Ciclismo
Sin esta carrera, que cada vez cuesta más organizar por la inversión que se debe realizar, ¿habría sido posible la aparición de figuras nacionales de cierta talla —léase Óscar Soliz, Juan Cotumba, Horacio Gallardo, entre las principales— o siquiera pensar en la conformación —siempre a través de esfuerzos privados— de equipos bolivianos intentando estar a la altura de un roce con el profesionalismo?
Si no fuera un emprendimiento privado, la Vuelta a Bolivia —antes Doble Copacabana— no sería una realidad. Hoy, en cambio, la carrera de ciclismo organizada por el Grupo Fides es una de las más reconocidas internacionalmente en América y ha ganado espacios como ninguna otra disciplina en el país. Su vigencia, por tanto, no debería estar en duda.
Al menos una vez por año un deporte, que no es el fútbol copa portadas, genera expectativas inusuales en la afición y, lo que es más importante, entrega a los ciclistas bolivianos la posibilidad de afrontar un cierto nivel de competitividad que, al menos a un puñado de ellos, les ha permitido mejorar y, en algunos casos, codearse con los mejores de afuera.
Sin esta carrera, que cada vez cuesta más organizar por la inversión que se debe realizar, ¿habría sido posible la aparición de figuras nacionales de cierta talla —léase Óscar Soliz, Juan Cotumba, Horacio Gallardo, entre las principales— o siquiera pensar en la conformación —siempre a través de esfuerzos privados— de equipos bolivianos intentando estar a la altura de un roce con el profesionalismo?
Los logros de la Doble, primero, y la Vuelta, después, pueden dividirse, por una parte, en la capacidad organizativa de un evento deportivo mayor que invierte importantes sumas de dinero, entre otras cosas para los premios, lo que convierten a la carrera en más atractiva; y, por otra, en los progresos deportivos que permiten a nuestros pedalistas prepararse y competir en un nivel más alto, si bien eso no va acompañado luego por verdaderas políticas de apoyo estatal y, por el contrario, se deja pasar opciones ciertas de crecimiento.
No sería justo, después de tanto esfuerzo para poner a una actividad deportiva boliviana en la vitrina internacional y tras haber dado la posibilidad a los deportistas nacionales, de competir durante años, hasta conseguir unos pocos frutos, pensar siquiera en la desaparición de la Vuelta. Lo cabal sería darle un fuerte espaldarazo a un exitoso emprendimiento para que se convierta, por muchos años más, en un motivo de orgullo nacional.