabeza de Víctor Hugo Salinas desde hace ya muchos años, quien en su melomanía repasaba tarareando varias piezas que la máxima institución de música de nuestro país interpretaba virtuosamente en varios conciertos a los que asistía para seguir imaginando cómo sería danzar con el acompañamiento de esta maravillosa orquesta.
Como buenos católicos sabemos que los tiempos de Dios son perfectos, y en una de esas tantas tertulias de café con galletas que me gusta tener con él, decidí también apoyar este sueño loco, pues como directora artística consideré que el tiempo había llegado y que los bailarines de Bafopaz estaban preparados para asumir el reto. Mientras escuchaba los mares de ideas de mi esposo, en mi mente, la música del Poema Melódico para un Danzante de Eduardo Cassapia se entrelazaba con la historia de un danzante que baila hasta morir.
Fotos: Alberto Schwartzberg
“Un bailarín que se retira, muere dos veces, la primera cuando deja bailar…”, leí por ahí, lo que me hizo pensar que la idea de dejar el escenario para nosotros estaba aún muy lejana, así que convenimos un retorno a la danza tradicional para él y un retorno a otras técnicas de danza para mí, claro está, acompañados por un grupo de 96 bailarines de los elencos superiores de Bafopaz, que al igual que nosotros aman la danza profundamente y que quieren bailar como ese danzante, que adquiere muchos rostros de fiesta, que se transforma, que sigue la melodía con su cuerpo, que se deja llevar y queda en la retina de quienes lo observan.
Ha pasado el tiempo y nos encontramos en la semana más intensa, ultimando detalles de danza y música para ofrecer un espectáculo de alta calidad artística. Estamos ansiosos y felices por asumir un reto crucial para nuestra vida artística: interpretar un repertorio propuesto por la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia, que ha realizado arreglos orquestales para temas emblemáticos como: Yungueñita, Pandinita y Mamita; las cuecas Destacamento 111, Flor de Chuquisaca, Cholita Paceña y Rosa Carmín, y hermosas morenadas como Cecilia y Aromeñita, entre otras que serán parte del espectáculo en general, además de Trilogía India, que junto a otros temas podrán apreciarse en la obra Liquina, todo interpretado por sus 45 componentes.
Algunos personajes de la obra ‘Liquina’, que se presentará en el espectáculo.
Además de esta linda amalgama, no podíamos dejar de contar con la presencia de invitados especiales como el Ensamble Musical Bafopaz, acompañados por Nayra Porco en la voz, quienes compartirán junto a nosotros un repertorio de folklore tradicional renovado, cargado de la energía de nuestra tierra, esta vez homenajeando a Beni y a Chuquisaca con obras que invitarán al público a bailar desde sus butacas.
El reto también es técnico, corpóreo, interpretativo y narrativo, pues siempre es nuestro interés cautivar, sensibilizar y conmover al público a través de nuestra danza. Hacer que sienta lo que nosotros sentimos al danzar, esa es nuestra misión.
El arte de la danza no es fácil: la inversión es mucha, el riesgo aún mayor, pero aquí estamos intentando revalorizarla. Seguiremos bailando como el Danzante, hasta morir, o mejor aún, volviendo a vivir en cada danza. ¡Quedan todos invitados!
* Bafopaz cumple 17 años este 20 de noviembre, la gala forma parte de la celebración. El espectáculo se realizará los días martes 28, miércoles 29 y jueves 30 de noviembre a las 19.00 en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez. A las 19.30 será el cierre de puertas e inicio del espectáculo. Se sugiere al público asistir con vestimenta formal. Las entradas se venden en el Centro Cultural Bafopaz (calle México, edificio María Reyna, a metros de la Plaza del Estudiante N°1907, de 10.00 a 19.00. O escribiendo al WhatsApp 75290603.
Omar Alarcón Poquechoque es psicólogo (de eso vive), poeta (con tres poemarios a cuestas) y cineasta (con tres documentales a sus espaldas). Acaba de presentar su última película en el Festival de Cine Radical. Con un extraño y largo título: Antes de cavar un hueco en el techo y llenarlo de pájaros. Omar llegó a La Paz desde Sucre para presentar su obra junto al protagonista de este su último documental.
Con Omar Alarcón el cine es una cosa de locos, de “outsiders”, de personajes fuera de foco, de mucha miga en contra campo. Su segundo documental Mar Negro (2018) nos metía en el “Pacheco” de Sucre para descubrirnos al poeta desconocido, a Hugo Montero Áñez, acusado de locura. Con su primera película (Mirando el espejo, 2006), el chuquisaqueño volvía al pueblo de su abuela (Arístides Aguilar de Poquechoque); volvía a Ravelo. Era aquella una visita a la memoria de su familia; memoria de un lugar olvidado pues todos partieron a la ciudad/capital. El cine, es para Alarcón, espejo profundo, reflejo de una raíz abandonada. Es regreso eterno al río de la infancia cuando todo era felicidad.
Con su tercera y última película (Antes de cavar un hueco en el techo y llenarlo de pájaros), Omar Alarcón nos coloca delante de una mujer (María Nuith Corminales Seoane) que ya no está (falleció en abril de 2021 por una caída y un fuerte golpe en la cabeza); una mujer condenada al encierro (otra vez el encierro) y a las miradas ajenas; una mujer diferente que ve la luz de nuevo gracias a una cámara de cine que graba a sus amigos. El cine, es para Alarcón, salvación. Remedio.
Con el equipo de la pizzería de ‘Sol en casa’.
Omar Alarcón es cofundador del Centro Terapéutico “Sol en Casa” que trabaja en Sucre con hombres y mujeres jóvenes con capacidades diferentes/especiales (síndrome de Down, rasgos de autismo o dificultades de aprendizaje). Tienen —entre otras cosas— una bella pizzería en el centro de la ciudad donde los chicos/chicas trabajan, cocinan, atienden las mesas.
Nota mental: el que esto escribe compartió unas pizzas en ese lugar con el escritor sucrense Fabricio Callapa Ramírez hace unos meses y pudo atestiguar que las pizzas están realmente buenas, no por nada tienen el asesoramiento de Manqa Escuelas de Cocina junto a su chef Natalio. Aunque lo mejor no son las pizzas, lo que te enamora y seduce es la atención esmerada, atenta y dulce de los chicos y chicas del lugar, los “soles de la casa”. Con ese lindo recuerdo en la retina y el paladar, charlamos con Alarcón, don Omar.
—Tu reconocida película Mar Negro llegó a consecuencia de tu trabajo como psicólogo/terapeuta. En 2010 iniciaste tu internado de Psicología en el Instituto Nacional de Psiquiatría Gregorio Pacheco de Sucre y conociste a Hugo Montero, poeta que llegó a vivir 65 años en ese lugar hasta su muerte en 2016. Publicaste también obra de Montero en la antología Panacea (editorial Pasanaku, 2017). Y lo filmaste durante siete años. ¿El cine y la poesía, el arte en general, pueden curar y paliar el dolor? ¿O nos gusta exagerar?
—Para mí el arte (el cine, la poesía u otros) es la representación de la libertad. El acto creativo es en sí mismo una manifestación y una reafirmación de nuestra libertad interior. En ese sentido es que el arte puede ayudarnos a atravesar momentos dolorosos o difíciles. Hugo Montero estuvo encerrado 65 años en un psiquiátrico, pero la poesía le brindó un sentido para seguir viviendo.
La mayoría de los pacientes del psiquiátrico son abandonados por sus familias, y en medio de esas paredes pierden la identidad, su memoria individual, su lugar en el mundo, y se convierten en casi fantasmas, solo un número de cama. Hugo Montero escribía poesía todos los días, llenaba cientos de cuadernos con sus versos, recitaba sus poemas a todos los visitantes.
Cuando la radio y la televisión iban al psiquiátrico siempre buscaban al poeta Hugo Montero para entrevistarlo. En sus poemas Hugo era muy crítico con el sistema médico y con la sociedad en su conjunto. En las reuniones de sala decía a sus compañeros: “Debemos salir de aquí y mostrarles a los de afuera que están más locos que nosotros”. A pesar del encierro y el olvido, la poesía mantuvo viva la identidad de Hugo y su pasión enorme por la vida.
Alarcón en la presentación del filme junto a Johnny Ordoñez.
—Tus visitas/estancias en el Psiquiátrico, no solo te descubrieron a Montero. También surgió el amor.
—En el psiquiátrico terminé mi carrera de psicología. Conocí a Hugo Montero, quien me devolvió el amor y la fe en la poesía. Filmé mi primer largometraje y me enamoré de una educadora (Pauline Boyer), con quien después fundé “Sol en Casa”, un centro terapéutico para niños con discapacidad donde trabajo todavía. Al psiquiátrico (Instituto Nacional de Psiquiatría Gregorio Pacheco, de Sucre) le debo muchos de los aprendizajes y encuentros que han marcado mi vida. Le estaré siempre agradecido.
—En tu última película Antes de cavar un hueco en el techo y llenarlo de pájaros también confías en la cámara como arma terapéutica. En la charla después de la proyección de la película en la Cinemateca Boliviana, no te mostraste demasiado confiado en el éxito de la terapia a través del cine. Aunque María, la protagonista del filme, solo sonríe cuando tiene la cámara en la mano.
—Volviendo a tu anterior pregunta, no creo que el arte por sí mismo “cure” o “sane”, pienso que el arte es un puente que puede ayudarnos a atravesar los abismos. Por ejemplo, la película que acabo de presentar nace porque la protagonista María, una joven diagnosticada con autismo, estaba muy triste en la pandemia a causa del encierro, sin poder ver a sus amigos.
Su familia, preocupada, me contó lo que ocurría y tuve la idea de regalarle una cámara para que tuviera algo con qué distraerse. Vi que a María le gustaba mucho filmar, entonces invitamos a su mejor amigo Johnny para grabar el sonido. De esa forma fuimos a visitar a todos los amigos de María mientras grabábamos una película documental. María mejoró mucho, pudo salir del cuadro de depresión en que se encontraba. Sin embargo creo que lo que realmente le ayudó no fue el cine, o el arte, sino el cariño de sus amigos y amigas a quienes encontraba en los rodajes.
— La pizzería Sol en Casa (calle Padilla entre Camargo y San Alberto) y su lema (“Pizzas hechas con amor”) es parte de tu proyecto de trabajo y vida desde hace 10 años. ¿Cómo repercute en la inclusión de los chicos? ¿No sientes a veces que ellos te dan más a vos que tú a ellos?
—Para los jóvenes con discapacidad intelectual es muy difícil encontrar trabajo. Muchos de ellos van a la escuela hasta los 15 o 16 años y después la abandonan porque son víctimas de discriminación. La mayoría de ellos se queda en casa, sin oportunidades de seguir formándose o de trabajar. Por eso en la Fundación “Sol en Casa” hemos creado una pizzería donde los jóvenes con discapacidad intelectual tienen formaciones de chefs y trabajan haciendo las pizzas y atendiendo al público. Es un espacio no solo de inclusión laboral, sino también un espacio de encuentro social.
Muchos artistas vienen a la pizzería a hacer presentaciones de música, teatro, circo, títeres, etc. De esa forma las personas de la ciudad que vienen a la pizzería y pueden conocer y conversar con los jóvenes, descubriendo las maravillosas personas que son. Personalmente, me siento muy afortunado de trabajar con ellos. Seguramente yo aprendo de ellos mucho más de lo que ellos aprenden de mí. La sencillez y alegría con la que habitan el mundo son increíbles. Precisamente la película que acabamos de presentar está basada en esa experiencia, en la capacidad espontánea de ser feliz a cada instante. Eso es lo que intento aprender de ellos cada día.
La nueva cinta de Alarcón sigue a la protagonista, María Corminales, y su cámara.
—En tu último trabajo actúa Johnny Ordóñez, uno de esos trabajadores de Sol en Casa. ¿Cómo fue el rodaje y que aportó en frescura y espontaneidad? Durante la citada charla en el Festival de Cine Radical, en la Cinemateca, Johnny se robó el show con su espontaneidad y carisma desbordante. Y su promesa de seguir actuando y haciendo cine.
—Desde que conocí a Johnny me asombró su alegría y espontaneidad. Cuando empezamos a filmar las primeras imágenes con la protagonista, María, inmediatamente me vino a la mente Johnny para completar el equipo. María es un personaje muy dulce y a la vez profundo, Johnny es un complemento perfecto, su carisma es inigualable. Si en el futuro existe la posibilidad estaré muy feliz de filmar otra vez junto a Johnny.
—Has trabajado en blanco y negro y en color. Y con cámaras digitales de pequeño formato.
—La única película que rodé en blanco y negro fue mi primer cortometraje Mirando el espejo. Mis dos largometrajes son a color. En ambos utilizo diversos formatos, como el HD y MiniDv. Siento que la utilización de varios formatos aporta mucho a las películas de no ficción que realizo, la superposición de capas y texturas logran evocar en la pantalla algo que sucede de manera natural en nuestra mente.
—Pasemos a la poesía. Tus poemarios El corazón entrega sus muertos (2006), Roca negra (2020) y Mil y una noches sin Wi-fi (editorial 3600, finalista en el premio Vicente Huidobro 2020) te ofrecen la chance de explorar otros territorios. ¿Por dónde van esos caminos, muchas veces cosmopolitas? ¿Te sientes más cómodo en la prosa poética? ¿Qué es la poesía?
—Antes de ser cineasta escribí y leí mucha poesía. Mi experiencia más larga en la creatividad viene de allí, de la literatura. Escribo desde hace casi 20 años. Me siento muy cómodo escribiendo poesía, a diferencia del cine se necesitan mucho menos recursos y uno puede ser independiente en casi todo el proceso creativo. Por su puesto el cine tiene sus encantos particulares, es un arte eminentemente social y ahí radica su poder y su fascinación. Es difícil definir la poesía. Es como tratar de definir qué es la muerte, o inventar una explicación rápida para la vida. No me animaría a hacerlo.
—Has participado en festivales nacionales e internacionales de poesía y formas parte de varias antologías poéticas como Cambio climático (2009) y Memoria sin espejo-Quince poetasbolivianos contemporáneos (2019). También has publicado tu obra poética en países como Chile y España, ¿Cómo se logra llegar a esos públicos y editoriales con un género como la poesía, tan subterránea y minoritaria?
—Muchas veces el camino de la poesía es solitario e íntimo. En otras ocasiones el acto poético se transforma en un activismo colectivo. Ambas cosas me han sucedido. Mi primer libro, El corazón entrega sus muertos, fue publicado en la Editorial Pasanaku, una editorial alternativa de Sucre a principios de los 2000. Luego poco a poco las redes de la poesía fueron tejiéndose a mi alrededor y fui conociendo personas tanto de Bolivia como de otros países que amaban ese arte. De esa forma la Editorial Andesgraund de Chile ofreció publicar mi segundo libro Roca negra y un año después, gracias a que quedé como finalista en un concurso internacional, la editorial española Valparaíso Ediciones me invitó a publicar con ellos mi tercer libro Mil y una noches sin Wi-Fi.
—Ha salido en la charla el nombre de la editorial Pasanaku de Sucre, una linda y fructífera iniciativa colectiva. Háblanos de Pasanaku.
-La editorial Pasanaku fue muy importante para muchos escritores jóvenes de Sucre. Se llamaba así porque funcionaba como un “pasanaku”. Cada uno de los integrantes daba un pequeño capital de dinero y con esos recursos publicábamos el libro de alguien. Con las ventas de ese libro publicábamos el siguiente libro, y así, hasta que todos pudieran publicar su obra. De esa forma publicamos más de 20 libros de poesía, novela, cuento y ensayo. Era una linda forma comunitaria de producción, porque todos estaban involucrados no solamente en la financiación de los libros, sino también en su edición, manufactura y venta. Algunos de los autores que publicaron en la editorial Pasanaku fueron: Clider Gutiérrez, Marianné Palacios, Fabricio Callapa, Santiago Rodríguez, Miguel Alcaráz, Micaela Mendoza.
—Volvamos al cine. Llevas filmando la vida y aventuras de una mujer trans muy conocida y luchadora en Sucre como Nikita López, diseñadora de modas, activista LGBTIQ+, ¿se puede contar algo de este tu último proyecto cinematográfico?
—Filmé junto a Nikita aproximadamente tres años. Ha sido una experiencia maravillosa, es una amiga que estimo y valoro muchísimo. Hemos pasado juntos cumpleaños, años nuevos, etc. He visitado la casa de su familia varias veces y tenemos recuerdos muy lindos del tiempo que hemos compartido. El material que hemos grabado juntos es muy entrañable para mí. El montaje de su película todavía no ha empezado. Espero iniciarlo muy pronto. Es una película pendiente a la cual le tengo mucho cariño.