Empero: En Árbol Difunto, voz poética y dramatismo
El compositor Juan Andrés Palacios ofrece una lectura sobre el más reciente trabajo discográfico de la banda de rock progresivo
“Los músicos y los cantantes tenían escasas posibilidades de grabación (las que se presentaban en países vecinos) y, por tanto, de difusión. Las radios dependían en lo musical de la importación de discos, principalmente de Argentina y Brasil (…). En aquel entonces, los cambios artísticos tardaban en llegar y, si lo hacían, no siempre se completaban; por ejemplo, el fenómeno del rock and roll tuvo un tibio impacto en su momento, debido a los altos precios de los discos (por la importación) y la discreta difusión de canciones por parte de las radios. No fue hasta fines de los cincuenta —cuando se implementaron empresas discográficas nacionales— cuando se tuvo mayor acceso a otras formas musicales como el jazz, el rock y, curiosamente, el propio folclore boliviano”.
Esta cita de Sergio Calero sobre el jazz en Bolivia intenta explicar un fenómeno interesante en la música boliviana de los medios de difusión masiva desde la segunda mitad del siglo XX. El rock y el folklore vienen coqueteando desde hace más de 50 años en nuestro país con bandas como Wara o Climax, es decir, poco después de la aparición de las disqueras locales. Por ende, la gran pregunta: ¿qué de nuevo tiene realmente la nueva producción de En Árbol Difunto, Empero?
La banda —conformada actualmente por Gabriel Gallardo, Adrián Quintela, Vicente Contreras y Omar Jiménez— ha producido ya tres discos y es parte de la nueva generación de bandas bolivianas que apuestan por nuevas sonoridades. La descripción del ensamble, en la página de BandCamp donde se puede escuchar este y los otros discos, reza:
“Ritmos intrincados, estructuras de canción poco convencionales, letras que dialogan con personajes como Octavio Paz y una portada pintada al óleo por el artista boliviano Diego Ponce forman parte de un trabajo experimental y ambicioso que navega entre los límites del rock, el folk y el avant-garde (…)”.
Siendo bien honesto, desconfío mucho de palabras como “experimental”, “novedad” o incluso “convencional”. Parecería que usarlas es un truco de marqueteo porque todas las bandas juran hacer cosas “nuevas” o “poco convencionales”. En Árbol Difunto menciona, unas líneas después en la misma descripción, la relación de la guitarra criolla con el rock como un recurso novedoso. ¿Es la mezcla de músicas tradicionales con el rock realmente algo nuevo?
La estructura
En Empero, el disco tiene una construcción que intercala pequeñas obras cortas instrumentales de uno o dos minutos con canciones de mayor extensión. Las estructuras de las canciones son de tipo versopuente-estribillo, aunque suelen ser libres ya que las decisiones estructurales están ancladas al texto.
No obstante, no sé si este es un recurso nuevo. Por ejemplo, Rodrigo (Grillo) Villegas, en sus últimas producciones, también revalúa la necesidad los coros y, de repetir algo, no hacerlo todo de la misma manera, priorizando el desarrollo del texto para ordenar sus ideas musicales.
Por cierto, si comparamos con las nuevas producciones del Grillo, En Árbol Difunto es una banda mucho menos recursiva. Esta banda utiliza relativamente pocas técnicas: parece que cada instrumento tiene una sola función marcada y esto no se rompe jamás. Las guitarras tienden al riff y las armonías están reducidas al cliché de acordes que utilizan bandas como Tool, que si bien no son siempre sencillas, ciertamente no son “novedosas” o “poco convencionales”. Si es que existen solos en el disco, en este punto ya no lo recuerdo. El cello se maneja mayormente con melodías en su registro medio, donde suena muy bien como instrumento solista, pero sucede que es la misma manera de usar el cello de toda la vida. Mientras cada track impar es una pieza de guitarra sola apoyada por medios electroacústicos, no hay ningún lugar en el disco donde el cello tenga un momento solista. Me parece hasta ofensivo que a la cellista no le den momentos más protagónicos.
Parecería que los tracks cortos escapan de una lógica de desarrollo motívico en aras de la creación de objetos sonoros bellos que se expliquen sin necesidad de proliferación de material. Por otro lado, en mi opinión, para que el objeto no precise de desarrollo, debe ser pensado como un sonido completo y bello en su totalidad, y no en una oración sin final. Este tipo de composición es, para mí, como una obra poética, si es que puede tener un análogo en la literatura. En un verso o en un poema de pocas líneas puedes encontrar tanta belleza como en una novela, pero estos tienen que funcionar autónomamente. Crear una melodía de esta manera no es imposible, pero no ayuda si es que empiezas a contar algo más y luego te detienes. Esto sucede especialmente con el Track 6. Aquí la guitarra arpegiada parece anunciar algo. Un acorde después causa sorpresa (cosa que es de principio un recurso de desarrollo) y de ahí todo se cierra sin completar nada. Es un amague, una oración sin final. Componer algo así de cerrado que sea una obra bella por sí sola no es equivalente a componer algo y desanimarse en el camino.
Excepción es el Track 8, donde el riff no se mueve y vale por sí solo como un objeto poético. Termina el disco y piensas: “¡Gracias!” Pienso que el resto de piezas cortas deberían haber sido revisadas antes de la producción del disco.
El drama El madrigal, como forma musical, no tiene una estructura fija, sino que depende de la palabra. “Pintura de palabras”. Es una forma que se desarrolla especialmente durante el renacimiento con compositores como Cipriano de Rore, Carlo Gesualdo y Claudio Monteverdi. En un madrigal, si el texto es triste, la música tiene que reflejar esta tristeza. Por otro lado, existen muchos grados de tristeza. ¿Cómo sufres un desamor? ¿Sufres callado y pesante o lloras patéticamente decepcionado? En el renacimiento se solía pensar, antes que en triste o alegre, en duro o suave. La composición de madrigales implica cierto tipo de códigos y clichés de la época que hoy en día son muy difíciles de leer. Por otro lado, de saber leerlos, la música de los madrigalistas renacentistas se convierte en una especie de “Mickey Mousing” donde la música acompaña las acciones casi literalmente. Saber leer estos códigos te permite, como escucha, acercarte a la intención del compositor y descubrir en la música muchos niveles de complejidad.
Como un libro de Madrigales del siglo XVII, Empero es una obra marcadamente dramática. Un gran ejemplo es Exhortaciones, donde el texto intercala fragmentos de un poema de Octavio Paz y una especie de soliloquio de una nueva voz que reflexiona sobre las palabras del poeta.
La estructuración de los versos es libre y podría, fácilmente, complicar la composición del madrigal. Comparemos, por ejemplo, algunos versos que tienen un tratamiento melódico similar: A) Soy un dios / soy el control del avatar / que decide si la regla calzará. B) Soy Segismundo ante el cristal / la encarnación de la uni-verdad.
La cantidad de sílabas y versos cambia en estos ejemplos que son en realidad equivalentes en tratamiento melódico. Y digo equivalentes porque, al cambiar la cantidad de sílabas o versos, es imposible repetir exactamente la melodía.
Más adelante, después de muchas afirmaciones sobre su identidad, la voz poética duda:
¿Qué es lo que no puedo oír?
¿Qué es lo que no puedo atar ni dirigir?
¿Qué es lo que me espera al palpar y salir de los confines de mi voz reflectada?
En este momento, la música también cambia y duda, y aunque no pinta cada palabra, pinta el ambiente. Este recurso narrativo que une la música y la palabra está muy relacionado al cine y al teatro.
Pienso que la música de Empero está tan ligada a un drama musical como lo estuvo el madrigal con la ópera a finales del siglo XVI y los compositores de la Camerata di Bardi.
Realmente no sé si el recurso es novedoso o avant-garde, pero por lo menos hay una intención estética muy clara que me permite empatizar con la voz poética desde lo musical.
Exhortaciones es el madrigal moderno perfecto. La estructura está completamente ligada a lo textual y las reflexiones sobre lo “triste o alegre” se comprenden en un conjunto de clichés basados en la tradición rockera: funcionan a la perfección, la audiencia entiende la intención de cada palabra.
Decir que este disco es novedoso o experimental no es necesariamente cierto aunque tampoco falso. Por otro lado, creo que ponerse a contabilizar si hay algo nuevo es una pérdida de tiempo mientras uno podría enfocarse simplemente en la belleza del disco, cosa que ciertamente es. Este disco me parece bello en su dramatismo y en el cuidado de su producción, y el que tenga más o menos recursos —o si es nuevo o viejo— me tiene sin cuidado.
Sólo un favor: ¿alguien puede, por favor, pensar en el cello?