El VAR es una bendición
El VAR es lo mejor que le pasó al fútbol en cincuenta años. Es la gran novedad de esta Copa América: está debutando. Y en los primeros catorce partidos lleva casi treinta intervenciones con el 100% de acierto. O sea: en apenas catorce juegos hubiésemos tenido una treintena de errores graves que hubieran cambiado resultados y posiciones. Injusticia tras injusticia. Gracias al VAR, la casa está en orden, no hubo escándalos y todo es como debía ser.
Los partidos deben decidirse deportivamente, por mérito, no por fallas arbitrales o deslices antirreglamentarios. O cosas peores…
El Brasil 0 – Venezuela 0 es la perfecta muestra del fútbol antes y después de esta norma, la más revolucionaria junto con los tres puntos a la victoria y la prohibición al arquero de tomar la bola con las manos en un pase de un compañero. Brasil marcó dos goles, el juez chileno Julio Bascuñán los concedió, los jueces de arbitraje lo llamaron a revisarlos, Bascuñán se acercó a la caseta, demoró un poco, o mucho, pero se convenció: en ambos casos había fuera de juego y los anuló. Hasta hace dos años, habría ganado Brasil 2 a 0; el martes empataron sin goles. La prensa brasileña no se quejó, Tite dio la razón a la tecnología: ”Estuvo bien”. El VAR es una bendición.
Los indignados con él son los hinchas de equipos que durante ochenta años acumularon campeonatos con favores arbitrales. Eso se acabó. Nadie puede adivinar el pensamiento de Bascuñán, si tenía ganas de anular esos goles de Brasil, pero eso ya no lo puede hacer, está fiscalizado: cuatro colegas suyos estaban en el gabinete del VAR y le mostraban que había offside; no puede ir en contra.
El bochornoso caso de Anderson Daronco en el trascendental partido River-Independiente (se negó a revisar con el VAR la jugada que era un clarísimo penal para Independiente y la expulsión del zaguero riverplatense Pinola) ya no puede repetirse. Están advertidos los jueces. Ya no son los únicos dueños del destino de un partido. No pueden hacerse los distraídos. Le salió bien a Daronco porque el recurso recién empezaba en la Libertadores, había aún cierta confusión y aprovechó. Y River después fue campeón. Esa es la realidad dura y pura. Lo demás es conversable.
De haber habido VAR toda la vida, cientos de campeonatos hubieran cambiado de manos.
Acerca de las demoras que origina la nueva herramienta, Bascuñán lo resolvió bien, Adicionó 10 minutos en Brasil-Venezuela. La disyuntiva es: que un equipo gane con un gol con la mano o perder dos minutos para revisar si fue mano. La ceremonia de los tiros libres suele tardar lo mismo o más, hasta que se acomodan las barreras, por los adelantamientos, empujones, discusiones, correrlas hacia atrás… Simplemente debemos acostumbrarnos a que los partidos no duran más 90 minutos sino 96, 97 o 100. El proceso de revisión de jugadas en esta Copa ha tardado más de la cuenta pues, al parecer, no se dispone de las mismas herramientas tecnológicas utilizadas en el mundial, ni en la Champions League, ni en las ligas como la española. No tiene la instantaneidad del de Rusia. También porque los jueces analistas de VAR sudamericanos no tienen aún la experiencia de quienes lo manejaron en el mundial. Pero se mejorará y el tema del tiempo se solucionará. Será más ágil. En apenas dos años de su puesta en marcha ya casi no hay problemas. Los técnicos y jugadores lo aceptan sin chistar porque saben que, si se anuló un gol, es porque no era reglamentario. El VAR tranquiliza. Y en partidos sin VAR la gente protesta, lo extraña.
“Yo amo el VAR”, declara Fernanda Colombo, exárbitra asistente brasileña y novia de Sandro Ricci, el juez internacional. “Me gusta porque la tecnología la usamos todos los días. Con el VAR disponemos de imágenes que en un segundo dentro del campo no conseguimos mirar, o nos decimos ¿qué está pasando…? Nos da la oportunidad de acertar y eso es mejor para un árbitro, principalmente, cuando la decisión cambia el resultado de un partido”. Tan sencillo como eso.Toda la vida sostuvimos lo mismo: es preciso darle poder a la ley, no a los hombres. El VAR vino justamente a quitarles el omnímodo y discrecional poder a los jueces, quienes han torcido miles de partidos, por incapaces u otras razones. El fútbol ha tenido mucha suerte, que un título mundial no se haya decidido por un gol con la mano. Pudo pasar tranquilamente. El árbitro es un empleado calificado de esta actividad, no el dueño.
En España, la policía acaba de desbaratar una red que amañaba partidos y arregló el juego Valladolid 0 – Valencia 2 de la última fecha. Esto dio la clasificación a la Champions al Valencia y dejó fuera al Getafe. Los goles del cuadro naranja fueron por errores groserísimos de dos defensas vallisoletanos. Habrían comprado a siete jugadores del Valladolid. Si una banda consiguió corromper a varios futbolistas, ¿por qué no a un juez…? El VAR desarticula cualquier amaño porque virtualmente es un comité el que analiza al instante cada jugada. Y no se basa en apreciaciones sino en imágenes.
Los partidos no han perdido ni un átomo de emoción por la aplicación del VAR. No hay duda, se debe agilizar, pero no a costa de eliminar tan feliz decisión; llevó décadas de reclamos. Ya no hay vuelta atrás. Es como si se decidiera dejar en libertad a los delincuentes porque la justicia es lenta. Ninguna sociedad sobreviviría sin justicia, se rompe el contrato social. El deporte, dados los enormes intereses que genera actualmente, no puede entregarse al principio del libre albedrío arbitral, a que si se equivocan es porque son humanos, sabiendo que se equivocaban tanto. Y siempre para el mismo lado. Ahora, con el VAR, quedó al desnudo la impresionante cantidad de errores que cometerían los jueces por partido en penales, goles y expulsiones. Por suerte, ya es pasado.
* Periodista.