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Rumania: El paisaje humano de un país en pos de la modernidad

Una piedra en el zapato de la UE. Desde su ingreso en 2007, Bruselas vigila estrechamente su sistema judicial y la corrupción de los políticos. A unos 500 kilómetros de Brasov y del mundo transilvano se extiende otro microcosmos al borde del mar Negro: el delta del Danubio.

/ 22 de septiembre de 2013 / 04:00

Es muy difícil aburrirse al recorrer una carretera nacional rumana. Dos sentidos, un arcén intermitente. Aquí lo excepcional son las predecibles gasolineras y áreas de servicio de los poco más de 500 kilómetros de autopista que hay en el país, y es extenso. El resto es territorio donde cruzarse con un carro de madera tirado por un caballo en el que viajan niños sentados junto a montones de paja, señoras con pañuelo anudado a la cabeza que venden sandías, vecinos sentados en la puerta de casa charlando de sus cosas. Con una familia que ha decidido desplegar una mesita en una cuneta cualquiera y comerse un bocadillo antes de seguir. Con una especie de iglús de heno plantados aquí y allá en los campos. También se ven autoestopistas, perros dando una vuelta, tiendas de gigantescos gnomos de jardín y carteles de un supermercado con fotos de las dos ofertas estelares, la una junto a la otra: compre chuletas, compre jabón de manos.

A Rumanía le queda mucha carretera por construir, mucho recorrido en la Unión Europea (UE) por hacer. Desde la terraza de un restaurante de madera con camareros vestidos con trajes regionales se ve el castillo de Bran, clavado sobre una roca entre montañas. Una leve bruma difumina las torres del que al mundo le gusta pensar que es el castillo de Drácula. Anamaría Nicoara canta al piano Someone like you, de Adele, y cuando termina y se sienta a tomar un café, sonríe al hablar del conde: “Es un invento de alguien de otro país, pero trae turistas”.Transilvania es una de esas regiones disputadas en el pasado y con identidades diferenciadas que han ido tejiendo la historia de Europa.

Como dice Nicoara, de 29 años y estudiante de música, “es diferente del resto del país. Es más civilizado, más tranquilo”. Ella es de Brasov, con sus casas bajas de tejados rojos a dos aguas al pie de los Cárpatos, el hábitat natural de unos 6.000 osos, la mitad de los que quedan en Europa. Un desconcertante letrero, B-R-A-S-O-V, similar al de Hollywood, recuerda desde la montaña el nombre de la ciudad, que tiene otros dos: Brassó, en húngaro, y Kronstadt, en alemán. Alguna panadería alemana permanece en sus calles adoquinadas, aunque la mayoría de la población de origen sajón abandonó el país en los 90, tras la caída del Muro, a cambio de otro futuro en Alemania. “Mi madre es rumana húngara, y hablo con ella en húngaro”, cuenta Nicoara. “En algunos pueblos transilvanos hay gente que apenas es capaz de hablar en rumano, pero no hay tensiones importantes, excepto quizá entre los muy nacionalistas”.

No siempre ha sido así. En 1990 hubo una serie de violentos enfrentamientos étnicos en la región, y en Hungría todavía se recuerda, aunque sólo sea en la retórica nacionalista y en el apoyo a la importante minoría húngara que vive allí, la pérdida de Transilvania tras la Primera Guerra Mundial. Un poco más al noroeste, Sighisoara también vende su porción de Drácula. Abundan las tazas con la cara sangrienta del vampiro en la ciudadela medieval de casas de fachadas verdes, turquesas, rosas y amarillas. En el siglo XV nació aquí Vlad Drácula (hijo de Dracul, que significa dragón o diablo) o Vlad el Empalador, el hombre con el apodo más perfecto posible para inspirar un personaje como el de Bram Stoker. Un cronista bizantino de la época, Laonikos Chalcocondiles, da una idea de la inclinación por el sadismo de este príncipe que luchó contra los turcos: “Llamó uno a uno a los boyardos [nobles] que creía capaces de traicionarle, y los mutiló y empaló junto con sus familias y siervos. Parece que, para consolidar su poder, mató a unos 20.000 hombres, mujeres y niños en poco tiempo y dio todo el dinero [de las víctimas] a sus soldados fieles”. El propio autor parece tomar distancia de los hechos que relata, o quizá de las cifras. Pero empalar, Vlad empalaba.

En la preciosa y bien conservada Sibiu también se ven tejados rojos, pero aquí muchos tienen aberturas —a veces hasta cinco— que parecen ojos que observan, no aptos para paranoicos. Los palacios barrocos, la  iglesia evangélica con tejas de colores y los edificios con rejas conviven en la misma ciudad con los bloques comunistas de la parte baja, apiñados en un desorden específico que se repite en otras poblaciones.

Nicoara aún se acuerda, dice, de cuando era muy pequeña, no más de tres o cuatro años, y acompañaba a su madre a “las cinco o las seis de la mañana a hacer cola para conseguir algo de leche o comida”. Eran los últimos años del régimen de Nicolau Ceausescu, con la población literalmente pasando hambre.

“Y también sé que había cortes de luz y que nadie podía viajar al extranjero”. Ahora, 25 años después, va a ir a Málaga, España, en un par de meses con una beca Erasmus, uno de los programas que más han hecho por la integración europea. Antes estudió Sociología y vive de cantar en bares y trata de promocionar sus propias canciones. “Lo normal es cobrar entre 270 y 405 dólares (el salario medio son 475 dólares), mientras que los precios son bastante europeos”, ironiza. El alquiler del pequeño apartamento que comparte con su novio le cuesta 270 dólares al mes, sin contar gastos. “Aquí ganamos el dinero justo para vivir”. Planea volver a su país cuando acabe el curso en España y no se plantea emigrar, a diferencia de lo que ya han hecho unos tres millones de rumanos de una población de 21,5 millones. Pero sí  quiere enfatizar algo: “Tenemos mala fama fuera porque algunos rumanos hicieron las cosas mal, pero saben muy poco de nosotros o de nuestro país. De los muchos que se han ido, algunos son buenos trabajadores, otros tienen una alta formación —por ejemplo, exportamos muchos médicos— y por desgracia algunos son delincuentes. ¿Es que no pasa esto con otros países?”, pregunta Nicoara.

Rumanía se incorporó a la Unión Europea en 2007 junto a Bulgaria. Son los dos países más pobres de los 28 y su adhesión fue problemática. Los recelos de entonces sobre si estaban preparados continúan hoy. El socialdemócrata Víctor Ponta, el primer ministro, dedicó a la UE una de sus primeras frases nada más ganar las elecciones en diciembre: “El futuro de Rumanía está al lado de la familia europea”. Fue un guiño a Bruselas, que aún vigila el respeto al Estado de derecho, el sistema judicial rumano y la lucha contra la corrupción de los políticos, de quienes los ciudadanos se sienten muy desconectados. El último de una larga lista de escándalos lo protagonizó el ministro de Transporte, que tuvo que dimitir a mediados de julio al ser condenado a cinco años de cárcel por comprar transformadores viejos y venderlos como nuevos a una empresa estatal hace una década. Hay además otro tipo de corrupción, parte de la vida cotidiana y toma cuerpo en pequeños sobornos en la Administración —para pedir un título, por ejemplo— o en los hospitales —con médicos que tras 20 años de experiencia cobran 800 euros—, donde muchos enfermos admiten que dan dinero al personal convencidos de que así los atenderán mejor.

A unos 500 kilómetros de Brasov y del mundo transilvano se extiende otro microcosmos al borde del mar Negro: el delta del Danubio. Por esta reserva de la biosfera, donde se pueden ver pelícanos y esbeltas garzas blancas, donde 284 especies de aves migratorias descansan de camino a África, hay cientos de lagos, zonas a las que sólo se accede en barquitas y dos grandes canales para los cruceros. Bogdan Bascoveanu, de 24 años, es camarero en uno de ellos.

Cuenta que en esta zona, y en la capital de la provincia, Tulcea —una ciudad portuaria un tanto gris, punto de partida para ir al delta—, “no hay muchas oportunidades. Aparte del turismo, lo único que se puede hacer es dedicarse a la pesca, y a muchos no les da más que para sobrevivir”. Él gana unos 34o dólares al mes más propinas. Estudió Publicidad en la universidad y dice que no plantea irse: “Algunos de mis amigos emigraron y pensaron que todo iba a ser perfecto, pero no ha sido así. Algunos han vuelto. Además, tenemos mala imagen fuera. Estamos en Europa, pero no nos tratan igual”, dice.

El Danubio tiene un color marrón en este día algo nublado. En esta área sólo viven unas 12.600 personas, pero es pura mezcla, con comunidades turcas, ucranias, griegas, y así hasta 14 grupos étnicos. En las verdes orillas se ve de vez en cuando alguna población destartalada con casas de cemento gris, papeleras atadas a los árboles. Esta zona intenta desarrollar un turismo sostenible, basado en pequeños alojamientos familiares, en excursiones de un puñado de personas guiadas por un pescador tradicional —de los que ya quedan muy pocos— o en la observación de las aves. Al bajar del barco, en un estrecho camino de tierra, un grupo de hombres ha decidido encender una hoguera para cocinar un guiso de pescado. Celebran algo. Está bueno. Hoy es un día especial. La ministra encargada de pymes, entorno empresarial y turismo está de visita en la zona. Con ella viaja un séquito de asesores y una legión de periodistas. Rumanía quiere ser turística. Tienen un logo con el eslogan “Rumanía. Explora el jardín de los Cárpatos”. Tienen miles de folletos. En 2012 visitaron el país 1,6 millones de extranjeros. Está en ese punto en el que el turismo se despereza, se está construyendo. Ahora representa el 1,7% del PIB. La naturaleza y las formas de vida tradicionales son el gancho en Transilvania y en el delta. Las palabras verde, sostenible y ecológico pueblan los discursos. Para mostrar la belleza del delta se han alquilado dos barcos.

Un grupo folklórico ha acudido a la comida con la ministra para cantar y bailar con sus coloridos trajes. Fuera del recinto, a unos 30 metros por un camino polvoriento, hay una caseta donde dormita Cornel Tertiscu. Su abuelo era pescador, su padre era pescador y él pesca de septiembre a abril. “Es una lotería”, indica sonriente, “unos días saco cinco euros; otros, 20”. También organiza tours con su barca. Todo esto lo dice medio en rumano, medio en inglés, medio en español: “Estuve dos meses trabajando en Punta Umbría, en un quiosco”. Al entrar en el coche iluminado con una luz azul como de neón, un taxista de Bucarest pregunta: “¿Española?” A continuación toquetea una pantalla colocada sobre el cambio de marchas y selecciona en YouTube el tema Dos corazones, dos historias, de Alejandro Fernández a dúo con Julio Iglesias. La conexión española se percibe en muchas ciudades: hay 922.286 rumanos que viven en la Península, casi un tercio de todos los emigrados. La crisis ha hecho que algunos tengan que ir y venir en función del empleo que encuentran, aunque la mayoría se queda. Otros, como Bogdan Gheorghe, de 24 años, han regresado. Los bares de la pequeña parte antigua de la capital están llenos, se puede fumar y  muchos tienen wifi gratis. Bogdan regresó de Castellón hace un año, después de cinco allí. Cuando era adolescente, su familia se transformó en un goteo de ausencias: primero se fue a España su madre; al año, su padre; después, su hermano. Él se quedó en casa de su tía en Rumanía para acabar el bachillerato. A los 18 se reunió con ellos en España. “Era recepcionista en un centro de negocios. Me compré una computadora, un celular… Salía más, tenía muchos amigos”. Con la crisis se esfumó su empleo y el de su padre. “Mi familia me dijo: hay que hacer algo. Si alguno de los dos hubiéramos tenido trabajo, seguiría en España”. Gheorghe ya se ha vuelto a acostumbrar a su país y quiere retomar la Universidad. “Ahora trabajo en un centro de llamadas de una aerolínea y cobro 340 dólares. Pago 150 dólares por la mitad de un piso compartido”. ¿Y el resto de la familia? “Mi padre y mi hermano acaban de regresar definitivamente, y mi madre, el año que viene”. Bucarest es de todo menos una ciudad previsible. Los bloques de viviendas-enjambre del comunismo plantados en enormes bulevares se suceden con barrios de casas bajas cada una a su manera, con patio o sin patio, con fachada de cemento o en forma de mansión perfectamente restaurada, con coches aparcados en la acera, si hay acera, y, como uniendo todos los puntos, los negros cables de la luz colgando. Carola Frey, de 24 años, está sentada junto a una ventana de la planta baja de la descomunal mole que es el edificio del Parlamento, tan desmesurado como el poder que acaparó Ceausescu. Está montando con sus compañeros de Bellas Artes una exposición de fin de curso.

Ella nació cuando cayó el Muro. “Los rumanos somos parte de Europa, lo único distinto es el pasado comunista”, afirma en su impecable inglés. Dice que habla alemán, francés, italiano y japonés y que ha terminado Políticas. Su padre vive en el Reino Unido, donde se pretende dificultar el acceso a  ayudas sociales a futuros inmigrantes comunitarios, como rumanos y búlgaros. Ella se plantea ir allí dentro de unos años, porque “un profesor de universidad cobra 3.500 libras, y aquí, 680 euros”. Pero insiste en aclarar que “esa sería la única razón” por la que dejaría su país una temporada. Tal y como ella lo ve, “la única diferencia entre vivir en Bucarest o en otra ciudad europea es el dinero”.

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Tradiciones Cruceñas, el mural que renace en Los Tajibos

Una obra icónica del reconocido artista plástico cruceño, Lorgio Vaca, fue restaurado y ahora se luce en una nueva ubicación en el Hotel Los Tajibos.

/ 7 de septiembre de 2024 / 21:24

En un acto que fusiona arte, historia y tradición, el emblemático mural «Tradiciones Cruceñas» del reconocido artista Lorgio Vaca ha sido reinaugurado en un espacio privilegiado del Hotel Los Tajibos, a Tribute Portfolio Hotel, en Santa Cruz de la Sierra. Esta obra monumental, que celebra su 50 aniversario desde su creación en 1974, ha sido objeto de una meticulosa restauración, emergiendo con renovado esplendor en el mes aniversario de la capital cruceña.

El proyecto de restauración, impulsado por el empresario Samuel Doria Medina a través del grupo que gestiona el hotel, ha transformado no solo la apariencia física del mural, sino también su accesibilidad al público. Ahora ubicado sobre la Avenida Tercer Anillo Interno, el mural se presenta como una ventana abierta a la rica cultura cruceña, invitando tanto a lugareños como a turistas a sumergirse en sus vibrantes colores y significativos símbolos.

Obra

Con sus impresionantes 18 metros de longitud y cerca de 3 metros de altura, Tradiciones Cruceñas es un testimonio visual de la identidad y el patrimonio de Santa Cruz. El proceso de restauración, que se extendió por cinco meses, no solo ha devuelto la vida a los trazos originales de Vaca, sino que también ha incorporado nuevos esmaltes derivados de minerales bolivianos provenientes de Santa Cruz, Oruro y Potosí. Esta fusión de materiales autóctonos ha dotado a la obra de una energía renovada, realzando su colorido y profundizando su conexión con la tierra boliviana.

Lorgio Vaca, el maestro detrás de esta obra icónica, ve en la restauración un acto de «hermanamiento con el pasado». Para el artista, el mural trasciende su valor estético para convertirse en un ancla de identidad, un recordatorio tangible de las raíces y la esencia cruceña. «Es fundamental no olvidar quiénes somos y de dónde venimos», expresó Vaca, subrayando la importancia de la obra como un legado vivo para las generaciones actuales y futuras.

El mural «Tradiciones Cruceñas» no es solo una representación pictórica; es una narrativa visual que captura la esencia de la cultura cruceña a través de cinco elementos representativos.

Tradiciones cruceñas

El mural incluye la tamborita, símbolo del ritmo y la alegría que anima las fiestas y celebraciones cruceñas; la sortija, juego ecuestre que evoca la destreza y valentía de los jinetes locales; la caña de azúcar, pilar del desarrollo agroindustrial de la región; la figura de José Manuel Baca «Cañoto», héroe de la independencia que personifica el espíritu combativo cruceño; los jinetes de la independencia, homenaje a los luchadores por la libertad de la región.

Samuel Doria Medina, impulsor del proyecto, destacó la importancia del mural en el contexto actual: «En un momento en que el país necesita unidad y orgullo por lo nuestro, esta obra es un símbolo de la cultura que une a los cruceños». El empresario ve en la restauración y reubicación del mural una oportunidad para revalorizar el patrimonio cultural no solo de Santa Cruz, sino de Bolivia en su conjunto.

La reinauguración de Tradiciones Cruceñas se presenta como un acto de resistencia cultural en tiempos de globalización, un recordatorio tangible de la importancia de preservar y celebrar las tradiciones locales. El mural, ahora más accesible que nunca, se erige como un puente entre el pasado y el presente, invitando a la reflexión sobre la identidad cruceña y su lugar en el mosaico cultural boliviano.

La obra de Lorgio Vaca, con su mezcla de símbolos tradicionales y técnicas artísticas contemporáneas, es reconocida por la fuerza de sus trazos y colores intensos.

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La plazuela que se convirtió en poema, el legado de Poesía en la Calleja

/ 7 de septiembre de 2024 / 21:09

En el corazón de Santa Cruz de la Sierra, una plazuela se transforma mensualmente en un escenario abierto donde la poesía, la música y el arte visual se entrelazan para crear una experiencia cultural única. Este fenómeno urbano, conocido como Poesía en la Calleja, ha estado nutriendo el alma de la ciudad durante casi doce años bajo la coordinación del poeta y gestor cultural Óscar «Puky» Gutiérrez Peña.

En esta entrevista, Gutiérrez nos sumerge en el mundo de Poesía en la Calleja, revelando cómo esta iniciativa ha evolucionado desde sus inicios hasta convertirse en un pilar de la vida cultural cruceña. Con más de 150 eventos realizados y la participación de artistas tanto locales como internacionales, este proyecto demuestra el poder transformador del arte en los espacios públicos y su capacidad para construir comunidad a través de la palabra hablada.

Encuentro

¿Cómo ha ido evolucionando el encuentro de Poesía en la Calleja a lo largo de los años?

Poesía en la Calleja es una velada literaria cuya protagonista principal es la poesía, sea esta regional, nacional o universal. Dicha velada es aderezada con bienvenidas dosis de música, pintura, novedades literarias, declamación, cosplay, etc. En definitiva, es una experiencia que intenta contagiar nuestro fervor, siempre in crescendo, por el hábito de la lectura, el arte y la vida.

Sucede el último jueves de cada mes, de noche, en una céntrica y emblemática plazuela cruceña; además, es gratis.

A través del tiempo, mantenemos la misma esencia: compartir nuestro fervor por la poesía, es decir, por las palabras habitadas, decidoras, por el lenguaje vital. Eso sí, a lo largo de estos once años y ocho meses de existencia, la plazuela Calleja nos ha ido enseñando maneras, matices y formatos.

Poesía en la Calleja

¿Quiénes son, si se puede nombrar algunos, los artistas que han acompañado los encuentros?

A lo largo de nuestros 154 eventos realizados, calculamos que son, aproximadamente, 120 artistas los que han compartido su talento desde nuestro escenario. Poetas como Matilde Casazola, Humberto Quinto, Oscar Barbery, Paura Rodríguez, Jorge Campero y Julio Barriga, entre los nacionales, además de otros autores provenientes de, por lo menos, quince países distintos. Músicos como Ronaldo Vaca Pereira, Caribrú, Contrapunto, César Espada, Gustavo Rivero, Verty Bracamonte y el Dúo de Tres. Artistas plásticos como Renate Hollweg, Nicole Vera, Annie Chávez, Ciro Paz y Juan Bustillos.

¿Cuál es la experiencia del aporte a la vida cultural que ha tenido hasta ahora el encuentro? ¿Cómo ayuda vivir la poesía como una expresión comunitaria, social, que no está solo encerrada en los libros?

Me parece algo inédito la «toma» de un espacio público desde y para la poesía. Nuestra propuesta no sucede en una galería o en un salón. Poesía en la Calleja acontece… ¡en una plazuela!, con todo lo que ello implica: acceso irrestricto, inclusión tácita, ejercicio creativo de la ciudadanía y, ojalá, la construcción de un pedacito de imaginario colectivo a través de lo que nos vincula profundamente, más allá de modas, siglas o clases sociales, y esto es: nuestra compartida humanidad, la esperanza y los miedos, el espanto y la ternura, las contundentes alegrías y la universal mortalidad.

Porvenir

¿Cuándo serán las próximas citas y qué se viene?

En este mes de septiembre, naturalmente, nuestra propuesta estará impregnada de turbión y taquirari, de sirari y llanuras, por lo que el último jueves de este mes, celebraremos, desde la poesía, la música y la pintura, el asombro y el azar de vivir en esta geografía hecha de buris y surazos. El público asistente escuchará textos de Cañoto, Julio de la Vega, Enrique Kempff, Raúl Otero Reiche, Amilkar Jaldín y Patricia Gutiérrez, entre otros.

Por otro lado, el jueves 12, desde las 19:30 horas, en instalaciones de la universidad Núr, desarrollaremos nuestro segundo evento artístico producto de una alianza con dicha casa de estudios superiores. Entre otras lindas sorpresas, servirá para reconocer el extraordinario aporte del compositor orureño César Espada a la música del oriente boliviano, en especial por su ya mítico taquirari «Niña camba». También habrá niños y niñas declamadores, ballet folclórico y una muestra de fotografía.

En ambas oportunidades, el público asistente podrá experimentar nuestra particular, incluyente y traviesa propuesta de aproximación a la lectura, al arte y a la vida.

Autor

¿Qué es lo más reciente que vienes desarrollando en tu trabajo poético como autor?

En cuanto a lo que se viene en mi obra poética, solo puedo decir que soy muy hábil… improvisando. No tengo ninguna idea preconcebida, o un plan, o unos «objetivos literarios» por cumplir.

En este aspecto aprendí a vivir como proponen Nietzsche y mis amadas tías de la infancia: a la altura del azar. Además, creo que el poema verdadero es la propia vida, y ahí sí, en su escritorio me paso desafiantes días y noches.

¿Qué mensaje les darías a otros gestores culturales en otras ciudades si quisieran impulsar iniciativas como la de Poesía en la Calleja?

Definitivamente «tomar» lugares por asalto. Abiertos o cerrados. Convencionales o improbables. Y llenarlos de poesía y acordes y colores y vida.

Si hay algo que Poesía en la Calleja tiene por demostrar es que una conmovedora persistencia en el empeño (vamos 154 eventos realizados) puede impactar en conciencias y municipios. Exactamente igual al agua blanda que horada la piedra dura, gota a gota, verso a verso…

Óscar “Puky” Gutiérrez Peña

(Bolivia – 1970).

Es poeta, gestor cultural, facilitador de talleres y corrector de textos. Tiene siete libros publicados en los alrededores de la poesía. Ganó dos concursos nacionales de literatura. Ha participado en encuentros de poetas en Perú, México, Argentina, Uruguay, Colombia, Chile, Cuba y Venezuela. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al catalán y al griego. Coordina Poesía en la Calleja, una exitosa “travesura literaria”. En ella se han compartido más de 2.500 poemas. Suele suceder en una plazuela sudamericana, al aire libre, de noche, sin costo.

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La lengua desnuda

/ 7 de septiembre de 2024 / 20:34

De arranque un par de puntualizaciones necesarias. Algunas semanas atrás llegó a las pantallas del país La lengua desnuda, subtitulada La anatomía de la verdad.  El evento fue presentado, con cierta ligereza, por buena parte de los medios cómo estreno de la última película boliviana. Pero si bien en parte el film puede considerarse boliviano debido a que el guion y la dirección fueron trabajados por el cruceño Jorge Sierra, el grueso de los intérpretes son de igual manera bolivianos y el rodaje, la grabación para ser preciso, tuvo lugar en su integridad en los estudios de la Red Uno en  Santa Cruz durante la pandemia, la producción, que insumió medio millón de dólares, monto inalcanzable para los emprendimientos fílmicos locales, sólo se hizo posible merced a la coproducción con empresas e inversionistas de Colombia, México, Chile, Argentina y Estados Unidos.

Es ese un dato fundamental para entender por qué la película puede aparentar en una primera mirada cierta pretenciosidad y un desentendimiento de los rasgos propios de los films hechos aquí, aspirando a una suerte de enfoque narrativo internacionalista, necesario sin duda, por una parte, a fin de satisfacer a esos aportantes de otras latitudes, y, por otra, con el propósito de abrirse espacio en los mercados de exhibición de aquellas.

Producción

Jorge Sierra fue productor, el 2009 de la notable El Ascensor realizada por Tomás Bascopé. El 2012 dirigió El juego de la silla, su opera prima como realizador, en buena medida malograda incursión en el género de suspenso sobre todo debido al descontrol de los protagonistas, bordeando la sobreactuación, y a la endeblez de los diálogos. El 2016 tuvo a su cargo la fotografía y el montaje de La herencia dirigida por Christian Calvo. Sierra fue responsable asimismo, el 2020, de la Dirección Audiovisual, en su versión virtual, del Festival de la Orquídea en la localidad chiquitana de Concepción. Ha sido autor de también de la novela “El Código Humano”.

Alineada a las demandas de la emancipación femenina La lengua desnuda, cuyo equipo técnico estuvo en más de un 60% conformado por mujeres, la columna vertebral de su trama ronda en torno al deseo de dos amigas íntimas, y algo más que eso, de abrirse camino en el espacio audiovisual, enfrentando los múltiples escollos con los que colisionan en el intento. Así Bárbara, personificada por Mel Quintans, actriz de origen cubano afincada en los Estados Unidos, y Victoria a cargo de su colega argentina Mey Bianchi residente en Madrid, embisten una y otra vez contra las celadas y manipulaciones que van echando por tierra su sueño.

El antagonista principal es Nicolás, interpretado por Cristian Mercado, mandamás de una empresa productora que maneja a discreción y sin parar mientes en la limpieza o no de los métodos que pone en práctica para ir consolidando su poder: desde el robo de ideas y guiones ajenos, hasta el acoso frontal e indisimulado al personal femenino

La lengua desnuda

Sin embargo, el modo de enfrentar esos avatares por Bárbara y Victoria, difiere una enormidad en uno y otro caso. A cierta altura del metraje Bárbara afirma “el problema del mundo es la lengua”, sentencia que abre el abanico temático del film apuntado a reiterar que la lengua, poseedora de una infinidad de sutilezas, puede ser instrumentada ya sea para indagar en la realidad o bien para disfrazarla apelando a términos distractivos y encubridores de la manipulación de la cual son objeto quienes quisieran develar las maniobras del poder para imponer sus intereses, tal cual ocurre hoy en día, dicho sea de paso, con el forzado anglocentrísmo del argot digital campante urbi et orbi, cuyos usuarios casi siempre desconocen el contenido de las palabrejas que absorben del aluvión de falsas verdades propio del doloso universo cibernético.

Pues bien, a partir de la aseveración de Barbara, esta resuelve zafar de los eufemismos, soltando la lengua, vale decir vomitando, en el cabal alcance del término, sus pareceres respecto a los dictatoriales protocolos sociales y encasillamientos lingüísticos a fin de poner en evidencia las jugarretas perpetradas por Nicolás. Entretanto Victoria cree mejor fingir no haber caído en cuenta de los aviesos embustes de este y mantener una actitud conciliadora con el impostor y su tóxica masculinidad. En suma, una y otra se ubican en las dos posiciones opuestas de la mencionada apelación al lenguaje, asunto, valga el apunte ya controvertido 380 años A.C. por el filósofo griego Platón en su “Crátilo”.

Guión

El guion, asimismo, autoría de Sierra, en base a un ensayo que escribió años atrás, fluctúa entre el drama y el humor, género este último que la película se propone activar generando la complicidad de la platea con la incendiaria verborrea de Barbara. Por su parte el drama asoma mayormente en el maltrato del cual son objeto las dos amigas, al igual como algunas congéneres, sin que La lengua desnuda caiga en la trampa de  proporcionar las usuales simplistas, cuanto tramposas, recetas para mutar el estado de cosas agradecible abstención resumida en un texto incluido hacia el final de la película definiéndola como “cuento sin trama ni desenlace”, irónica insinuación con cierto tinte de apertura preventiva del paraguas por el realizador frente a eventuales reparos críticos al producto terminado.

La trama transcurre mayormente en dos escenarios: los ambientes de la productora frecuentada por las protagonistas centrales en procura de encontrar sitio para hacer realidad sus aspiraciones y un café con el curioso nombre de El Lobo Estepario regentado por un sujeto llamado Rulfo, interpretado por el actor chileno José Camus. Tales alusiones a la novela homónima de Herman Hesse y al escritor, guionista y fotógrafo mexicano Juan Rulfo, eventualmente indescifrables para el grueso de los espectadores, al igual que otras referencias a los nueve círculos de El infierno de Dante, texto del escritor florentino Dante Alighieri, o a Moby Dick novela de Herman Melville son algunos de los guiños recurridos por Sierra en el al inicio de esta recensión, mencionado intento de compensar a los coproductores y abrir mercados apelando a un empaque internacionalista distanciado de los aderezos propios de un relato adecuadamente embebido de los acentos culturales bolivianos.

Sabores

Pero si bien tal estrategia discursiva y comercial puede entenderse, otra cosa es que La lengua desnuda peque de excesivo amaneramiento en desmedro de la necesaria concordancia entre el qué y el cómo propia de los trabajos creativos verdaderamente logrados encontrado la dosificación precisa de las sustancias dramáticas y contextuales. La pregunta que permanece flotando pues es si la simple adhesión al recetario formal de los denominados estándares internacionales alcanza para redondear de modo apetecible cualquier producción, incluso estando esta privada de los ingredientes auténticos que le confieren un sabor propio. 

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No es que la realización de Sierra carezca de aciertos sueltos. En términos generales la faena interpretativa del elenco es impecable, lo mismo en el caso de las ya mencionadas y mencionados roles centrales como, al igual, en el desempeño de Luis Bredow y Julio Kempff en los papeles de Reggi y Augusto, par de amigos jubilados, habitués del café donde conversan mientras el primero de los nombrados espera ver retornar en algún momento a su hija entretanto se afana en arreglar diversos dispositivos, y su compinche e interlocutor trata de evitar que se precipite en la depresión.

Crítica

La puesta en imagen es de igual manera mayormente atractiva merced al sobresaliente aporte del director de arte cubano Maykel Paez y del director de fotografía cruceño Ytalo Cabruja, experto en técnicas digitales para el tratamiento visual, a pesar de que en ciertos momentos las imágenes digitalmente demasiado manipuladas pierden en parte su carácter realista semejando figuras virtuales, lo cual no contribuye a espesar el relato en su propósito cuestionador de diversos aspectos de la confusa realidad contextual presente.

En suma, La lengua desnuda es un producto desparejo, a momentos salido del camino y en otros con aciertos puntuales muy dignos de ser relievados. Que esa suerte de desbalance consiga mantener despierto el interés y la atención del espectador, aquí como fuera de nuestras fronteras, resulta incierto.   

Título Original: La Lengua Desnuda – Dirección: Jorge Sierra – Guion: Jorge Sierra – Fotografía: Ytalo Cabruja – Montaje: Lisandro Vasquez – Arte: Maykel Paez, Mey Bianchi, Melina Terceros, Marina Pereyra, Carla Ayala, Vania Torres, Javier Alcocer, Angela Monica Cahuata, Henry Gomez, Bubby Suarez, Diego Castrillo – Música: Federico Amaya – Sonido: Gonzalo Quintana, Walter Acho – Producción: Juliette Betram, Jose Luis Cabruja, Addis Mosqueda, Mel Quintans, Mariana Sueldo, Jorge Sierra, Daniela Gutierréz, Ligia Coronel, Jean Carla Terrazas, Miguel Quintans, Pablo Canedo – Intérpretes: Mel Quintans, Mariana Sueldo, Cristian Mercado, Nancy Cronen, Alexia Dabdoub, Tomas Camus, Luis Bredow, Julio Kempff, Romy Paz, Miguel Mostajo, Malena Arauz Queirolo, Mariana Bredow, Carlos Ureña, Daniela Ochoa, Melina Terceros, Alejandro Amores, Lauro Cardozo, Caro Tv, Mariana Reckeweg, Pedro Alvarez, Robert Rodríguez, Genesis Gil, Jorge Valenzuela, Nathalya Santana, Sergio Mier, Agustina Issa Sierra, Luciana Cabruja, Sofía Caballero, Valentín Sueldo, María Leslie Ascarrunz, Mariana Peña, Paola Mercado – BOLIVIA, COLOMBIA, USA, CHILE, ARGENTINA MÉXICO/2024

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Elogio del silpancho (y del trancapecho)

El silpancho logró encumbrarse desde orígenes humildes hasta ser un ícono de la comida popular.

/ 7 de septiembre de 2024 / 20:17

Cochabamba, una ciudad que se enorgullece de su rica tradición culinaria, ha regalado al mundo un platillo que, por su sabor y su historia, se ha convertido en un emblema de la gastronomía boliviana: el silpancho. Este plato, nacido en la mitad del siglo XX, ha sido un testigo fiel de la evolución de la cocina popular en Bolivia, uniendo generaciones y traspasando fronteras gracias a su inconfundible mezcla de ingredientes. Pero, junto a él, ha surgido un descendiente que ha tomado su lugar como una variante más accesible y callejera: el trancapecho. Ambos, representan el ingenio y la creatividad que surge desde la necesidad.

El silpancho es más que un simple plato. Es la expresión de una cocina que, partiendo de la humildad, ha logrado crear algo grandioso. Su nombre proviene del quechua y significa «plano y delgado», reflejando a la perfección la forma en que la carne es aplanada antes de ser cocinada. Según la historia, el silpancho tal como lo conocemos hoy fue creado hace aproximadamente 80 años por Celia Lafuente, una dama cochabambina que vendía su creación en un fogón en la puerta de una casa en las calles Lanza y Ecuador de Cochabamba. Al principio, el plato no llevaba arroz ni huevo; esos ingredientes se añadieron más tarde para satisfacer a una clientela cada vez más exigente.

Evolución del silpancho

Uno de los aspectos más fascinantes del silpancho es cómo ha evolucionado con el tiempo. Al principio, solo consistía en una lonja de carne de res apanada y frita, acompañada de papas fritas y una sencilla ensalada de cebolla, tomate y locoto. Sin embargo, a medida que Celia Lafuente continuaba perfeccionando su receta, empezó a añadir arroz para hacer el plato más sustancioso. Los clientes, satisfechos con la adición, comenzaron a llevar huevos para que ella los friera y los incorporara al plato. Así, el silpancho se convirtió en lo que es hoy: una deliciosa combinación de arroz, papas cocidas y fritas, carne de res apanada, huevo frito y una ensalada fresca.

El silpancho ha llegado a ser una de las comidas más populares en Bolivia y su impacto no se limita solo al país. Su fama ha cruzado fronteras, conquistando a aquellos que buscan una comida reconfortante y nutritiva. Sin embargo, no podemos hablar del silpancho sin mencionar a su hijo, el trancapecho. Este sándwich, creado en el barrio cochabambino de Caracota, toma todos los elementos del silpancho y los convierte en un alimento portátil, ideal para ser disfrutado en cualquier momento y lugar.

Ramón Rocha Monroy, destacado escritor boliviano, describe al trancapecho como «el hijo pobre del silpancho, que ya era pobre». Este invento, nacido de la necesidad de crear un alimento sustancioso y económico, es un reflejo de la cultura de la pobreza que ha dado lugar a algunos de los platos más icónicos de la gastronomía boliviana.

Su hijo, el trancapcho

Rocha Monroy destaca cómo las bravas cochabambinas, en su ingenio, decidieron globalizar el silpancho, transformándolo en un avatar del sándwich de Lord Montague. «Abrieron entonces el vientre de un buen pan de toco y lo rellenaron con esa milanesa venida a menos que es la delgadísima carne apanada y frita del silpancho», señala,

Añade que “le agregaron el consabido huevo estrellado y la sarsa de tomate, cebolla y locoto picados en cubitos milimétricos. Hasta ahí no habían innovado prácticamente nada, pero entonces se manifestó el espíritu faústico de la región y le agregó el toque inconcebible y final: el arroz y la papa cocida y frita. Listo: nació una nueva criatura alimenticia que, como todo recién nacido, no tenía nombre; y entonces el pueblo aquilató su consistencia de hormigón armado y lo bautizó con el pagano nombre de Trancapecho”.

El trancapecho, al igual que el silpancho, ha encontrado un lugar especial en el corazón de los cochabambinos y, cada vez más, en el de todos los bolivianos. Su versatilidad y la manera en que encapsula los sabores del silpancho en un formato más sencillo lo han convertido en un antojito popular entre jóvenes y adultos. Para algunos, elegir entre un silpancho y un trancapecho es una cuestión de estatus, como lo ilustra Rocha Monroy al recordar cómo un «morenazo» en su Mitsubishi respondió indignado cuando una casera le preguntó si quería un trancapecho, mostrando que hasta en la comida, las percepciones sociales juegan un papel importante.

Tanto el silpancho como el trancapecho ocupan un lugar particular en la culinario y el imaginario boliviano. Son símbolos de la capacidad de Cochabamba para transformar la sencillez en algo extraordinario, y representan el orgullo de una ciudad que ha sabido hacer de su cocina un arte. Ya sea en un plato o en un pan, el sabor del silpancho y del trancapecho perdura, recordándonos que, en la gastronomía, como en la vida, lo humilde puede convertirse en grande.

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Mario Conde ¿Y la exposición?

El artista paceño presenta la exposición ‘Opera Summa’ en la galería Altamira de La Paz

Por Ariel Mustafá R

/ 1 de septiembre de 2024 / 06:17

Una parte fundamental del mundo de las artes plásticas es la publicación de libros que acompañen la producción creativa de los artistas. Huelgan los ejemplos de todos los museos del mundo y las grandes editoriales dedicadas casi exclusivamente a este fin. Nuestro país no es ajeno a ello, aunque a decir verdad la producción editorial vinculada a las artes plásticas es altamente limitada. Son contadas las publicaciones referenciales de arte en Bolivia, este motivo nos llevó, el año 2020, a publicar el libro Arte contemporáneo en Bolivia.

Sin embargo, la publicación de obras monográficas tiene una producción más intensa. Tal es así que de autores como Raúl Lara, Alfredo La Placa, Enrique Arnal, María Luis Pacheco, María Esther Ballivián, por citar algunos, hay libros publicados en los que se da a conocer al

artista y a su obra. Un común denominador entre todos ellos es que normalmente se realiza de artistas que ya no están entre nosotros. Esto tiene algunas explicaciones válidas, pero creemos que no debería ser necesariamente una norma. Por ello, en pocos días presentaremos el libro monográfico de un artista vivo, probablemente el artista en activo más importante de este momento en el país, nos referimos al maestro Mario Conde Cruz.

Trabajando en una sola técnica: la acuarela, Mario Conde despliega en técnica y contenido una maravillosa propuesta que despierta la admiración tanto en los grupos que defienden como en los que defenestran el arte moderno. Con un trabajo realista y surrealista al mismo tiempo, y su pensamiento anarquista con obras cargadas de ironía y sabiduría hacen sorna de la política —independientemente de la ideología— los manierismos del folclore, las instituciones sociales y su devenir en nuestro tiempo.

Dueño de un gran sentido del humor, su influencia entre los artistas, tanto nóveles como con trayectoria, es innegable y todos lo consideran un Maestro en el campo de las artes; pues en estos tiempos de cambios en las premisas del arte y con artistas conceptuales que pugnan por ganar protagonismo en las esferas del movimiento artístico con instalaciones, performances y propuestas innovadoras, la presencia de Conde y la admiración que se le profesa lo convierten en la bisagra que une el arte moderno con el arte contemporáneo.

Son tantos los motivos que justifican la publicación de este libro, que utilizamos este espacio dedicado a su exposición para promoverlo.

Por cierto, ¿y la exposición?, fantástica, como siempre. Irreverente, desafiante, provocadora. Opera Summa se exhibirá hasta en la galería Altamira (calle José María Zalles Nº834 – bloque M-4, San Miguel).

Mario Conde: maestro acuarelero.

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Perfil

Mario Conde Cruz  nació en La Paz, en 1956, ciudad en la que reside. Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Hernando Siles, institución que actualmente lo cobija como docente, donde obtuvo la especialidad en pintura y grabado, decantándose por la acuarela. Es considerado un gran maestro en esta especialidad. Comenzó exponiendo sus obrasa en la plaza Humboldt de la ciudad de La Paz.

Texto: Ariel Mustafá R.

Fotos: Mario Conde

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