Acuerdo nuclear
De concretarse, este acuerdo podría cambiar el paisaje geopolítico de Medio Oriente.
Después de diez años de negociaciones fallidas, el acuerdo alcanzado el domingo en Ginebra entre Irán y las seis grandes potencias mundiales (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) abre las puertas para eliminar la amenaza de la bomba atómica en Medio Oriente, acercamiento que a su vez podría cambiar el paisaje geopolítico de la región.
En efecto, si este acuerdo se concreta en seis meses, plazo que los negociadores se han dado para evaluar los compromisos asumidos el pasado fin de semana y cerrar el entuerto desatado por el programa nuclear iraní, significará el inicio de una nueva relación de Irán con el mundo.
De ahí los recelos que suscita en Israel o en Arabia Saudí este arreglo, en el que Irán acepta enriquecer uranio sólo al 5%, un umbral muy lejano del necesario para el uso militar. Además, Teherán se compromete a neutralizar el stock de uranio que ya tiene enriquecido al 20%; a suspender la construcción del reactor de agua pesada de Arak, que era motivo de preocupación para la comunidad internacional en tanto iba a ser capaz de producir plutonio apto para usos militares; y a garantizar el acceso a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica de sus instalaciones de enriquecimiento de uranio, para que puedan corroborar la implementación del acuerdo.
A cambio de estas concesiones, las seis potencias no impondrán nuevas sanciones al país persa y se comprometen a autorizar compras de petróleo iraní a pequeña escala; a mejorar el acceso de Irán a importaciones de alimentos, repuestos de aviación y medicamentos; y a descongelar las cuotas de matrículas para estudiantes iraníes en el exterior. Además, se levantarán los embargos para los sectores de metales preciosos, la fabricación de automóviles y exportaciones petroquímicas. Por último, se ha acordado crear un canal financiero que permita compras de material humanitario a cargo de los petrodólares bloqueados en bancos extranjeros, unos $us 7.000 millones.
Si bien estos beneficios representan apenas una fracción de los costes que el grueso de las sanciones tiene para Teherán y que siguen en pie, este acuerdo provisional gana tiempo para que se logre un avance mayor y contribuye a atenuar la inflación galopante y la recesión que atraviesa la economía iraní, amén de dar una oportunidad para crear confianza.
Queda ahora esperar que en estos seis meses se imponga la razón y la prudencia entre quienes se oponen a este arreglo: en el lado iraní, los ultraconservadores y la Guardia Revolucionaria, los únicos sectores que se benefician con las sanciones, pues se han convertido en la única vía para el comercio y el contrabando; y en el otro lado, el lobby israelita encarnado por los congresistas republicanos, para quienes cualquier acuerdo con Irán significa una traición.