Mujeres Tijera
Silvia Cuello, Alejandra Dorado, Erika Ewel y Antagónica Furry conforman este colectivo de artistas que cultivan el collage. Su primera muestra se exhibe en el Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz.
Unir fuerzas para reivindicar el arte contemporáneo hecho por mujeres en Bolivia, específicamente el realizado con la técnica del collage, impulsó a las artistas Silvia Cuello, Alejandra Dorado, Erika Ewel y Antagónica Furry a unir fuerzas en un colectivo: Mujeres Tijera. La primera muestra que reúne su trabajo se exhibe en el Centro Plurinacional de la Cultura en el Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz (René Moreno 369) y permanecerá en la ciudad de los anillos hasta la Noche de Museos, el 18 de mayo.
“El collage es un lenguaje artístico basado en la apropiación de imágenes ajenas, su descontextualización y su resignificación, por lo que es una herramienta inigualable para la deconstrucción y cuestionamiento de las ficciones representacionales que nos rodean. Mujeres Tijera es la primera agrupación de artistas plásticos en Bolivia centrada en el género del collage. La idea de formar el grupo surgió a raíz de un artículo periodístico de Silvia Cuello sobre el collage en Bolivia, para la redacción del cual la collagista española entrevistó a las tres artistas que más tarde conformarían junto a ella el colectivo”, reza el manifiesto de las artistas en su página en internet www.mujerestijera.com.
La investigación que Cuello hizo fue para la revista canadiense especializada Kolaj Magazine. Así encontró a sus tres colegas y, luego de conversar con ellas, surgió la iniciativa de aunar esfuerzos para visibilizar el collage como expresión artística. “Fue una buena coincidencia que las cuatro seamos mujeres y queríamos reivindicar que hay esta técnica en Bolivia. Esta es la presentación oficial del grupo, por ello la interacción es muy libre, pues lo que nos une es la técnica, el ser mujeres y trabajar en Bolivia. Cada una ha elegido lo mejor de lo que tiene y también se han hecho algunas obras específicas para la muestra”, explica la artista española que vive y trabaja en Cochabamba.
En su caso, Cuello presenta una selección de dos de sus muestras presentadas en ciudades de Bolivia, Serendipia y Encuentros irreversibles. Hay unas 36 piezas en exposición.
Quien bautizó al colectivo fue la paceña Antagónica Furry (Yannet Delgadillo), que en su encuentro con Cuello hizo hincapié en que la técnica del collage era subvalorada en este medio. En la exposición presenta 17 obras de diversas dimensiones, algunas sobre lienzo y otras sobre trupán. “He utilizado técnicas mixtas.
Algunas piezas ya fueron vistas en otros departamentos y países, pero para Santa Cruz son nuevas. Son del estilo dadaísta vintage. Todas son analógicas, es decir hechas a mano, sin ayuda digital de ningún tipo. Los elementos provienen de libros originales, no de impresiones ni fotocopias. Y todas tienen también pintura y dibujo”.
Para la artista, el collage tiene valor terapéutico. “Es sanador, eso si lo realizas con la calma y pasión que exige. No podría sacar todo lo que siento por otros medios. Pese que también pinto y dibujo, la sensación personal estalla mucho más y fluye como un big bang cuando sostengo una tijera siendo consciente de que empezaré a cortar papeles, a dar forma, a mutar una imagen en otra”.
Por su parte, la cochabambina Alejandra Dorado presenta tres series de siete piezas cada una. La primera tiene collage tradicional, con recortes sobre madera y están cubiertas con resina. “Son los más neutros, son una especie de retratos con aplicaciones y con citas de la historia del arte”, explica. La segunda es digital: ha escaneado fotos antiguas y las ha trabajado en Photoshop. “La mayoría son retratos de niños y señoras que uno con imágenes de pulpos, algas y otras imágenes de Ciencias Naturales antiguas, las imprimo en tela a través del sublimado y les hago aplicaciones de bordado”. La tercera serie tiene piezas trabajadas sobre fotografías antiguas que son intervenidas con la propia sangre de la artista, objetos, otros recortes y textos recortados de fotonovelas.
“El collage ha estado presente en mi obra desde 1999, cuando quería hacer collage con mi imagen (para la serie La imagen amable de mí misma) y siempre lo hice de forma digital por la facilidad, porque me permitía incluirme en un fondo de cocina o en la estampa de San Sebastián, por ejemplo. Ahí empecé a indagar en Photoshop y a producir obras de collage en grandes formatos. Colecciono un montón de imágenes y cosas que me encuentro en la calle. Algunas las fotografío y las tengo en mi banco de imágenes. Más que por la técnica en sí, uso el collage para decir lo que quiero”, explica.
Erika Ewel es pintora y dibujante de tradición, pero lleva bastante tiempo trabajando en el collage gracias a su fascinación por las texturas. Coleccionista de empapelados antiguos y telas, el bordado suele ser parte de su obra. “Muestro obras divididas en tres grupos: Sueños de una luna roja, que se vio en La Paz, que utiliza collage con óleo, pintura y bordado. Luego hay una serie de ocho piezas que miden 60×60 centímetros y emulan los wallpapers; los hice con empapelados antiguos e íconos medievales, un elemento que está presente en mi obra, y trabajo la mancha en una serie que se llama Agua”, expone. Finalmente está Aire: dos piezas grandes que van colgadas y en las que hay bordado y wallpapers.
Juntas, las obras dialogan en un conjunto poderoso que motivó al repositorio cruceño a mantener la muestra hasta el 18 de mayo. Por algo el manifiesto del colectivo expone: “A pesar de sus diferencias individuales, las Mujeres Tijera comparten una visión artística valiente y transgresora”.