Cuando los libros son de todos
Imagen: RICARDO BAJO HERRERAS
Imagen: RICARDO BAJO HERRERAS
Javier Saravia presta libros. Y la gente los lee y los devuelve. Es la Biblioteca Comunitaria ‘Los libros son de todos’
Carlos Javier Saravia Tapia tiene una biblioteca. Pero su biblioteca es de todas, de todos. Cree en la propiedad común. Saravia se planta en cualquier feria o evento cultural y presta sus libros. Por 30 días, sin que cueste un peso. José Noya es “bartender”, hace y deshace cócteles de todos los colores. Está devolviendo un libro que se ha prestado de la biblioteca itinerante/feriante de Saravia. “No he podido terminar”, dice con pena. Es La historia interminable de Michael Ende. Saravia sonríe. No pasa nada, es normal que alguien no pueda terminar de leer una “historia interminable”.
Saravia no solo presta libros, también los receta. Y apunta todo sistemáticamente. En un cuaderno con lápiz y papel. A la vieja usanza. Luego cuando llega a su casa, lo pasa todo a la computadora, a una base de datos. Por eso sabe que lleva prestados 1.736 libros a 894 personas en dos años y medio de laburo. (Nota mental: el “Cóndor de los Andes” debería ser para personas que hacen bien a su comunidad y no para embajadores/empresarios expertos en “figuretear”). Sarabia piensa que a José Noya, el camarero de bar que no para de viajar, tal vez hubiese sido mejor prestarle un libro de cuentos breves. Un Alcoholatum y otros drinks del Viscarrita, por ejemplo.
Cada domingo de Feria del Prado, Saravia presta medio centenar de libros. Y la gente los devuelve después de leerlos. Esa es la verdadera gran noticia. Los lectores (lectoras en realidad, pues la mayoría son mujeres) dejan su nombre completo, su celular y su dirección. Los tienen en su casa, los leen, los llevan, los traen. Cuando no hay feria se devuelven en la librería Subterránea de la avenida 6 de Agosto, en Sopocachi.
Andrea Guachalla está ojeando El club de la pelea de Chuck Palahniuk. Ha bajado de la zona Cristo Rey hasta el Prado. No está muy convencida del libro. Lo toca y retoca. Pasa páginas. Entonces Saravia salta por su presa: “en las primeras páginas hay una referencia al tinku potosino, llévate el libro, te va a gustar”. Dicho y hecho. En estos días por la zona Cristo Rey, si es tu primera noche con el club de la pelea, tienes que pelear, tienes que leer.
Antes de Andrea que ha llegado con su madre, han volado del puestito de Saravia La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, Diario de un genio de Salvador Dalí, Azul de Rubén Darío, Felipe Delgado de Jaime Saenz y Al día siguiente igual de Manuel Vargas. Los personajes de los cuentos del vallegrandino Vargas andan estos días haciendo travesuras por Villa El Carmen. Virginia Chacón los devolverá una de estas semanas a su lugar y el libro caerá en otras manos, dormirá en otras casas, soñará otras vidas.
Saravia no solo presta y receta libros. También canta. Musicaliza poemas para atraer como flautista de Hamelín a sus lectoras. Estamos ahora en la primera Noche de Libros. Lugar: avenida Ecuador, barrio de Sopocachi. Saravia pone música a un poema de García Lorca, aquel poeta asesinado por los fascistas al amanecer por rojo y maricón. Es un ritmo de cumbia. Y Saravia canta y sus males espanta: “Noche de cuatro lunas / y un solo árbol, / con una sola sombra / y un solo pájaro. / Busco en mi carne las / huellas de tus labios. / El manantial besa al viento/ sin tocarlo”.
Cuando Saravia no canta, inventa listas. La última se llama: “Los libros olvidados de la literatura boliviana”. Encabeza la idea “borgeana” el Ulises, un libro de Gonzalo Hermosa sobre su hermano. Alicia en el país de la sopaipillas y Los hermanos Q’ara-mazov siguen a continuación. La idea es un homenaje a Germán “Machi Mirón” Araúz y su Crónica secreta de la guerra del Pacífico y otros cuentos.
La biblioteca comunitaria “Los libros son de todos/Taqpachaw Taqinki” ha cumplido dos años y medio de vida y tiene como sueño crear una comunidad organizada que gestione una biblioteca al servicio de todos. Esa labor la deberían cumplir las bibliotecas públicas pero no lo hacen. Mientras esperamos a la siguiente lectora y al próximo libro viajero, quédate escuchando nuestra charla con Saravia, un encantador de libros.
—¿Cómo, cuándo y porqué nació la idea de una biblioteca comunitaria que presta libros?
—Estoy convencido de que los problemas se deben arreglar haciendo cosas, activando la sociedad, fue por esto que decidí iniciar una biblioteca para resolver el problema del bajo nivel de lectura en el país. Yo he estudiado bibliotecología y he trabajado en muchas bibliotecas, pero nunca sentí ni de lejos que estaba haciendo algo efectivo para incentivar la lectura, así que decidí cambiar el enfoque e ir directamente a la raíz del problema. Me convencí de que la única manera de que la gente adquiera el gusto por la lectura era que tenga a disposición un libro físico, no electrónico, en sus manos; y que lo pueda tener por un tiempo largo. También, de que ese contacto con el libro debía de hacerse en la calle, saliéndole al paso al no lector. Armado de estas convicciones transmití por Facebook un mensaje en video en febrero de 2021, llamando a los idealistas de la transformación social, que presumía cientos, a sumarse a mi proyecto: una biblioteca que preste libros por un mes sin costo. La respuesta me dejó frío, silencio en el ciberespacio. Solo una persona contestó, Rodolfo Luna. Con él iniciamos la biblioteca el 23 de abril de 2021.
—¿Por qué elegiste el lema “Los libros son de todos”?
—Los libros son de todos y todo es de todos, solo que esta última parte la coloco en aymara “Taqpachaw taqinki”. Porque vivimos en un momento crítico para nuestro país y para el mundo en el que las necesidades y las carencias son muy grandes, por lo que es mucho mejor y más lógico compartir los medios escasos que tenemos que buscar apropiarnos cada uno de lo necesario para vivir y progresar. La mentalidad de la humanidad está atravesando la época precisa para hacer el cambio, si somos capaces de compartir ciertas cosas, como los libros, y mantener y gestionar una biblioteca de todos y para todos, nuestras posibilidades de desarrollar nuestros conocimientos y educarnos, y por tanto nuestras posibilidades de dar respuesta a nuestros problemas se multiplicarán. La situación actual de desesperanza y falta de futuro de la juventud debe transformarse en una nueva organización social basada en la solidaridad.
—¿Cuántos libros llevas ya prestados? ¿y qué tipo de libros la gente prefiere?
—Entre el 23 de abril de 2021 y principios de este mes de octubre de 2023, dos años y medio de trabajo, hemos prestado 1.736 libros a 894 personas. Nuestra metodología de trabajo es salir a las ferias que organiza el municipio, principalmente las ferias dominicales del Prado. Las personas que se prestan libros proceden principalmente de El Alto, y de los barrios paceños de Sopocachi, San Pedro, Miraflores, la Buenos Aires, Gran Poder, Los Andes y la zona central. En nuestra colección predomina la literatura, las humanidades y las ciencias sociales. Nuestros libros más prestados son: La casa de los espíritus de Isabel Allende, Leyendas de nuestra América de Ute Bergdolt de Walschburger (libro infantil, autora colombiana); La llamada de la selva de Jack London, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, Diminuto y el monstruo subterráneo de Liliana Cinetto (libro infantil, autora argentina), entre otros.
—¿Cuántos voluntarios y voluntarias trabajan contigo?
—A lo largo del tiempo he tenido mucha ayuda de voluntarios, principalmente jóvenes estudiantes de distintas carreras, como Bibliotecología y Literatura, además de recibir apoyo de amigos y personas que hacen donaciones de libros y de dinero. Los voluntarios son fundamentales para el proyecto, así que todos los que quieran colaborar están totalmente invitados a acercarse al proyecto.
—La labor que haces es el trabajo de bibliotecas públicas municipales. Lamentablemente muchas no prestan libros, no compran libros de autores bolivianos como manda la Ley del Libro y así “ad infinitum”. ¿Cuáles son las causas de esta dejadez?
—Las causas son políticas, en el sentido de que se debe a falta de decisión de las autoridades municipales: alcalde y consejo municipal. Existen impedimentos de tipo legal administrativo, ya que se considera al libro de la biblioteca como un bien que es parte del patrimonio público, tal cual lo es un escritorio o una silla. Esta situación hace que el funcionario a cargo de la colección sea responsable por la posible pérdida de los libros, lo cual termina causando que de ninguna manera un funcionario municipal del sistema de bibliotecas esté dispuesto a llevar adelante el préstamo externo de los libros, es decir que la gente se pueda llevar el libro a su casa.
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La solución está en cambiar las leyes que correspondan que traten sobre los bienes públicos y se le dé un status diferente al libro de biblioteca, diferenciando un libro patrimonial histórico de un libro de uso para una biblioteca pública y dándole a cada uno una categoría diferente como bien público, de tal manera que se prevea su posible pérdida o daño y que, dentro de márgenes razonables, el funcionario no sea responsable de su pérdida.
Estos cambios implican decisiones y acciones a nivel de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que deberían ser promovidas por los gobiernos municipales de todo el país, porque son los llamados a brindar el servicio de biblioteca pública. Este sería el primer paso hacia una biblioteca pública moderna que promocione la lectura de una manera eficaz.
—Tu biblioteca se nutre de donaciones en una era donde la gente está viendo la chance de deshacerse de enciclopedias y libros de todo tipo que estorban en casas dominadas por todo tipo de pantallitas. ¿Cómo puede hacer una persona para donarte libros ya leídos, libros que merecen volver a ser leídos?
—Hay quienes tenemos libros en nuestras casas, libros que ya hemos leído y que sabemos que no vamos a volver a leer, o libros que nunca hemos leído y que sabemos que tampoco vamos a leer; en lugar de tenerlos en casa acumulando polvo, hagan lo que yo he hecho y ya hemos hecho muchos: dónenlos a nuestra biblioteca para que otros los puedan leer. Pueden llamarme al 71269427 o sino escribirme por Facebook en https://www.facebook.com/loslibrossondetodos.
—¿Cuál es la experiencia gratificante con la gente que se lleva un libro prestado más allá de los fríos números?
—Hay muchas cosas que no salen en las estadísticas. La gente que pasa y te dice “¡felicidades!”, los jóvenes que se entusiasman al saber que se pueden llevar un libro gratis, los realistas/mala leche, que te dicen que “tonto el que presta un libro y más tonto el que lo devuelve” a los que hay que contestar, “más tonto el loro que repite el refrán”; tampoco salen los señores y señoras mayores, que domingo sí, domingo no, pasan a devolver un libro y prestarse otro. En la feria hasta los que salen a vender refrescos y empanadas se prestan libros. Un lustrabotas que vende el Hormigón Armado pasa siempre a saludarme porque una vez le presté un libro, trae a sus amigos y les explica: “él te presta libros para que te lleves a tu casa”.
—¿Aspiras a tener un espacio propio?
—Aspiramos a inspirar a otras personas en cada ciudad del país a que se decidan a conformar una biblioteca feriante como la nuestra (feriante por que salimos a las ferias). Que se animen a tomar los libros que tengan en su casa, se den un tiempo, y salgan a prestar los libros a todos los que los necesiten. Si quieren pueden contactarse conmigo para que les dé algunos consejos para hacerlo. Algún día tendremos un local propio y con el apoyo de nuestra comunidad de lectores, seguiremos creciendo y generando una nueva mentalidad basada en la solidaridad y en la propiedad común de los libros.
Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras