Una ética de la actuación en las obras del AltoTeatro
Imagen: AltoteAtro
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La obra dirigida por Freddy Chipana forma parte del ciclo de funciones con conversatorios que organiza la Escuela de Espectadores.
El siguiente artículo, en realidad, lo escribí hace tiempo; tratando de ensayar un acercamiento al que (para mí) es quizás uno de los elencos más provocadores de nuestro país: el AltoTeatro. Mi acercamiento es quizás fallido y por eso termina siendo una serie de apuntes que, más que hablar del elenco como tal, hace más énfasis en Eterna, esa obra producto de un taller de Freddy Chipana que cuenta la historia de una familia de cinco mujeres: la madre y sus cuatro hijas. Ellas se dedican a despellejar gallinas, metáfora perfecta de la vulnerabilidad que se muestra en la relación de estas mujeres que, sin lugar a duda, se aman y se lastiman. Apuntes, entonces, que señalan la necesidad de un acercamiento más detallado, pero que decido publicar ahora porque esta obra será representada el día 22 de junio en el Teatro Doña Albina (Espacio Simón I. Patiño, Sopocachi, av. Ecuador entre Rosendo Gutiérrez y Quito) a las 19.00. Después de la función habrá un conversatorio dirigido por la Escuela de Espectadores.
1) En Eterna, una de las cuatro hijas de Angustia, una madre cruel y despiadada, interpretada con precisión y potencia por Carmencita Guillén, se va a un rincón luego de una de las peleas familiares que marcan el ritmo de esta obra. En su rincón, Milagros (Carmela Tito), ante la desesperación del infierno que vive, llora mientras degüella a una gallina (ese es el trabajo de esta familia de cinco mujeres). Pero la ambigüedad pronto se alza: llora, pero al mismo tiempo ríe. La actuación, de tinte brechtiano, no permite al espectador saber cuál de las dos acciones hace: no se trata entonces solo de una maestría técnica, de una gran actuación, sino de una ética. Llora y ríe, mata a la gallina y al mismo tiempo la abraza. Así es la relación de todas las hijas con su madre y viceversa.
2) ¿De qué ética se trata? Antes de iniciar con Peligro, obra que marca a este elenco desde sus inicios por ser una reflexión sobre el quehacer artístico en Bolivia, se proyectan fotos: grandes del teatro boliviano se intercalan con Brecht y otros. Al mismo tiempo, en el montaje se usan varias veces recursos que recuerdan a este grande: carteles que dicen que uno es actor, gestos que son exagerados adrede, baile y música. No es una casualidad, el famoso teatrero alemán del siglo pasado ha sido muy bien comprendido por Chipana y su elenco: la distancia brechtiana no se trata de que el espectador no sienta nada, por el contrario, se trata de generar una intensidad emocional que pueda ser pensada. No sentida y luego pensada, sino ambas cosas a la vez. Solo ahí se plantea una pregunta al espectador, no respuestas, dudas. Y en la duda el actor deja de estar encima de mí, me invita a pensar y a vivir con él. He ahí lo que Roland Barthes llama, al ver el montaje de Madre coraje, la moral de la pregunta y ahí donde Brecht dice que muestra el mundo para que el humano se apodere de él y lo haga un mejor lugar para vivir: será por eso que hacer arte es un peligro…
3) ¿Pera será el AltoTeatro solo una repetición, con menos presupuesto, de Brecht (y no solo de él, sino de una larga lista de referencias estéticas que uno reconoce en sus obras: desde Los Andes, hasta el melodrama latinoamericano)? No, Freddy Chipana, el director, dramaturgo y a veces también actor, guía del AltoTeatro, ha desarrollado un sello que, nutriéndose de una larga tradición, es único. Como Milagros, llorando y riendo a la vez, él maneja estéticas de otros y una originalidad distinguible a leguas simultáneamente. ¿En qué se diferencia su estética? He ahí la cuestión…
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4) Alegría (Gladys Cruz), la hija al parecer más problemática de Angustia por haberse embarazado de un hombre que no la ama y con quien no tiene ninguna unión real, tiene una imagen que me parece precisa para acercarse al tema. La madre y las hermanas, atrás, hacen su trabajo (sacan las tripas de las gallinas), la coreografía es clara: puñalada al animal, tripas al cielo, la coordinación es precisa. Mientras, adelante, Alegría se siente como las gallinas, acuchillada, porque sabe que en esa casa, en este infierno, nadie la apoyará al saber de su embarazo. Una puñalada, un golpe en ella. Parece que estamos en el espacio del melodrama, las actuaciones (que algo de sobreactuado tienen) señalan esa dirección. Pero hay un matiz, al mismo tiempo que vomita, ella baila, gira ante las luces ligeramente azuladas. El dolor es, a diferencia de en el melodrama, un goce que la libera. Es a partir de ese dolor que en algún momento de la obra todas las hermanas sueñan una vida diferente, pero no se quedan en soñar: festejan y gozan también la que tienen, a pesar de todo. No con un gesto conformista o determinista, sino, como en Peligro, como quien hace del dolor su coreografía de baile y en el baile deja de sufrir al menos un ratito…
5) Pensar entonces desde un lugar marginal, el lugar de las ratas, es la potencia única de Chipana. Pero no pensar desde ahí como quien se piensa víctima de la vida y que no puede hacer nada con sus circunstancias, sino como quien decide quedarse en el infierno y verlo a cara descubierta, haciéndolo su fortaleza y su goce. Su estética llena de imágenes de baile, donde las cintas de peligro te rodean, donde las serpentinas vuelan y los corazones se llenan. Una estética de colores y arroces que vuelan, como en esa otra obra en la que trata la figura del enamorado, Dime que me amas, de arena que golpea el suelo ante la muerte de Angustia… Así Freddy se va moviendo con potencia y pensando la política desde otro lugar: ahí donde solo mirándonos y acompañándonos algo podremos hacer de este infierno. Ahí donde el amor es la fuerza que mueve el mundo.
6) Consuelo (Yaneth Gandarillas) llega ebria una noche a su casa: le dice a su madre todas sus verdades. Le reclama que hace miserables a todas sus hijas, que el hedor que apesta la casa y al que se hace referencia durante toda la obra es el hedor de su miseria a la que quiere arrastrar a las cuatro, que la odia y que la hace infeliz. La madre cambia su rostro y su emoción, incluso parece palidecer: “me has matado en vida”, afirma y se marcha de la escena. La escena final hace que las lágrimas empiecen a correr en el público: Milagros planea con su madre vender la casa, esa casa que apesta y está repleta de miseria, donde cada vez hay más moscas husmeando por la mierda que ahí adentro parece concentrarse. Primera vez que la madre quiere irse, cambiar de vida, primera vez que le dice “hijita” y Milagros, a ella, “mamita”, mientras la acuesta. Milagros sigue soñando y, de pronto, la madre está muerta. Con esa imagen igual inicia la obra, en una estructura perfecta que deja pensando: ¿hemos vuelto a lo mismo? No, porque viendo al AltoTeatro, ya con 20 años de trayectoria, hemos muerto un poco y lo que muere nunca vuelve igual… Este elenco, siempre reconstruyéndose, así también es: siempre haciendo una misma obra, siempre una nueva, pero siempre soñando y amando su quehacer.
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‘Eterna’, de AltoTeatro
Función única de ‘Eterna’ más conversatorio posfunción con la Escuela de Espectadores. Precio de la entrada: 40 bolivianos. Número de contacto: 75217797 / 73731524 Fecha y hora: 22 de junio a las 19.00. Lugar: Teatro Doña Albina (en el Espacio Simón I. Patiño, Sopocachi, av. Ecuador entre c. Rosendo Gutiérrez y Quito).
Texto: Camilo Gil Ostria
Fotos: Eloa Da Silva y Néstor Limachi