El habitar de las metamorfosis: En lo íntimo de los Schawrtz
La muestra fotográfica de la brasileña Madalena Schwartz se exhibirá en el Museo Nacional de Arte hasta el 15 de julio
El relato parece simple, una de las fotógrafas más importantes del Brasil cae por azar, es decir circunstancialmente cae en su vocación, el destino le otorga una cámara. Julio, hijo mayor de Madalena, gana una cámara artística en un sorteo en el programa Bibi 66 que se realizaba en el teatro Cultura Artística, el objeto no despierta ningún interés en el muchacho, sí lo hace en su madre de 45 años. Lo interesante de las circunstancias fue que el destino que motivó el artefacto no fue el del azar sino el de la formación, la vocación y la enseñanza. El azar hizo también que el club de fotografía más antiguo de Sao Paulo (Brasil) estuviera a pocos metros de la residencia de los Schawrtz, y que nuestra protagonista comenzara a frecuentarlo, pero no con la intención de alinearse a las tendencias en fotografía de la época. Más al contrario su quehacer en la fotografía fue íntimo, fue la construcción de su propio espacio a habitar, su ethos.
En aquel departamento del Edificio Copan, en un barrio del corazón paulista, funcionó su estudio, convertido en una morada que en la década de los años 70 del siglo pasado permitió capturar algunos retratos de cuerpos disidentes. La estancia de Madalena pasó a ser un espacio de apertura a lo extraordinario, parafraseando Fragmento 119 de Heráclito, es decir, se retrataron secuencias disidentes que combinan estéticas, estilos e historias. Una parte de esta exposición que exitosamente fue presentada en São Paulo y Buenos Aires, arribó al Museo Nacional de Arte (MNA) como parte de la exposición Las Metamorfosis, transformistas y travestis en San Pablo Brasil, años 70.
Pasemos a delinear algunos elementos que caractericen en líneas generales la estancia de la familia Schwartz, su cotidianidad de clase media, su condición de migrantes judíos y el hecho de que de ser una señora tímida y recatada, como se refiere en el catálogo, no restringió o coartó su vocación por la imagen. Su salto a los circuitos artísticos lo realizó con más de 50 años, y nada menos que en el Museo de Arte de São Paulo, ya que su trato con el retrato llamó la atención de un importante crítico de arte, Pietro Maria Bardi.
En lo diverso de la exposición llama la atención una secuencia de fotografías que captan la emergencia “trans”. Láminas que conceptualmente evidencian la transgresión de categorías de género a saber el artefacto, que cae azarosamente en las manos de Madalena, aprehende la potencia estética de las metamorfosis. La serie de retratos tenía la inscripción de “Produҫao”: figurismo, maquiagem, pose.
En su estilo a nivel técnico, el retrato como género contrapuntea entre las vanguardias estéticas, como el movimiento pictoralista, y las formas elegidas para inmortalizar en imágenes la Europa de los días de la primera guerra mundial, una mezcla del horror por la muerte, la pobreza y la violencia plasmada en la preeminencia de colores incrustados en el imaginario social. Como parte de su exposición se presenta una serie de retratos de un conjunto de cuerpos trasvestidos y transformados. Cumpliendo su función, las fotografías están pulcramente presentadas, las molduras o bordes de las fotografías permiten que en su interior se perciba la distribución de luces artificiales, necesarias para resaltar, exhibir o presentar una diversidad de cuerpos ajados, exuberantes, lozanos y frondosos.
A razón de la inauguración de la exposición llegó Jorge Schawrtz, hijo menor de Madalena. El cariño que tiene para su madre se resume en una frase: “a quien le debo la educación por la mirada”. Jorge es crítico literario (argentino-brasilero), arrojó recientemente un éxito editorial con la publicación de la traducción al castellano del portugués de la enciclopedia Borges Babilónico (Fondo de Cultura Económica: 2023, Buenos Aires). Desde la década de los 90 Jorge se adentra a la interpretación de El fervor de las vanguardias, título que es un guiño a una publicación de Borges, analizando a nivel de palabra e imagen la influencia de estas en nuestro continente. Con formación en Letras su mirada es profundamente analítica en cuanto a la estética y sabe moverse hábilmente entre la poesía y la plástica. Aprovechando su visita a La Paz participó en un conversatorio organizado por el Programa de Estudios Descoloniales (PED-Diálogos), del MNA. Asimismo, el menor de los Schawrtz es curador, investigador y fue director del Museu Lasar Segall, institución dedicada a laobra de uno de los artistas plásticos más representantivos entre las vanguardias brasileras. Segall nació en Lituania y fue brasilero por elección, aquello decisión se plasma en su propuesta estética, ya que de la influencia del expresionismo lúgubre, de masiva presencia de ocres y la representación de cuerpos delgados, penantes y cadavéricos; se pasó a lienzos cargados de colores, de cromáticas vivas, como interpelado por el habitar un Brasil profundo, complejo y lleno de colores.
A manera de despedida, al día siguiente en la mañana tomaba temprano el avión, cenamos en un restaurante de Sopocachi. Entre sopas de espárrago, nudos de cerdo con puré de papas y chucrut, contó algunas historias de la morada de los Schawrtz, numerando una larga lista de personas de la izquierda brasileña, artistas y académicos que fueron retratados por la cámara de su madre. No es casualidad que una de las secuencias más llamativas que están montadas en el fondo del patio de cristal en el MNA tenga como a modelo al inmortal cantor y actor Ney Matogrosso.
El estudio de Schwartz era parte de un perímetro simbólico en la vida bohemia paulista, era un nudo donde se entrecruzaban centros académicos, oficinas de periódicos, teatros, prostíbulos, una oferta de actividades de aprendizaje, trabajo y ocio para varios públicos. No obstante, Schawrtz no retrató esa vida efervescente que ocurría entre su residencia, el teatro Cultura Artística, el negocio familiar de lavandería y el Foto Cine Clube Bandeirante. Su interés era el retrato, con énfasis de cuerpos disidentes, transgresores, fuera de la norma imperante. Esta elección fue acaso porque personificó su historia, como mujer judía, extranjera y migrante que escapó del fascismo y de la guerra, en esos cuerpos que habitan los márgenes de la sociedad. Siendo esas semejanzas las que despertaron sus capacidades sensoriales de percibirla libertad como un ejercicio.
Brasil en ese tiempo era protagonista en el panorama mundial, de modo que, por ejemplo, las influencias estéticas del Mayo del 68 francés llegaron a aquel país; la eclosión de los feminismos y el movimiento gay, como ejercicios de disputa a la “gran política”.
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La energía de la protesta popular tuvo resonancias políticas y estéticas en la movida paulista, viéndose plasmada en la ebullición de actores travestis y transformistas en el cine. No obstante, ante la gran cultura de masas que comienza a exhibir a las diversidades, Scharwtz no se captura con su cámara ese mundo de las luces y el estrellato. Tampoco se interesa por narrar en imágenes la vida cotidiana de esos cuerpos divergentes en un interés etnográfico: los invita a habitar ese espacio íntimo que transcurre en un camarín o un estudio fotográfico y que es la morada de las metamorfosis. Al respecto, una de las secuencias capta el proceso de disuasión de las marcas o registros de género por medio de dos cuerpos jóvenes (Danto y su acompañante anónimo), el momento que se difuminan las etiquetas que clasifican los sexos. Los dos cuerpos inician sin maquillaje, ambos están mediados por un espejo que refleja los dos cuerpos que comienzan rígidos y puestos para, luego, desembarcar en cuerpos danzantes, transgresores, además de evidentemente inclasificables.
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Madalena privilegió un espacio construido que se convierte en un abrigo o resguardo ante la violencia del espacio público, la ferocidad de la calle y el arrebato de lo público realizado por las dictaduras. Madalena no solamente retrataba cuerpos jóvenes, seductores y glamurosos, también capturaba la metamorfosis de travestis de más edad, véase la secuencia de imágenes de Meise. Captada en el centro de un camarín, la modelo está arrebatada por un rostro cansado, se la interrumpe a mitad de la transformación, con su ropa vetusta y desgarrada. Acompaña la secuencia una mujer con los brazos gruesos y peludos, con peluca y un vestido delicado, a la que se muestra haciendo retozar a un bebé entre sus trazos.
El Brasil de aquella década estaba atrapado bajo el régimen militar del general Medici, un gobierno autoritario que se sostenía narrativamente en el “milagro económico brasilero”, esa era la realidad de la puerta del estudio para afuera. Sin embargo, por dentro, el estudio de Madalena estaba recargado de energías eróticas, políticas y humanas, cuerpos reprimidos y marginalizados que recurrían a las metamorfosis para afirmar las ambigüedades de los géneros y cómo esa decisión se puede convertir en un campo de lucha.
Además de las fotografías, la exposición recoge diversos documentos históricos que relatan el imaginario colectivo respecto a las disidencias de género. Su corte temporal es la década de los 80, pues en ese periodo se dio la derrota gradual de las dictaduras militares en nuestro continente. Entre los soportes llama la atención el sarcasmo de la portada de la revista Lampio de 1981, que retrata en formación de equipo de fútbol a un grupo de travestis que portan las casacas del Sport Club Corinthians Paulista, el Corinthians, con el título: “Brasil, campeão mundial de travestis”. Estoy seguro que no fue casualidad la elección pues la denominada “democracia corinthiana” conjugaba el futbol, la participación de los aficionados en las decisiones del club, el respeto de las luchas populares y las diversidades sexuales, siguiendo el legado del gran Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveir.
La selección de las fotografías y la propuesta curatorial fueron realizadas por Gonzalo Aguilar y Samuel Titan. La exposición en el Museo Nacional de Arte está abierta a todo el público. Es una invitación especial a esos espíritus susceptibles y conservadores que difícilmente pueden lidiar con los cuerpos disidentes.
Texto: Marcelo A. Maldonado Rocha
Fotos: madalena schwartz/ museo nacional de arte