Conservando los compadrazgos
El compadrazgo es una práctica bastante arraigada en el país, con más notoriedad en las sociedades andinas.
El compadrazgo es una práctica bastante arraigada en el país, con más notoriedad en las sociedades andinas; a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en las naciones vecinas. Nuestras sociedades, decía el filósofo Javier Medina, se basan en un modelo enérgico, disipativo, de alta sinergia. En Europa, el industrialismo desencantó a sus sociedades. El famoso sociólogo Max Weber observó este fenómeno a inicios del siglo pasado. La sociedad boliviana posee la virtud de simbolizar sus actos, de darles sentido. No hemos perdido la esperanza ni la utopía, palabras cuya sola mención en la Edad Media europea era objeto de rígida penalización. Nosotros, en cambio, preferimos dejarle nuestro porvenir a la posibilidad, a la potencia. ¿Acaso las fastuosas ch’allas nos garantizan un reintegro?
Consumar los compadrazgos sigue siendo una práctica de gran vitalidad en las comunidades quechuas. A continuación presentó algunos casos concretos. Dos familias tienen una buena relación en el día a día. Se colaboran y auxilian en los mejores y peores momentos, cultivan una armoniosa convivencia, que es visible en la vecindad. ¿Cómo hacen para hacer perdurar este lazo ante la ausencia de hijos? Optan por simbolizar un bebé con la th’anta wawa (bebé de pan). En algunos casos la consumación del compadrazgo ocurre de mutuo acuerdo, en otros, uno de ellos toma la iniciativa de ser el “otorgante” (padre y madre); los “receptores” llegan a ser padrino y madrina. Los “concedentes” visitan a los futuros compadres cumpliendo los mismos rituales del pedido real. Entregan a los futuros padrinos la th’anta wawa envuelta en lienzos bordados domésticos y en su mejor aguayo, lista para ser cargada en la espalda. En la preceremonia, los compadres ungen un nombre del bebé de pan. Además, se quedan con su custodia hasta la fecha de la ceremonia fijada en conjunto.
El convite se organiza en el domicilio de los otorgantes. Ya en el día de la ceremonia, se prepara una comida especial y un licor casero para el acto central. La th’anta wawa es remojada en el licor, que luego es ingerido con calma por todos los asistentes. La copa circula en sentido contrario a las manecillas del reloj. Las hojas de coca son masticadas con los respetos acostumbrados. Los asistentes ofrecen y cogen con las dos manos todo cuanto es parte de la ceremonia: ¡es el acto en vivo del goce y la deferencia entre los nuevos compadres!
Cuando un menor, por razones desconocidas, es propenso a sufrir dolencias leves, optan por celebrar una Misa de Salud en su favor. Así, las fiestas patronales católicas sirven para hacer efectivo estos compadrazgos; y lo propio ocurre con los sacramentos católicos más conocidos: bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios.
Los compadrazgos también son celebrados con el primer corte de cabello de los niños y niñas, conocido como el chujcha rutuy; con el festejo de fiestas para las quinceañeras; cuando se celebra el diploma de bachiller al concluir la enseñanza secundaria en las denominadas fiestas de promoción, o para festejar, rara vez, la obtención de títulos universitarios; y cuando se obtiene la libreta del servicio militar. En todos estos casos en los que se celebran las “buenas llegadas”, los padrinos sobresalen junto a los agasajados. Éstas son las formas más tradicionales para efectivizar los compadrazgos, aunque existen otras que desconozco. ¿Quizás alguna otra persona pueda relatar sobre otras formas?