Arco Iris da un hogar a madres adolescentes
Cuando llegó a Casa Refugio estaba encinta, próxima a dar a luz. Pocos meses después hubo que practicarle una cesárea, pues con sólo 12 años su cuerpo de niña no estaba preparado para un parto natural. El bebé nació sano, pero ella no lograba entender qué había sucedido.
A sus cinco años, su padre la raptó de la casa de su madre “en castigo” porque su cónyuge había decidido separarse de él. La mujer la buscó desesperadamente sin éxito durante seis años y, cuando perdió las esperanzas, la halló en la población de Alto Beni (norte de La Paz) con seis meses de gestación fruto de las vejaciones de su progenitor.
“Cuando empezamos creímos que llegarían adolescentes de 14 años”, embarazadas fruto de relaciones sin protección o ilusionadas con el primer amor, “pero nos topamos con casos de niñas de 11 y 12 años”, narró Marcelina Patzy, trabajadora social y responsable de Casa Refugio.
Este hogar, uno de los 18 proyectos que lleva adelante la Fundación Arco Iris, alberga, desde 2005, a madres adolescentes que carecen de apoyo. La mayoría de los casos es el resultado de agresiones sexuales en el entorno familiar, tal cual expresan los datos sobre violencia infantil.
Para minimizar el impacto de ser madre a tan temprana edad, la niña que acababa de dar a luz fue sometida a terapias. “No comprendía lo que le pasaba, fue una situación muy dura la que vivió, pero ahora ella está bien, tiene 18 años y cuenta con el apoyo de su madre”, relató Patzy.
Sin embargo, no todas la niñas que sufren este tipo de agresión tienen el respaldo de sus progenitoras.
Marina (17) es extrovertida, los ojos le brillan cuando habla de sus sueños a futuro ya que pronto dejará del hogar. “Quiero ser médica o enfermera, me preparé para eso”, dijo. “Llegó con 13 años de edad y un niño de dos meses en brazos, engendrado por su padrastro. Su madre lo sabía y quizá porque también sufría violencia y por la idea de no verse realizada sin un hombre al lado, encubrió el hecho”, indicó Patzy.
Marina había dado a luz en su casa y el bebé fue reconocido por el agresor y la madre para evitar sospechas. Hoy, el niño figura como hermano menor de la víctima. “Tanto la mamá como el padrastro están recluidos y ahora que ha concluido el proceso penal, vamos a poder hacer el cambio correspondiente de apellidos”, anunció la trabajadora social.
Otra historia desgarradora se teje en torno a un par de hermanas llegadas de Charazani, las dos de 15 años, pues ni bien nació una, la madre ya esperaba a la segunda. Son pequeñas, delgadas y muy parecidas entre sí. “Ambas sufrieron abusos por parte del padrastro y dieron a luz, sus bebés se llevan por pocos meses. Como este caso se produjo en el área rural, el atacante fue sometido a la justicia comunitaria”. La expulsión fue su castigo, recordó Patzy.
Romina (18) estudia Química Industrial, llegó a la residencia cuando tenía 12 años, ahora ya egresó y vive sola. Pero por las tardes deja a su hijo de ocho años en la morada para ir a la universidad. El menor es cuidado y alimentado, mientras Romina estudia y hace realidad su proyecto de vida.
Ella, como en los otros casos, vivió un infierno al lado de su padrastro y la complicidad de su madre.
Esperanza. Casa Refugio se creó a raíz de que el padre José María Neuenhofer, fundador de Arco Iris en 1994, conoció a una adolescente que estaba apunto de dar a luz y que se hallaba sola en la calle. Para tenderle una mano y replicar la ayuda con otras muchachas en igual situación, abrió el hogar.
Este espacio “brinda apoyo psicológico y pedagógico a niñas y adolescentes embarazadas y madres. Es uno de los 18 proyectos que lleva adelante la Fundación Arco Iris”, detalló Cristóbal Bobka, director ejecutivo de la institución.
La Casa Refugio cuenta con una trabajadora social, una psicóloga y dos educadoras para la atención y el seguimiento a los niños y a sus madres. Además los miembros de esta familia tienen acompañamiento médico y sesiones terapéuticas.
“Las jóvenes van al colegio y cursan clases técnicas como secretariado, panadería o costura, también realizan prácticas con la finalidad de prepararse para trabajar”, explicó Bobka.
La dinámica del hogar es similar a la de una familia y desde los 16 años las muchachas ejecutan su plan de vida para así desenvolverse con el menor contratiempo al egresar.
“Al igual que unos padres, cuando salen las equipamos con un catre, un colchón, una cocina, ollas, mantas, entre otros artículos, y durante los tres primeros meses les cooperamos con el alquiler” de su nueva morada, agregó Bobka.
Hasta el momento se han financiado 15 anticréticos como préstamos para que las jóvenes los retornen mensualmente. “Las experiencias fueron exitosas y pasaron un total de 500 casos, en ocho años, en coordinación con las Defensorías de la Niñez y la Adolescencia”, expresó.
Las adolescentes que llegan a la residencia son evaluadas y, según su caso, algunas pueden pasar días o meses en el hogar o quedarse años.
El presupuesto anual de la Fundación Arco Iris es de aproximadamente $us 1 millón, dinero que obtienen de donaciones de la sociedad civil en
Alemania y patrocinadores en Bolivia. Para socializar sus proyectos y conseguir más apoyo, el 12 de junio se realizará el 19° Banquete de Migajas en el hotel Radisson a las 19.00. “El objetivo es mostrar a la sociedad la realidad de los niños y contar sus historias”, sostuvo Bobka.
Las adhesiones tienen un valor de Bs 150 y se pueden adquirir en las panaderías de la Fundación Arco Iris de Sopocachi, San Miguel y Achumani. Lo recaudado se destina a los hogares.
Algunas obras de la fundación
- Hogares
La Fundación cuenta con dos hogares: uno para niñas y otro para niños huérfanos o maltratados.
- Esperanza
El proyecto Esperanza acoge a niños y adolescentes entre 10 y 18 años, quienes han sido rehabilitados del consumo de drogas y alcohol.
- Betaña
Beneficia a más de 220 menores cuyas familias viven en una situación de extrema pobreza, desestructuración familiar y están en riesgo social que los expone al peligro.
- Calle
Otro programa que apoya a niños, niñas y adolescentes que están obligados a realizar trabajos (lustrabotas, limpieza de parabrisas, lavado de autos, venta de dulces y otros) en las calles de la sede de gobierno.