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La pasión por el vinilo no morirá

Coleccionistas de discos se reúnen una vez al mes en El Alto para compartir su pasión por la música.

/ 13 de junio de 2018 / 05:32

Edwin Hidalgo, el dueño de casa, el mayor fan de Kiss del grupo que se ha reunido en su hogar, dibuja una gran sonrisa y sostiene dos ediciones del preciado y rarísimo álbum El Inca, de Wara, valorado por encima de los 1.500 dólares, mientras otro coleccionista de vinilos le toma una foto. “Algún día tendré esta joya”, comenta, sin perder la alegría ni por un segundo. “Es tu oportunidad”, dice otro de los melómanos, “agarrá el disco y corré hasta el fin del mundo”. Se escuchan varias risas y, por supuesto, música: el elegido de este instante es el gran Astor Piazzolla. “Igual nomás te alcanzaría”, dice el dueño de El Inca, arrebatándole la joya a Edwin y, una vez de nuevo en su poder, abrazándola. La hermandad festeja.

Hubo un momento en la vida de Edwin en el que hizo un pacto íntimo con Dios, ya que él es creyente: iba a quemar los objetos que más amaba en el mundo, sus discos de vinilo, a cambio del retorno de la persona más amada, su esposa. Ambas partes cumplieron. “Ella volvió, pero se fue, no resultó”, cuenta, con tristeza, pero luego añade, con la sonrisa volviéndole al rostro, “pero mi colección se multiplicó, se triplicó”. Para Edwin, como para todos quienes están reunidos en su hogar, ser coleccionista no es solo una cuestión de moda, es algo que en realidad tiene que ver con el amor, con el profundo cariño y devoción al arte musical que te salva de la soledad. Entre los mayores tesoros de Edwin, integrante de la Kiss Army Fans, sin lugar a dudas, está el disco de Kiss Alive! autografiado por el bajista Gene Simmons, uno de los fundadores de la famosa banda estadounidense.

“La pregunta clave es ¿cuál es el primer disco de música boliviana?”, cuestiona, por su parte, el antropólogo Fernando Hurtado, también parte de este grupo de coleccionistas, quien, junto a Isaac Rivera, mantiene un proyecto que digitaliza música antigua nacional y la sube a YouTube y comparte por Facebook a través de la página “Ajayus de antaño”.

La historia

Una investigación encabezada por él y realizada en hemerotecas y consultando diversas bibliografías llegó a la conclusión de que el primer disco nacional fue grabado por Aerophoné en Francia y que tenía el himno boliviano por un lado y el himno chileno por el otro. Llama la atención este dato pues todavía, cuando salió al público, en noviembre de 1910, estaba fresco el recuerdo de la Guerra del Pacífico, que había finalizado con el Tratado de 1904. Una posible explicación quizás pueda encontrarse en el hecho de que quien encargó hacer este disco, Gerardo Argote, empresario que ya vendía los antiguos discos de cera, predecesores de los vinilos, e hijo de Ismael, ideólogo de los tradicionales y aún vigentes almanaques Argote, importaba estos discos de Chile, en negocio con Efraín Van. El Himno Nacional de Bolivia está interpretado por la banda republicana de París y el famoso tenor Diego Zegarra es quien lo canta, con un evidente acento francés.

“Pronto sacaremos un libro con cinco décadas de investigación”, promete Fernando, “desde 1900 hasta 1950”. Ante otra gran pregunta, la de cuál es el segundo disco de música boliviana, el investigador refiere que todavía no se sabe. “Solo los catálogos podrían darnos alguna clave”, explica. “Los catálogos de la Universidad de Santa Bárbara de California aseguran que los registros más antiguos datan de 1912. ¿Habrá sucedido algo entre 1910 y 1912 en Bolivia?”, se pregunta, “hay que averiguar”.

Si bien un chileno y un boliviano dieron origen al primer disco nacional, más de un siglo después, otro chileno, Johnny McGregor, ha conseguido reunir a este grupo variopinto de coleccionistas de vinilos. Una vez al mes, desde Arica, Johnny viaja las ocho o diez horas de distancia que existen con La Paz trayendo los encargos de sus mejores clientes. Él también tiene una colección propia, pequeña, de algo así como 100 discos, cuyo álbum favorito es Aún es tiempo de soñar, de Banana. Cuenta que vale la pena correr el riesgo de perder los discos en Aduana o de tener que pagar impuestos por la emoción con que lo reciben los coleccionistas. Aunque a ellos les duela en el corazón, él tiene que abrir los discos que vienen sellados.

Quien, por supuesto, siempre le compra alguno, es el autodenominado “promiscuo musical” del grupo, Rafael Chipana. Su “promiscuidad” lo ha llevado a nutrirse de todos los géneros posibles, desde el más apreciado rock hasta las vilipendiadas cumbias. Asegura que en los vinilos la experiencia del sonido es muy distinta a la que sucede en los formatos digitales. “Tengo un disco de Sinatra”, relata, “y, si lo escuchas con atención, se percibe el sonido de su cigarrillo que se está quemando”, cierra los ojos, como si recordara más ese cigarrillo en manos de un imaginario Sinatra, y prosigue: “en lo insospechado se puede encontrar belleza”.

“Yo diferencio a los coleccionistas entre coleccionistas por género o acumuladores”, dice, por su parte, en comunicación desde Ciudad de México, donde reside desde 2009, Mauricio Torres, quien fuera vocalista de una de las bandas más representativas de la escena nacional, Lapsus, cuyo reggae, rock pop y ska todavía suena con nostalgia entre los conocedores. “Las colecciones son el reflejo personal de un individuo. Las que son curadas por un músico son las más apreciadas”, explica. Su colección llega a los 650 LP (“long plays”, o discos de larga duración), sin embargo, cuenta que ha conocido a personas con más de 10.000 discos en su haber. “Con el revival del vinilo me he hecho más selectivo”, dice, refiriéndose a la tendencia de comprar discos de vinilo en la era digital, “si es que un disco me encanta, recién lo compro en vinil”.

Umar Mash, el disco emblemático de Lapsus, que llegó a ser ‘disco de oro’ gracias a sus 10.000 copias vendidas y cuyas canciones Amarastabrillar o Mi Love son consideradas clásicas de la música boliviana, salió a finales de 1996, cuando el disco compacto irrumpía en el mercado y parecía condenar al disco de vinilo al lugar del olvido en el que se encuentran todavía el VHS y el casete. Estuvo a poco de salir en vinilo, como lo hubiera hecho hace poco el álbum Akasa, de Loukass. Y es por eso, sobre todo como un producto para coleccionistas, que se está manejando la posibilidad de sacar pronto una reedición en plástico. El músico también espera sacar a la luz, en 2019, un proyecto personal en la línea del reggae.

Entre las joyas que atesora Mauricio, se hallan cuatro EP (“extended plays”, o discos promocionales que poseen un par de canciones) de rock boliviano de los años 1980: Trono Azul, Stratos, On y Metalmorfosis, son los nombres de las bandas. Esta última, de heavy metal, es la primera en la que participó Mauricio. Otra joya, aunque bastante alejada de su estilo, es un picture disc (un vinilo con una imagen o el dibujo de la portada sobre sí) de Juan Gabriel con un autógrafo verificado del cantante y que consiguió a un dólar en alguno de los tantos tianguis (mercados de pulgas) del Distrito Federal.

En el extranjero también se encuentra Saúl Callisaya, más conocido como ‘Lito’, entre los amigos. Es poseedor de alrededor de 4.000 discos en su colección, que inició hace 20 años. “Pasa el tiempo, uno se llena de nostalgia y recién valora”, cuenta, en comunicación desde Virginia, Estados Unidos, “por eso empecé a coleccionar sobre todo música boliviana”. Y la nostalgia lo llevó a organizar, de manera semestral, la Feria del Vinil, que este año, durante la primera quincena de junio, llegará a su quinta edición. Esta feria también sirve para vender otro tipo de plástico, casetes y VHS, y para entablar conversaciones y debates entre los amantes de lo retro. Relata Lito, entre sus anécdotas, que, allá por mediados de los 90, cuando la gente se deshacía de sus vinilos, él hizo reeditar, en 200 copias, Cool World, de Karla de Vito, y se fue repartiéndolos, mochila al hombro, por Oruro y La Paz. Ahora esta pieza es un objeto de búsqueda por parte de diversos coleccionistas. A Lito le sorprende cómo las nuevas generaciones observan los discos de vinilo y no pueden creer que ese pedazo de plástico contenga música. “Se maravillan los niños”, celebra y concluye: “A mayor tecnología, mayor nostalgia”.

Imágenes musicales

Para Pablo Vargas, quien trabaja en el Ministerio de Culturas, los picture discs son algo muy especial y tiene una importante colección de ellos. “Son objetos muy hermosos”, explica, “el sonido no es tan bueno como en el tradicional de color negro porque hay un ruido de fondo, casi imperceptible, pero que hace una diferencia; por eso, para escuchar, tengo también las versiones de color negro”. Su afición comenzó en 2014, cuando se hallaba de viaje por Holanda y se topó con estos objetos que lo dejaron maravillado; se trajo 23 discos aquella vez.

Óscar Siñani, trabajador del magisterio, se dedica, sobre todo, a coleccionar piezas del rock boliviano. En parte gracias a la afición de su padre, quien solía comprar discos a menudo, ha llegado a tener una colección de casi 7.000 unidades. Sin embargo, los discos más preciados para él son los 100 LP y 500 EP de rock nacional. “Tengo el 99% de todo lo que se ha hecho”, dice. Si algún poder sobrenatural le obligara a quemar toda su colección y solo se le permitiera quedarse con un disco, él asegura que sería el de Los Laser, una banda fundada por los hermanos Alfonso y Mario Chávez, vecinos de su barrio, Villa Victoria, de los años 1960 y que tenía un estilo similar al de Los Beatles. Sin embargo, esta posibilidad es la más cruel.

Otros coleccionistas en esta reunión, como el economista Huáscar Cajías (cuyo disco a salvar en caso de un incendio sería el Dark Side of the Moon, de Pink Floyd que compró en la adolescencia) o Daniel García (cuyo elegido es El Inca, de Wara, que heredó de su padre), coinciden en que esta actividad trasciende el hecho de una simple moda y que se trata más bien de un complemento espiritual en la vida cotidiana.

Es por eso que, cuando escuchan música, lo hacen como si se tratase de un acto de adoración en un templo, siguiendo un ritual que haría recordar los misterios de lo sagrado y quizás gracias a este ritual también es que han vuelto a tener vigencia los vinilos, ya que en ellos no puedes saltarte las canciones como lo harías en algún formato digital, sino que debes sentarte a escuchar, respetuosamente, cada canción en el orden en el que el artista ha previsto su álbum. Es un ritual, decía, que implica muchos objetos para conseguir el fruto sagrado: tomar el disco con ambas manos, admirarlo, ponerlo con cuidado en el tocadiscos, sentarse, cerrar los ojos y dejar que el sonido lo sea todo. Porque la música es aquello que roza el alma y la acompaña.

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Gladiador II desde la mirada de Pedro Susz

El reconocido crítico de cine Pedro Susz da su perspectiva sobre la más reciente entrega del afamado director Ridley Scott.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:26

Próximo a cumplir 87 años, Ridley Scott, el director de Gladiador II, nombre en cierto momento de la historia del cine -los años 70′ y 80′-, ineludible cuando de traer a colación a los mejores realizadores inscritos en el género de las películas de acción se trataba, resolvió ahora emprender un doble viaje retrospectivo: veintisiete centurias atrás a los tiempos, siglo VI a.C., del imperio romano, y a su primera exitosa visita a esa época, veinticuatro años hace, cuando elevó el peplum, término que nombra al subgénero de espada y sandalia, a niveles difícilmente equiparables.

Por cierto, al rever hoy aquel Gladiador I, fruto de las innumerables copias, por lo general mediocres, que anduvieron dando vueltas por las pantallas del mundo entero en estas dos décadas y media, la ponderación del original suma algunos puntos, amén de haber encendido muchas expectativas respecto a la secuela desde el momento cuando trascendieron los iniciales frondosos rumores acerca de su inminente producción.

Sin embargo, tal cual quedó patentizado viendo Napoleón, filmada en 2023, Scott ya no se encuentra en su mejor momento -aun cuando suenen a demasía las alusiones en algunos comentarios a una eventual «senilidad creativa»-, y si aquella coja aproximación a la personalidad del emperador galo daba lugar a preguntarse por la pertinencia de un recomendable pase a retiro del director, cuya insistencia en seguir dándole a la manija comportaba el riesgo de ensombrecer el conjunto de su filmografía, Gladiador II acentúa esa admonición.

Una de las endebleces inocultables de aquel vigésimo noveno largo de Scott resultaba detectable en la escasísima consistencia del guion de David Scarpa, el cual, empero, no obstante las casi unánimes observaciones de la crítica, también acabó siendo el responsable de elaborar el libreto, igual de fútil, deshilvanado, o un tanto más aún, del que ahora tenemos en la mira: trigésimo eslabón de la ya, demasiado artificialmente, extendida obra del realizador británico que había alzado vuelo en 1977 con Los duelistas, escalón inicial en aquella, ya distante en el tiempo, mejor etapa de su carrera.

El proyecto de este segundo episodio anduvo dando vueltas al por mayor, inicialmente debido al capricho de Russell Crowe, intérprete del personaje central del primero al finalizar del cual moría, lo cual, a su parecer, obligaba a incluir en la rehechura algún episodio sobrenatural que justificara su reaparición sano y salvo. Más tarde, el afán tropezó con la debacle financiera de la productora DreamWorks y su venta a Paramount, cuya propietaria dispuso encajonarlo bajo llave durante una década.

Por último, Scott resolvió satisfacer su antojo invirtiendo buena parte de los 300 millones de dólares que demandó la producción de Gladiador II. Y la taquilla pareció darle la razón con los 87 millones de dólares recaudados en el mundo al cabo de su primera semana en pantalla.

Gladiador bajaba el telón cuando Maximus, afanado en poner fin a los desmanes de los sucesivos despóticos césares que habían convertido al imperio romano en una asfixiante dictadura, donde el pueblo no tenía voz ni voto, asesinaba a Cómodo, entonces emperador de Roma que soñaba con mutar ese estado de cosas. Tentando poner a buen resguardo a Lucio, el primogénito de Cómodo, su esposa Lucilla conseguía exiliarlo en la costera ciudad africana de Numidia. Allí, encubierto en una falsa identidad y casado, lo reencuentra, unos veinte años después, la trama de Gladiador II.

Esta arranca en el momento en que Lucio, interpretado por el actor irlandés Paul Mescal, se enfrenta a la Guardia Pretoriana comandada por el general Acacius quien, obedeciendo las disposiciones expansionistas de un nuevo par de ocupantes del poder, los caricaturescos hermanos emperadores Geta y Caracalla, pintados sencillamente como un par de débiles mentales, se dispone a invadir Numidia.

Lucio, cuya esposa perece victimada por los legionarios del implacable Acacius, acaba empero derrotado, preso, vendido como esclavo por el ambicioso traficante Macrinus, y destinado a jugarse la vida en una de las peleas a muerte escenificadas regularmente en el Coliseo romano -divertimento para las masas conceptuado por algunos historiadores el lejano precedente de los actuales reality shows-, manipulando el morbo para distracción de los sumisos y aterrorizados ciudadanos. No sin antes dejar en claro su irrenunciable rebeldía contra el dúo de inhumanos captores, amos absolutistas del sistema.

El tal Macrinus aspira a escalar a esa cúspide del poder activando múltiples insidias y componendas que, con un poco de esfuerzo y buena voluntad, pueden verse, al igual que los payasescos gemelos emperadores, en el modo de una satírica alusión a los detestables personajillos de la catadura de Trump, Meloni, Orbán, Bolsonaro, Milei, Netanyahu, Putin, Kim Jong-un y muchos semejantes, que al día de hoy hacen noticia encarnando desquiciados relatos a fin de enmascarar sus aberrantes miradas sobre el presente y el futuro, así como su angurria de dominio absoluto.

No obstante, si ese grito de socorro de Scott era su motivación central a la hora de reiterar el éxito, terminó resignándose a una suerte de tartamudeo muy a menudo ininteligible debido a la volubilidad de la construcción dramática, en todo momento distraída por los afanes de espectacularidad que acaban ladeando el relato hacia el sinsentido, un híbrido de fábula de aventuras y de intrigas palaciegas maniobradas por Lucilla. El aderezo de escenas mucho más brutales, sanguinarias que en el inicial acercamiento de Scott a la Roma imperial no aporta en definitiva un ápice al redondeado dramático de Gladiador II. Como tampoco ayuda el endeble, anticlimático y precipitado final.

La postiza aparición de enormes simios en plenos combates entre gladiadores, de un rinoceronte asimismo más semejante a un mirón entrometido y la súbita transformación de la arena del coliseo en una extensa laguna habitada por tiburones, al igual que los varios innecesarios flashbacks en blanco y negro, no alcanzan a encubrir yerros técnicos, y algo parecido a una puesta en imagen televisiva, que otrora hubiesen sido impensables que el talentoso Scott cometiera. Tampoco disimulan las chambonadas del montaje, cuyos encargados no parecieran haberse percatado de algunas oscilaciones de la cámara, aparte de haberse contentado con imprimir a la narración un ritmo previsible, muy semejante a la rutina absoluta.

Los, hace momentos referidos, flashbacks en blanco y negro regresan insistentemente al desamparo de Lucius cuando en el exilio pasaba los días añorando a su padre y su esposa. Pero el recurso de esa vuelta al pasado más bien daría la impresión de haber sido pensado a modo de una reiterativa alusión a la precuela, sin que Scott y Scarpa cayesen en cuenta de que así solo terminarían aburriendo a la platea, aparte de acentuar el vacío de una película en largos tramos ayuna de real urdimbre dramática.

Fácticamente, en varias instancias uno se pregunta si Scott quiso hacer al mismo tiempo una secuela y un largo, machacón spot orientado a abrir el apetito de quienes no tuvieron la oportunidad de ver el film del 2000, incitándolos a buscarlo en las plataformas de streaming, y a quienes sí lo degustaron en ese entonces, a reverlo en estas últimas. Es como si por ese doble objetivo el enfoque de la historia acabase atravesado por una suerte de arrebato esquizoide de identidad disociativa, que termina dañando irremisiblemente la contextura de Gladiador II. Para no mencionar el progresivo deslustre de los dardos irónicos contra los actuales ejemplares tóxicos, enfermos de idénticos desvaríos mesiánicos a los de sus lejanos antecesores romanos.

Asimismo, conspiran contra la consistencia del producto final las escenas que, a título de retrotraer al espectador al original, se limitan a copiar, literalmente si se permite la licencia, secuencias enteras de aquel. Y la banda sonora aportada por Harry Gregson-Williams peca de idéntico malentendido, contentándose con replicar de la manera más automática concebible la compuesta en el 2000 por Hans Zimmer y Lisa Gerrard.

En cuanto a la interpretación, Mescal, teóricamente a cargo del personaje principal, o sea Lucio, confronta el dilema de saber de antemano, pues de seguro habrá leído el guion entero, que a fin de cuentas no lo será. Y es muy posible que tal presunción lo hubiese empujado a desempeñar su papel con una distanciada pasividad, es decir, sin esforzarse casi nada en imprimir a su labor la fuerza requerida para activar una mínima empatía en el espectador.

En cambio, Denzel Washington, superada su confesa adicción a las drogas, logra ser el verdadero eje del asunto en la piel de Macrinus. Su faena se encuentra muy por encima de las opacas entregas de otros protagonistas centrales como Connie Nielsen y Pedro Pascal en los papeles de Lucilla y Acacius respectivamente. Endeblez una vez más endosable a las insuficiencias del guion. En el extremo opuesto, el dúo de emperadores, basado en personalidades reales, a cargo de Joseph Quinn y Fred Hechinger, sobreactúa hasta el hartazgo intentando parecer cómicos, pero terminando por resultar enervantes, al extremo de parecer caricaturas animadas un tanto exageradas, así ello se antojase imposible, de sus actuales réplicas de carne y hueso listadas, parcialmente, párrafos arriba. Enésimo desbarre atribuible al deshilvanado libreto.

Si las antes referidas fisuras del guion de Napoleón, sumadas a las inexactitudes históricas en las cuales el guionista David Scarpa se atrevió a incurrir, resultaban hasta cierto punto disimuladas por el pulso de Scott para armar un producto visualmente magnético, sostenido en un ritmo trepidante y alimentado de escenas en gran medida filmadas renunciando a la coartada de utilizar efectos especiales, en vez de aprovechar las posibilidades de la fotografía para imprimir un tono realista al relato, en Gladiador II, asunto en gran medida fantasía pura, con esporádicas pinceladas basadas en las investigaciones relativas al imperio romano, el brío, hasta cierto punto aún vigente, de Scott para la puesta en imagen no alcanza en absoluto para salvar las inconsistencias del libreto.

Mientras transcurren los extensos 148 minutos visionando un espectáculo que pareciera actualizar la sabida receta romana de «pan y circo» apelando a la pura pirotecnia visual, así sea esta deslumbrante, en algún momento hasta el espectador menos demandante, dependiendo del tamaño de su paciencia, sentirá ganas de incorporarse en la butaca y salir corriendo en busca de oxígeno.

Ficha técnica

Título Original: Gladiator II — Dirección: Ridley Scott — Guion: David Scarpa — Historia: Peter Craig, David Scarpa — Personajes creados por: David Franzoni — Fotografía: John Mathieson — Montaje: Sam Restivo, Claire Simpson — Diseño: Arthur Max — Arte: Claudio Campana, Anthony Caron-Delion, David Ingram — Música: Harry Gregson-Williams — Maquillaje: Amanda Agius, Kamanza Amihyia, Thiago Herrera Aquilini — Efectos: Lawrence Attard, Javier Aliaga, George Anati, Zuzana Milfort, Stephen Aplin, Richard Bentley — Producción: Aidan Elliott, Ridley Scott, Lucy Fisher, David Franzoni, Michael Pruss, Douglas Wick — Intérpretes: Connie Nielsen, Paul Mescal, Pedro Pascal, Denzel Washington, Joseph Quinn, Derek Jacobi, Fred Hechinger, Rory McCann, Matt Lucas, Peter Mensah, Yuval Gonen, Tim McInnerny, Lior Raz, Alec Utgoff — USA/2024

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Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacionales

A partir del lunes 25 de noviembre se celebrará la Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacional en la capital cruceña.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:16

El Centro de la Cultura Plurinacional (CCP) y la carrera de Arte de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) se preparan para celebrar la segunda versión de la Semana del Arte, un evento que busca tender puentes entre la academia y la sociedad cruceña. Esta iniciativa, que nació en 2023, se ha convertido en un espacio vital para mostrar el trabajo artístico que se desarrolla en las aulas universitarias y permitir un encuentro directo entre los nuevos creadores y el público.

La programación de este año incluye la participación de reconocidos artistas cruceños como Lorgio Vaca, Tito Kuramoto, Olga Rivera y Eberth Román, quienes compartirán escenario con estudiantes y egresados de la carrera de Arte. El evento contempla conferencias, presentaciones musicales, cursos abiertos de dibujo, cerámica y pintura, además de la presentación de una investigación especial sobre las técnicas muralísticas del maestro Lorgio Vaca.

Esta alianza entre el CCP, bajo la dirección de Edson Hurtado, y la carrera de Arte de la UAGRM, liderada por el arquitecto Pedro Bazán, representa un esfuerzo conjunto por documentar y difundir la rica cultura cruceña, formando nuevas generaciones de artistas y creando espacios de encuentro entre la academia y la ciudadanía. Como señalan sus organizadores, el evento busca no solo mostrar el arte que se está generando en la sociedad cruceña, sino también obtener el respaldo moral de la comunidad para esta nueva generación de artistas.

Conversamos en exclusiva para Escape, de La Razón, con Edson Hurtado y Pedro Bazán, quienes dan detalles sobre la Semana de Arte y más.

¿Cómo nace la Semana del Arte en el Centro de la Cultura Plurinacional? ¿Desde cuándo se celebra y cuál es su periodicidad?

Pedro Bazán: Bueno, la Semana del Arte nace a iniciativa de ambas instituciones que nos reunimos el año pasado, a pedido de la carrera de Arte y viendo la necesidad de mostrar lo que hace la universidad al pueblo cruceño, es que buscamos un espacio público, un espacio que pueda permitir la visita de la ciudadanía a conocer todo lo que se está haciendo a nivel de academia en el tema de arte. Por eso fue que nosotros buscamos al Centro Cultural Plurinacional, quienes gentilmente accedieron y ya se dio la primera versión el año pasado, el 2023.

Edson Hurtado: Este será el 2do. año que llevamos adelante esta actividad, luego de una primera experiencia exitosa junto a la Carrera de Arte de la estatal U.A.G.R.M. La Semana del Arte es un evento que muestra los trabajos realizados por los alumnos de dicha carrera, sus resultados principales y sus propuestas estéticas y conceptuales. Sirve, sobre todo, para conocer la formación que están recibiendo los estudiantes, así como sus preocupaciones, expectativas y cosmovisiones. Con este evento, el acercamiento con el público y la sociedad en general se hace más efectivo.

¿Cuáles serán las principales actividades de la Semana del Arte? ¿Qué artistas estarán presentes?

Pedro Bazán: Bueno, nuestros artistas son nuestros estudiantes, o sea, son estudiantes que se han recibido y los que están en etapa de formación, además contaremos con la presencia de grandes artistas cruceños en este momento, como lo es el profesor Lorgio Vaca, Tito Kuramoto, Olga Rivera, Eberth Román y otros grandes artistas actuales. La presencia de estos artistas destacados es importante ya que cumplen el rol de gestor de todas las obras y trabajos que se van a mostrar. Si bien son trabajos de los estudiantes, estos son herederos de las técnicas y los conocimientos artísticos y los movimientos artísticos que estas personas nombradas han hecho en Santa Cruz desde mediados del siglo pasado. Vamos a tener, por ejemplo, conferencias, un poco de música, cursos abiertos y al vivo de dibujo, cerámica, pintura y mucho más. Una experiencia para el público en general que quisiera conocer la manera en como enseñamos y prácticamos el arte en nuestra carrera.

¿Cómo surgió la alianza entre el Centro de la Cultura Plurinacional y la carrera de Arte de la UAGRM para organizar esta Semana del Arte?

Pedro Bazán: Bueno, esta alianza surgió el año 2023 en realidad, cuando recibimos una visita del Ministerio de Cultura, quienes nos propusieron ser parte de un concurso nacional sobre pintura. Entonces nosotros aceptamos muy gentilmente y a partir de ahí, como el CCP, forma parte de las instituciones culturales del país pudimos conocer su agenda y el trabajo que vienen desarrollando por el arte en Santa Cruz y Bolivia. Todo nace desde el encuentro y acercamiento que tuvimos gracias al Ministerio de Cultura.

Edson Hurtado: La propuesta de realizar esta semana nació de la Carrera de Arte de la universidad estatal, y de inmediato nos pareció que era el camino que había que seguir. Desde el CCP decidimos que todo el equipo, así como la infraestructura se pondrían a disposición de este evento, para realzar una alianza que va dando frutos cada año. No solamente porque atrae otro público a nuestra institución, sino porque las y los artistas que se están formando, tienen la oportunidad de salir de sus aulas y exponer, mostrar y compartir sus capacidades artísticas.

¿Qué es lo que principalmente se busca visibilizar con la Semana del Arte ante la sociedad cruceña?

Pedro Bazán: Bien, esto es muy importante, esta pregunta es muy importante porque no puede haber una civilización sin arte, si nosotros conocemos la historia de la humanidad es justamente por el arte que se hizo a través del tiempo, entonces nosotros creemos que la cultura cruceña es muy rica y variada y que se la tiene que plasmar, se la tiene que dejar documentada para las futuras generaciones, entonces por esa razón es que es importante que el pueblo cruceño vea el arte que se está generando en su sociedad y lo aprecie y, lógicamente, lo apoye, que conozca a sus artistas a los nuevos o a los que van a salir. Esa es la dimensión de lo que se pretende con esta actividad, que la sociedad cruceña pueda asistir para poder dar un respaldo moral a toda esta nueva generación de artistas.

¿Qué aspectos destaca la nueva investigación del CCP sobre la técnica muralística de Lorgio Vaca?

Edson Hurtado: Lorgio Vaca nos encargó el año pasado la misión de ayudarlo a terminar un manual de sus murales. Quería compartir sus técnicas muralísticas, que durante tantos años de trabajo y dedicación ha adquirido y perfeccionado, y nosotros aceptamos con mucho gusto. El libro, que será presentado durante la Semana del Arte, es una guía que servirá a los siguientes muralistas que en el futuro quieran dedicarse a hacer murales al estilo de Lorgio Vaca. Es una condensación de su aprendizaje, el clave lúdica y pedagógica y que, mediante ejemplos específicos, muestra cómo hizo sus grandes murales, y las técnicas que utilizó. Me parece que será un gran material artístico y didáctico para las siguientes generaciones de artistas plásticos.

¿Cuáles son las otras actividades más importantes realizadas por el CCP en 2024?

Edson Hurtado: Este año hemos seguido trabajando con artistas, colectivos culturales e instituciones aliadas. Nuestro desfile de moda, que realizamos junto a la UPSA, presenta cada año a los diseñadores emergentes más destacados y a través de sus diseños siempre se destaca varias características importantes, como el cuidado del medio ambiente, el reciclaje de materiales y se realizan conversatorios sobre moda, apropiación cultural, tendencias, estilos, etc. Luego, nuestro Encuentro del Charango, brinda un escenario inédito para los exponentes de este instrumento, que es patrimonio cultural de las y los bolivianos. Junto a Luciel Izumi, gran charanguista cochabambina, llevamos 3 años reuniendo a jóvenes exponentes, y grandes valores del charango, como una manera de reivindicarlo y de mantenerlo vigente. Durante estos años hemos producido más de 80 podcast, siguiendo la corriente comunicacional del momento, y hemos entrevistado a gestores culturales, artistas y artivistas de Santa Cruz y de Bolivia. Realizamos más de 300 actividades y recibimos cerca de 100.000 visitantes al año, lo que nos convierte en uno de los centros culturales más dinámicos de la capital oriental.

¿Qué actividades se tienen previstas en lo que queda del año y que se puede esperar en 2025, el año del Bicentenario?

Edson Hurtado: En 2025 nuestra programación estará centrada, como la de la mayoría de las instituciones del país, en el Bicentenario de Bolivia. Vamos a enfocarnos en la reflexión, el debate y la crítica y autocrítica de estos 200 años de existencia de nuestra patria, desde la mirada de los artistas, gestores culturales, para tratar de entender el concepto de bolivianidad, y para reconocernos a través del arte y las culturas de nuestro país.

¿Cómo está la producción personal del director del CCP, Edson Hurtado?

Edson Hurtado: En el poco tiempo que me queda, o que me dejan las labores administrativas y burocráticas de la institución, tengo un libro listo para publicarse, sobre los años que viví en Nueva York y mi experiencia en esa ciudad; otro de cuentos a medio terminar, que espero poder concluir el año que viene, y por último, estoy terminando mi nueva película documental, cuyo tema principal son las diversidades LGBTIQ de Bolivia, y la Ley de Identidad de Género, promulgada en 2016, y que ha influido muchísimo, sobre todo en la comunidad de mujeres trans de Bolivia.

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La aventura de crear contenidos digitales en Bolivia

Doña Luisa y Leonel Fransezze demuestran que las redes sociales son una poderosa herramienta para representar la identidad boliviana en el mundo digital y triunfar.

/ 23 de noviembre de 2024 / 21:05

En el mundo actual, ser creador de contenidos en redes sociales no es solo una forma de expresión, sino una profesión emergente que está transformando las dinámicas sociales y culturales. En Bolivia, un país caracterizado por su rica diversidad cultural y su tradición oral, esta labor representa tanto un desafío como una oportunidad única para mostrar la identidad nacional a un público global.

Leonel Fransezze, abogado, periodista y personalidad en redes sociales, lo resume diciendo que: “mucha gente aún ve la creación de contenidos como algo poco serio. Sin embargo, es una profesión que requiere la misma dedicación y especialización que cualquier otra carrera. Es una herramienta para compartir historias, conectar personas y construir comunidades”.

En Bolivia, donde las redes sociales han comenzado a consolidarse como espacios de relevancia para el entretenimiento y la educación, los creadores enfrentan diversos retos. Desde la desigualdad en el acceso a internet hasta la falta de reconocimiento profesional, cada paso está lleno de aprendizajes. Pero también es un país donde las plataformas digitales ofrecen la posibilidad de conectar tradiciones locales con una audiencia internacional. Entre los nombres que destacan en esta escena está el de Doña Luisa, una figura que, junto a Leonel Fransezze, se ha convertido en un fenómeno cultural. 

Audiovisual

Entrevista con Leonel Fransezze

Entrevista con Leonel Fransezze

Un vínculo especial

La relación profesional entre Leonel y Doña Luisa comenzó en un contexto inesperado: el confinamiento por la pandemia de COVID-19. Durante esos meses, Leonel, quien ya contaba con experiencia en medios audiovisuales, invitó a Doña Luisa, quien trabajaba en su hogar desde hacía más de una década, a participar en un video para TikTok. Ese primer contenido, sencillo y espontáneo, marcó el inicio de una asociación que ha revolucionado la percepción de los creadores de contenido en Bolivia. 

“Nunca imaginé que algo tan casual pudiera tener tanto impacto. Desde ese momento, todo cambió”, comenta Leonel. Ese video fue el punto de partida de una trayectoria que incluye campañas publicitarias con marcas internacionales como Samsung y Coca-Cola, participaciones en los TikTok Awards y millones de seguidores en sus redes sociales. 

Doña Luisa, con su autenticidad y carisma, ha demostrado ser una figura capaz de conectar con públicos diversos. Leonel destaca que “ella representa a muchas mujeres bolivianas trabajadoras, mujeres reales que enfrentan desafíos con fuerza y humor. Su éxito ha roto paradigmas y ha demostrado que en Bolivia hay historias únicas y poderosas que contar”. 

Una revolución de contenidos 

El éxito de Doña Luisa no solo es un triunfo personal, sino también un fenómeno sociológico que refleja los cambios que atraviesa la sociedad boliviana. Su figura trasciende el entretenimiento: es un símbolo de inclusión y representatividad. 

“Doña Luisa ha venido a romper tabúes. Es hermoso ver cómo conecta con personas de todas las clases sociales. Desde una señora humilde hasta alguien de la élite cruceña, todos quieren una foto con ella. Es una revolución de la empatía y la identificación”, explica Fransezze. 

El contenido que producen juntos también tiene un fuerte componente cultural. En sus videos, no solo se refleja el humor cotidiano, sino que también se rescatan tradiciones, costumbres y dinámicas familiares típicas de Bolivia. “Caminar con Doña Luisa por las calles y ver cómo las personas se sienten representadas por ella demuestra que nuestro trabajo tiene un impacto más allá de lo digital”, añade Leonel. 

El músculo de la creatividad 

Para ambos, crear contenidos no es un juego. Cada video es el resultado de un proceso colaborativo que involucra a un equipo comprometido con la innovación. Leonel lo describe como un trabajo constante de aprendizaje y perfección. “La creatividad es como un músculo que se fortalece con el uso. Lo que antes nos tomaba días, ahora lo hacemos en horas. Es un trabajo arduo, pero increíblemente gratificante”, asevera Fransezze. 

Además, Doña Luisa ha evolucionado de ser una invitada en los videos a una creadora por derecho propio. Desde que abrió su cuenta personal en TikTok, donaluisa66, ha acumulado 1,8 millones de seguidores al presente, demostrando que tiene un talento único para conectar con su audiencia. 

Leonel destaca su crecimiento. “Ella siempre tuvo carisma, pero ha trabajado muchísimo para mejorar. Hoy propone ideas, actúa con más soltura y aporta una autenticidad que es su mayor fortaleza”, dice. 

El futuro 

El camino que han recorrido Leonel y Doña Luisa no muestra signos de desaceleración. Entre sus planes futuros destacan la producción de contenido más extenso, como novelas digitales, y la incursión en el mundo de la gastronomía. 

“Queremos explorar nuevos formatos y desafíos. Estamos pensando en novelas cortas para redes sociales, algo que combine nuestra experiencia en narrativas con las posibilidades de lo digital. También estamos planeando un emprendimiento gastronómico porque Luisa tiene un talento increíble para la cocina”, revela Fransezze. 

Sin embargo, ambos mantienen su compromiso con crear contenido familiar y de buen gusto, que pueda ser disfrutado por audiencias de todas las edades. «Nunca usamos vulgaridades ni sexualizamos el contenido. Queremos que nuestro trabajo sea algo que una, no que divida», enfatiza. 

Un legado de contenidos que inspiran 

La historia de Leonel y Doña Luisa es un recordatorio de que, en la era digital, las oportunidades están al alcance de quienes saben aprovecharlas con autenticidad y esfuerzo. Para Leonel, el éxito de Doña Luisa es un ejemplo de cómo las redes sociales pueden ser una herramienta para el cambio cultural. “Bolivia necesita más figuras como ella. Su éxito nos muestra que hay un mundo de posibilidades cuando somos fieles a nuestras raíces y estamos dispuestos a trabajar por nuestros sueños”, sostiene Fransezze. 

Doña Luisa y Leonel no son solo creadores de contenido; son narradores de la identidad boliviana, su riqueza, diversidad y pluralidad. Y, al hacerlo, han demostrado que incluso las historias más cotidianas pueden convertirse en fenómenos extraordinarios.

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Marcelo Suaznábar: obra, universos y geografías oníricas

El artista boliviano radicado en Canadá expuso recientemente en la Galería THEO, en Seúl, Corea.

/ 23 de noviembre de 2024 / 20:47

Marcelo Suaznábar es un artista surrealista boliviano cuya obra trasciende los límites convencionales de la representación visual, invitando a los espectadores a sumergirse en un mundo donde la realidad y la imaginación convergen de manera extraordinaria. Originario de Oruro, sus creaciones son un viaje profundo a través de paisajes oníricos que desafían nuestra percepción habitual del entorno y nos confrontan con las complejas relaciones entre la humanidad y la naturaleza.

Sus pinturas son un testimonio poderoso de la transformación y la fragilidad, utilizando elementos simbólicos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras para representar metafóricamente los conflictos de la sociedad contemporánea. Suaznábar no solo crea arte, sino que construye narrativas críticas sobre la tecnificación del mundo moderno y la progresiva desconexión del ser humano con su entorno natural.

El arte en Marcelo Suaznábar

La obra de este artista plástico boliviano y universal es un territorio de exploración donde criaturas zoomorfas, animales con rostros humanos y escenarios oníricos se entrelazan para revelar verdades incómodas sobre nuestra existencia. Sus series como «Apocalipsis» y «Altiplano Mágico» funcionan como espejos críticos que reflejan tanto el pesimismo contemporáneo como la esperanza de una posible armonía con el medio ambiente.

Influenciado por sus primeras experiencias en iglesias y museos, y con el apoyo temprano de su tío fotógrafo, Suaznábar ha desarrollado un lenguaje artístico único que libera pensamientos y emociones más allá de lo visible. Su arte no busca simplemente representar sueños, sino crear formas surrealistas que emergen directamente de la imaginación, desafiando constantemente las percepciones establecidas y ofreciendo una ventana a mundos alternativos donde lo imposible se vuelve tangible.

El artista nos brinda detalles sobre su reciente exposición en Seúl, Corea, su presente, su obra y su porvenir en una entrevista exclusiva par Escape, de La Razón.

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¿Cómo se despertó en usted el deseo de ser un artista? ¿Qué elementos de su vida jugaron un rol determinante en esto y qué lo inspiró a seguir adelante?

Quizás fue la fuerte impresión que tuve al contemplar por primera vez las colecciones de arte sacro en el Museo de la Casa de la Moneda y del convento de Santa Teresa en Potosí. Ver la obra de los maestros Melchor Pérez de Holguín, José Miguel de Berrios, Bernardo Flores, provocó una inquietud de poder pintar y experimentar con óleos con unas tempranas interpretaciones de arte religioso. Los elementos o ingredientes para esta receta decisiva que me ayudaron a tomar un camino hacia las artes fueron: el dibujo como motor principal, la música como un medio de desconexión con el mundo para poder pintar o dibujar en soledad; a esto también se suma un apetito por observar los artistas que me parecían interesantes y enigmáticos, y la motivación de mi tío fotógrafo.

En su obra aparecen frecuentemente elementos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras. ¿Qué representa esta combinación de elementos naturales con símbolos de la modernidad en su trabajo?

Son recurrentes estos elementos en mi trabajo porque los considero universales. El reloj tiene un significado que se podría leer en cualquier parte del mundo sin importar su origen. El reloj nos recuerda que el tiempo marca sus huellas para todos y no podemos remediar su avance. El huevo con códigos de barras significa la fragilidad de la naturaleza y la tecnificación de las sociedades en la que cada vez somos más dependientes de la tecnología; es algo inevitable. Tenemos códigos de barras para todo; su lectura es fácil y rápida, ideal para una era en la que la velocidad es la clave para un mundo cada vez más globalizado y complejo.

Usted ha mencionado que sus obras se inspiran en recuerdos de su infancia en iglesias y museos. ¿Cómo se manifiesta esta influencia religiosa en su serie «Apocalipsis»?

La serie Apocalipsis fue la transición de la serie netamente religiosa. Pienso que fue un paso importante para mirar los temores y las tentaciones y poner en una balanza el bien y el mal, según era mi percepción en ese momento por lo que pude absorber de la pintura colonial cuando visité Potosí a mis 16 años. Con esta serie pude explorar más los símbolos y desempolvar algunos temas que estaban por ahí ocultos; también eso me abrió la posibilidad de seguir explorando y descubriendo los laberintos de la mente para darle más libertad a mi creatividad.

A lo largo de su carrera ha creado varios murales significativos, incluyendo «El Juicio Final» y «La Ñusta y el Lagarto». ¿Cómo difiere su proceso creativo cuando trabaja en formato mural comparado con sus obras de caballete?

Es fascinante pero un poco complicado trabajar en gran formato por la composición del tema y de aplicación del material; la pintura de caballete es mucho más manejable y hasta cómoda para ejecutar una obra.

En su serie «Altiplano Mágico» representa un mundo ideal en armonía con la naturaleza. ¿Cómo ha influido el paisaje de su Oruro natal en esta visión utópica?

Altiplano Mágico me transporta ciertamente al paisaje inhóspito pero majestuoso al mismo tiempo, a los recuerdos de mi niñez cuando jugaba con mis hermanos en la finca de mi padre, manejando bicicletas y recorriendo esos senderos en las pampas. Pasábamos mucho tiempo allí observando los insectos y animales del lugar que poco a poco fueron desapareciendo: sapos, víboras, lagartijas, insectos, aves como los flamencos que llegaban a una gran laguna por temporadas. Esa armonía anhelada a estas alturas ya sufrió los cambios.

Sus obras están presentes en colecciones de más de 20 países. ¿Cómo ha evolucionado su perspectiva artística al exponer su trabajo en contextos culturales tan diversos?

Esa evolución a la que se refiere es parte del constante trabajo, que por las circunstancias en un nuevo territorio totalmente diferente al que tenía en nuestro país, con una cultura y lenguaje distintos, esto me daba la oportunidad de entrar a un ritmo constante y firme. Por cierto, al principio fue muy duro con todo lo que conlleva ser un inmigrante luchando por sobrevivir, pues había que trabajar mucho y tocar puertas doblando esfuerzos y aprovechando las oportunidades que se podrían presentar.

Su obra ha sido descrita como una metáfora de la crisis entre el medio ambiente y el mundo humano. ¿Qué papel juegan las criaturas de dos caras y cuernos que aparecen en sus pinturas en esta narrativa?

Estas criaturas son parte de la evolución de mi obra: animales con rostros humanos, criaturas zoomorfas con cuernos, ciclopes y aves, que suelen estar en escenas desérticas, habitaciones o con fondos abstractos. Son criaturas transformadas que demuestran que en esa escena todo es posible: pasar de la habitación o del espacio abierto a un escenario irreal y onírico.

Su obra «La invitación» reúne diversas criaturas surrealistas en un espacio con una atmósfera peculiar. ¿Qué buscaba comunicar con esta particular reunión de personajes?

Como el título lo dice, es una invitación de seres extraños a formar parte del acto de la reunión, entrar a un espacio y formar parte de esa experiencia de celebrar un momento de encuentro.

¿Cómo se dio esta reciente presencia suya en Seúl? ¿Qué se viene hacia adelante?

Esta muestra individual fue organizada y planificada hace un año por la galería THEO de Seúl, que me representa desde 2022. Inicialmente expuse en 2023 junto al escultor Kim Woojin en una muestra que se denominó «Dreaming of». THEO expuso mi obra en Hong Kong, Taipéi y Jakarta. Las muestras que tendré hasta fin de año son dos colectivas en París en la 27 Concept Galerie, Sahar Khan Boluki Gallery de Toronto y en la feria internacional de Scope Miami con Spence Gallery de Toronto.

Para el próximo año tendré una muestra individual en Yin Art Gallery de Taiwan y otra en 27 Concert Galerie de Paris  y nuevamente expondré en las ferias internacionales de arte en Busan, Taipei y Jakarta con la galería THEO de Seoul.

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Allen Ginsberg, el genio irreverente que definió una generación

Figura central de la Generación Beat, su obra maestra 'Howl' y su vida dedicada a la libertad creativa y espiritual lo convirtieron en un ícono de la contracultura, cuyo legado perdura como símbolo de autenticidad artística y compromiso social.

/ 16 de noviembre de 2024 / 20:44

Allen Ginsberg, figura central de la Generación Beat, encarnó como pocos el espíritu rebelde, visionario y profundamente humano que marcó la contracultura del siglo XX. Poeta, activista y místico, Ginsberg se convirtió en un símbolo viviente de la libertad creativa y la lucha contra las convenciones sociales. Su legado, encapsulado en obras como *Howl* (*Aullido*), sigue siendo un poderoso grito de protesta y un canto de amor a la humanidad.

El movimiento Beat

La Generación Beat fue un colectivo literario y cultural que surgió en Estados Unidos a mediados del siglo pasado, integrado por figuras como Jack Kerouac, William S. Burroughs y Ginsberg. Enfrentados a una sociedad que consideraban opresiva y alienante, estos artistas propusieron un enfoque radicalmente diferente: celebraban la espontaneidad, la introspección y las emociones humanas. Para Ginsberg, este movimiento representaba «un cumplimiento casi perfecto de la tradición populista y revolucionaria de Walt Whitman en la poesía estadounidense».

El poema *Howl* se convirtió en el manifiesto de este movimiento. Publicado en 1956, su estilo libre y su lenguaje crudo desafiaron las normas literarias de la época. “Dejé volar mi imaginación, abrí el secreto y garabateé líneas mágicas desde mi mente real… escritas para el oído de mi propia alma y de algunos otros oídos dorados”, confesó Ginsberg. A pesar de los intentos de censura, el poema fue declarado no obsceno tras un juicio histórico, consolidando a Ginsberg como un ícono cultural.

Ginsberg, el visionario extravagante

La vida de Ginsberg estuvo marcada por experiencias místicas y un enfoque irreverente hacia las normas sociales. En una ocasión, relató cómo, mientras se masturbaba, escuchó la voz de William Blake recitando: «¡Oh rosa, estás enferma! / El gusano invisible…». Esta alucinación auditiva no solo inspiró su arte, sino que también lo llevó a pasar ocho meses en una institución psiquiátrica. Sin embargo, lejos de considerarse víctima de la locura, Ginsberg defendía la «sabiduría salvaje» del budismo zen, un concepto que para él significaba “sabiduría loca en el sentido de salvaje, ilimitada, sin fronteras”.

Su abierta homosexualidad, en una época profundamente conservadora, fue otra de las manifestaciones de su valentía. Enfrentó con humor y dignidad las críticas de los sectores más ortodoxos, como se evidenció en una tensa entrevista con John Lofton, columnista del *Washington Times*. Cuando este cuestionó la “locura” de Ginsberg, el poeta replicó: “Todo el mundo está un poco loco… en el jazz, cuando alguien toca un riff hermoso, dicen: ‘Estás loco, tío’”. Su ingenio, mezclado con una profunda sensibilidad, desarmaba incluso a sus críticos más feroces.

La espiritualidad como fuerza creativa

Ginsberg también encontró en la espiritualidad un pilar fundamental para su arte y su vida. Inspirado por las religiones orientales, integró el yoga, la meditación y los mantras en su proceso creativo. “El ritmo, la respiración y los sonidos elementales eran para mí una especie de poesía”, señaló. Esta conexión con lo espiritual lo llevó a cofundar la Escuela Jack Kerouac de Poética Incorpórea, un espacio para la experimentación literaria y el estudio de filosofías alternativas.

Aunque inicialmente usó psicodélicos para explorar su conciencia, un viaje a la India en 1962 transformó su enfoque hacia prácticas más naturales. Aun así, defendió el uso de drogas como herramientas creativas, afirmando que algunos de sus mejores poemas, como partes de *Howl* y *Kaddish*, nacieron bajo su influencia.

El precio de ser un rebelde

La autenticidad de Ginsberg no estuvo exenta de controversias. Su asociación con NAMBLA (Asociación Norteamericana del Amor entre Hombres y Niños), aunque él la justificó como una defensa de la libertad de expresión, generó críticas que lo acompañaron hasta el final de su vida. A pesar de ello, su impacto cultural permaneció intacto. Para William Burroughs, Ginsberg fue “una gran persona con influencia mundial”.

En sus últimos días, Ginsberg continuó escribiendo con intensidad. Tras recibir un diagnóstico terminal de cáncer de hígado en 1997, creó doce poemas breves que encapsulan su genio y su espíritu inquebrantable. Murió poco después, dejando un legado que, como señaló The Economist, lo consagra como “un puente entre la vanguardia literaria y la cultura pop”.

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La vigencia de Ginsberg

Allen Ginsberg no solo fue un poeta, sino un símbolo de libertad, humanidad y creatividad. Desde sus apasionados versos hasta su activismo político y espiritual, desafió las normas con un compromiso inquebrantable hacia la verdad y la belleza. Hoy, su obra resuena como un recordatorio de que, como él mismo dijo: “la única cosa que puedes hacer es abrir tu corazón”.

Un supermercado en California

Allen Ginsberg

Qué pensamientos tengo de ti esta noche, Walt Whitman, pues caminé por las calles laterales bajo los árboles con jaqueca, autoconsciente mirando la luna llena.

En mi fatiga hambrienta, y comprando imágenes, entré al supermercado de frutas de neón, ¡soñando con tus enumeraciones!

¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras comprando de noche! ¡Pasillos llenos de esposos! ¡Esposas en los aguacates, bebés en los tomates! —y tú, García Lorca, ¿qué hacías junto a las sandías?

Te vi, Walt Whitman, sin hijos, solitario viejo hurgador, escarbando entre las carnes del refrigerador y mirando a los muchachos del mercado.

Te oí haciendo preguntas a cada uno: ¿Quién mató las chuletas de cerdo? ¿A cuánto los plátanos? ¿Eres tú mi Ángel?

Vagué entrando y saliendo de las brillantes torres de latas siguiéndote, y fui seguido en mi imaginación por el detective de la tienda.

Avanzamos juntos por los corredores abiertos en nuestra solitaria fantasía probando alcachofas, poseyendo cada delicadeza congelada, y sin jamás pasar por la caja.

¿Adónde vamos, Walt Whitman? Las puertas cierran en una hora. ¿Hacia dónde apunta tu barba esta noche?

(Toco tu libro y sueño con nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo.)

¿Caminaremos toda la noche por calles solitarias? Los árboles suman sombra a la sombra, luces apagadas en las casas, ambos estaremos solos.

¿Pasearemos soñando con la América perdida del amor más allá de automóviles azules en las entradas, rumbo a nuestra silenciosa cabaña?

Ah, querido padre, barba gris, solitario viejo maestro del valor, ¿qué América tenías cuando Caronte dejó de empujar su barca y tú descendiste en una orilla humeante y te quedaste mirando el barco desaparecer en las negras aguas del Leteo?

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