Calidad y profesionalismo, el sello de La Compañía
El elenco de bailarines profesionales presentó tres obras: ‘Concierto’, ‘Tarde en la Siesta’ y ‘Ángeles de arena’
Calidad, rigor, profesionalismo y nuevos aires en la creación coreográfica nos entregó La Compañía en su primera temporada del año, en la que mostraron tres obras, cada una en un distinto lenguaje y estilo, reto que ha sabido sortear esta agrupación independiente de bailarines profesionales, que el público supo apreciar y gozar en las presentaciones que ofreció el 2 de julio en el Teatro Municipal y el 5 y 6 en Teatro Nuna.
La agrupación, integrada por 15 bailarines bolivianos, se puso el reto de dejarse llevar de la mano de tres maestros de la danza muy distintos en cuanto a estilos y dirección. Dos reposiciones: Concierto de Norma Quintana y Tarde en la Siesta de Alberto Méndez, puesta por Magaly Rodríguez, fueron las que arrancaron la primera parte del programa. Cerrando con broche de oro estuvo la obra de estreno, Ángeles de arena, compuesta por el coreógrafo costarricense Francisco Centeno, que creó especialmente para el elenco de La Compañía.
Con un programa bien pensado, que fue creciendo en intensidad, La Compañía se lució en su versatilidad en el manejo de estilos diferentes. Pero fue quizá con la obra de Centeno donde tuvo, el elenco en su totalidad, una demostración de gran plasticidad, calidad interpretativa y versatilidad, ya que el lenguaje de la obra así lo exigía.
Con Ángeles de Arena, con música de Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi, hemos tenido una experiencia muy gratificante, ya que se trata de una obra de gran intensidad, que no permite desviar la mirada hacia otro lado, en el que discurren permanentemente imágenes en diferentes planos —la iluminación juega un papel esencial para este fin—, y cada escena propone imágenes que se asemejan a tener en frente cuadros sacados de un mundo imaginario, donde no importa el hilo argumental en sí mismo, sino la experiencia y el goce del movimiento, las líneas de los bailarines, la gestualidad, el uso de soportes, el diseño del vestuario que favorece al movimiento, y finalmente, la dramaturgia. Sin duda es una excelente obra y una muy buena dirección.
Una vez más podemos aseverar que una sólida formación en técnica clásica permite a las y los bailarines manejarse con gran soltura en creaciones con estilos y códigos diferentes, un elemento al que el coreógrafo de Ángeles de arena le ha sacado gran provecho.
Con un tono completamente distinto, Tarde en la Siesta —del célebre coreógrafo cubano Alberto Méndez, con la bellísima música de otro artista cubano, Ernesto Lecuona— se tuvo la oportunidad de conocer una joya del repertorio del ballet clásico del siglo XX, con sello latinoamericano, el mismo que varias compañías en el mundo la reponen por ser un ícono de carácter universal. La reposición que estuvo a cargo de Magaly Rodríguez, maestra también cubana, supo rescatar toda la esencia y el carácter de esta pieza, creada en 1973 para cuatro estrellas del Ballet Nacional de Cuba (BNC): Ofelia González (Dulce); Marta García (Soledad), Mirta Plá (Consuelo) y María Elena Llorente (Esperanza). Recogiendo un poco de la historia de esta encantadora pieza, se sabe que el coreógrafo cubano se inspiró en el famoso Grand Pas de Quatre (1845) de Jules Perrot, aunque quiso ponerle el sello de la tradición y la gracia de la mujer cubana. Las bailarinas solistas de La Compañía que interpretaron en esta ocasión esos roles estuvieron bien escogidas, caracterizadas y dirigidas, en sus diferentes papeles como Esperanza (Sara Revollo), Dulce (Celeste Soto), Soledad (Paola Arévalo) y Consuelo (Carolina Mercado).
Interpretar obras del repertorio universal es siempre un reto para cualquier bailarina y es una vara en la cual medirse; en este caso representar el carácter de Tarde en la Siesta, “el Gran Pas de Quatre cubano”, como diría Miguel Cabrera, historiador del BNC, ha sido sin duda eso para nuestras solistas. Y para el público, ha sido la oportunidad de conocer una obra con una gran historia y tradición, permitiendo ampliar el conocimiento de obras del repertorio del ballet y de la cultura dancística universal.
Concierto, de Norma Quintana, abrió el espectáculo con música de Astor Piazzola, el gran compositor argentino, universal y emblemático. Se trata de una pieza con la que la coreógrafa mostró, una vez más, su sello con un estilo neoclásico, muy representativo de la gran mayoría de sus creaciones. En esta obra se puede advertir que la ejecución técnica es lo que prima, poniendo en segundo plano la interpretación y la dramaturgia. En lo que respecta a la coreografía, esta fue puesta por primera vez el año 2002 para el elenco del Taller Experimental de Danza, creado y dirigido por Quintana.
Y ya como cierre de esta reseña, es fundamental señalar que en La Compañía se agrupa un puñado de bailarines profesionales que tienen mucho para ofrecer, pero que luchan contra un contexto muy complejo. Formados en Bolivia, la mayoría ha tenido la oportunidad de perfeccionar su trabajo fuera del país y tener experiencias en escenarios también de otros países. Bien podrían ser el elenco estable de cualquier compañía profesional de danza clásica de una institución cultural estatal, como funcionan muchas compañías de ballet o danza contemporánea en el mundo, o como fuera en el pasado el propio Ballet Oficial de Bolivia, del cual ya casi no queda nada. Pero no, se trata de un grupo de valientes artistas de la danza que se autofinancian, se autogestionan, que bregan por lograr apoyos privados que les permita sacar adelante sus espectáculos, que sin duda tienen el sello de calidad y profesionalismo.
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Texto: Tania Delgadillo Rivera
Fotos: Alberto Schwartzberg y javier Ishino