Con mi poncho wayruru
Orgulloso estoy con mi poncho wayruru, nunca me habían dado este obsequio de gran simbolismo en la cultura aymara. Me lo asignó el alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Batallas, hermano Reynaldo Gutiérrez, quien nos recibió con gran cariño y emoción; la invitación fue para presenciar la entrega oficial de la restauración de la Casa de la Sentencia del héroe indígena Túpac Katari, acto efectuado el 11 de junio a las 11.00 en la plaza principal de Peñas Marka, cantón del municipio de Batallas. El Viceministerio de Descolonización, dependiente del Ministerio de Culturas y Turismo y encabezado por el hermano Félix Cárdenas, ejecutó el proyecto de restauración del predio que tiene 250 años de antigüedad y que se encontraba en un lamentable estado. Ahora la casa está hermosa y nos trae el ajayu de Julián Apaza Nina, el gran Túpac Katari, quien fuera sentenciado por los españoles a ser descuartizado en 1791 por realizar la rebelión anticolonial más importante de la región que cercó la ciudad de La Paz por más de 100 días. Salimos a las 07.30 en un minibús congelado, el Illimani estaba plenamente plateado, cargado de nieves, feliz estaba el Tata Illimani, más gordito y potente; “ojalá las nieves hayan tapado a cualquier chino que quiera corroer sus entrañas”, pensaba temblando. El camino por la autopista estaba polvoriento, luego llegamos a El Alto, las calles arrastraban escarcha pura de un invierno paceño muy duro. Pude ver que de los pisos de algunas casas alteñas de ladrillo chorreaban cascadas de agua desde sus tubos de plástico que hacían asustar a los transeúntes, uno de ellos se paró con un carrito de cargar maletas, creí que iba a putear al dueño de casa, más bien se puso a lavar las ruedas del carrito, el agua le salpicaba a los zapatos y al pantalón, pero feliz lo limpiaba. Esa es la fortaleza del aymara paceño: “de los problemas generar realmente oportunidades”, le dije al cuate de mi lado mediante bombas de vapor que salían de mis labios. Casi todo está urbanizado hasta Peñas Marka, el camino está bueno, son 60 kilómetros de recorrido con la nieve tapando la paja brava, entonces llegamos a la plaza principal donde se podía ver un mural que describía el descuartizamiento del líder aymara. La casa restaurada color ocre pertenecía al padre del mariscal Andrés de Santa Cruz, indicó un comunario, pasó por varios propietarios hasta que el pueblo se calentó y la tomó con incendio más, luego el Estado Plurinacional decidió sentar derecho y volverla un centro patrimonial; monumento nacional es, continuó enseñándonos el hermano.
Entonces ingresamos al predio, fue en ese patio con su árbol tricentenario que el juez español Tadeo Diez de Medina leyó la sentencia. Yo creo que no han podido descuartizarlo con los caballos, más bien a hachazos lo han matado y sus partes las han enterrado en varios lugares, su cabeza está en Killi Killi, un brazo por el lago, el corazón en la Ceja está, nos indicó el guía del Viceministerio de Descolonización. Los cuartos de la casa son altos, tienen cañas en el techo, todo se ha conservado, menos las puertas que fueron devoradas por el incendio, son 200 metros cuadrados de construcción, las paredes de adobe patrimonial tienen un metro de ancho. Hemos conservado las piedras originarias del piso del patio, las tejas también se restauraron, indicaba el arquitecto de la Empresa Lupaqa & Asociados que cumplió con el trabajo en el plazo acordado.
Entonces nos dirigimos de nuevo a la plaza para realizar el permiso y agradecimiento a la Pachamama, ceremonia ritual ancestral que nos llenó de energía y calor, dos sullus de llama ardieron potentes, el incienso poblaba nuestras almas. Fue entonces que el Alcalde, luego de las palabras de agradecimiento, nos regaló los ponchos, emocionado me agaché a recibirlo. Luego supe que el poncho wayruru ha sido declarado patrimonio cultural junto a los símbolos de la autoridad originaria, Mallku, mediante la Ley 151 del 11 de julio de 2011. También es patrimonio cultural la chalina que me puso el hermano Alcalde, la rimanusa, chalina de color vicuña, con motivos tiwanacotas y wiphala, que simboliza la madurez personal y moral del Mallku o Qamani. No me tocó el lluchu multicolor, éramos muchos, simboliza madurez mental; “debe ser por eso”, me digo ahora solito mientras escribo estas líneas temblando.
Entonces llegó una sicureada bien tocada por el grupo autóctono Jiwasa (tú y yo), compuesto por los mismos funcionarios del Viceministerio de Descolonización, servidores públicos multifacéticos de gran musicalidad que habían preparado el acto desde el amanecer. Bailamos felices, compartimos un apthapi poderoso de trucha, cerdo y deliciosos tubérculos andinos dulces. Orgulloso estoy con mi poncho wayruru, viene pues de la semilla negra y roja protectora.
“Compromiso es pero…” —dijo el Alcalde—, “tienen que llenar la casa, contenido tienen que darle” para clausurar la inauguración que será el 14 de noviembre, día en que se conmemora la ejecución, recordó la autoridad en el abrazo de despedida. “¡Jallalla Túpac Katari!”, gritamos todos, retornando a la hoyada mientras un arcoíris fabuloso se desparramaba por los andes.
- El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta