El refugio de los cerros
Este albergue, ubicado en la cabecera de valle en Zongo, brinda una jornada de sosiego en las orillas de la laguna Viscachani.
Solamente se escucha el agua. A casi dos horas de la plaza Ballivián de El Alto, el único sonido fuera del refugio es una corriente incesante que baja desde los nevados de la Cordillera Real, pues reinan la tranquilidad y sosiego en este refugio ubicado en la comunidad Botijlaca, en el macrodistrito de Zongo, en el municipio de La Paz.
Para fortalecer las alternativas turísticas en este valle, la Subalcaldía de Zongo llevó a cabo varios emprendimientos comunitarios, como un circuito en 2013 que incluyó la visita al cementerio de Milluni, el nevado Huayna Potosí, caminata por senderos naturales y visita a la iglesia de Santa María de La Asunta, y a las instalaciones de la planta hidroeléctrica de Cobee (Compañía Boliviana de Energía Eléctrica), en la comunidad de Llaullini, recuerda el exsubalcalde de Zongo Javier Quispe.
Un año después, para brindar más comodidad a los turistas bolivianos y extranjeros, la entidad dependiente del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (GAMLP) inició la construcción de una cabaña a orillas del lago Viscachani —a aproximadamente 42 kilómetros de la plaza Ballivián—, donde se puede disfrutar de la quietud de la laguna Viscachani, las montañas rocosas, bofedales y una variedad de flora y fauna. Después de salir de la urbe alteña por el lado norte, el camino serpenteante lleva, en primera instancia, a Milluni (ubicado en el distrito 13), donde las lagunas de colores, el cementerio que recuerda la masacre minera de 1965 —en el gobierno militar de René Barrientos Ortuño— y las cooperativas mineras aún existentes demuestran la influencia medioambiental, histórica y económica de la extracción de minerales en esta región del altiplano.
El camino polvoriento y flanqueado por nevados transcurre hasta el campo base del Huayna Potosí, que se encuentra a 4.200 metros sobre el nivel del mar (msnm), donde el viento gélido no deja quedarse mucho tiempo ni disfrutar del panorama, sino ingresar lo antes posible al vehículo para descender a Zongo, a través de un sendero que hace desaparecer la altiplanicie y deja que los cerros se muestren cada vez más altivos.
Mientras se va descendiendo el camino, los únicos referentes de civilización son las máquinas de Cobee, que transforman el agua en electricidad, y alguno que otro conjunto de viviendas que intenta convertirse en pueblo. En uno de aquéllos —donde miembros del Proyecto Quebequense de Desarrollo Internacional (PQDI) inician el proyecto de capacitación en artesanía y en turismo para beneficiar a cerca de 300 personas en los macrodistritos de Zongo y Hampaturi, con el apoyo de la comuna paceña—, un grupo de turistas omite el transporte para caminar por las sendas sinuosas, protegidas por cerros que dan la impresión de que están a punto de enlazarse con las nubes que juguetean en el cielo.
Como escondida por la naturaleza, de repente aparece la laguna Viscachani, a los pies del nevado Llamp’u (del aymara, que significa “Corazón apacible”), desde cuya cumbre baja una corriente de agua persistente que converge con otras para fortalecer el río Zongo. A menos de 3.500 msnm —1.000 metros debajo del campo base del Huayna—, la sensación térmica se torna agradable, ya que se trata de una cabecera de valle donde decenas de llamas, que no cesan de masticar la hierba, miran curiosas desde arriba o debajo del camino sin miedo, ya que en este lugar está prohibida su caza furtiva.
Al seguir bajando, el viajero llega a las orillas de la laguna, donde se encuentra, como protegido por los cerros, el refugio de Botijlaca, una vivienda con paredes de piedra y teja colonial, que tiene adentro un comedor de madera para ocho personas, un sofá al pie del ventanal que deja ver la laguna y los cerros, y el pequeño muelle desde donde se puede contemplar, con algo de paciencia, las truchas que viven en este ecosistema. En la habitación del lado está un dormitorio amplio con tres literas para seis camas, donde se mantiene una temperatura agradable, a pesar de la neblina de las tardes y madrugadas.
Afuera, un pequeño muelle permite contemplar las montañas, mientras que el sonido de la corriente de agua no cesa de bajar de pequeñas cascadas y corrientes que no se ven a simple vista. Ahí, con un poco de paciencia y quietud, se puede ver también las truchas, que sirven para la supervivencia de los comunarios.
Cualquier lugar en este espacio de Botijlaca es ideal para sentarse a mirar el panorama, a escuchar la naturaleza y sentir los aromas de un valle que está ávido de recibir visitantes después de que ha sufrido, a inicios de año, el desplome de casas y puentes por el desborde del río. Pese a esas vicisitudes, este refugio de Zongo es un lugar ideal para transmitir paz.
Transporte, desde la Ballivián
Para llegar a este lugar se puede tomar un vehículo público en la plaza Ballivián, a las 06.00, y la salida es a las 13.30, aproximadamente. Emilio Alanoca, responsable de Turismo Comunitario y Vecinal de la Agencia Municipal para el Desarrollo Turístico La Paz Maravillosa, informa que el costo por noche en el refugio es de Bs 100 por persona, que incluye el uso de la cocina, vajilla y refrigerador. Contactos al teléfono 70171962.