Aventuras épicas de los guerreros del rol
Antiguos apasionados de este pasatiempo se reencuentran y buscan inspirar a nuevos jugadores en un ‘Concilio de dragones’.
Cuando se pasa ocho años viajando, luchando y venciendo monstruos, representando un personaje de Calabozos y Dragones (Dungeons and Dragons, D&D) y éste muere, hacer un funeral no parece una idea tan extraña. Así lo explica el paceño Luis Morales (39), un asiduo jugador, que trata de hacer memoria para calcular desde hace cuánto tiempo está involucrado en los juegos de rol. Para recordarlo, Mauricio Flores (41) se remonta a las historias fantásticas que crearon junto a un grupo de amigos cuando estaban en la universidad, hace ya casi 20 años.
D&D, que se creó en 1974, es una combinación de dos tipos de juegos: aquellos que utilizan tableros, fichas y muchas veces tienen temáticas bélicas y los que requieren que cada participante represente un personaje, explica Mauricio. Para jugar, cada participante debe idear un “héroe” que se asociará con otros para completar una misión. Al momento de construirlo hay que tomar en cuenta las características de la raza a la que pertenecerá —humano, elfo, orco o gnomo, entre muchas otras—, ya que éstas determinarán qué cualidades tendrá el personaje.
Uno de los jugadores —el “narrador” o “DM” (Dungeon Master)— será el encargado de crear el contexto de la misión, relacionado con el universo de fantasía medieval en el que se desarrolla este universo. También controla a los monstruos y los retos a los que se enfrenta “la compañía”, según explica el compendio de reglas desarrollado en Dungeons & Dragons Essentials.
Para jugar se requiere por lo menos tres jugadores —aunque lo óptimo son cinco—, los manuales de narrador y jugador, papel, lápiz y los seis dados poliédricos de 3, 6, 8, 10, 12 y 20 caras que se lanzan para determinar si la acción de los personajes es acertada o no. Las miniaturas y tableros son opcionales, ya que gracias a la imaginación puede usarse cualquier tipo de objeto que sustituya a los presentes en la historia.
“Desde que te sientas a jugar, cambias de identidad completamente. Tu nombre, tu personalidad, todo está relacionado con tu personaje. Hay gente que juega haciendo gestos, con otras voces y en las convenciones van incluso disfrazados”, narra Luis, mientras recuerda movimientos que solía hacer mientras representaba a uno de sus personajes, un mago necromante.
La interpretación de cada héroe por parte de quien lo crea es de vital importancia. Al introducirse en este mundo de fantasía, algunos de los participantes deciden caracterizar más a sus personajes. Los dibujan, ilustran sus armas y complejizan mucho más sus historias. Esto les da “puntos de experiencia” en el juego, lo que les permite subir de nivel, mejorar sus habilidades y tener aventuras más emocionantes y peligrosas.
Si bien D&D fue el primer juego de rol que se creó, después surgieron una gran cantidad de variantes. Existen versiones de películas como James Bond, Star Wars y de series como Mi pequeño Pony. “Una vez que ya se maneja la estructura del juego, se pueden crear aventuras que se basan en un montón de cosas. Hemos jugado versiones en universos de series de animé como Bleach y Fullmetal Alchemist. Es divertido, porque todos hemos terminado viéndolas completas para poder jugar mejor”.
Como se requieren varios elementos para jugar, aquellos que tenían la suerte de tenerlos buscaban adeptos, con lo que se fueron creando grupos. Fue así como Mauricio retomó contacto con un amigo de la infancia, Melvin Sandi (42), que tenía cierto tiempo jugando. Poco a poco se fueron organizando convenciones para encontrar más jugadores, compartir material e intercambiar miniaturas. Lo que sí sorprendió a Mauricio y Luis en estos eventos fue que, a diferencia de su grupo de amigos —quienes eran chicos y chicas bastante extrovertidos—, la mayor parte de los otros asiduos a estos juegos eran jóvenes bastante tímidos y retraídos.
“Cuando llegamos a la primera convención con nuestras cuatro amigas, nos miraron como si estuviéramos llegando en limusina. Nos agradecieron por ir y cuando empezamos a charlar con ellos nos dimos cuenta de que muchos se sentían incomprendidos o los molestaban mucho en su casa o en el colegio. El ‘rol’ era su escape y no querían dejar de jugar”, cuenta Mauricio.
Si bien este pasatiempo puede generar algo parecido a una adicción, también funciona como una herramienta terapéutica. Al ser un juego cooperativo, personas con problemas de relacionamiento pueden encontrar una forma didáctica para desarrollar relaciones sanas. Luis encuentra que también lo ayudó a fortalecer su concentración y su agilidad mental en el trabajo.
Además funciona para fomentar la solidaridad, en lugar de la competencia, y el trabajo en grupo. El hecho de crear una narración colectiva y reconocer cuánto se puede enriquecer una historia cuando se escucha e incorpora las ideas de otros, es lo que más le gusta de D&D a Melvin.
A Mauricio le hubiera gustado involucrarse en el mundo de los juegos de rol incluso antes de llegar a la universidad, pero en Bolivia eran aún muy poco conocidos. Para poder comprar los manuales se necesitaba salir al exterior y leer algo de inglés, porque las ediciones traducidas al español eran aún más caras. Los dados tampoco se conseguían en las jugueterías, lo que hacía de este pasatiempo algo exclusivo. Por eso ha decidido tomar este hobby más en serio, comenzó a participar en eventos nacionales de juegos de rol y planea poner una tienda de diferentes juegos de mesa.
Ocho años duró la misión de “la compañía” de la que fueron parte Luis y Mauricio. En ese lapso, los domingos quedaron reservados para vivir aventuras y retos. Durante seis, ocho e incluso 13 horas seguidas, los jugadores dejaron sus nombres en la puerta, para convertirse en héroes en una tierra mágica.
“Era un pasatiempo sano que nos emocionaba por completo. No tomábamos nada de alcohol porque luego uno se tomaba todo muy personal. Hemos visto llorar y sufrir a nuestros amigos y amigas por algún personaje, que seguían recordando incluso años después”, cuenta Mauricio.
A medida que pasaba el tiempo, el grupo se fue disolviendo: las responsabilidades pesaron más en sus vidas. Por algunos años dejaron de lado los viajes imaginarios, pero siguieron charlando y viéndose, y piensan en volver a jugar. La amistad que formaron no se ha disuelto, destaca el paceño que también es gestor cultural.
El año pasado, Melvin cumplió un cuarto de siglo desde que se sumergió en los juegos de rol. Para celebrarlo, él, Mauricio y Ricardo Cors decidieron organizar un evento para que “roleros” antiguos —como Luis— puedan reencontrarse y abrirles las puertas de este universo a nuevos interesados. “El concilio de Dragones” —que comenzó ayer en el café Deleite (C. Goitia 155)— está organizado para que los nuevos puedan aprender a jugar y para que los antiguos desempolven sus habilidades. El sábado se destinó sobre todo a charlas introductorias e intercambio de información; mientras que hoy, de 09.00 a 14.00 y de 15.00 a 21.00, se narrarán nuevas historias y se vivirán aventuras inéditas.
“Queremos reunir a los grupos de jugadores que hay en La Paz para conocernos. Cuando nosotros empezamos, ninguna tienda traía nada relacionado, tampoco había a quién preguntarle, así que ahora queremos compartir todo lo que sabemos. Además de volver a ver a los amigos que se han dispersado”, narra Mauricio.