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Por las venas de Quime

A 4.800 metros sobre el nivel del mar, los turistas pueden experimentar la sensación de ser mineros.

/ 5 de octubre de 2014 / 04:00

Parece un cuadro pintado por algún artista. El cerro tiene una combinación entre azul oscuro y violeta, bañado por hielo confundido con la neblina; abajo, una laguna también azul y caminos serpenteantes. Hay una sensación de encierro y de libertad a la vez, allí a 4.800 metros sobre el nivel del mar, en una experiencia furtiva donde los visitantes serán por unas horas mineros en el campamento Argentina, en las venas abiertas de Quime.

El Gobierno Autónomo Municipal de Quime (provincia Inquisivi del departamento de La Paz), a través de la Unidad de Turismo y Cultura, promueve a partir de 2012 los sitios atractivos de la región, desde la cordillera de Tres Cruces, pasando por las aguas termales hasta los Yungas paceños, donde se puede apreciar fauna y flora del lugar. Justamente, uno de los principales atractivos es la visita al campamento, en el centro minero Caracoles, donde el turista puede experimentar el trabajo de los obreros en el interior del socavón.

Sallaitita, donde convergen los caminos que van a Quime y el tour minas, es el punto de encuentro para iniciar el recorrido hacia el campamento. Una pared rocosa de unos 70 metros de altura representa una especie de puerta que invita a pasar por esta experiencia singular.

Para llegar a la mina es necesario contar con un vehículo de doble tracción, debido a que esta vía se parece al camino antiguo a los Yungas, con la diferencia de que se sube desde los 3.000 metros sobre el nivel del mar (donde se encuentra el municipio de Quime) hasta los 4.800 metros.

Mientras Marleny Mamani, directora de la Unidad de Turismo y Cultura de Quime, explica que este trayecto turístico se originó gracias a un acuerdo con los cooperativistas de las minas de Caracoles, para mostrar la experiencia de su trabajo, el camino va tornándose con curvas cada vez más cerradas y más angostas. Por otro lado, pareciera que la ruta condice al límite del cielo, pues el grupo se encuentra rodeado por rocas y neblina espesa que deja ver solo un par de metros adelante.

Es difícil tomar atención a la información que brinda la funcionaria edil, pues las llantas del vehículo, por momentos, parecen bordear el precipicio que aparenta no tener fondo, debido a que la bruma impide ver su profundidad real. Por ello se siente la necesidad de agarrar con fuerza la manija de la puerta del vehículo, como si fuese la solución perfecta ante cualquier eventualidad.

Al otro lado de la vía, el panorama simplemente es extraordinario. Los cerros forman una especie de escudo de la otra realidad y muchos quedan azorados. El azul y violeta son intensos, bañados con el blanco de la nevada de la madrugada y rodeados por nubes que parecen acariciar el cielo y la tierra al mismo tiempo.

En este recorrido se debe atravesar por tres túneles rústicos hechos con piedra. Acerca de ello existen dos versiones sobre su construcción. Una señala que fueron los mineros quienes habilitaron esta vía para facilitar su ingreso a los socavones. La otra indica que esta estructura fue hecha por prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco (1932-1935).

La primera parada de este recorrido es el ingenio Molinos, donde se concentra el mineral recolectado por los cooperativistas, para luego ser enviado a la fundidora de Vinto, en el departamento de Oruro.

Lucio Mamani, empleado de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), cuenta que estas minas tienen su origen a finales del siglo XIX, en la etapa en que surgieron y llegaron a su apogeo los llamados Barones del Estaño (Simón I. Patiño, Mauricio Hochschild y Víctor Aramayo).

Con la nacionalización decretada en 1952 durante el gobierno de Víctor Paz Estenssoro, estos yacimientos pasaron a formar parte del Estado boliviano. “Desde la nacionalización de las minas, Caracoles ha sido propiedad de la Comibol, hasta 2004, cuando fue tomada por los cooperativistas. Pero no está todo entregado, sino que se encuentra arrendada por el uso de las máquinas”, asegura Mamani.

Después de pasar por las viviendas de Pacuni y rodear varios cerros se llega al campamento minero Argentina. El ingreso a este circuito turístico está marcado por una calle estrecha y adoquinada. Allí se encuentra la estatua de un trabajador minero, con el torso desnudo, sosteniendo una perforadora en la mano derecha y un fusil en la izquierda, de pie sobre un túnel donde también hay un vagón.

Por los altavoces del sector principal del campamento se escucha música, como una manera de brindar calor y tranquilidad en esta región donde arrecia el frío, aunque con gente muy cálida.

Ingreso a las minas

Gonzalo Ponce, tesorero de la Comisión Eléctrica y socio de la cooperativa Libertad, dice que en la Central de Cooperativas Mineras Caracoles residen alrededor de 2.000 personas, entre socios, esposas e hijos. “El sacrificio que uno hace dentro de la mina es remunerado”, sostiene Ponce, quien indica que trabaja en el nivel 133 y que debido a la altura sufre poliglobulia, como el 60% de la población del lugar, de acuerdo con la información de Ursus Laura, médico de la Caja Nacional de Salud (CNS), quien todos los miércoles atiende a la población para controlar este mal.

Antes de ingresar al interior de la mina, los responsables dotan a los visitantes de los equipos necesarios para el recorrido: un par de botas de goma, un overol, guantes de trabajo, un guardatojo y una lámpara. El alquiler de estos implementos es de 75 bolivianos, que incluye el servicio del guía a través de las galerías.

Martín Cuenca, presidente de la Comisión de Energía Eléctrica, es uno de los cinco cooperativistas designados para guiar a los visitantes por las minas. “Al principio no sabíamos nada, pero poco a poco hemos profundizado más acerca de la atención a los turistas”, comenta con respecto a la capacitación que recibieron de la Unidad de Turismo de Quime para especializarse en brindar atención e información a los visitantes.

En la bocamina, antes de iniciar la aventura, se encuentran esparcidos los cueros de seis toros. Cuenca explica que son los restos por el pago a la Pachamama, pues se suele recurrir a esta tradición “para pedir que la Madre Tierra proteja a los trabajadores de cualquier desgracia”.

El ingreso está marcado por los rieles destinados a los vagones que trasladan los minerales y los tubos que transportan oxígeno, que envían aire comprimido para el funcionamiento de las perforadoras. El guía dice que la mina debe su nombre a que a inicios del siglo XX hubo argentinos que llegaron a Quime para probar suerte en la actividad minera y “no les fue bien”.

De algo que también se “enorgullecen” en Quime es que uno de los primeros dueños de la mina Caracoles —del que forma parte el campamento Argentina— fue el estadounidense Ben Guggenheim, quien se encontraba entre los pasajeros que perecieron en el histórico hundimiento del buque Titanic, en abril de 1912.

Desde el ingreso a este circuito turístico se debe caminar a través del agua acumulada en medio de la excavación. Si bien las botas protegen del líquido, no impiden que la humedad enfríe los pies. Más adentro, como consecuencia de las bajas temperaturas, se han formado estalactitas de hielo que, por el reflejo de las linternas, parecen focos que alumbran el oscuro camino del yacimiento.

La naturaleza hizo que se moldeen varias figuras de hielo, a las que los mineros suelen llamar virgen o ángel, de acuerdo con lo que se asemeje. Esta vez parece que el grupo halló a un ángel. Y a los costados hay costales de wólfram y estaño, minerales que extraen los cooperativistas en esta región paceña.

Veneración a la ‘pacha’

En otro sector de la mina se encuentra una cueva donde se venera a la Awicha o Pachamama, pues en estas vetas no se rinde veneración al Tío, como en las de Potosí, Oruro y La Paz. “En otros lados adoran al Tío, aquí mayormente hacemos misas a la Awicha, los martes y viernes”, dice el guía.

En esta cueva hay coca tirada en el piso, restos de cigarrillo y botellas de licor, entre alcohol, ron y singani, principalmente. Los mineros deben akullikar la hoja sagrada y brindar con la Madre Tierra para que los proteja de cualquier accidente y los ayude a encontrar un buen filón. Los visitantes también deben ch’allar y beber la bebida espirituosa para pedir la protección de la Awicha.

Han pasado un par de horas, es de noche y a la salida de una de las minas se encuentra un panorama totalmente oscuro, como si la comitiva se encontrara en una enorme caja negra. Martín pide apagar las linternas; tras ello y frente a la agrupación de turistas se halla una gigantesca montaña cubierta de hielo y en el cielo una infinidad de estrellas.

Abajo se observan dos luces intermitentes que se mueven en zigzag. Se trata de un par de cooperativistas que suben a saludar a la delegación. Uno de ellos, Rogelio Mamani, quien cuenta que trabaja de noche porque es más cómodo, invita a visitar su veta para demostrar a los visitantes su labor diaria.

Lilian, Úrsula, Gloria, Elena, Dora… Así se llaman las vetas mineras. “Cuando se encuentra una veta, en una reunión de cuadrilla se la debe bautizar con el nombre de la amante preferida para que nos vaya bien”, dice Cuenca, quien sonríe.

Las minas son como venas abiertas en medio de rocas, donde fluye el agua que llega incluso hasta las rodillas, donde los tubos permiten que las perforadoras atraviesen las rocas y donde parecen brotar las tradiciones y el sudor del sacrificado trabajo minero.

Casi colgados de una parte del cerro del que pareciera florecer el estaño, el wólfram y el agua, entre cargas de minerales y los rieles, el horizonte se encuentra rodeado por montañas en apariencia infinitas, pues las nubes son un techo y la profundidad de la mina simula ingresar en las entrañas mismas de Quime.

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Hilma af Klint, una artista sueca rescatada del olvido

La película sueca ‘Hilma’ retrata la historia de esta creadora que fue invisibilizada por la historia. El filme se proyectará el 6 de mayo en el MNA

Por Estefanía Rada

/ 5 de mayo de 2024 / 05:45

Entre 1906 y 1915, la reservada y misteriosa artista sueca Hilma af Klint había pintado cerca de 200 cuadros —audaces y abstractos— como parte de una colección privada, prácticamente sin registro de que alguien haya visto o discutido el trabajo. No fue sino hasta 20 años después de su muerte que estas obras vieron la luz, de acuerdo a la petición realizada en su testamento, ya que consideraba que aquel momento el mundo no estaba listo para su arte. En 2018, su primera muestra individual batió récords en el Museo Guggenheim de Nueva York con 600.000 visitantes.

Cuando el heredero —el sobrino Erik af Klint—, cumplió con la cláusula de hibernación de su tía y develó los cuadros a finales de la década de 1960, las pinturas sorprendieron. Pero también lo hicieron las 26.000 páginas de las notas adjuntas de la pintora, muchas de las cuales detallan la creación de las obras a partir de 1906, dirigidas por un guía espiritual llamado Amaliel, quien contactó a Hilma durante las sesiones y no sólo “encargó” las pinturas, sino que al menos al principio, según ella, había dirigido su mano mientras pintaba.

Sin embargo, al pensar en el nacimiento del arte abstracto es probable que el primer nombre que venga a la mente sea otro. El pintor Vasili Kandinsky le escribió una carta en 1935 a su galerista en Nueva York, proclamándose como el autor del primer cuadro abstracto de la historia. Haciendo referencia a una acuarela pintada en 1910, el artista afirmó: “sin duda, es la primera pintura abstracta del mundo (…) Se trata, en otras palabras, de un cuadro histórico”.

Esta falta de reconocimiento suma a la larga deuda histórica del arte con las mujeres. La historia de Af Klint evoca la realidad de muchas artistas y su vida refleja la lucha entre el “arte aceptable” y el universo creativo de una mujer, que por demás rompió esquemas en su tiempo. Esta historia es contada por el aclamado director sueco Lasse Hallström en una de las películas más sensibles y emotivas de su carrera: Hilma, que será exhibida en el Ciclo de Cine Europeo “EUROCINE”, que se realizará en La Paz entre el 2 y 12 de mayo.

La cinta será proyectada el lunes 6 de mayo a las 18.00 en el Patio de Cristal del Museo Nacional de Arte. El público podrá disfrutar previamente de una visita a través de la exposición bienal Creadoras, mujeres artistas en Bolivia. El ingreso es gratuito y las personas interesadas podrán recabar su taquilla con anticipación el mismo día en el museo desde las 17.00.

“El compromiso desde la dirección del Museo Nacional de Arte es consolidar una exposición que sea lo más leal posible a la historia de la creación de las mujeres a lo largo de distintas épocas y su aporte a la historia nacional”, comenta la flamante directora Claribel Arandia. “Es por eso que nos alegra mucho poder ser la sede donde se exponga la vida de una artista tan relevantes a nivel mundial a través de la película que la Embajada de Suecia ha elegido este año”, añade.

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El espiritismo y Hilma af Klint

Hacia finales del siglo XIX no era raro que las personas buscaran respuestas más allá del mundo real, entendido como aquel capaz de ser percibido con los sentidos. La explicación radica en el hecho de que, por entonces, a través de nuevos avances científicos como los rayos X, los telégrafos y el psicoanálisis, la gente entendió que había un mundo “más allá”. Es así que muchos artistas, escritores e intelectuales también recurrieron al espiritismo.

Hilma af Klint nació en 1862 en el Palacio Karlberg de Estocolmo. De acuerdo a sus diarios, pasó mucho tiempo deambulando por el campo, dibujando y pintando flores, musgos, líquenes y la naturaleza. En 1879 estudió técnicas de retrato en Estocolmo, y de 1882 a 1887 asistió a la Real Academia de Bellas Artes de la misma ciudad, graduándose con honores. Las pinturas convencionales de Af Klint se convirtieron en su fuente de ingresos económicos, pero lo que ella llama el “gran trabajo” realizado durante su vida, siguió siendo una actividad separada.

En 1928, Hilma expuso algunas de sus obras abstractas en Londres, pero sin mucha respuesta. Comprendió entonces que las obras estaban muy adelantadas a su tiempo, como sus cuadernos indican, sentía que el mundo no estaba del todo preparado para el mensaje que pretendían comunicar. Entonces decidió que las obras no podrían mostrarse al público hasta al menos 20 años después de su muerte. Entonces las obras podrían posiblemente ser comprendidas y aceptadas.

Esta renuncia, una realidad muy conocida para las mujeres en el arte, dio lugar a que su puesto como pionera en este arte fuera desconocido. Los aportes al arte “anónimos” o bajo seudónimos, casi siempre escondían a una artista que prefería dejar el reconocimiento mientras su obra viera la luz. Af Klint renunció a ese reconocimiento en vida, pero heredó al mundo trazos, formas y colores que conmueven hoy a todos quienes pueden apreciar la complejidad de su obra.

La cinta del director Lasse Hallström forma parte del Ciclo de Cine Europeo ‘EUROCINE’.

‘Creadoras’: saldar la deuda

La muestra del Museo Nacional de Arte (MNA) Creadoras es una exposición que busca ser una fundamental palestra de visibilidad de la obra hecha por mujeres, la cual ha sido subterránea históricamente, ese es el hilo conductor entre la película sueca y la muestra boliviana en el MNA, la cual hace dialogar obras de su colección de artistas de renombre así como artistas actuales cuya obra es emergente.

El compromiso, desde la dirección del MNA y las dos unidades que la integran, la de Museo y Administración, es consolidar una exposición lo más leal posible a la historia de la creación de las mujeres a lo largo de distintas épocas y su aporte a la historia. Es un deber y una premisa dar el espacio que se merece a las creadoras en todas las especialidades, pintura, escultura, grabado, acuarela, tejidos, instalación, mural, grafiti, videoarte y más.

Texto: Estefanía Rada

Fotos: ViaPlay Studios y  Hilma af Klint Foundation

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Vidal Cussi: De los nombres de una exposición

‘Caos’ es el nombre de la exposición que el pintor paceño presenta hasta el 7 de mayo en la galería Altamira de San Miguel

Desde el caos

Por Daniela Espinoza M

/ 28 de abril de 2024 / 07:03

¿Por qué Caos?, me pregunto al recibir las fotografías de Vidal Cussi con el nombre de su exposición —que se exhibirá hasta el 7 de mayo en Galería Altamira, calle José María Zalles Nº 834, bloque M-4, San Miguel— y me quedo pensando mientras miro las obras y me digo ¿dónde está el caos?, ¿en esas gotas que el rocío deja en una manzana o en esas nubes que parecen atravesar con calma los cuerpos instalados en espacios infinitos y crepusculares?

¿Habrá caos, acaso, en esos rostros que observan paisajes montañosos o en aquellos que parecen reposar entre las nubes? Tal vez sí lo encuentro en los caóticos cabellos que se entrelazan a través de los rostros, cabellos en forma de listones de lata que se entrecruzan y supongo se enlazan en la parte que el cuadro ya no nos deja ver.

Entonces pienso que lo mejor es recurrir al artista para encontrar la respuesta. La charla me tranquiliza, el caos no está en las obras que presenta, sino que estuvo en él en el momento previo a su producción y, tras una catarsis —“una explosión” como él prefiere llamar—, surgió esta muestra llena de señas de paz.

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Luego, teniendo que escribir sobre su obra, me quedo pensando en el artista, en lugar de acercarme a su exposición me gana la vida de Cussi, me quedo intrigada en los procesos de unas obras que a todas luces reflejan sosiego y calma, pero que —ahora lo sé— no se engendraron de esa manera.

“El arte es para mí una terapia, un reencuentro conmigo mismo. Las tristezas, así como las alegrías, se van plasmando en las obras. Ellas son un desahogo”, me dice. Por supuesto que ya mi mirada es otra, y me siento en el deber de compartir con ustedes esa breve charla, pues si alteró mi forma de apreciar su arte, sin duda hará algo similar por ustedes.

De pronto, ya no son importantes los nuevos colores que Cussi propone y que despuntan en algunas obras, ya no es vital pensar en él en tonos tierras. Ya conocemos algo, aunque sea un poco, del proceso creador de un artista al que admiramos ahora un poco más, ya sus cuadros nos dictan palabras en voz baja, las palabras con las que el artista empezó a trabajarlas.

La muestra ‘Caos’, del artista paceño Vidal Cussi, se exhibe en la galería Altamira (San Miguel, zona Sur).

PERFIL Vidal Cussi Tiñini nació en Santa Rosa, provincia Pacajes del departamento de La Paz en 1983. Actualmente reside en la ciudad de El Alto. Estudió en la Academia de Bellas Artes Hernando Siles donde obtuvo la especialidad en pintura. Ha sido ganador de varios premios, entre los que destacan: Gran Premio Salón Pedro Domingo Murillo (La Paz) en 2012 y 2020, Gran Premio Salón Villa San Felipe de Austria (Oruro) 2019 y Gran Premio Salón 14 de Septiembre (Cochabamba) 2019 y 2023.

Texto: Daniela Espinoza M.

Obras: Vidal Cussi

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Semilla, picantería boliviana: Sabores tradicionales para disfrutar en Achumani

Semilla, picantería boliviana, donde se pueden disfrutar deliciosos platos como el picante surtido

Por Fernando Cervantes

/ 28 de abril de 2024 / 06:55

Crónicas gastronómicas

Fue el ají de fideo materno lo que motivó a Ernesto Bernal a elegir la profesión de cocinero, sobre todo después de haberlo preparado muchos años para sus hermanos cuando su mamá viajaba por motivos de trabajo.

Luego de un buen tiempo estudiando gastronomía y habiendo trabajado en diversos establecimientos es que se animó junto a su esposa Karen Mujica (administradora de empresas con estudios en diseño gráfico, decoración y comunicación visual) a dar a luz a un viejo anhelo: tener su propio restaurante inspirado en las tradicionales picanterías de Sucre y Potosí, que tenga los sabores bolivianos muy presentes y que se sumerja en el recuerdo de los fogones familiares que eran manejados magistralmente por madres y abuelas. 

Encontrar la casa ideal no fue nada fácil hasta que el destino quiso que en enero de este año esta joven pareja pudiese alquilar un bonito y espacioso inmueble con jardín, ubicado en el barrio de Achumani, muy cerca de la avenida Francia. El lugar fue decorado y rediseñado con muy buen gusto. Así nació Semilla, picantería boliviana, donde se pueden disfrutar deliciosos platos como el picante surtido, queso humacha, picante de lengua, anticuchos, relleno de papa, mondongo, sajta de pollo, keperí o sopa de maní, los que pueden ser acompañados con  jugo de tumbo, limonada o mocochinchi, ya sea en vaso o en jarra.

Un detalle no menor: el lugar no cuenta con parqueo propio pero la calle donde están ubicados es sumamente tranquila, por lo que estacionar el automóvil en las cercanías del restaurante no debería representar problema alguno.

Semilla: un lugar ideal, para visitar en familia.

Semilla, picantería boliviana

  • Dirección: Calle 21 de Achumani Nº 5  (a una cuadra de la av. Francia) 
  • Teléfono: 67020523 
  • Rango promedio de precios: Bs  20-65    
  • Plato estrella: Picante surtido       
  • Atención: sábados y domingos de 12.00 a 16.00     

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Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda,Correo: [email protected]

Texto y fotos: Fernando Cervantes

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Back to Black

La directora britànica Sam Taylor-Johnson ha estrenado una tendenciosa película biográfica sobre la cantante Amy Winehouse

Por Pedro Susz K.

/ 28 de abril de 2024 / 06:50

En julio de 2011, Amy Winehouse, notable y exitosísima cantante londinense de soul, falleció a causa de una brutal ingesta de alcohol. Sumaba entonces apenas 27 años (la misma edad que en el momento de sus respectivas defunciones tenían Jimy Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin, Kurt Cobain y Jim Morrison, valga el apunte anecdótico a pesar de que seguramente a quienes no son fans de la música rock los nombres les resulten desconocidos). Esto ha dado lugar a la popularidad de una supuesta “maldición del club de los 27” entre los seguidores del rock.

A esas alturas la discografía de Winehouse incluía apenas un par de títulos en los que interpretaba composiciones de ella misma, todas las cuales dejaban traslucir, sin lugar a dudas, una personalidad compleja, irreverente, traumatizada por los dramáticos altibajos de su vida. Y su potente voz, ligada a un estilo asimismo muy propio, hacían que tales temas cautivaran pronto a muchísima gente, harta de la chatura en la que había caído el rock merced a las imposiciones de la acaudalada industria discográfica jugada a pleno en la venta masiva de sus producciones para incrementar sin pausa los réditos de los productores. Era en realidad lo mismo que ya venía acaeciendo en otros rubros de la industria del entretenimiento: en la cinematográfica también, claro, obstinadas cómo Sony Music y sus competidoras  por exprimir hasta la última gota de cualquier diana de mercado, copiada luego, en el rubro específico, una y otra vez por compositores e intérpretes debidamente domesticados para bloquear cualquier antojo autoral.

Que la directora de este segundo film centrado en la biografía de Winehouse —el primero fue un largo documental hecho el 2005 por el cineasta inglés Sadif Kapadia— sea Samantha, su nombre aparece abreviado en los créditos como Sam Taylor-Johnson, cuya filmografía arrancó justamente en la insípida época recién aludida y en la cual obtuvo su más resonante éxito de taquilla el 2015 con la más que mediocre adaptación para la pantalla de la no menos anodina novela erótica de E.L. James 50 sombras de Grey no invitaba a tener muchas ilusiones respecto a Back to Black, en definitiva fallido y en buena medida falsificado biopic que toma su título del segundo de los dos únicos álbumes que Winehouse alcanzó a completar.

Volviendo al citado documental de Kapadia, titulado sencillamente Amy, allí quedaba ratificado lo que muchos trascendidos, divulgados con el marcado acento sensacionalista de los medios crecientemente ladeados hacia la más barata crónica roja y cuyo acoso sobre la cantante se volvió insoportable, habían engordado las sospechas acerca de los motivos que condujeron al desequilibrio emocional de aquella y a su adicción al alcohol y a las drogas duras. Dichas causas no fueron otras que la manipulación a que fue sometida Winehouse por su padre Mitchell, un taxista obsesionado con volverse millonario así fuese explotando sin la menor conmiseración a su propia hija, en complicidad con Ray Cosbert, manager de la muchacha, igualmente obstinado en lucrar al máximo con su popularidad.

Ello se tradujo, entre otras barbaridades, en obligarla a realizar una gira ininterrumpida de casi cinco años e innumerables presentaciones en público, con todas las tensiones que comporta cada actuación para cualquier artista y más aún para una que apenas había entrado en la adultez. A fin de no pausar aquel incesante ir y venir Mitchell, alentado por Cosbert, incluso se opuso a que Amy se sometiera a un tratamiento para poner coto a su entonces incipiente dependencia del alcohol. El hecho es que la gira culminó, pocas semanas antes del fallecimiento de Amy, con una escandalosa presentación en Belgrado, donde ella se resistía a subir al escenario y finalmente fue forzada a hacerlo de mala manera por sus custodios, quienes empero no pudieron hacerle recordar las letras que olvidaba obligando a reiniciar una y otra vez cada canción, hasta provocar el furioso estallido del público. 

Por añadidura, en el ínterin Amy había sido seducida por, otro chupasangre, un tal Blake Fielder-Civil, quién la empujó hacia la cocaína, la heroína y otros alcaloides y con el cual contrajo un tóxico matrimonio, signado por los abusos así como por el maltrato recurrente de él, hasta terminar en la previsible ruptura que se sumó a las otras afectaciones mentales, acentuando así a grados extremos los trastornos psicóticos de Winehouse.

Todo ello ha sido omitido en Back to Black, se presume debido a que papá Mitchell aportó una considerable cantidad de dinero a la producción, condicionando el enfoque que tomó el guion en una nueva de las varias maniobras de lavado de imagen intentadas por aquel luego del óbito de Amy. Así la película de Sam Taylor-Johnson se limita a repetir hasta el hartazgo escenas mostrando a la protagonista frente al micrófono, que se alternan mecánicamente con otras focalizadas sobre la tortuosa relación matrimonial de Amy y Blake, cuyo tratamiento narrativo se atiene al pie de la letra a las fórmulas hollywoodenses de los más pedestres melodramas. Ese modo de estructurar el relato: a cada secuencia dramática le sigue una canción cuya letra reitera lo que se ha escuchado o se escuchará a continuación, monocorde ir y venir que en lugar de permitir la aproximación del espectador al personaje protagónico lo va distanciando, o dicho de otra manera termina aguando la contextura emocional de esa historia a la que, en la vida real, le sobraron momentos trágicos, congojas y aflicciones. Bien podían haberse destinado algunos de los 122 minutos del metraje, malgastados en sosas y previsibles escenas, a tratar de acercarse al personaje en esos momentos, cuando sola, encerrada en sus dolores e incertidumbres, daba a luz a sus creaciones, franqueando de tal suerte la mencionada aproximación a su dimensión humana, mutada por la directora en un intraspasable acartonamiento.

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No le va mejor tampoco al resto de los personajes, pero es particularmente imperdonable la flagrante tergiversación del rol de Mitchel en el drama, mostrándolo como un progenitor ejemplarmente amoroso, siempre atento a las necesidades de su hija, distorsión atribuible al antes colacionado soborno que representó su aportación financiera al film. Tal exoneración de cualquier responsabilidad de Mitchel en el doloroso descenso de Amy hacia una inescapable desesperación existencial hace que todas las tintas resulten cargadas sobre el funesto papel de Blake.

No es casual entonces que la escena más larga de la película se detenga en el encuentro entre Amy y Blake en un bar donde ella, entonces ya una celebridad gracias al éxito de su primer álbum, se encuentra dando fin a una bebida espirituosa y rumiando la angustia, como todos los demás detalles de la obsesiva personalidad de la Amy real dejadas, a lo largo del film, sin mayor ahondamiento, que en el fondo le provocaban las presiones paternas y financieras, al igual como el hostigamiento mediático, vicisitudes aparejadas justamente a la fama. Blake, ebrio, finge desconocer de quién se trata y la invita a jugar una partida de billar mientras desde el reproductor de discos se escuchan otras tantas piezas de moda que él acompaña con una mímica estrafalaria apuntada a completar su eficaz estrategia seductora que de inmediato atrapa a la muchacha y narrativamente sienta la base dramática que luego desarrollará de la misma manera esquemática, indescifrable para quienes no conozcan los pormenores de esa historia, reducida en lo que entrega Back to Black a explotar los  típicos altibajos propios de un  melodrama amoroso cualquiera. 

Si bien es cierto que  la canción cuyo título toma prestado la película, que podría traducirse como “regresar a la oscuridad”, estuvo inspirada en la insoportable relación matrimonial entre Amy y Blake, en la cual tampoco escasearon las infidelidades de este último, de allí a considerar que el dolor, la angustia, el sinsentido vital transmitido por todas las composiciones de Winehouse puedan atribuirse únicamente a tales tropezones es entonces otra de las múltiples simplificaciones y distorsiones de Taylor- Johnson, atribuibles asimismo al guionista Matt Greenhalgh, especializado en la fabricación de dudosas biografías fílmicas de figuras prominentes del mundo musical contemporáneo. Entre ellas Nowhere Boy (2009) o Mi nombre es John Lennon, opera prima de Taylor-Wood donde tomando como inspiración la biografía de su media hermana Julia Baird se relata la adolescencia del futuro integrante de Los Beatles. Ese primer trabajo conjunto entre Greenhalg y Taylor-Wood ya exhibía las flaquezas en las cuales reincide Back to Black. Sobre todo la superficialidad biográfica y la distorsión de los entretelones familiares causantes de la espiral autodestructiva que precipitó la prematura muerte de Winehouse. 

Resulta notorio el esfuerzo de Marisa Abela para meterse en la personalidad de Wienhouse, no sólo a interpretarla, por eso asumió el reto de cantar ella y no limitarse a la fonomímica con la voz original de fondo, y si bien lo hace correctamente, la voz y la entonación de aquella eran inigualables. Con todo su personificación está entre lo poco que sobresale en la medianía general de la película, atenida a los convencionalismos, incluso en los restantes trabajos actorales apegados, al igual que todo lo demás, a los clisés, comprendiendo el brevísimo fragmento del tema musical que, se dijo también, presta su título al emprendimiento de Taylor-Johnson, cuyas declaraciones a la prensa trasuntan una empeñosa, cuanto forzada, auto-atribución del carácter de autora, en el sentido de quien posee un estilo propio y una asimismo privativa visión del mundo y de la vida, cualidades que personalmente no he podido detectar en lo más mínimo siguiendo las películas que hasta la fecha puso en pantalla.

Ficha técnica

Titulo Original: Back to BlackDirección: Sam Taylor-Johnson – Guion: Matt Greenhalgh – Fotografía: Polly Morgan – Montaje: Laurence Johnson, Martin Walsh – Diseño: Sarah Greenwood – Arte: Alex Bowens, Joe Howard, Matthew Kerly, Emma MacDevitt, John McHugh – Música: Nick Cave, Warren Ellis –  Efectos: Neil Damman, Joe Holden, Sophie McGown, Hayden Sheridan, Richard Van Den Bergh – Producción: Nicky Kentish Barnes, Alison Owen, Ron Halpern – Intérpretes: Marisa Abela, Jack O’Connell, Eddie Marsan, Lesley Manville,  Bronson Webb, Therica Wilson-Read, Juliet Cowan, Sam Buchanan, Harley Bird, Ansu Kabia, Spike Fearn, Amrou Al-Kadhi, Ryan O’Doherty, Pete Lee-Wilson, Matilda Thorpe, Miltos Yerolemou, Daniel Fearn, Michael S. Siegel, Colin Mace  – ESTADOS UNIDOS, INGLATERRA, FRANCIA/2024 

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

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José Ballivián: vestirse en tiempos actuales

El artista paceño llevó la muestra ‘Alta Gama / Espíritu Colonial’ a la Galería Nube de Santa Cruz de la Sierra

Por Juan Fabri

/ 28 de abril de 2024 / 06:42

José Ballivián (2024) presentó Alta Gama / Espíritu Colonial en la Galería Nube en Santa Cruz de la Sierra. En esta exposición nos invita a reflexionar sobre la vestimenta en los Andes actuales y los significados que detonan las materialidades vinculadas a la ropa.

La muestra es una serie de obras sobre lo chojcho que viene explorando por lo menos desde hace 10 años. Él dirá: “Lo chojcho es un término usado comúnmente en la zona occidental boliviana para denominar a una persona sin buen gusto para la vestimenta, además de tener la particularidad de ser muy básico en su lenguaje y cultura general”.

Desde mi perspectiva, considero que lo chojcho confronta las miradas exógenas y exóticas sobre el arte del país, donde se busca en Bolivia una especie de “pureza indígena”. Frente a estos discursos, lo chojcho encarna la tensión y la disputa cultural diaria sobre los cuerpos en un territorio atravesado por su historia colonial y la actual globalización. En la exposición, Ballivián relaciona lo chojcho con la vestimenta, pero esta se encuentra ligada inevitablemente con los cuerpos de quienes usan o podrían usar estas prendas.

Dentro del contexto boliviano, uno de los elementos claves de la identificación cultural, pero también de duda sobre si unx es o no indígena, es la vestimenta. El chojcho también va a encontrar en la ropa una expresión sobre su impureza, una disputa de sus ideas y una forma de habitar la ciudad llevando estas vestimentas.

El premiado artista contemporáneo José Ballivián nació en La Paz en 1975.
El premiado artista contemporáneo José Ballivián nació en La Paz en 1975.

En Bolivia recientemente vivimos el censo de población y vivienda (2024) que se realiza cada 10 años y que brinda una idea de quiénes somos como país. Dentro de una de sus preguntas se planteó la pertenencia o autoidentificación a una nación indígena. Los activistas aymaras convocaron a la población a identificarse como aymaras (por ejemplo, el concurso de video para aymaristas convocado por Elias Ajata) si es que sus padres o sus orígenes eran aymaras, más allá de si hablaban o no la lengua. Estos planteaban que ser de una nación indígena en Bolivia trasciende el vivir en el área urbana o rural, es una identidad, una pertenencia. Sin embargo, las identidades para el censo han sido entendidas de manera esencialista, es decir, si eres aymara, no podías ser guaraní o de otra nacionalidad, sólo debías escoger una opción. Lo mismo sucedió con temas de género, donde solo había dos opciones excluyentes, hombre o mujer, omitiendo el otro universo de posibilidades; de esta manera el Estado negó las diversidades que tanto publicita.

La discusión sobre las identidades, particularmente en torno a las nacionalidades indígenas, en el Estado Plurinacional de Bolivia es un elemento que constantemente está en debate tanto en el campo político como en el estético y es sobre lo que viene discutiendo el artista paceño José Ballivián, quien frente a estos discursos esencialistas, nos propone un ser chojcho. Es decir, un lugar de enunciación que está vinculado a lxs hijxs migrantes aymaras en espacios urbanos y con fuertes influencias globales, pero que no dejan su vínculo con lo aymara. Me pregunto si alguna vez será posible censarse en Bolivia como chojcho. Claramente es una categoría no reconocida en el país, porque va más allá de los esencialismos, y que Ballivián rescata del lenguaje popular.

La vestimenta es un factor importantísimo en los Andes de Bolivia. Dentro las comunidades indígenas existen fuertes controles sociales para que las personas sigan usando ponchos, sombreros, polleras, awayos, por lo menos, respecto a las autoridades originarias. Esto está en tensión con el costo de tiempo, esfuerzo e incluso dinero que pueden costar estas prendas. Frente a la gran oferta de ropa usada proveniente del contrabando que llega desde Chile y que proviene de países del Norte, principalmente Estados Unidos de América.

En la exposición, Ballivián propone que alguien chojcho podría caminar por la ciudad usando un ladrillo como cartera. La pieza Alta Gama consiste en un ladrillo sujeto con una wiskha (soga de lana de llama) que de manera conjunta evocan una forma de cartera. La importancia del ladrillo en La Paz y El Alto, ciudades en las que al llegar se puede ver el ladrillo expandido por toda la urbe y que además es símbolo de modernidad, frente al adobe que era el material tradicional con el que se hacían las casas. El usar un ladrillo como cartera enriquece para generar una metáfora de lo que nos colgamos en nuestros cuerpos, más aún que se encuentra serigrafiado el símbolo y las letras de Adidas a uno de los costados. La pintura Ladrillo led también enfatiza la importancia del ladrillo y lo vincula a un toro.

La Feria 16 de Julio o qhatu en la ciudad de El Alto ha crecido acompañada de la gran oferta de ropa usada o de segunda mano proveniente de Estados Unidos, que se vende a precios bajos y que de alguna manera ha quebrado la industria local de ropa en el país. Es decir, para las industrias bolivianas se les hace imposible o muy difícil competir económicamente en el mercado con ropa que viene con etiquetas originales de Louis Vuitton, Balenciaga o Adidas, y que se comercializan en grandes ferias a precios bajos y con una marca avalada por la gran industria de la moda occidental. Por otra parte, la Feria 16 de Julio es quizá el centro comercial más importante de los Andes actuales que toma las calles de El Alto los días jueves y sábado. Además, es quizá uno de los ejemplos más importantes de economías populares en el país. Por otra parte, la Feria 16 de Julio no es la única: todas las ciudades y ciudades intermedias en el país cuentan con algún día a la semana o al mes con una feria donde se revende ropa americana de segunda mano. Dicen que por ello en el campo es más sencillo ver gente usando jeans y zapatillas de marcas globales que pantalones de bayeta o lanas tradicionales, como quizá sucedía hace 50 años.

la muestra del artista José Ballivián se exhibió en la Galería Nube de Santa Cruz de la Sierra.

Ballivián nos propone una obra que refiere a marcas occidentales pero también a la crucifixión cristiana como parte del mismo proceso de imposición cultural. Utilizando una prenda deportiva, un buzo negro, que en la parte de adelante está escrito “Balenciaga Latam”, vinculando a la famosa marca y en la parte de atrás menciona “espíritu colonial”. La obra evoca la colonización y la imposición de las vestimentas en el contexto de la globalización. Un detalle particular es una abarca u ojota, prenda utilizada por las poblaciones indígenas campesinas originarias en Bolivia y que es posible relacionar con los pies de Cristo en la cruz.

Ballivián en la muestra reflexiona sobre el uso de estas marcas occidentales que llegan a Bolivia a manera de ropa de segunda mano o como imitaciones. Podría ser sencillo entender una asimilación cultural hacia las estéticas del norte, usando ropa americana, por los aymaras urbanos o por lxs chojchxs. Sin embargo, al lado de estos jeans, zapatillas o carteras de marcas globales que son vendidas a precios bajísimos, se encuentran también las abarcas, sombreros, ponchos o cinturones de mallkus y jilacatas (autoridades originarias aymaras). Entonces, es posible usar jean con poncho y zapatillas Adidas. También es posible no usar ninguna vestimenta indígena, no hablar aymara, ni quechua, pero preguntarse si se es o no indígena. De la misma manera, alguien que habla aymara y viste como indígena, también a veces duda si es completamente indígena o si quiere seguir siéndolo. La dinámica de las identidades también se encuentra atravesada por el autocuestionamiento de lxs sujetxs.

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Entonces, Ballivián propone que lo chojcho es una manera de existir con estos cuestionamientos existenciales y también con las prácticas. Además, como si se tratara de la antropofagia brasileña, lxs chojchxs se apropiarán de todas estas vestimentas y generará opciones y alternativas particulares. De la misma manera, la pieza Chojcho Cultura es una prenda negra casi como una pieza de un sacerdote con una capucha y el texto explícito que hace referencia a esta identidad. En la zona baja de la pieza, en un lugar casi pélvico, un textil tradicional aymara irrumpe esta especie de túnica.

La obra de José Ballivián nos ayuda a repensar fenómenos como la Feria 16 de Julio y también las discusiones sobre “lo original”, “lo trucho”, la copia, la falsificación, la apropiación, la alienación, lo puro y lo contaminado.

La pieza Ansiedad es una instalación que hace referencia a una chompa o suéter gigante de tres metros de alto. Un tejido elaborado de lana de llama, lana de oveja y lana sintética, que en sus materialidades nos propone la construcción de una pieza en contra los esencialismos. Es decir, en la mezcla, en la unión de varias lanas nos propone la tensión de lo chojcho. En la parte de adelante está escrito con tejido: “Locos por ti”, y en la parte de atrás: “Alta tristeza”.

Recorrer esta exposición de Ballivián invita a imaginar a sujetxs que recorran la ciudad con estas prendas chojchxs y que estas sean la expansión de sus cuerpos y las dinámicas de las identidades. Por otra parte, la obra de Ballivián me permite reflexionar que el arte contemporáneo en Bolivia, que por su tradición es principalmente occidental y que llega al país y se articula con las reflexiones y búsquedas locales, puede ser en sí mismo chojcho, por su carácter impuro.

* Juan Fabbri es licenciado en Antropología, maestro en Antropología Visual y Documental Antropológico y candidato a doctor en Antropología Cultural (Uppsala Universitet, Suecia) y docente investigador en la Universidad Mayor de San Andrés.

Texto: Juan Fabri

Fotos: José Ballivián

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