En Xapuri, Chico aún vive
En las tierras del Acre brasileño su recuerdo palpita en edificaciones levantadas para honrar su memoria y en el corazón de la gente.
En Xapuri, localidad brasileña del Estado de Acre, aún se siente saudade, una expresión en portugués que refleja un sentimiento sin traducción al castellano porque se trata de algo así como nostalgia, melancolía y tristeza —todo junto, pero no literalmente— originada por la lejanía entre uno y lo querido.
Han pasado 25 años desde aquel 22 de diciembre de 1988, cuando un balazo segó la vida de Francisco Alves Mendes, mejor conocido como Chico Mendes.
El medioambientalista tenía 44 años y ya se había enfrentado a grandes madereros que pretendían devastar la selva amazónica. Su recuerdo permanece vivo en Xapuri.
“Cuando mi padre fue asesinado yo tenía 18 años y estaba embarazada, esperando a mi primera hija, pero cuando él murió no sabía del embarazo, llegué a descubrirlo siete días después de su asesinato mientras mi corazón se debatía en la pena”, cuenta Ángela Mendes, la hija mayor.
La explotación de la selva amazónica comenzó en 1965, cuando el Gobierno brasileño puso en marcha un programa de tierras que como resultado dejó en muy pocas manos seis millones de hectáreas en la región de Acre.
El conflicto social se originó porque los territorios pertenecían a comunidades indígenas o estaban habitados por familias rurales que quedaron sumidas en la pobreza extrema. El trabajo infantil, en la recolección del caucho bajo condiciones precarias, se tornó común.
Chico no pudo acudir al colegio porque desde los nueve años debía recolectar goma si quería subsistir. Desde niño vio cómo los madereros del lugar talaban y quemaban más de 180.000 árboles de caucho y 80.000 castaños.
Pero como querer es poder, aprendió a leer y a escribir a los 24 años y desarrolló una gran pasión por los libros que aún se pueden observar en su casa de Xapuri, donde murió. Son parte del legado para quien quiera visitar ese espacio familiar.
Libros de ecología, medio ambiente, socialismo: El Capital de Carlos Marx y novelas del escritor portugués José María Eça de Queiros, autor del Crimen del padre Amaro, se ordenan en un estante junto a un pequeño televisor que emite en blanco y negro, del tamaño de un ladrillo.
“Una vez fui a visitarlo y él estaba leyendo el libro Olga, una novela biográfica de Benário Olga Prestes, esposa del comunista Luis Carlos Prestes, y me dijo que me la prestaría luego de terminarla”, cuenta Ángela, quien recuerda que la oferta no se cumplió porque al poco tiempo ocurrió el asesinato.
Ángela es la hija de la primera pareja de Chico y si bien no se crió al lado de su papá se mantiene firme en la difusión de la labor de defensa de la selva amazónica y coordina las actividades del Comité Chico Mendes, que transmite el mensaje de ecología que pregonaba este hombre a los jóvenes. La organización fue creada por personas y entidades comprometidas con esa causa.
Y es que Chico no tuvo miedo de enfrentarse a los madereros y latifundistas del Acre. Demandó justicia social y conservación del medio ambiente, lo que le otorgó premios y reconocimiento internacional en los ámbitos de la ecología y los derechos humanos.
El activismo fue su “pecado” y se había tornado un dolor de cabeza para los madereros, quienes formaron escuadrones de la muerte que asesinaban a líderes o referentes en la región. Así, le fueron llegando amenazas que ejecutaron las manos de Darly y Darcy Alves da Silva, cuando Chico salía al patio de su morada y a la vista de su esposa y sus bebés.
Los culpables fueron sentenciados a 19 años de cárcel. A los dos años escaparon del recinto penitenciario al que se los confinó y tres años después fueron recapturados.
“Me dolió mucho. He seguido los caminos que me llevarían a descubrir quién era realmente Chico Mendes, encontré amigos y a la familia para tratar de construir no solo el padre, sino al compañero, al luchador y al líder de la revolución pacífica que libró contra los propietarios de tierras y su gran poder”, dice Ángela.
Paulo Silva Junior, Bianca Oliveira, Raoni Gruber y Bruno Graziano son cineastas paulistas. El primero, publicó el libro El Acre existe, donde además de abordar la historia de la región cita a Chico Mendes. El grupo visitó el cementerio donde yacen los restos del defensor de la Amazonía. La tumba adornada con flores frescas es sitio de peregrinaje para admiradores del líder mundial de los siringueros.
Escape pudo acompañar a estos artistas durante su paseo por la Thrilha (parque) Chico Mendes. La ruta la hicieron en un coche alquilado, desde el cual se aprecia el paisaje natural mientras sorteaban el espeso verdor.
En el corazón de la selva se distribuyen una serie de cabañas y Nelson Mendes, sobrino de Chico, recibe a los visitantes empuñando un largo y afilado machete con el que pela las castañas amazónicas que caen de los espigados árboles.
“Hemos venido a entregarle un libro de recuerdo”, explica Bianca.
Nelson Mendes les agradece, sonríe, habla mucho de la flora y la fauna. Pregunta cómo está Sao Paulo. Saca su celular y muestra imágenes de animales que viven dentro del bosque que cuida.
“Miren estas serpientes, las vi y con mucho cuidado les saqué esta foto”, dice amigable y con la alegría brasileña.
Nelson es como todos aquellos pobladores de Xapuri que recuerdan a Chico y quieren, de una u otra manera, seguir aportando en la lucha ecológica por conservar la selva amazónica para hacer notar que la muerte de su líder no fue en vano.
Al mirar la vegetación profunda y verde con árboles macizos, uno se pone a pensar que el bosque siente porque fue el que más lamentó la pérdida de este hombre y como dice la canción de los mexicanos Maná: “Cuando el asesino huía Chico Mendes se moría y la selva se ahogaba en llanto. Era un defensor y un ángel de toda la Amazonía”, los pulmones del planeta.