El Premio Nobel de Economía
El 12 de octubre, la Academia Sueca decidió otorgar a los estadounidenses Paul Milgrom y Robert Wilson el más alto lauro que un economista puede recibir por su contribución al conocimiento científico, el Premio Nobel.
El galardón se debe a sus contribuciones en el campo de subastas de valor común y valor privado en un ambiente de información incompleta. Para entender estos aportes supóngase que usted es un audaz empresario extranjero que está buscando obtener una licitación para la explotación de un recurso natural cuyo valor se desconoce, por ejemplo, la búsqueda de petróleo en un fondo marino. El problema surge porque usted no conoce cuál es el valor real de mercado de esa concesión hasta que ex post se adjudica y descubre si existe o no petróleo. Es así que cuando un agente no conoce el valor del objeto del cual se está subastando (valor común), ni tampoco conoce las valoraciones que le asignan al mismo objeto el resto de competidores (valor privado), puede terminar pagando un precio mucho más alto por el bien subastado en el afán de ganar la concesión. Este fenómeno se conoce en la literatura económica como la maldición del ganador.
Dado el evidente riesgo de caer en la maldición del ganador, las posturas de ofertas (de las empresas) tienden a ser más bajas de lo que realmente vale el bien subastado. Este problema es abordado por Milgrom y Wilson, quienes proponen nuevos formatos de subasta en la cual una mejora de la información entre agentes privados podría favorecer al subastador (gobierno) para maximizar el ingreso esperado de la subasta. La primera subasta en ajustarse a estas recomendaciones se realizó en Estados Unidos a principios de la década de los 90 y luego se fue difundiendo al resto del mundo.
Pero más allá de la relevancia de esta teoría deseo hacer hincapié en su utilidad práctica y contexto en el cual se premia dichos trabajos. Las contribuciones de Milgrom y Wilson se desarrollaron a finales de los años 80, cuando el capitalismo global estaba en franca expansión en la búsqueda de nuevas ganancias fuera de los territorios de origen. Cuando estudié por primera vez las teorías de Milgrom y Wilson, hace cerca de una década, la teoría de las subastas estaba en su apogeo en el comercio digital a través de las subastas electrónicas de bienes, incluso hoy que son realizadas por grandes empresas de distribución al menudeo como Amazon e E-bay.
Sin quitar mérito al trabajo intelectual de Milgrom y Wilson, lo que llama la atención son los criterios bajo los cuales la Academia Sueca escoge la oportunidad y relevancia de las contribuciones. En el contexto actual, donde la humanidad se enfrenta a transformaciones radicales, la teoría económica es desafiada para dar respuesta a problemáticas como el cambio climático, la desigualdad, la migración, la desglobalización, el estancamiento secular, los regionalismos fiscales, entre otros, que son muy renombrados en los discursos de los organismos internacionales, pero aparentemente de poco mérito intelectual para la academia internacional.
Mientras que en otros campos del conocimiento se premian avances vinculados a grandes saltos en la investigación científica, como en física, con el descubrimiento de los agujeros negros, los exoplanetas, las ondas gravitatorias; en biología por el conocimiento en biología molecular y genética o en medicina, con los hallazgos de nuevos tratamientos contra enfermedades, en economía se vive un adormecimiento intelectual dominado por la única corriente del pensamiento que ha logrado imponer su propia agenda de investigación. Habría que hacer un recuento de las contribuciones de las últimas décadas de los galardonados en economía para simplemente darnos cuenta de esa tendencia.
Probablemente los aportes de Milgrom y Wilson, como muchos otros, pudieron haber quedado al margen de un justo homenaje, que afortunadamente no fue el caso, no obstante, no puede perderse de vista la verdadera agenda de investigación económica que es aquella que dé respuesta a las crisis actuales.
Omar Velasco Portillo es economista.