Enrique Arnal: El mundo de mi memoria
Imagen: ESPACIO SIMÓN I. PATIÑO
Imagen: ESPACIO SIMÓN I. PATIÑO
Una exposición en honor al artista se exhibe en el Espacio Simón I. Patiño. Este es el texto de María Isabel Álvarez Plata, curadora de la muestra
El mundo de mi memoria, El mundo invisible y El mundo de la antigüedad son los títulos de tres obras del artista que presentamos en este homenaje y que nos conducen al sentir de su constante irradiación del silencio y de lo subterráneo; a espacios y atmósferas particulares que, de inmediato, logran dirigirnos a esos ‘mundos’.
El mundo de mi memoria resume los temas recurrentes de la obra del artista; pero, ¿cuál puede ser el sentido de pintar un cuadro tan grande? Proporciona la posibilidad de ‘entrar en el cuadro’, de dejar de ser un objeto para convertirse en una imagen, en un ente puramente visual en el que nos involucramos, nos reconocemos, nos sentimos en nuestro entorno. El artista permite que tengamos ese espacio común; al mismo tiempo, su monumentalidad y franqueza nos cautivan. Su cromatismo avasalla nuestra identidad. Retratos de grupo, perfiles de arquitectura, perros que deambulan, vigorosos gallos o un robusto toro. Como puestas en un plano, las imágenes actúan en una narrativa no lineal en separados espacios del extenso altiplano. Su aislamiento es lo que las une.
A pesar de la vastedad de temáticas que abarca Enrique Arnal (1932, Catavi, Potosí – 2016, Washington, Estados Unidos) desde sus primeros cuadros durante su estadía en Chile, apreciamos que, a lo largo de su vida, trabajó seis u ocho temas que van desde su memoria tan arraigada de la niñez en Catavi, donde percibió la naturaleza mitificada del altiplano y la cordillera, hasta los ejes para representar el carácter de la figura humana. Incursionando siempre en diferentes géneros pictóricos, no dejó de pintar sistemáticamente; su trabajo incesante permite entender que experimentaba una necesidad urgente de comunicar su intimidad creativa a través de los códigos de su obra, que, como él mismo sostiene, eran una acumulación de recuerdos de montañas con una percepción alimentada por el misterio marcado por el cielo azul y el paisaje despoblado como únicas referencias.
El mundo de lo invisible o Réquiem para la montaña son el manifiesto de la pérdida de glaciares en la Cordillera de los Andes, la pérdida de la nieve en el manto que cubre la montaña y, al mismo tiempo, como él mismo sostiene, la pérdida de la espiritualidad y de la luz. También representan estas obras la pérdida del carácter sagrado de la montaña y la pérdida trascendental de la referencia para el habitante: “La pintura es testimonial de este proceso, ejecutada al acrílico con tintas y óleos en formatos grandes que demandará alquilar local espacioso…”. A partir de estas reflexiones sobre su práctica artística y de sus motivaciones y fundamentos —que fue expresando en entrevistas, notas y documentos públicos— deja traslucir su procedimiento creativo que puede desplazarse entre lo irrepresentable de la realidad, lo imaginario y lo simbólico, como la fiesta. También puede abstraerse totalmente de la forma y pintar con plena libertad, con un manejo rápido y seguro del dibujo, con un despliegue técnico asombroso que ancla, además, en un extraordinario manejo del color.
El mundo de la antigüedad posee varios niveles de acercamiento, como un concepto indispensable que marca el tiempo histórico, la evolución o la pervivencia del pasado, que es representado en un círculo oscuro, casi negro, rodeado de formas irregulares que se asemejan al Valle de la Luna, situado en las cercanías de La Paz, donde solía ir a caminar. El círculo es una representación mística de los pueblos más antiguos, es un símbolo de unión; pero también puede representar el vacío, lo profundo, lo desconocido o el socavón de la mina.
Rendimos un homenaje al gran artista Enrique Arnal, quien, junto a Alfredo La Placa, María Esther Ballivián, Luis Zilvetti, Armando Pacheco, María Luisa Pacheco y Óscar Pantoja consolidaron vanguardias, entregaron obras que definieron tendencias y pensamientos.
La obra de Arnal no deja de fascinar: pinturas monumentales o de menor formato y dibujos e intervenciones artísticas se ubican en el núcleo de los cambios artísticos. Su obra ha sido expuesta en Europa, en Norte y Sudamérica y, desde luego, en Bolivia. En la exposición que presentamos, reunimos casi un centenar de obras. Posiblemente, sea una de las exposiciones en las que se exhiba un mayor número de cuadros, que muestra el cultivo de su fuerte sentimiento de arraigo a los imaginarios bolivianos, así como una pertenencia a un territorio extremo y monumental, en la cual se expresa de forma fuerte, espontánea y honesta, las sensaciones en las que la creación de sus pinturas permiten la convivencia de la realidad experimentada, de lo intuido y del mundo de lo invisible.
Nota. Álbumes de dibujo, notas manuscritas, periódicos de la época, catálogos, y, sobre todo, entrevistas, han sido la fuente principal de la cual me he nutrido para presentar esta exposición.
LA GRÁFICA
Homenaje
La exposición homenaje Enrique Arnal, El mundo de mi memoria, se inauguró el jueves 1 de septiembre junto a la presentación del libro Enrique Arnal, de la fundación Enrique Arnal. La muestra está desplegada en las salas 1 y 2 del centro cultural, con casi un centenar de cuadros y dibujos de uno de los más grandes artistas bolivianos del siglo XX. También se exhibe el documental El mundo de su memoria, el video de Acción efímera artística, documentos y álbumes del pintor. La muestra permanecerá abierta al público hasta el 28 de septiembre.
Texto: María isabel álvarez plata