Voces

Wednesday 15 Mar 2023 | Actualizado a 04:46 AM

Los límites del federalismo

/ 16 de enero de 2023 / 00:55

La amenaza de los líderes cruceños de revisar su relación jurídica con el Estado boliviano plasmada en los cabildos del 13 de noviembre de 2022 y 10 de enero de 2023, ha reabierto el debate sobre la posibilidad del federalismo en Bolivia. Surge la consigna de si un Estado federal es factible sin quebrantar la esencia de la Constitución Política de 2009. Se ha anunciado la conformación de una comisión donde los ideólogos del federalismo tendrán la difícil tarea de construir una propuesta al país que sea jurídicamente viable, económicamente sostenible y políticamente persuasible.

En este artículo me referiré al federalismo desde el plano fiscal para analizar sus implicaciones, entendido éste como un proceso avanzado de descentralización fiscal por la cual se transfiere la totalidad de las competencias recaudatorias y de gasto a las entidades locales. Dado que Bolivia es uno de los países con mayor descentralización fiscal por el lado del gasto, la propuesta cruceña apunta a descentralizar los ingresos.

Este tipo de modelo fiscal fue implementado mayoritariamente en países con excesiva población y territorio como Brasil, India, Estados Unidos, Canadá o la Federación Rusa, donde se buscaba idealmente mayor proximidad entre el ciudadano y sus gobernantes. ¿Es viable su aplicabilidad en un país como Bolivia con una población de menos del 10% respecto a estos países —a excepción de Canadá— y una superficie menor a 13%?, ¿podría el modelo federal ser el estadio superior de las actuales autonomías? Las experiencias en su implementación no son del todo acogedoras.

El federalismo no resuelve los desequilibrios fiscales que se producen entre tamaños de gobiernos, sino que más al contrario, los acentúa. La federalización de la recaudación tributaria solo favorecerá a los municipios y gobernaciones más grandes que logran generar ingresos suficientes para financiar su desarrollo, aumentando la desigualdad socioeconómica con respecto a regiones más pequeñas, por lo que no se logra convergencia territorial luego de su aplicación, salvo entre regiones que muestren mayor homogeneidad desde un principio. La persistencia de regiones con baja productividad y menor desarrollo es otra secuela de la repartición inequitativa de los recursos. El federalismo tampoco resuelve las conductas rentistas que suelen criticarse al centralismo, ya que luego son replicadas por los nuevos niveles de gobierno.

Los costos burocráticos de la federalización del territorio también son mayores. La asignación de potestades tributarias tiene como efecto un aumento exponencial de los costos administrativos, pues las entidades subnacionales no cuentan con la experiencia suficiente en gestión de fiscalización, cobranza, mora y contenciosos tributarios, y los que lo tienen, lo hacen a costa de una elevada evasión tributaria, como es el caso del impuesto a la propiedad. Por otro lado, la descentralización total del gasto merma las economías de escala que se obtienen cuando la función pública se centraliza a escala nacional. En suma, el federalismo encarece la gestión administrativa. Es por eso que la definición del modelo de Estado debe ser una cuestión técnica y no meramente política porque responde a la asignación de los recursos.

El federalismo no es un modelo económico, sino una forma de redistribución de los recursos fiscales previamente generados o retenidos por el Estado. Asumir que el rechazo al federalismo es socavar el modelo económico de Santa Cruz es un desacierto, como lo es suponer que el crecimiento cruceño, que está predominantemente basado en el agroextractivismo, podría ser aplicable en todo el país.

La agenda federalista reaparece por la incapacidad de los candidatos y líderes cruceños de obtener más espacios de poder a nivel nacional y ante sus limitaciones teórico-conceptuales de construir un modelo de desarrollo alternativo unificado. Es preocupante que se generen falsas expectativas a la población boliviana sobre una posible agenda federalista beneficiosa para todo el país cuando pareciera que solo se está velando por los intereses regionales de Santa Cruz. Por otro lado, es prematuro trascender a un proceso de federalismo fiscal sin haberse consolidado previamente las autonomías.

El federalismo y el propio discurso que se ha creado en torno a él tiene sus límites.

Omar Velasco Portillo es economista.

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Defender la estabilidad cambiaria

Mantener el tipo de cambio estable fue una decisión acertada, dado el contexto de una alta volatilidad cambiaria internacional.

/ 5 de marzo de 2023 / 07:20

DIBUJO LIBRE

Las reservas internacionales son activos financieros líquidos de libre disponibilidad por el Banco Central para financiar las operaciones de comercio exterior y realizar transacciones financieras por encargo de los residentes de un país. Están compuestas por divisas, que son monedas de alta aceptación como dólares y euros, por oro de alta pureza convertido en lingotes, monedas u otros, y por los Derechos Especiales de Giro (DEG). Los DEG son una unidad de cuenta mediante la cual el Fondo Monetario Internacional (FMI) contabiliza todas sus operaciones financieras y los otorga en determinadas cantidades a los países miembros, con relación a su participación accionaria en el organismo internacional.

Las reservas internacionales han permitido que la economía boliviana goce de estabilidad cambiaria por más de una década. La estabilidad cambiaria quiere decir que, con relación al boliviano, el precio del dólar estadounidense se ha mantenido fijo. Un dólar es equivalente a 6,96 bolivianos. La estabilidad cambiaria ha dado certidumbre a las transacciones comerciales y financieras de nuestra economía, permitiendo que los importadores tengan certeza del costo de sus importaciones y los exportadores puedan mantener ingresos estables en bolivianos una vez convertido sus dólares en moneda nacional.

El uso de reservas internacionales ha evitado que la alta volatilidad financiera internacional se traslade al interior de la economía doméstica. Varios países de la región como Chile, Colombia y Argentina han sufrido fuertes oscilaciones de su moneda frente al dólar. En un artículo anterior hice referencia a que el fortalecimiento del dólar derivado de la subida de tasas de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos había encarecido su valor frente a otras monedas consideradas también como refugio internacional de valor y sobre las monedas de países emergentes y en desarrollo. Como resultado de ello, se produjo una recomposición de activos internacionales que elevó la demanda de dólares en el mundo, explicada por la mayor rentabilidad de los instrumentos de renta fija en esa economía.

Para América Latina, este fenómeno implicó salidas de capitales y disminución de reservas internacionales. Los bancos centrales de la región estuvieron obligados a devaluar sus monedas para contener las presiones financieras externas. La economía boliviana no se vio forzada a romper la paridad cambiaria, en contraposición, sin embargo, sufrió un nuevo año de caída de reservas internacionales para financiar los desequilibrios originados en el sector externo. En ese contexto, mantener el tipo de cambio estable fue una decisión acertada, dado el contexto de una alta volatilidad cambiaria internacional.

La estabilidad cambiaria también ha contribuido a la estabilidad de precios. Al mantenerse el tipo de cambio, se preserva el poder adquisitivo del boliviano y evita que los precios que están indexados a las importaciones suban de forma injustificada. Como resultado, los precios domésticos no mostraron fuertes fluctuaciones en los últimos años. Destaca la gestión 2022, cuando la tasa de inflación boliviana llegó a 3,12%, situándose como una de las más bajas, cuando en el mundo los precios ascendieron en promedio en 8,8%; por esto la estabilidad económica boliviana fue altamente destacada por organismos internacionales.

La estabilidad económica también estuvo soportada por la política fiscal, lo que para 2022 representó más de $us 1.700 millones de dólares. El Estado mantuvo por más de dos décadas la subvención a la compra de combustibles, por considerarlos productos muy sensibles de la canasta básica de los hogares bolivianos. El aumento del precio del petróleo elevó el costo de su importación en 2022, que llegó a representar cerca de un tercio de todas las compras en el extranjero. Empero, de no haberse dado continuidad a la política de subvenciones a los carburantes, la inflación en el país se habría disparado como ocurrió en muchas economías vecinas. En ese sentido, parte del costo de la estabilidad de precios se vio reflejada en la caída de las reservas internacionales.

La disminución de reservas internacionales también obedece a la recuperación cíclica de la economía. Un indicador que es señal de la recuperación económica son las importaciones. Cuando una economía crece, aumentan las necesidades de importar. Bolivia es un importador de bienes de capital y suministros industriales y como tal requiere realizar compras al extranjero para producir más bienes y servicios domésticos. Después de la inédita recesión económica en 2020, de -8,7% y su recuperación de 6,1% en 2021 y 4,2% al tercer trimestre de 2022, es natural que la demanda por importaciones se haya incrementado fuertemente. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reportó un nivel récord de importaciones en la pasada gestión: más de $us 13.000 millones, de los cuales 80% son por bienes de capital e insumos industriales. En consecuencia, la recuperación de la economía también demandó un mayor uso de divisas.

Ahora bien, frente a la caída continua de las reservas internacionales de los últimos años, el Gobierno anunció en días recientes varias medidas que buscan corregir su tendencia negativa y fortalecerlas. Entre estas medias están el proyecto de “Ley de compra de oro destinado al fortalecimiento de las reservas internacionales” y el tipo de cambio diferenciado para exportadores.

La ‘Ley del Oro’ tiene como fin que una parte de las exportaciones auríferas, que rondan los $us 3.000 millones, se queden en el país para fortificar las reservas internacionales. Apostar por una mayor acumulación de reservas en oro es una estrategia que podría dar estabilidad a las reservas en el largo plazo, porque se trata de un activo que actúa como refugio en situaciones de incertidumbre internacional y su precio tiene una tendencia siempre creciente y menores oscilaciones que otras divisas. El otro objetivo de la ley tiene que ver con dotar al BCB de una gestión de tesorería e inversiones mucho más ágil, para que el ente emisor pueda realizar distintas operaciones con el oro, como los hacen otros bancos centrales. De esa manera, se busca despolitizar la administración de las reservas, ya que, actualmente, su efectivización debe ser autorizada por la Asamblea Legislativa Plurinacional.

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El “contrato sobre política de incentivo a las exportaciones”, firmado entre el BCB y el Banco Unión (de mayoría accionaria estatal), faculta al BCB a comprar dólares en el mercado cambiario a través del Banco Unión y otorgar a los exportadores un tipo de cambio superior a Bs 6,95 por dólar, lo que hoy reciben del sistema financiero. Esta medida busca dar mayor estabilidad al ingreso en bolivianos de los exportadores, por la venta de sus dólares, lo que suele fluctuar en función de la liquidez del sistema financiero de quienes compran usualmente sus divisas. Otra característica de la medida es que las liquidaciones de las transacciones se realizan en menor tiempo que el promedio de operaciones en el sistema financiero. Esta operación también está exenta de cualquier otro gasto para el exportador, como los costos por comisiones de transferencia que usualmente cobran los bancos privados.

Al fortalecerse las reservas internacionales, se garantiza la estabilidad cambiara. La estabilidad económica es un bien común de todos los bolivianos desde hace más una década, es deber de todos los bolivianos defenderla.

(*)Omar Velasco P. es Economista

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Ataque especulativo a la estabilidad cambiaria

/ 3 de marzo de 2023 / 02:38

En días pasados, el Banco Central de Bolivia anunció que participaría en el mercado cambiario de manera directa, ofreciendo un tipo de cambio de Bs 6,95 por dólar para los exportadores. Este tipo de cambio no modifica el actual régimen cambiario que ha mantenido el precio del dólar estable por más de una década, ya que su valor se encuentra dentro del rango entre el tipo de cambio oficial de compra y venta.

Por otro lado, en el mercado interbancario todos los días se cotiza los dólares en función a la liquidez de los bancos y otros factores. En algunas ocasiones, los exportadores reciben por sus divisas un mejor tipo de cambio que el oficial y en otras su precio está más pegado a la banda inferior del tipo de cambio oficial. El tipo de cambio de venta también fluctúa dentro de la banda cambiaria y por debajo del límite superior. El Banco Central busca —con esta medida— otorgar un incentivo a los exportadores al pagar un precio más alto en relación al promedio histórico retribuido por el sistema financiero.

Desafortunadamente, el anuncio fue interpretado por algunos malos analistas económicos — y difundida por medios de comunicación y redes sociales— como una supuesta devaluación disfrazada y que apoyándose en la tendencia decreciente de las reservas internacionales han dado a entender que el Banco Central no podría mantener la estabilidad cambiaria por mucho tiempo. En realidad, previo al anuncio, el sistema financiero ya ofrecía un tipo de cambio superior al de compra oficial, al cual el BCB se sumó como participante. En ese sentido, no se ha modificado el régimen cambiario que mantiene la relación fija entre el dólar y el boliviano.

Empero, el deficiente entendimiento de la medida —con o sin mala intención— ha alterado las expectativas del público y aparentemente pretendería infundir miedo en la población. En días recientes, se observó que algunos ciudadanos se han apresurado a ir a los bancos a retirar depósitos en dólares o comprarlos en las casas de cambio. Estas acciones producen una demanda extraordinaria de dólares que son las que dan la sensación de escasez y alimentan la especulación sobre la divisa.

Cuando las reservas internacionales de un país disminuyen, éstas pueden ser susceptibles de recibir ataques especulativos. A medida que un número mayor de personas se suma a este fenómeno acumulando dólares, se reduce su disponibilidad efectiva acelerando la pérdida de reservas hasta un punto en el cual el Banco Central puede verse obligado a romper la paridad de su moneda con la divisa y devaluar —para defender la caída de reservas—. Una vez que esto sucede, el banco ya no puede volver a mantener la paridad cambiaria en el futuro, así que el tipo de cambio comienza a fluctuar. Esta situación es conocida en la literatura económica como crisis de balanza de pagos.

Cuando esto ocurre, los especuladores celebran la devaluación porque luego del ataque especulativo a la moneda doméstica — que termina perdiendo valor— logran obtener un mayor margen de ganancia por la acumulación de dólares. Quienes realizan estos aciagos pronósticos festejan el hecho de haber influido con sus anuncios en el comportamiento de las personas, induciéndolas con sus acciones a que sus profecías se cumplan, a lo que el profesor Roger Farmer lo denomina profecías auto-cumplidas. Paradójicamente, la población en su conjunto se ve envuelta en una crisis profunda, a la cual es arrastrada por sus propias decisiones.

De retorno al contexto boliviano. En el país se advierte un frontal ataque especulativo a la estabilidad cambiaria que busca presionar la caída de las reservas internacionales. Estos anuncios sistemáticos de analistas, políticos, medios de comunicación no puede ser entendido de otra manera que como parte de una estrategia de terrorismo de Estado en el plano económico, que busca sembrar un clima de preocupación e intranquilidad en el país.

Para descargo, se acusa al propio Gobierno de ser responsable de exacerbar las expectativas de la gente, cuando en realidad resulta más que evidente que son los propios anuncios de quienes embusteramente dicen defender la estabilidad los que —con sus hechos— las están promoviendo.

La especulación es un delito que atenta contra la estabilidad económica. La población debe evitar caer en la desinformación.

Omar Velasco Portillo es economista.

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Los fetichistas del oro

El proyecto de ley también busca despolitizar la administración de las reservas porque es una tarea eminentemente técnica.

/ 11 de febrero de 2023 / 01:21

La caída de reservas internacionales ha encendido las alertas de viejos opositores y nuevos detractores oportunistas que buscan sembrar un clima de intranquilidad en el mercado financiero, la población y poner en duda la estabilidad económica en el país que se encuentra a pocos años de alcanzar su mayoría de edad.

La posibilidad de realizar compra, venta y otras operaciones financieras con el oro de las reservas —que dispone el BCB— se ha interpretado como la prueba irrefutable del agotamiento del modelo económico. Para estos analistas el oro ha llegado a convertirse en una reliquia, una joya, como topos de mujer de pollera o la corona de la extinta reina Isabel II.

En realidad, el oro es un activo financiero al igual que lo son las divisas porque cumplen las mismas funciones: financiar las operaciones de comercio exterior y las obligaciones financieras de un país con el resto del mundo. Esta función la cumple el oro a cabalidad porque es el activo más líquido del mundo. Pero, además es activo de refugio, es decir, es altamente demandado por gobiernos e inversionistas cuando caen los rendimientos de los otros activos internacionales.

En 2022, por ejemplo, la mayoría de los países redujo sus reservas internacionales como consecuencia del fortalecimiento del dólar que produjo el retorno de los capitales internacionales invertidos en los países emergentes y en desarrollo hacia los países desarrollados. En cambio, el precio del oro, a diferencia de cualquier otro activo internacional, ha mantenido un crecimiento sostenido y presenta menor volatilidad que muchas otras divisas. En consecuencia, aportar por la acumulación de oro es una forma de proteger las reservas internacionales de futuras crisis.

El proyecto de ley sobre el oro que presentó el Ejecutivo tiene como fin esencial fortificar las reservas internacionales mediante la compra de oro en el mercado doméstico. Esta iniciativa legislativa está plenamente justificada en la medida que Bolivia es uno de los principales países exportadores de oro en la región. Solo en 2022 se exportó más de $us 2.700 millones al exterior. El propósito de esta norma es permitir que una fracción de la riqueza aurífera generada en Bolivia pueda quedar en el país.

Apostar por una mayor acumulación de oro es una estrategia prudente, pues rompe con la hegemonía del dólar norteamericano como una estrategia de diversificación del riesgo, al menos hasta que en la economía mundial se defina un nuevo sistema monetario internacional menos volátil y vulnerable a crisis financieras. Sin embargo, estas virtudes del oro no pueden llevarnos a la atolondrada idea de crearle un culto y que prohíba su venta o cualquier otra transacción financiera con su stock. El viejo Marx se refería al fetichismo de la mercancía al hecho de otorgarle un valor que reside a la propia mercancía y no a las relaciones interpersonales que produce la mercancía. En Bolivia, algunos analistas parecieran otorgar el mismo valor a las joyas en oro.

El proyecto de ley también busca despolitizar la administración de las reservas porque es una tarea eminentemente técnica. El Banco Central de Bolivia debe ser el único banco en la región que no tiene la facultad de decidir sobre el uso financiero del oro ya sea para realizar operaciones de intercambio temporal por otras divisas o ponerlas en garantía. Estas operaciones que son normales para cualquier banco central menos en Bolivia, que debe pasar por una autorización de la Asamblea. Este candado legislativo limita la capacidad de administrar óptimamente nuestro oro cuando el precio internacional es alto. Pese a estos potenciales beneficios, se advierte un intento de bloqueo en la Asamblea para dilatar su aprobación que ya lleva cerca de dos años de socialización.

Omar Velasco Portillo es economista.

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Hablemos de igualdad en Bolivia

En el camino hacia la igualdad, el desafío como sociedad es hallar nuestros propios saltos y atajos.

/ 29 de enero de 2023 / 06:48

DIBUJO LIBRE

El camino hacia la igualdad es un proceso complejo, siempre en curso e inacabado (Thomas Piketty, 2021). La lucha por la igualdad está impregnada en la historia de las naciones. Solo con mayor igualdad podría una sociedad como la boliviana alcanzar mayor cohesión social y un sentido de unidad nacional profundo, que permita construir pactos sociales en torno a imaginarios colectivos comunes. La desigualdad, por el contrario, es uno de los riesgos más altos a los que se enfrenta la democracia. Estas son algunas reflexiones del informe La igualdad posible. Alternativas para imaginar la próxima milla en Bolivia que publicó el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (OXFAM) y fue presentado el 18 de enero en el espacio Simón I. Patiño. En este artículo comento algunas de las cavilaciones más importantes de este informe.

OXFAM denomina “gran salto” a la reducción de la desigualdad que consiguió Bolivia en la década pasada y que fue ampliamente reconocida por organismos internacionales, por ser uno de los países con mayores avances. Esta reducción estuvo marcada por la voluntad política de los actores y su convicción de crear una sociedad más justa, plasmada en la Constitución Política del Estado de 2009, la cual permitió establecer un nuevo pacto social.

También influyó el contexto macroeconómico favorable y la redefinición del papel del Estado, otorgándole un rol redistribuidor y protector de la política fiscal.

Cuando los esfuerzos por reducir la desigualdad del ingreso se hacían cada vez más difíciles, sobrevino la crisis sanitaria. La pandemia reconfiguró las desigualdades acentuándolas. Según OXFAM, 9 de cada 10 bolivianos vieron afectada su situación económica por causa de la pandemia.

El informe identifica distintos tipos de desigualdades, no solo desde el enfoque clásico de la diferencia de ingreso entre segmentos de la población, sino a partir de múltiples miradas al empleo, la educación, al género, la etnia y al lugar de residencia. Actualmente, a pesar de los grandes avances, aún se advierte un gran espacio para las políticas públicas y millas por recorrer para reducirlas. Las diferencias salariales entre hombres y mujeres, la brecha digital, la condición urbano-rural, lo público y lo privado o la discriminación por causas diversas, como la condición étnica o la preferencia sexual, son algunas barreras que impiden vivir en igualdad entre bolivianos.

La problemática de la desigualdad no es únicamente una cuestión objetiva, sino que responde a las emociones y las valoraciones subjetivas de quienes las sufren. El informe revela que la percepción de los individuos sobre la desigualdad es diversa y puede diferir de su posición en la distribución del ingreso. En consecuencia, la sensación sobre desigualdad es diferente entre regiones, estratos sociales, niveles de educación y género, entre otras.

El hecho de que algunas desigualdades puedan ser consideradas más injustas para unos que para otros se debe a que cada quien tiene una percepción diferente de ellas, porque parte de contextos específicos distintos y, por tanto, tiene diferentes grados de permisividad o intolerancia. A nivel de la sociedad, se construyen imaginarios colectivos que tienden a dar mayor prioridad a la lucha contra una desigualdad frente a otra. De forma que en cierto momento una sociedad puede tener más interés en buscar mayor igualdad en, por ejemplo, el acceso a la salud, y en otro momento esa misma sociedad inclinarse por la conquista de otra, como el empleo de mejor calidad. Eso muestra que la percepción de igualdad/ desigualdad está arraigada en cada sociedad de forma distinta.

En esencia, lo que el informe comunica es que la cuestión de la igualdad no es un concepto unidireccional, estático, lineal y abstracto, sino que por el contrario tiene un carácter multidimensional, es cambiante en el tiempo, con múltiples trayectorias y se desarrolla sobre realidades concretas distintas.

La aspiración de una sociedad más igual no debe ser confundida con los postulados de los regímenes comunistas. El deseo de mayor igualdad no quiere decir que se la obtenga a costa de reducir el bienestar de quienes mejor posicionados están en la sociedad, sino que algunos grupos menos favorecidos, como los identificados por OXFAM (mujeres, indígenas o informales), mejoren más rápido su bienestar en relación a otros grupos. En la metáfora que utiliza el título del libro, de milla próxima para reducir la desigualdad, se quiere decir que mientras unos viajen en taxi, otros lo harán en teleférico. El camino hacia la igualdad es un tránsito al desarrollo que todo país debe recorrer, solo que algunos lo han hecho más rápido que otros y el desafío como sociedad es encontrar nuestros propios saltos y atajos.

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Para construir estos nuevos puentes, el informe propone algunas alternativas: 1) profundizar y consolidar la redistribución del ingreso, explorando nuevas y más eficaces formas de intervención; 2) atender las exclusiones más graves y aquellas intersecciones (más de una desigualdad a la vez) persistentes; 3) redistribuir la riqueza mediante mecanismos fiscales y otros que frenen la acumulación desmedida de la riqueza; y, 4) la lucha contra el racismo y toda forma de discriminación es parte de esta agenda. En síntesis, el trabajo muestra la necesidad de mejorar los actuales sistemas de protección social, del mercado laboral y del sistema educativo, como móviles que apuntan a caminar en esa dirección.

Estas acciones no podrían aminorar las desigualdades sin nuevos acuerdos y compromisos políticos y sociales. Podrán darse incluso situaciones en que las desigualdades se mitiguen sin la necesidad de ingentes recursos, sino más bien a través de voluntades políticas y una mayor conciencia social que impulsen estas transformaciones.

El camino hacia la igualdad comienza con el reconocimiento de las desigualdades. El informe propone alternativas, como parte de una agenda crítica en la que se advierte el resurgimiento de antiguas desigualdades y la aparición de nuevas. Este trabajo es como una brújula para marcar el horizonte hacia donde se debe orientar el esfuerzo de las políticas públicas y, seguramente, dará mucho de qué hablar.

(*)Omar Velasco P. es economista.

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¿De qué sirvió el paro?

/ 22 de noviembre de 2022 / 01:22

Han pasado 32 días desde que los cívicos cruceños apostaran por un paro indefinido como medida de presión ante la negativa del Gobierno de modificar la fecha del Censo para 2023. A más de un mes de protestas callejeras, los ciudadanos de a pie comienzan a retomar una vida casi normal, empero, el aire que se respira a los alrededores pareciera estar lleno de intrigas entre sus habitantes sobre ¿qué ganó Santa Cruz con el paro?, ¿qué ganó el pueblo boliviano? o ¿quién verdaderamente se benefició de esta pulseta política?

El día después del paro es igual de difícil que salir de una resaca. Las fábricas encienden nuevamente sus máquinas, las plantas comienzan a recalentar sus hornos, los buses prenden motores, los bancos reabren sus puertas al público, el comercio se reaviva gracias a la movilidad de la gente. La actividad económica comienza a reactivarse.

Desafortunadamente para la economía popular ya es un poco tarde. Muchas familias dejaron de vender el poco capital con el que trabajan día a día. Los expendios de comida, el comercio y otros servicios tienen que enfrentar el cobro de alquileres y otros costos fijos del mes a pesar de no haber trabajado. En el sector agropecuario los campesinos tuvieron que rematar su producción incluso a su costo por miedo a quedarse con la cosecha en manos. Los transportistas deben cuotas mensuales a los bancos que, de no cumplirlas, entrarán en mora. En fin, una gran parte de la población cruceña y boliviana ha sufrido grandes pérdidas.

Esta estrategia no solo buscó desgastar políticamente al Gobierno, sino que apostó por la autodestrucción del propio aparato productivo y el deterioro de los principales indicadores económicos que ostenta el Gobierno. Esta aventura política le ha costado al país más de $us 1.000 millones de su Producto Interno Bruto, limitando su capacidad de expansión inicialmente proyectada en 5,1% a cerca de la mitad (2,6%). La inflación de octubre subió en 0,75%, un valor mensual solo superado por la inflación de noviembre de 2019, coincidentemente en otra protesta ciudadana iniciada en el oriente.

Desde los círculos cívicos, la lectura parece ser otra. Hay un esfuerzo mediático desmedido por magnificar los réditos del paro, cuando en la realidad es evidente que el sacrificio de la población cruceña fue enorme en comparación con los resultados alcanzados. La distribución de recursos ya estaba contemplada en la Ley de Participación Popular 1551. Para la distribución de escaños no se requiere una nueva ley, sino hacer cumplir al Tribunal Supremo Electoral los plazos ya establecidos en la Ley 026. La agenda del federalismo tampoco es nueva. Pareciera correr un sentimiento de desilusión y rabia en algunos segmentos de la población cruceña por sentirse utilizados más que escuchados por su propia clase política.

Lo que corresponde ahora es dar vuelta a la página de los conflictos y retomar la senda del trabajo y la producción. El show mediático se ha trasladado de las calles a la Asamblea Legislativa. Se requiere mucha madurez política de sus actores para destrabar este conflicto y no crear un nuevo campo de batalla. Una señal positiva desde el Gobierno sería que anuncie algunas ayudas para la población más afectada, como facilidades de pago en el cobro de las obligaciones tributarias, extender los plazos para el diferimiento y reprogramación de créditos y una posible ampliación de la fecha límite para el pago del aguinaldo, para dotar un respiro al sector privado.

Santa Cruz ha ganado presencia política más beligerante en las calles que con su representación parlamentaria que ha demostrado ser poco efectiva y que paradójicamente hoy reclama ser más numerosa. La infrarrepresentación cruceña en la vida política nacional no se debe al número de escaños, sino a la falta de capacidad de sus líderes políticos que no han logrado contagiar al resto del país hacia un mismo proyecto político, por falta de una visión integradora de desarrollo nacional. En su lugar, se ha atrincherado en reivindicar casi aisladamente la bandera del regionalismo. El movimiento ciudadano cruceño que está emergiendo de estos cabildos se merece nuevos liderazgos con ideas renovadoras. La actual clase política cruceña debe dar un paso al costado y repensar su estrategia política de cara al futuro, porque ni la población boliviana y ni el propio pueblo cruceño le darán opción a un nuevo paro indefinido.

Omar Velasco Portillo es economista.

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