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Wednesday 7 Jun 2023 | Actualizado a 23:05 PM

El lumpen cooperativismo

/ 1 de noviembre de 2022 / 02:11

La actividad minera contribuyó con 1% del PIB, en promedio, en los últimos 20 años, frente a una presión tributaria que rondó el 19% del PIB en similar periodo.

La baja recaudación minera se debe a que —separando el estaño y el zinc— la mayor parte de los minerales es extraída por cooperativas mineras (tres cuartas partes). En el caso del oro estas formas de organización productiva concentran más del 95% de su producción y exportación.

Según las estadísticas de comercio exterior hasta agosto, las exportaciones de oro alcanzaron $us 1.995 millones, llegando a ser el segundo commodity más importante de exportación (22% del total), solo $us 41 millones por detrás del gas natural ($us 2.036 millones). Sin embargo, el tratamiento tributario entre ambos sectores es diametralmente opuesto a pesar de tratarse de dos materias primas con características agotables similares.

Mientras el sector hidrocarburífero está gravado por regalías departamentales de 11% y 1%, participaciones al TGN por 6%, el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) de 32%, el Impuesto a las Utilidades de las Empresas (IUE) del 25%, el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en toda la cadena, el Impuesto Especial a los Hidrocarburos (IEHD), entre otros; el sector minero cooperativista aurífero solo tributa 2,2% de regalías, además del IUE y el IVA. Pero, detrás de la figura del cooperativismo se esconden grandes empresas, incluso de capitales extranjeros que extraen oro en grandes cantidades pero que subdeclaran su explotación para beneficiarse de menores alícuotas e incluso su omisión total.

Esta es la razón de por qué la presión tributaria en minería es de solo 3% de su PIB sectorial, mientras que otros sectores como hidrocarburos aportan el 30% de su PIB, la industria 18%, los servicios financieros 11% (datos de 2019 para no tener distorsiones por la pandemia).

Actualmente, el sector en conflicto con el Gobierno aspira a pasar del régimen general a uno monotributista como ocurre en el caso del régimen simplificado, integrado y agrícola unificado, de manera de dejar de pagar por el IUE y el IVA a cambio de una alícuota proporcional al precio del oro de 4,5%.

El oro se ha convertido en la actividad más lucrativa de Bolivia. Desde principios de la pandemia en marzo de 2020 hasta octubre de 2022, el precio del oro se ha incrementado en 32%. Imagínese una inversión que por cada boliviano que invierta le reditúe una tasa de interés de 32%. Por supuesto que sería fantástico, aunque inverosímil. Como comparativo tenemos las tasas de interés de 6,5% y 6,95% que reditúan los bonos navideños del Banco Central, que están por encima de lo que actualmente paga la banca a sus ahorristas. En consecuencia, quienes más ganan son quienes hoy piden pagar menores impuestos.

Esta demanda genera más malestar e indignación a la población boliviana porque se realiza en un periodo en el cual muchas personas han perdido sus puestos de trabajo o se han visto obligadas a cambiar de ocupación producto de la pandemia. Otras tantas han aceptado condiciones laborales menos favorables (salarios más bajos o trabajos temporales) con tal de mantener su fuente de ingreso estable. En contraste, los salarios en el sector minero no cayeron y, por el contrario, se incrementaron por efecto de los mejores precios.

El cooperativismo está muy lejos de ser una actividad sin fines de lucro como inicialmente fue concebido. Cuando el Estado cedió su derecho a la explotación de esos recursos naturales y aceptó una contribución mínima, lo hizo en un contexto de bajos precios internacionales, entendiendo que era una actividad de supervivencia. La actual actividad minera aurífera no encaja desde ningún punto de vista en los esquemas de los regímenes especiales.

El término “lumpen” es un eufemismo utilizado por Carlos Marx para referirse a un segmento de la clase proletaria que profundizaba las relaciones capitalistas y para su subsistencia desarrollaba actividades al margen de la legalidad. Este eufemismo podría describir simbólicamente al sector cooperativista, que en el último decenio aportó modestamente a las arcas del Estado, pero del cual se ha beneficiado bastante.

Omar Velasco Portillo es economista.

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La invención del modelo cruceño

Tras el discurso del cruceñismo está instalada una doctrina que hace al poder de las élites de Santa Cruz.

La nueva directiva de Comité Pro Santa Cruz.

Por Omar Velasco Portillo

/ 4 de junio de 2023 / 06:15

DIBUJO LIBRE

El llamado modelo cruceño de desarrollo es una invención de las élites cruceñas opulentas que embanderan un discurso de modernidad en torno al crecimiento económico de Santa Cruz. Desde los círculos empresariales más altos del oriente se exhibe como un éxito inherente al sector privado basado en la libertad de empresa, la promoción a las exportaciones y la creación de empleo formal. En contraposición, inhibe la participación del Estado – que es su antítesis- porque reprime la iniciativa privada.

Para que una historia parezca cierta no necesita ser verdadera, sino que esté bien contada. Después de la segunda guerra mundial, los países más avanzados -hasta ese entonces- inventaron la fábula de los tres mundos como una manera de crear un orden económico y político sobre los menos aventajados, el tercer mundo. Esta narrativa construyó una visión del subdesarrollo desde la mirada de los países desarrollados que condicionó teórica y políticamente las estrategias de desarrollo de los países pobres que se apropiaron culturalmente de esta visión importada desde el primer mundo. Esta estrategia fue desenmascarada por el antropólogo colombiano Arturo Escobar en su libro “la Invención del tercer mundo”. El modelo de desarrollo cruceño – así cómo se lo cataloga- guarda rasgos comunes con esta lógica de imponer un orden hegemónico imperante sobre la lectura del desarrollo.

Las élites del oriente exteriorizan a Santa Cruz como la región más próspera de Bolivia. Se describe como la locomotora del país por tener el segundo mayor crecimiento económico (4,7%) en comparación al promedio nacional (3,8%) de los últimos 33 años. Se la destaca como el primer departamento exportador (23% del total en 2020). También se la ha llamado el vergel de Bolivia por su alta participación en la producción de alimentos (44% del total en 2020). Además, se considera la región que más empleo absorbe del resto de Bolivia (1,5 millones en 2022). Con Bs142.157 millones entre depósitos y cartera en 2020, Santa Cruz está a poco de convertirse en el principal centro financiero de Bolivia, lugar que ocupa La Paz (Bs146.231 millones).

Hace poco menos de dos años escribí un artículo -por este mismo medio- en el puse en duda el crecimiento cruceño como modelo económico alternativo. Me preguntaba que si es tan exitoso como aparenta ¿por qué no se irradió a otros confines del país? Mi respuesta fue que el progreso cruceño fue una combinación del apoyo del Estado y el uso extensivo de tierras fértiles – factores que otras regiones no tuvieron- y que proporcionó condiciones inmejorables para el despegue de la agricultura industrial a finales de los 80 y comienzos de los 90 en el oriente boliviano. Fue en ese mismo periodo y no antes que comenzó a generarse abundantes excedentes económicos que el Estado no los retuvo, sino que fueron redireccionados e impulsaron otros sectores económicos como la ganadería, la construcción y la banca. Al contrario, el Estado continúo financiando al modelo cruceño hasta nuestros días a costa del elevado déficit fiscal que proviene de la subvención a los hidrocarburos.

Detrás del aparente buen comportamiento de los indicadores macroeconómicos de Santa Cruz se esconde marcados rasgos de atraso en otras dimensiones del desarrollo social, humano, territorial y medioambiental. Los índices de pobreza en el área rural continúan siendo altos, la desigualdad en el acceso a la educación y la salud son problemas crecientes en el área urbana. El Índice de Desarrollo Humano si bien ha mejorado, lo hizo a menor rapidez que en el resto de departamentos. La informalidad del empleo en Santa Cruz tampoco es distinta a la media nacional. La ganadería y la agricultura extractivista está degradando la tierra y son una amenaza a la biodiversidad de la zona. Son cada vez más los desplazamientos de pueblos indígenas provocados por colonizadores en el área de influencia del cultivo de la soya y los conflictos territoriales. La creación de riqueza no debe confundirse con desarrollo ni el crecimiento con igualdad. Santa Cruz experimentó un mayor auge del PIB pero concentró el ingreso y sus avances en desarrollo social son menores. ¿Dónde quedó las bondades del modelo cruceño de desarrollo? Aparentemente sólo en el discurso.

En realidad, la invención del modelo cruceño tiene un fin primigenio puramente doctrinal. Según Pierre Bourdieu (1990) las clases dominantes tratan de imponer sus sistemas de símbolos y significados a las clases dominadas a través de la acción pedagógica y la aculturización a nuevas generaciones. El capital cultural que resulta de este proceso, actúa -en favor de los grupos acomodados- como un medio de control sobre la sociedad ya que logran imponer su propia cosmovisión. El símbolo de poder económico cruceño es sin duda la feria de la Expocruz. Anualmente se anuncian millonarias intenciones de negocios con la esperanza que luego se conviertan en mayores ventas y fuentes de empleo. Las empresas exhiben sus mejores productos. La población cruceña asiste a la feria como parte de su tradición y su identidad cultural.

El adoctrinamiento empresarial está también presente desde años recientes en los medios de comunicación, en artículos de opinión y en la difusión de libros que tratan de enaltecer el espíritu empresarial y los valores ciudadanos como factores del desarrollo del oriente, pero no dejan de ser expresiones líricas del emprendedurismo cruceño sin abordar abiertamente las verdaderas causas de su despegue económico y la real incidencia de estos factores en su desarrollo.

La invención de un modelo cruceño tiene también un objetivo político antes que económico. Para empujar una campaña opositora desde el oriente es casi imprescindible proponer una agenda económica alternativa que haga contrapeso al modelo económico centralista implementado desde el occidente y que en paralelo se lo desprestigia.

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La intervención del Banco Fassil ha desnudado una parte vil de su funcionamiento. El modelo cruceño hizo metástasis porque puso en evidencia un esquema de estafa piramidal de apropiación de recursos de pequeños ahorristas que eran desviados a grupos empresariales privilegiados y que alimentaban una demanda especulativa de bienes inmuebles como medio para acrecentar su riqueza. Su puesta en evidencia no es un ataque a la sociedad cruceña sino a la clase dominantes que -asumiendo representación social- usufructuó de ella.

En suma, este discurso ha tejido una narrativa que justifica el control desigual de los medios de producción en poder de unas pocas familias organizadas bajo asociaciones secretas de parientes y amigos denominadas “logias” y representadas por sus líderes cívicos. Para preservar sus privilegios, las élites cruceñas necesitan sostener un eterno discurso que luzca al sector privado como eficiente. El silencio crepuscular de los defensores de este modelo genera más dudas sobre su real viabilidad. La invención del discurso de desarrollo cruceño hoy se encuentra defraudado en el sentimiento ciudadano de los bolivianos y los propios cruceños.

(*)Omar Velasco Portillo es economista.

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Avances de la agenda público privada

Fortalecer el relacionamiento público-privado requerirá una mayor coordinación entre sus actores de manera sincera y abierta

Omar Velasco Portillo

/ 18 de mayo de 2023 / 08:39

Hace poco más de un mes sorprendió la reunión entre el presidente Luis Arce y la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB). En aquella oportunidad se habló de establecer una agenda abierta de trabajo conjunto para identificar temas de interés común y que sea el espacio para la elaboración de propuestas concretas a problemas comunes. Hay varios temas que unen al sector privado con el público que es bueno de analizarlos.

A muy corto plazo se requiere atender temas que den seguridad jurídica y respeto a la propiedad privada. En abril se conoció de cobros irregulares por algunos pobladores de Colchani a hoteles en el Salar de Uyuni. La cámara hotelera calificó este hecho de ilegal. La Fiscalía rápidamente abrió procesos a los lugareños. Otro tema de preocupación para el empresariado es el constante avasallamiento a predios agrícolas privados como en la zona de Las Londras, donde hubo enfrentamientos hace un mes. El sector privado demandó el respeto a la propiedad privada y que el Estado la garantice. Días después, la Policía y la Fiscalía intervinieron nuevamente.

Otra tarea de corto plazo es la lucha contra el contrabando, para lo cual la Aduana Nacional está coordinando con la Cámara Nacional de Industrias en su fortalecimiento. Asimismo, ante el cierre de fronteras prolongado en el Perú, se trabaja en una reglamentación de tránsito aduanero para acortar los tiempos de tramitación para las importaciones y exportaciones bolivianas. Existe también planillas adeudadas del sector público en todos sus niveles con el sector de la construcción revelados por la Cámara de la Construcción, que desde el nivel central se estaría destrabando con los fideicomisos a la inversión pública subnacional y otras fuentes de recursos.

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La reactivación económica es también una necesidad pública y privada emergente. Por un lado, eleva los ingresos fiscales y por otro, las utilidades privadas. Si el sector público continúa invirtiendo favorecerá al ensanchamiento del mercado interno, cuyo efecto se verá reflejado en las ventas y ganancias de las empresas privadas. Si las compañías exportan y producen contribuirán a la provisión de dólares a la economía y la estabilidad laboral.

Sin duda, una cuestión que preocupa al sector privado es la estabilidad cambiaria y del sistema financiero. En respuesta, el Gobierno ha garantizado que mantendrá el tipo de cambio. La aprobación de la “ley del oro” busca dotar de mayor liquidez a la economía y fue respaldada por el sector empresarial. Al sistema financiero se le ha dotado de una mayor liquidez desde el BCB para atender sus obligaciones de corto plazo.

En el mediano plazo, la participación del sector empresarial en la política de sustitución de importaciones seguramente es otra ventana de oportunidades para reforzar la alianza público privada. El sector privado desea ser partícipe de la cadena de valor de la industrialización liderada por el Gobierno. Hace días, YPFB anunció que incrementará las compras de etanol al sector cañero, de 135,9 millones a 200 millones de litros, lo que permitirá un ahorro en la subvención a los hidrocarburos y mayores utilidades para el sector cañero. El sector privado también tiene un amplio potencial para suministrar insumos vegetales para la planta de biodiésel que se inaugurará a fines de año.

Estas señales recogidas parecieran señalar que los sectores público y privado han comenzado una nueva etapa en sus relaciones económicas. ¿Podría esta nueva ruta ser suficiente para superar sus antagónicas diferencias ideológicas?

La relación viene de ser tensionada por algunos grupos empresariales más conservadores que han cuestionado la efectividad del modelo económico que implementa el Gobierno, y han recibido contraofensivas. Por otro lado, no todos son acuerdos, también existen desencuentros. El Gobierno incrementó el salario mínimo en 5% sin la aquiescencia del sector privado, que propuso no incrementarlo. El Gobierno también encontró resistencia con el sector privado agrícola por la mayor fiscalización a la venta de combustibles al sector productivo.

El fortalecimiento del relacionamiento público-privado requerirá una mayor coordinación entre sus actores de manera sincera y abierta. Los límites a las exportaciones, la posesión de las divisas, los incentivos tributarios, la regulación medioambiental, la industrialización, serán, entre otros, los nuevos retos de la agenda público privada.

(*) Omar Velasco Portillo es economista

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Sistema de pensiones: ¿público o privado?

/ 18 de abril de 2023 / 01:28

Hay un falso debate que trata de instaurarse en la sociedad boliviana sobre si los trabajadores deberían decidir si aportar y recibir su jubilación de una entidad pública o privada. Esta aparente discusión ya fue resuelta hace más de 10 años cuando se aprobó la Nueva Constitución Política del Estado (CPE) que establece de forma textual que “los servicios de seguridad social pública no podrán ser privatizados ni concesionados” (artículo 45).

La creación de una Gestora Pública en sustitución de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) forma parte de las reformas institucionales que se diseñaron con la refundación del Estado Plurinacional en reemplazo del Estado republicano. Como mandato, es función del nuevo Estado garantizar la seguridad, protección e igual dignidad de las personas (artículo 9). Esta tarea exige, entre otras cosas, que el sistema de protección social deba ser conducido por el Estado, que debe velar por una jubilación digna, una renta mínima y un acceso universal al sistema en condiciones de igualdad. Además, está inscrito que es una competencia exclusiva del nivel central que no puede ser eludida ni transferida (artículo 298).

La inclusión de estos preceptos en el seno mismo de la Constitución, aprobados por la Asamblea Constituyente, supone, por un lado, que el debate sobre ¿si el Estado debería administrar el sistema de pensiones o no?, ya fue resuelto. Por otro lado, el referéndum aprobatorio de la CPE, de enero de 2009, da por sentado que esta decisión goza de un respaldo mayoritario de la población. Que actualmente haya algunos sectores movilizados en su rechazo, no quiere decir que representen a todos los bolivianos.

Asimismo, el rechazo al funcionamiento de la Gestora resulta incoherente y extemporánea, siendo que esta lleva más de cuatro años y medio desde su arranque. Como parte de la administración del sistema no contributivo del Sistema Integral de Pensiones (SIP), realiza el pago normal y continuo de la Renta Dignidad desde octubre de 2018. En septiembre de 2021, comenzó a afiliar a los nuevos aportantes, que ya suman más de 30.000. El DS 4585 fijó para mayo de 2023 el traspaso total de los sistemas Semi Contributivo y Contributivo establecidos en la Ley 065. Si bien ninguna norma está escrita en piedra y los plazos pueden ser revisables, su negativa conllevaría el incumplimiento a un mandato constitucional.

También se busca generar un clima de desconfianza en la población, al hacerse ver al Estado como un mal administrador de los recursos. Se argumenta que el Estado central mal utilizó los recursos del gas, que se dilapidó las reservas y se creó empresas deficitarias. Estos argumentos son falsos. La mayor parte de la renta petrolera se distribuyó a los gobiernos subnacionales y los fondos que creó la Ley 3058. La disminución de reservas internacionales tiene como origen los déficits comerciales en el sector privado, no en el público. En cuanto a las empresas públicas, en 2021 y 2022 la Gestora reportó utilidades de Bs 7,8 millones y Bs 17,9 millones. Una marcada diferencia del actual sistema de pensiones es que las utilidades que generan las AFP son llevadas afuera. Entre 1997 y 2022 se repatriaron $us 224 millones. En cambio, las utilidades de la Gestora, al ser una empresa pública, contribuyen a la política social mejorando las rentas más bajas del sistema a través de sus aportes al fondo solidario y al fondo de la Renta Universal de Vejez.

También se ha argumentado que el Estado pretende confiscar el dinero de los trabajadores para financiar los déficits del sector público. Actualmente, las AFP invirtieron 30% del fondo de pensiones que maneja $us 23.900 millones, sin que los críticos al financiamiento fiscal lo hayan advertido o refutado. La razón se debe a que los títulos públicos pagan tasas de interés más altas que el sistema financiero u otras alternativas de inversión internas y externas. Con el cambio de administración no se obliga a la Gestora a invertir en papeles públicos como sí ocurrió a principios de siglo, cuando las AFP debían comprar bonos del Tesoro hasta $us 180 millones del Fondo de Capitalización Individual. En realidad, la compra de títulos públicos debe responder a un análisis estrictamente técnico de rentabilidad y riesgo.

En definitiva, más allá de si la administración debería quedar en manos públicas o privadas, lo que realmente importa es que quien administre ofrezca un servicio de calidad y una pensión adecuada.

Omar Velasco Portillo es economista.

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La subvención posible

La solución estructural no consiste en eliminar la subvención, sino en acelerar el cambio de la matriz energética.

Surtidores. El Estado subvenciona el precio de la gasolina, el diésel y el GLP en el mercado interno.

Por Omar Velasco Portillo

/ 16 de abril de 2023 / 06:42

DIBUJO LIBRE

La subvención es una ayuda estatal que otorga el gobierno a las empresas para reducir sus costos de producción o para beneficiar a los consumidores en su acceso. La subvención a los hidrocarburos en Bolivia data de hace casi 20 años cuando se congeló el precio del petróleo a 27,1 dólares por barril. Empero, su gasto se ha convertido en una pesada carga que solo en la gestión 2022 representó cerca de 4% del PIB; es decir, cerca de la mitad del déficit fiscal.

¿Es la subvención insostenible? ¿Se debería eliminar la subvención? ¿Qué otros modos pueden permitirse la economía boliviana para garantizar su continuidad? La necesidad de aplicar una subvención a los precios de los carburantes en el país tiene una justificación estratégica y otra social. Habida cuenta que más de 60% de las importaciones de diésel se destina al sector exportador de la agroindustria, su eliminación inmediata podría encarecer los costos de exportación de manera elevada, ocasionando que nuestras ventas al exterior sean menos competitivas en relación a otros países con acceso a infraestructura portuaria. Por tanto, en nuestra condición de país mediterráneo, se hace estratégico mantener lo más barato posible los costos asociados al tránsito de mercancías.

Por otro lado, se debe tener presente que su participación (de la subvención) en el presupuesto de los hogares es sensible, especialmente para los más pobres. A partir de la encuesta sobre presupuestos familiares en 2015 y 2016, se advierte que quienes destinaron una porción mayor de su ingreso al gasto en gas licuado de petróleo, gasolina y transporte público son los hogares de menores ingresos (1,5%, 2,3% y 3,9%). Su participación disminuye a medida que aumenta el nivel de ingreso de los hogares. En el decil superior, la población utiliza el 0,2%, 1,6% y 1,4% de su ingreso por iguales conceptos.

Empero, en términos absolutos, son las familias de ingresos altos las que consumen una mayor cantidad de combustibles y por tanto son los que más se benefician de la subvención.

La razón se debe en que pueden pagarlo, mientras que las familias de ingresos más bajos no pueden hacerlo u optan por un consumo más barato. ¿Es este un argumento suficiente para levantar la subvención? Absolutamente no.

Si bien la población boliviana ha incrementado sus ingresos de manera sostenida desde hace más de una década, gracias a la reducción de la pobreza, y hoy una fracción podría estar en condiciones de pagar un precio más alto por los hidrocarburos, más de dos tercios de la población no lo está, y su eliminación produciría un empeoramiento del poder adquisitivo de los ingresos de la mayoría.

Como alternativa, se ha planteado desde los círculos académicos eliminar únicamente la subvención para los segmentos de ingresos altos y hacerlo de manera gradual. El problema con esto es que en un mercado donde coexisten precios diferentes para un mismo bien, hay la posibilidad de que se produzca arbitrariedad de precios, que haya agentes que traten de comprar en el mercado más barato para luego revenderlo en el más caro. Tampoco se elimina el riesgo de contrabando, porque el diferencial de precios interno con el internacional persiste.

Entendiendo que la eliminación de la subvención a los hidrocarburos podría ser política, social y económicamente poco factible, se debe repensar otros caminos alternos para garantizar su sostenibilidad.

A corto plazo, esta depende de la evolución del precio del petróleo y la capacidad de financiamiento del sector público. El costo de la subvención está altamente ligado al incremento del precio del petróleo que durante 2022 llegó a un máximo de $us 114 el barril y un promedio anual de $us 95.

También puede leer: Choferes advierten que levantar la subvención a los combustibles ocasionará una inflación

Ahora bien, dado que este fue un incremento transitorio, lo que se esperaría es que vaya disminuyendo y, junto con él, el costo de la subvención.

En efecto, durante los dos primeros meses del año su valor se ha reducido en un 18% y la desaceleración de la economía mundial podría precipitar aún más su disminución por debajo de los $us 60 el barril. De ser así, el costo de importación será menor al contemplado en el presupuesto de 2023, que se basó en un estimado de $us 70, lo que implicará un ahorro fiscal.

Cabe señalar que en los últimos cinco años previos a la pandemia su precio fue de $us 52 el barril.

Por otro lado, también debe considerarse la capacidad financiera que tiene el gobierno para sostener esta política de precios regulados. En un horizonte de cerca de 20 años, se advierte que el costo de la subvención fue en promedio de 1,27% del PIB.

Esta cifra resulta ser bastante manejable financieramente, tomando en cuenta que la presión tributaria para el mismo periodo se situó en 19% del PIB y la renta petrolera en 11%.

También se requiere identificar las filtraciones de combustible que se van al contrabando. Es socialmente inadmisible que existan vehículos que consuman 2.000 litros de gasolina en un día, que es el equivalente al consumo particular de un auto en uno o dos meses. La venta de combustible a placas legalmente registradas tiene que ser de cumplimiento obligatorio, así como limitar las compras excesivas en estaciones de puntos fronterizos.

Sin embargo, la solución estructural para reducir el costo fiscal no consiste en eliminar la subvención sino en acelerar el cambio de la matriz energética, que hoy es muy dependiente del consumo de combustibles fósiles. Bolivia es un país rico en energías no renovables y podría sacarles un mayor provecho, para lo cual es necesario transitar de la energía con gas a la hídrica, eólica y la biomasa, así como pasar gradualmente de vehículos a combustión interna a autos eléctricos, aprovechando la industrialización de litio.

Como etapa intermedia, y en línea con la descarbonización de la economía, se debe apostar a la masificación del uso del gas, que es menos contaminante. La sustitución de importaciones ha permitido la masificación de gas para uso doméstico e industrial, la reconversión del parque automotor a gas, la construcción de las plantas de GLP y la producción de gasolina a base de alcohol.

La construcción de las plantas de biodiesel también aportará a la sustitución de importaciones y el recambio de la base energética. A esta iniciativa pública podría también sumarse el sector privado que ha mostrado mucho interés en formar parte de esta política de Estado y su participación activa le daría un dinamismo mucho mayor.

Una estrategia integral debe además buscar una ganancia de eficiencia energética mediante una cultura ciudadana que promueva el uso de ciclovías, el transporte masivo y compartido, la reducción de los congestionamientos viales, de forma que limiten el crecimiento del parque automotor.

(*) Autor del libro La Política Fiscal en Bolivia, Lecciones y Desafíos del Modelo Económico Social Comunitario Productivo. 2022.

(*)Omar Velasco es economista (*)

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Movimiento al neoliberalismo (MAN)

El MAN es la expresión gringa de lo individual en contraposición a lo social.

/ 3 de abril de 2023 / 00:36

La sigla MAN será la nueva insignia política que embandere la oposición en las próximas elecciones nacionales. Estará conformada por resentidos políticos, liberales declarados, antimasitas, logieros, líderes espirituales y algunos falsos neokeynesianos. ¿Qué tienen en común, además de su profundo odio al masismo?

El antimasismo tiene varias expresiones y detractores. Para la clase política es su antagónico. Es la respuesta democrática a la amenaza de un régimen totalitarista castro-chavista. En el terreno económico se trata de defender las libertades humanas y empresariales hostigadas por un constante asedio público. En lo social, se manifiesta como un sentimiento de desprecio y hasta discriminación con adjetivos descalificativos que encuentran en el insulto —en redes sociales— cierta complacencia a su sentimiento de frustración ciudadana ante la ineptitud de su propia clase política e intelectual, incapaz de construir una alternativa políticamente persuasible, socialmente incluyente y económicamente viable.

Pero el antimasismo parece haber encontrado un nuevo punto de unidad, tan difícil de lograr en una oposición fragmentada y molecular. Trompetas al viento, es el anuncio apocalíptico de la tan ansiada crisis económica revelada a nuestros magníficos analistas económicos y clarividentes hace nada menos que una década y media atrás. Desterrados por cerca de dos décadas de los espacios de poder y decisión económica, y refugiados laboralmente en círculos elitistas y la academia, inflan el pecho ante la posibilidad de una inminente crisis porque la realidad les daría —por primera vez— la razón.

Los ahora denominados profetas de la salvación desempolvaron sus viejos libros de macroeconomía para recordarnos que todo déficit fiscal conduce a pérdida de reservas internacionales. Que la excesiva burocracia es un cáncer para el aparato productivo y que las subvenciones pueden provocar una miocarditis a la sostenibilidad fiscal. A ojos de los MANistas, el déficit fiscal sería la madre de todos los males y exterminarlo su deber. Cuchillo en mano, es hora de una liposucción.

Cabe recordar que durante la presidencia de Jeanine Áñez hubo un discurso parecido —que luego fue cambiado a causa de la pandemia. En el afán de ajustar las cuentas públicas, recortaron la inversión del Estado y llevaron al TGN a una situación de casi iliquidez. Como resultado, la economía entró en una recesión meses antes de iniciada la pandemia. El ajuste al gasto público no corrigió el déficit fiscal ni la tendencia declinante de las RIN, sino que, por el contrario, los acentuaron.

Frente a la demanda extraordinaria de dólares, hoy se propone como gran idea eliminar el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) y elevar las tasas de interés en moneda externa. Esta propuesta no es otra que el retorno a la dolarización financiera que ya vivimos en los años 90, cuando el sistema financiero era altamente vulnerable a las corridas bancarias y la política monetaria, poco efectiva. La dolarización no elimina expectativas devaluatorias, más bien las refuerza. Un esquema de dolarización parcial no podría mantener el tipo de cambio fijo por mucho tiempo, a no ser que sea completo. Las expectativas de devaluación arrastrarían a la economía boliviana al antiguo esquema de las minidevaluaciones. La eliminación del ITF puede ser nefasta porque originaría una corrida de depósitos en un contexto de desanclaje de expectativas.

Los MANistas bolivianos hacen esfuerzos de reinventar el neoliberalismo en Bolivia, pero con ideas escasas y poco originales, casi siempre repetidas por otros economistas liberales de la región como Axel Kaiser o Javier Milei. A falta de una propuesta de modelo alternativo serio, los MANistas tratan de defenestrar el actual. Sus anuncios buscan manipular las expectativas de la gente al sembrar un clima de pesimismos y desconfianza sobre las políticas económicas en curso y que pongan en duda el modelo económico actual. Es la construcción de una narrativa de crisis económica en ciernes, electoralmente redituable y políticamente necesaria para reemplazar la antigua agenda del 21F.

El MAN es la expresión gringa de lo individual en contraposición a lo social, lo regional por encima de lo nacional, el mercado por sobre el Estado. El neoliberalismo está tratando de rearticularse en Bolivia y ya tiene sigla.

Omar Velasco Portillo es economista.

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