Monday 6 May 2024 | Actualizado a 10:51 AM

Mario Sarabia, el demiurgo de Mallasa

Mario-Sarabia

/ 5 de febrero de 2023 / 08:36

El más grande ceramista de Bolivia cultiva el arte de la tierra y el fuego en su casa/taller de Mallasa. Alista una nueva exposición sobre el salar de Uyuni.

Mario Sarabia ha hecho miles de cerámicas. Cada vez que comienza una se pregunta lo mismo: “¿Para quién estoy haciendo esta?”. Nunca sabe al inicio para quién. Sarabia es un alfarero/ceramista que cree en el misterio, en el espíritu; ambos invisibles. Hay varias fotos y cuadros de Picasso en su taller. Nos ponemos a charlar del malagueño; este 8 de abril se cumplen los 50 años de su muerte.

— ¿Acaso Picasso soñó que tú y yo íbamos a estar hablando de él en esta última tarde de enero acá en Mallasa? Es el destino, son las cosas que fluyen. Picasso nunca imaginó ser tan grande, él simplemente trabajaba y trabajaba. Que Graciela Rodo Boulanger haya venido a mi taller hace 14 años y me diga maestro. Nunca lo soñé siquiera. El arte es misterio. ¿Qué te ha traído a mi casa para charlar justo ahora? Eres un mensajero del arte enviado por su espíritu. ¿Qué irás a escribir luego? En esta conversación he recordado cosas que creía haber olvidado. Yo haré ejercitar tu imaginación cuando vuelvas a tu hogar y hagas la nota.

Llevo ocho páginas escritas a mano por los dos costados. Han pasado cuatro horas de ameno diálogo, previo recorrido por el taller del más grande ceramista de Bolivia. Levanto la vista del papel y miro a Mario Sarabia después de sus enigmáticas palabras.

Misterio, espíritu invisible, destino, suerte. Sarabia habla como si fueran dioses paganos. Mario es un creyente. Cree en el arte del fuego, en el fuego del arte; en el espíritu de la cerámica. Es un demiurgo; parte del caos y lo ordena para construir su universo con un par de líneas; crea una vasija con llamitas que caminan la noche del salar a partir de un montón de barro del Valle de la Luna. Son copias de un mundo ideal, copias que nacen del fuego y la tierra, del aire y del agua. Del color. Demiurgo significa literalmente “maestro”, “supremo artesano”, “hacedor”. El demiurgo es un segundo dios. “Nunca digo que soy artista, un artista lo es después de mucho trabajo y suerte; el arte te lleva hasta donde quiere llevarte, esa es la suerte”.

Mario-Sarabia-Mallasa
Mario-Sarabia-Mallasa

Las criaturas de Sarabia son llamas, toros, pájaros, montañas, cabras, seres celestiales, pumas. Mario, a sus 70 años, tiene pinta de Noé, de patriarca de Mallasa. Vive cerca del zoológico y ha sido dirigente de la zona. Llegó al barrio hace 32 años. Y ha construido —sin ayuda de arquitectos— su particular arca. Tiene tres perros (Bola, Estrella y Nucita) y dos gatos (Bowie y Gastón). Bowie es un pequeño dios blanco que merodea sigilosamente por el taller mientras hablamos. A ratos se pone celoso (todos los dioses lo son) y se trepa al cuello del artista.

En el arca de Mario también viven cientos de llamitas, toritos y pajaritos (así los llama, en diminutivo siempre). Existen solo cuando el visitante los contempla, cuando la imaginación del que mira convierte un par de líneas y trazos en una llama/toro/pájaro. Entonces, el demiurgo se libera. Nos ha hecho creer cosas, de ahí nace su magia. Sarabia ha colocado un punto amarillo y nosotros creemos que es el sol.

Paseo la casa/arca de Mario. Tiene varios jardines, flores de todos los colores. Tiene pequeños azulejos en el piso con animales pintados del arte rupestre. Pareciera que el ceramista ha salido a cazarlos hace millones de años y ahora están ahí dibujados sobre el piso para siempre. En el umbral de la puerta interior hay un seto enorme en forma de toro con sus astas. Sarabia cultiva también el arte de la topiaria. Se necesitan años para dar con la forma deseada. En la habitación de los cuatro hornos, pregunto al maestro:

—¿Cuánto tiempo tardas en convertir la arcilla, la tierra en una vasija para luego llegar a la cerámica de los esmaltes y los colores?

Cuarenta años. El alfarero/demiurgo habla de otro tiempo. Para encontrar esas líneas, esos círculos, esas formas que parecen llamas, toritos, pájaros han tenido que pasar 40 años. Cuando la arcilla se transforma, la sensación es mágica. Dentro del horno (a más de mil grados de temperatura) se subleva la vida, nacen vasijas del fuego, vuelan cholitas como luciérnagas que fluyen del caos al mundo de Mario. Sus dedos hacen subir la tierra. Toma la palabra el poeta: “Objetos son de amor/estos reductos, diseminan/la luz y la reagrupan/mientras recobra el barro/la borrasca primaria de su fuego/. Ya está en vilo la vida: irrumpe del fondo placentario de los hornos”. (Caballero Bonald, Alquimia de la cerámica).

De los siete años que pasó en La Paz desde que nació (1953) en una clínica de Obrajes hasta que se fue a vivir a Nueva York, se acuerda poco. Es bautizado con el nombre de Marco Antonio. Estudia en el Colegio La Salle y vive entre Miraflores (cerca del estadio) y Sopocachi (por la plaza España). Tiene dos hermanos; uno mayor (Javier) y otro menor (Ramiro, muerto hace un año). Su padre, contador, es René Sarabia Yanguas. Y su madre, de larga carrera diplomática, Lourdes Sardón Pizarroso. Su abuelo es el poeta y dramaturgo Adán Sardón Zarauz; su nombre —del abuelo materno— tiene incluso un pasaje en Sopocachi.

La pareja se separa y la madre, destinada en la misión boliviana de Naciones Unidas, agarra a las wawas y se va para Estados Unidos. En los nuevos papeles gringos, su nombre se transforma (como la tierra dentro del horno); se llamará a partir de ahora, Mario.

Pieza de cerámica

Mario Sarabia en su taller en 1997. Foto. Ricardo Bajo y Archivo de Mario Sarabia

Obra. Piezas de cerámica con llamitas.

Exposición. La próxima muestra del artista estará dedicada al salar de Uyuni. Foto.

La niñez en el oeste de Manhattan es feliz; o por lo menos así la recuerda. Aprende inglés sin darse cuenta. En la calle 83 no juegan todavía muchos hispanos; desde su casa camina solito junto a sus hermanos hasta el “Public School”. Hasta los 12 años juega béisbol, es primera base por su rapidez y agilidad. De la escuela, recuerda el olor a sopa de tomate a la hora del almuerzo. Andy Warhol está a punto de convertir la lata Campbell en un símbolo del flamante arte pop.

De la casa, en un edificio bajito con calle bonita y árboles, recuerda el primer televisor y sus imágenes borrosas. Cuando tiene 14 años, llegan algunos vecinos argentinos y ecuatorianos al barrio. Todos quieren jugar “soccer” (nuestro fútbol), chau béisbol. Mario es lateral derecho (con la tres en la espalda) en la German-American Soccer League. Llegará a jugar en junio de 1968 con la juvenil de los New York Generals el partido preliminar antes del Santos vs. Nápoli (4-2, con tres goles de Toninho y otro de Pelé) en el mítico Yankee Stadium del Bronx. “Había cuarenta y tres mil hinchas aquel día, sentí que todos me estaban mirando a mí, recuerdo que todos los chicos esperamos el saludo de Pelé y al final no nos saludó por todo el ajetreo”.

La “High School” la pasa en el barrio de Queens. Estamos en pleno auge del hipismo, inicios de los 70. Sarabia se va al campo a estudiar Agronomía (en la St. Lawrence University, estado de Nueva York). “Duré un año, estaba de moda volver a la tierra, cultivar tus propios alimentos, montar a caballo, fumar marihuana, intentar descubrir quién eras, mandar todo a la mierda, cambiar el mundo, hacer algo diferente con tu vida”.

Entonces, Mario conoce a una chica. Se llama Cynthia, se apellida Thompson, es pelirroja, es de Pensilvania. Pinta y hace fotos. El mundo del arte y de las galerías de Nueva York está por abrirse de par en par. Deja la agronomía y comienza a estudiar Museografía en el Museo Americano de Historia Natural en el Upper West Side de Manhattan. Es el barrio tantas veces retratado en las películas de Woody Allen. Es el barrio que todos conocemos sin haber caminado nunca por sus calles. “Una vez vimos a Dalí con su capa y su bigote, alto y flaco, caminando cerca del MOMA. Tengo un humor parecido al judío, mi esposa Lourdes a veces no lo entiende, pero tipos como Woody Allen, en esa época, había cientos por Manhattan. Salíamos a caminar de noche por Nueva York para admirar su arquitectura y descubrir una gárgola tras otra”.

En el Museo de Historia Natural, Sarabia está a cargo de la sala de México y Mesoamérica. Se encarga de armar los escenarios de las exposiciones, de montar las luces, de guiar al público, de enseñar a los chicos y chicas de los colegios. Las cerámicas olmecas comienzan a hacerle guiños, pero Mario todavía no se da cuenta.

En 1975 hace el viaje de su vida, todo un clásico “hippie”: junto con Cynthia viajará de Barranquilla a La Paz por tierra y luego subirá de Riberalta a la frontera brasileña-venezolana en callapo, vía Manaos. Cynthia será una amiga para toda la vida y llegará a ser madrina de una de sus hijas. Escribirá un libro (todavía inédito) sobre esta aventura y volverá a Bolivia para tomar fotografías a lo largo de nuestros ríos amazónicos.

Cuando regresa a Nueva York, comienza a extrañar la lluvia, la neblina, el viento frío del Illimani. Ahora es profesor de “soccer” en una escuela de ricos donde estudian los hijos de Rockefeller. Siente una rara nostalgia por la ciudad donde ha nacido y apenas ha vivido. Experimenta la llamada de la tierra, de su tierra. Es algo misterioso, como la vida misma de Mario Sarabia. Volverá a La Paz como volverá su madre (que aún vive con 91 años).

Antes conoce a una chica judía llamada Teru Simon, pintora. Su familia no aprueba la relación con un chico latino de tradición católica. Mario vive dentro de una película de Woody Allen. La novia va a ser la primera persona que le ponga un pedazo de arcilla en la mano. “Me encantó tocar la tierra, trabajar la arcilla, mi primera obra fue un marinero con su loro, todavía no sé por qué hice esa figura”. Un pirata, Mario es un pirata; no corta el mar, sino vuela.

Antes del anhelado regreso a la patria, vivirá un tiempo en Miami (donde se ha ido su hermano menor). Con su currículum, logra una “pega” en el Museo de Ciencias de Miami. Toma uno de sus cursos libres, de cerámica. Cuando se coloca frente al torno, siente el poder. Un espíritu invisible le dicta una frase en la cabeza: “Con esto voy a comer el resto de mi vida”. Dicho y hecho. Roba un libro, el “robo más grande de mi vida”. Es Ceramics of Picasso de Georges Ramié. Sarabia descubre la cerámica como pasión, se entera de que Picasso hace cerámica ya siendo un artista consagrado, con 67 años; como Gauguin o Matisse. “Me aferré a ese libro, Picasso me mostró el camino, me enseñó a poner algo mío en la cerámica, a diseñar, a no tratar la cerámica como lienzo, como pintura. Amo y sigo amando su búsqueda”.

Viene a La Paz de vacaciones por dos semanas y se queda. “Llevo 40 años de vacaciones acá”. Conocerá a su esposa de Sucre (Lourdes Giménez), se casará, tendrá tres hijos (María Julia, Francisco y María José Churka). Las hijas heredarán la pasión por el arte (trabajarán la joyería y la cerámica; montarán una galería con el padre en San Miguel). El hijo será fiel stronguista como su padre.

Cuando llega, se instala en Viacha, en una fábrica abandonada de cacao con un horno de adobe. Ni ventanas tiene la casa. De verdad quiere ser ceramista. Necesita saber más de él mismo. Sentir el miedo de no sobrevivir, experimentar la certeza de poder hacer algo diferente, como lo soñó en su época “hippie”. La familia pronuncia la frase maldita: te vas a morir de hambre. Quiere transformar la cerámica artesanal en el arte del fuego. Quiere entrar con sus objetos a las prohibidas galerías. Quiere abrir senderos. Se topa con rechazo, con perjuicios; apenas Inés Cordoba le tira algo de pelota. La tradicional división entre artes mayores y menores continúa desgraciadamente hasta hoy. Todavía algunos hablan de “decoración de vasijas”. Aún se ignora al (gran) arte popular; su sencillez, su rudeza, su belleza, su fantasía.

Vamos a retroceder siglos para explicar de dónde viene todo esto. “La conquista eliminó la cerámica de los pueblos originarios. Trajeron un dios diferente y lo impusieron con pólvora y arte. Extirparon idolatrías. Si ves menos de tus dioses, ves menos de tu arte y de tu cultura, de tu identidad. El arte es tan peligroso como la pólvora, o más. Eliminaron los dioses que se representaban en las cerámicas, en las piedras. Solo se permitieron vasijas para comer, utensilios para la cocina y todos tenían que llevar la cruz. La cerámica ceremoniosa con sus dioses para contar tus propias historias se eliminó a golpe de espada y cruz. No hay arte mayor o menor. Cuando miras algo y te entra directo al espíritu; eso es arte. Es la búsqueda. La artesanía reproduce, no busca; puedas hacer una taza, pero tiene que tener un alma por dentro”.

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Sarabia trabaja con las manos, con la tierra, con el fuego; es un alquimista. Moldea su mundo. Cree que lo que hace es bueno. Cree que la arcilla es un ser, que la arcilla lo ha escogido, que ella permite su trabajo. Es algo misterioso, llámalo destino, espíritu invisible. Comienza a vender sus pequeños objetos en una tienda del Prado paceño que exhibe artesanía peruana. Es Algo Más, propiedad de Flavia Giménez, prima hermana de la que será su esposa. Llámalo destino. Conoce a Javier Núñez del Prado que tiene un horno jailón. “Es la primera persona que me llama ceramista, que me respeta; me visitaba en Viacha, tomábamos vino, es por aquel tiempo que empiezo a creer que soy ceramista”.

Recuerdo. Mario Sarabia en Central Park en Nueva York en los años 70 junto a Ana María Jordán.
Recuerdo. Mario Sarabia en Central Park en Nueva York en los años 70 junto a Ana María Jordán.

La primera exposición colectiva se monta en la casa de Gil Imaná e Inés Cordoba en la avenida 20 de Octubre, esquina Agustín Aspiazu (en Sopocachi). La primera individual, en el Centro Boliviano Americano de la avenida Arce. “Un primo de Emiliano Luján me prestó sus pedestales, pues nadie tenía”.  A Jorge Ortiz, responsable cultural del CBA, le da un ataque de pánico escénico y Sarabia se queda sin palabras de presentación. Se lo pide a Gil Imaná, pero le dice que no. Después, el maestro ve la obra y dos minutos después le dice que sí: “En Bolivia exportamos harto estaño, pero no hay libra de estaño que pueda comprar estas cerámicas; en la obra de Sarabia hay algo, no pensé encontrar magia”. Gil, Inés y Mario van a ser grandes amigos hasta la muerte de la gran pareja del arte boliviano.

Después de esas dos primeras exposiciones vendrán muchas más. Ha protagonizado muestras en Porto Alegre, París (tres veces), Nueva York, México, Buenos Aires, Londres, Chicago. La revista más prestigiosa del mundo sobre cerámica contemporánea, Ceramics Month, fundada en 1953, le ha dedicado en septiembre de 1997 un reportaje especial escrito por Ryan Taylor. Sarabia tiene regada su obra por medio mundo. Ha recibido en su taller de Mallasa a cientos de aprendices y a grandes maestros que se han interesado por su disciplina: a Graciela Rodo Boulanger, a Alfredo La Placa, a Mamani Mamani, a Yolanda Bedregal. En 2005 recibe el premio de “Maestro de las Artes” por parte del Estado Plurinacional de Bolivia.

Mario prepara estos días una nueva exposición después de una visita al salar de Uyuni en 2022. Las llamitas caminan en la noche en la oscuridad del desierto blanco. Lo hacen en platos, vasijas, jarrones, láminas. El demiurgo de Mallasa escarba con la técnica milenaria de la arcilla y busca nuevas mezclas en el óxido, en los materiales cerámicos, en el esmalte y el color, en los engobes y vidriados. Selecciona la arcilla, más rojiza cerca de su casa, más pura en el altiplano. Vigila el momento sagrado de la cocción de las piezas, imagina líneas y perfiles, texturas y colores, busca un hallazgo.

Hace una semana, una pareja de Nueva York ha comprado un bello jarrón en su alfar. Han ido directamente por él. Los gringos creen que han escogido la vasija, pero ha sido al revés. Ahora es el logo de una prestigiosa página web sobre cerámica contemporánea. Ese jarrón ha buscado dónde quiere estar en el mundo. Es el misterio del arte del fuego, el fuego hipnótico, el fueguito que da vida, el fuego que siempre tiene la última palabra.Sarabia tiene razón: nunca sabe para quién hace sus cerámicas. Ni donde vivirán.

El arte de la tierra y el fuego nunca será menor; Mario, tampoco. Cuando dejo el taller en pleno atardecer —con la Muela del Diablo perfilada en el horizonte— volteo la mirada y leo una frase pintada sobre la pared. Es una cita del cubano Silvio Rodríguez: “Solo el amor convierte el milagro en barro”. Solo las manos del demiurgo de Mallasa convierten la arcilla en misterio.

TEXTO: Ricardo Bajo

FOTOS: Ricardo Bajo y Archivo de Mario Sarabia

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Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

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Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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