Thursday 2 May 2024 | Actualizado a 15:02 PM

Alasita: ¿Las illas son miniaturas?

Incógnitas de la Alasita

/ 21 de enero de 2024 / 07:10

¿Desde cuándo se celebra la fiesta el 24 de enero? ¿Se festejó en otras fechas? El investigador Milton Eyzaguirre ofrece algunas respuestas

Sorpresivamente hace algunos años me enteré de que la festividad de Alasita no siempre se celebró el 24 de enero, que estaba íntimamente ligada a una fiesta católica como es la celebración de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz y que incluso los feriantes tienen un preste mayor en honor de la imagen cristiana.

Se comenzó a desdibujar en mis pensamientos la ilusión de una fiesta con tintes andinos, porque los significados de los elementos que componían la Alasita tenían muy poca explicación o ninguna.

En las ferias abundan casitas, autitos, palas, picotas, maletas, dólares, bolivianos, euros, gallos, gallinas, etc. y no lograba entender el vínculo con la religiosidad local andina. Incluso el termino Alasita se traducía como “Cómprame”. Es más, a cada uno de estos elementos los reducían al denominativo de miniaturas, que en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa “Objeto artístico de pequeñas dimensiones”, enfatizando su pequeñez.

Entonces me apresuré a concluir que era una fiesta de las miniaturas, sin más contenido que alegrar a los niños… aunque me di cuenta de que encantar a los niños con estos objetos era la forma más hábil de introducirlos a “las industrias culturales”, aunque no lograba percibir los significados visibles.

Ekeko Tunu repatriado de Suiza.

Además, la traducción resemantizada del término aymara de Alasita, es llanamente “Cómprame”. No entendía como este término había sido readecuado a mecanismos económico comerciales.

Siguiendo con mis dudas, el personaje central de la Alasita, el Ekeko, tenía rasgos más bien occidentales, era reconocido como un diosecillo, es decir, no lograba ni siquiera ingresar en la condición de deidad, y más bien era ridiculizado en su descripción.

Con estos indicadores no que quedaba otro camino que continuar con las visiones superficiales de aquello que era designado como Alasita, una fiesta totalmente desarraigada de su entorno cultural. O caso contario, tomar el reto de analizar con mucho más cuidado los referentes arqueológicos, históricos, lingüísticos, antropológicos y culturales.

No siempre fue el 24 de enero

Mi primer interés era saber cuándo realmente se realizaba la Alasita. Al respecto se tienen algunas referencias sobre la conmemoración de la Alasita, según algunos datos se celebraba el 21 de septiembre, el 20 de octubre o el 21 de diciembre.

Esto me obligó a repensar que las festividades, por su ontología diferente a la europea, se integran más a un calendario agrícola o pecuario. Desde mi perspectiva, la mayoría de las festividades no son puntuales exclusivamente de realizarse en un solo día, como Navidad o Año Nuevo, sino en el pensamiento local abarca periodos largos que puede tener hasta seis meses de actividad.

Este planteamiento está de acuerdo a las fluctuaciones climáticas y cercanía o lejanía de las regiones a la línea del Ecuador, que acelera o retrasa los periodos cíclicos, e inclusive diferencian sustancialmente nuestras estaciones del año, porque propiamente dicho en nuestra región, no existen la primavera, el verano, el otoño, ni el invierno como en las zonas australes o meridionales del planeta. Acá hay dos estaciones: el tiempo húmedo (Jallu Pacha) y el tiempo seco (Auti Pacha).

Samiri o llallagua, de la provincia Carangas Oruro.
Samiri o llallagua, de la provincia Carangas Oruro.

Esta variación climática permite la existencia de dos Jatun Raymi o Qapac Raymi (las grandes fiestas), cuyas fechas son inamovibles: el 21 de junio y el 21 de diciembre) y los Juchu Raymi (Pequeñas fiestas) (Eyzaguirre & Espejo, 2023), que se realizan cuando alguna condición climática se ausenta y es necesario que retornen las condiciones atmosféricas.

21 de septiembre

La fiesta del Alaui Situa, descrita por Cristóbal de Molina, se celebraba el 21 de agosto o 21 de septiembre y “la razón porque hacían esta fiesta llamada sitúa en este mes es porque comencauan las aguas, y con las primeras aguas suelen auer muchas enfermedades para rogar al Hacedor que en aquel año, así en el Cuzco como en todo lo conquistado del ynca tuviese por bien no las ubiese… (Molina, 1916 (1573), pág. 35). Una actividad provocada por la lluvias, más tempranas por su cercanía al Ecuador.

En esta fiesta se expulsaban los males y se obligaba a la gente con deformaciones físicas, a retirarse a otros lugares. Actualmente las personas con características

También puede leer: Trabajo ratifica feriado del 22 de enero y determina tolerancia para Alasita en La Paz

físicas diferentes, como joroba o corcovados, gemelos o mellizos (ispa), labio leporino, lunares, dos o tres coronas, seis dedos (sojtillos), (en manos o pies), tres pezones, haber nacido de pie, etc., como algunas condiciones físicas visibles son denominadas como chimpu o callulla (señalado y querido por Dios), marcados por Illapa o Tunupa…. tienen la opción de trabajar como especialistas rituales (yatiris, chamankanis, laicas, kolliris, etc.).

En la Alasita el Ekeko es corcovado, tiene características particulares, nexo con las deidades, pero a su vez es un elegido y marcado por las deidades, en el tiempo húmedo por Tunupa. Intuyo al respecto que las personas con deformaciones físicas no eran expulsadas del Cusco, en esta fiesta, porque por sus tipologías físicas eran sagradas.

Un Ekeko metálico.

20 de octubre

El 20 de octubre, según Díaz Villamil, se celebraba la feria en homenaje a la fundación de La Paz y esta se trasladó al 24 de enero “… como piadoso homenaje de gratitud a Nuestra Señora de La Paz, bajo cuya protección y favor la ciudad había sobrevivido a las tremendas calamidades del asedio y que, además, en dicha feria tuviera particular y señalada preferencia la venta o trueque del ekhekho…” (Díaz Villamil, 1944, pág. 20).

Para “… 1734, 1739, 1741, 1745 y 1756… era un festejo público en honor a la Gran Reyna y Patrona Titular de La Paz” (Santos Escobar, 1990, pág. 14?) y agrega que se sacaba el estandarte de la ciudad, la presencia de comediantes y los indígenas participaban con danzas autóctonas, corrida de toros.

21 de diciembre

El 21 de diciembre, conocido como el Illa Pacha (Tiempo de las Illas), es el tiempo del Capac Inti Raymi (Poma de Ayala, 1980 (1616), pág. 258), el solsticio de verano. Se celebra la cercanía del sol, que calienta la tierra a la Pachamama para que se pueda producir las illas y las ispallas, en este tiempo de lluvias, tiempo de fecundidad.. Aunque este tiempo es de mayor incidencia temporal, porque comienza en la fiesta de difuntos en noviembre, donde se colocan las illas en la mesa ritual para difuntos, figuras humanas (t’ant’a wawas), animales, astros, etc. en harina de quinua y de trigo; termina en Carnaval, cuando los bailarines de varias regiones suben a las Capillas en las Apachetas y elaboran sus illas, en barro y piedras para augurar un buen futuro.

Miniaturas prehispánicas que acompañaban a los entierros.

Posnansky decía que para el solsticio de verano (Posnansky, 1918) se realizaba esta feria y se ofrecían objetos en miniatura de cerámica, tejidos, barro, estaño plomo y que se intercambiaban con “…piedrecitas que recogían del campo y que se distinguían por alguna extraña particularidad (citando a Paredes) . Esta ceremonia estaba estrechamente relacionada con rituales de fertilidad del suelo” (Santos Escobar, 1990, pág. 9?) como los tapabalazos, mencionados por otros autores en la Alasita del siglo XX.

También puede leer: José Bayro: Ilusionismo

Para Chukiwanka, la Alasita se celebraba en diciembre y el término deriva del Chhalaqasiña, que significa intercambio de la illa (Chukiwanka, 2005, pág. 29), porque no se conocía el dinero, con la presencia de diferentes illas.

24 de enero

Hasta antes de realizarse el cerco a La Paz por Tupac Katari (1781), la festividad de Alasita se celebraba el 20 de octubre. Posteriormente se tiene datos dispersos, pero fue Sebastián de Segurola, Intendente y Brigadier de La Paz, que, agradecido por los favores de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz frente al asedio indígena, determinó el cambio al 24 de enero.

Según Santos, varios autores afirman que inmediatamente se instaló la feria, en 1782, pero hay divergencias: otros afirman en 1783, 1784, 1788 o 1789 (Santos Escobar, 1990, pág. 13?). Cabe aclarar que Segurola, en su Diario, escribe que para el 18 de octubre de 1781 todavía se desplazaba a Omasuyos, Larecaja, Rio Abajo, Los Yungas instruyendo su defensa. Es decir que la guerra no había terminado hasta el 27 de mayo de 1782, cuando emite una última Carta desde el Cuartel de Coroico solicitando alimentos para sus tropas (Segurola, 1977 (1872)). Probablemente por esta información recién en 1783 se instituyó la Primera Feria de Alasita.

Alasita-ekeco
Ekeko en cobre. Izq.: Pequeños objetos de la cultura Inka utilizados para enterramientos.

Illas, ispallas y llallaguas

Los conceptos de illa, ispalla y llallaguas en el contexto andino son abundantes en sus explicaciones, y lejos de ser miniaturas sin significado, contienen las esperanzas de un futuro benigno con abundancia de productos agrícolas.

El término illa trae mucha complejidad en su traducción, ya que no significa simplemente una cosa. En la traducción se pueden destacar las siguientes: “Qualquier cofa que vno guarda para provifion de fu cafa, como chuño maíz, plata y aún las joyas. Ej. Illa mankaprovifion de comida o comida guarda para ello”. (Bertonio, 1612 (1984), pág. 173)

Bertonio describe a la illa como alimentos guardados, factor relacionado íntimamente con las fiestas de Alasita. Pero también en los espacios rurales es símbolo de reproducción y fertilidad del hato alpaquero.

La illa también es el espíritu o ajayu de un territorio específico o los ajayus de los animales que aparecen a media noche en las vertientes y ríos, visibles como gatos, perros, toros, gallos, etc., todos de color rojo. Las illas no siempre son pequeños porque algunos cerros son illas como el Illimani.

De este término se deriva la palabra Yllapa que “…significa trueno o relámpago: y así llaman los yndios a los tiros de artillería yllapa por el estruendo que haze” (Cieza de León, 1553 (1986), pág. 92) y que Albornoz describe como “…el cuerpo de los muertos embalsamados de algunos pasados suyos principales…” (Albornoz, 1967, pág. 18).

Para Chukiwanaka existen variedad de illas. “Jaka Illa, reproducción de la vida, Uywa Illa, para la reproducción de animales, Jaqe Illa para la reproducción de las personas, Wawa Illa para el cuidado de los niños, Munach Illa reproducción del amor, Achal Illa reproducción de la fertilidad, Yapu Illa para la reproducción de los sembradíos, Uta Illa reproducción de la casa, Lura Illa reproducción del trabajo, y así en el día se puede encontrar auto illa, taller illa, diploma illa, dólar illa… cada illa era hecha en piedras duras … Jayintilla y de piedra grande llamada Llanllankasu, ambas extraidas del estómago de los Wari o Vicuñas…” (Chukiwanka, 2005, pág. 12)

Llallaguas e ispallas

Las llallaguas pueden ser objetos con formas “monstruosas”, como las papas o papas gemelas o mellizas unidas y de dimensiones mayores que traen beneficios a toda la producción agrícola, conocidas como mama ispallas. Aparecen en la primera cosecha, el 2 de febrero, fiesta de agradecimiento a la Pachamama, lugar ocupado por la Virgen de la Candelaria (Virgen del Socavón o la Virgen de Copacabana).

En el norte de Potosí hay un poblado llamado Llallagua (prov. Rafael Bustillo, Potosí), centro minero por excelencia. Las llallaguas son piedras grandes con gran contenido de mineral en bruto o concentrados con deformaciones, ritualizadas en los recintos mineros como illas.

El tiempo del Illapa, Tunupa o Ecaco (Eqaqo, Eqeqo)

El tiempo del Illapa comienza con las lluvias con rayos y relámpagos desde finales de octubre y hasta después del Carnaval. También es el tiempo de los muertos, en noviembre traen la lluvia con su llegada, y se deben ir con las lluvias; su presencia es durante la siembra, y en el Norte Potosí, Tarabuco y las regiones guaraní (Arete Guasu) se los despide para carnavales.

El habitante andino aprendió que las siembras no se deben realizar en una sola ocasión y en un solo lugar, por eso existen sayañas en diferentes lugares, con diferentes condiciones micro climáticas, tamaños disímiles, y se puede sembrar desde septiembre e inclusive hasta el 24 de enero, esto también depende de las variedades de la papa, de tiempos largos o cortos, denominadas como illas.

El Illapa es el rayo, fuerza natural que escoge entre los pobladores a sus especialistas rituales. Era denominado como Tunupa, en el periodo Tiwanakota (400 al 1100 d.c.), como la deidad panandina relacionada con el agua y el fuego. Reemplazado en la colonia por el Tata Santiago, San Bartolomé o Santo Tomás.

Cobo afirmaba que estos especialistas nacían en tiempo de tempestad y truenos. El cuidador de la waka era “… su propio espíritu su memoria) (Fernández, 1997, pág. 184)

Los niños que tienen chimpu no deben llorar porque pueden llegar castigos a las personas que provocan su dolor o pena. En varias iconografías en tejidos, cerámica y restos líticos, el rayo es asimilado o comparado con la serpiente, esa serpiente resplandorosa como fue Tupac Katari (Thomson, 2007).

Pero el carácter andrógino del Ekeko se puede rebuscar en Tunupa, deidad panandina del periodo Tiwanakota (400 al 1100 d.c) y vigente hasta la llegada de los españoles, que fue representado en la colonia como Jesucristo y asimilado en el mundo local en la Fiesta Cruz (3 de mayo). ¿Pero qué tiene que ver el Ekeko con Tunupa?

Según Bertonio el “Ecaco, I. Thunnupa: Nombre de vno de quien los indios antiguos cuentan muchas fabulas…” (Bertonio, 1612 (1984), pág. 99), es el dios de las aguas y cuya presencia es vigente en este periodo húmedo para reproducir las illas.

Tunupa, la deidad de la lluvia y el fuego, se explica en dos mitos vigentes en la zona andina: en el lago Titicaca, Carabuco, es descrito como un hombre barbado y en la región del Salar de Uyuni es femenino, en ambos casos tienen uniones sexuales; en el primer mito con dos mujeres peces y en el segundo con dos curacas varones, es decir matrimonios poligámicos, por esta razón el Ekeko Tunu es andrógino.

Olla llama de la región Uru.

EKEKO TUNU

La imagen del Ekeko Tunu o Tunupa retornó de Suiza en noviembre de 2014, de origen Pucara (cercana contemporánea a Tiwanaku), devuelto por el Museo de Historia de Berna-Suiza. Despojado de una comunidad de Tiwanaku, el 18 de octubre de 1858, por el naturista, zoólogo, lingüista y etnólogo Johann Jakob von Tschudi y descrito en su libro Reisen durch Südamerika (Viajes por Sudamérica):

“En tono de burla le pregunté al propietario si quería vender ese santo, oferta que rechazó indignado. Pero una botella de coñac lo ablandó”.

Tschudi escapó de la comunidad y se llevó la deidad a Suiza, donde estuvo 155 años. 71 años después, en 1929, su familia la donó al museo. 85 años más tuvo que esperar la illa para ser repatriada.

Despojado de su entorno ritual, retornó a su espacio sagrado, andrógino por su relación con el agua y fuego, femenino y masculino, factores que se ritualiza en este tiempo de fertilidad, donde la presencia de ambos géneros es fundamental para la consecución de la vida.

Entonces, la fiesta de Alasita está enmarcada en un periodo más amplio, relacionado con la fertilidad de seres humanos, animales, plantas y las betas mineras, es el gran periodo de las illas.

La presencia de objetos de diferente índole forma parte de un proceso donde la Alasita se apropia sutilmente de la modernidad, para reintegrar a los pobladores a su verdadero significado, de fertilidad y abundancia, para un porvenir cercano.

Texto: Milton Eyzaguirre Morales, Jefe de Unidad de Extensión del Museo Nacional de Etnografia y Folklore

Fotos: Archivo MUSEF

Temas Relacionados

Vidal Cussi: De los nombres de una exposición

‘Caos’ es el nombre de la exposición que el pintor paceño presenta hasta el 7 de mayo en la galería Altamira de San Miguel

Desde el caos

Por Daniela Espinoza M

/ 28 de abril de 2024 / 07:03

¿Por qué Caos?, me pregunto al recibir las fotografías de Vidal Cussi con el nombre de su exposición —que se exhibirá hasta el 7 de mayo en Galería Altamira, calle José María Zalles Nº 834, bloque M-4, San Miguel— y me quedo pensando mientras miro las obras y me digo ¿dónde está el caos?, ¿en esas gotas que el rocío deja en una manzana o en esas nubes que parecen atravesar con calma los cuerpos instalados en espacios infinitos y crepusculares?

¿Habrá caos, acaso, en esos rostros que observan paisajes montañosos o en aquellos que parecen reposar entre las nubes? Tal vez sí lo encuentro en los caóticos cabellos que se entrelazan a través de los rostros, cabellos en forma de listones de lata que se entrecruzan y supongo se enlazan en la parte que el cuadro ya no nos deja ver.

Entonces pienso que lo mejor es recurrir al artista para encontrar la respuesta. La charla me tranquiliza, el caos no está en las obras que presenta, sino que estuvo en él en el momento previo a su producción y, tras una catarsis —“una explosión” como él prefiere llamar—, surgió esta muestra llena de señas de paz.

También puede leer: Garra de hierro

Luego, teniendo que escribir sobre su obra, me quedo pensando en el artista, en lugar de acercarme a su exposición me gana la vida de Cussi, me quedo intrigada en los procesos de unas obras que a todas luces reflejan sosiego y calma, pero que —ahora lo sé— no se engendraron de esa manera.

“El arte es para mí una terapia, un reencuentro conmigo mismo. Las tristezas, así como las alegrías, se van plasmando en las obras. Ellas son un desahogo”, me dice. Por supuesto que ya mi mirada es otra, y me siento en el deber de compartir con ustedes esa breve charla, pues si alteró mi forma de apreciar su arte, sin duda hará algo similar por ustedes.

De pronto, ya no son importantes los nuevos colores que Cussi propone y que despuntan en algunas obras, ya no es vital pensar en él en tonos tierras. Ya conocemos algo, aunque sea un poco, del proceso creador de un artista al que admiramos ahora un poco más, ya sus cuadros nos dictan palabras en voz baja, las palabras con las que el artista empezó a trabajarlas.

La muestra ‘Caos’, del artista paceño Vidal Cussi, se exhibe en la galería Altamira (San Miguel, zona Sur).

PERFIL Vidal Cussi Tiñini nació en Santa Rosa, provincia Pacajes del departamento de La Paz en 1983. Actualmente reside en la ciudad de El Alto. Estudió en la Academia de Bellas Artes Hernando Siles donde obtuvo la especialidad en pintura. Ha sido ganador de varios premios, entre los que destacan: Gran Premio Salón Pedro Domingo Murillo (La Paz) en 2012 y 2020, Gran Premio Salón Villa San Felipe de Austria (Oruro) 2019 y Gran Premio Salón 14 de Septiembre (Cochabamba) 2019 y 2023.

Texto: Daniela Espinoza M.

Obras: Vidal Cussi

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Semilla, picantería boliviana: Sabores tradicionales para disfrutar en Achumani

Semilla, picantería boliviana, donde se pueden disfrutar deliciosos platos como el picante surtido

Por Fernando Cervantes

/ 28 de abril de 2024 / 06:55

Crónicas gastronómicas

Fue el ají de fideo materno lo que motivó a Ernesto Bernal a elegir la profesión de cocinero, sobre todo después de haberlo preparado muchos años para sus hermanos cuando su mamá viajaba por motivos de trabajo.

Luego de un buen tiempo estudiando gastronomía y habiendo trabajado en diversos establecimientos es que se animó junto a su esposa Karen Mujica (administradora de empresas con estudios en diseño gráfico, decoración y comunicación visual) a dar a luz a un viejo anhelo: tener su propio restaurante inspirado en las tradicionales picanterías de Sucre y Potosí, que tenga los sabores bolivianos muy presentes y que se sumerja en el recuerdo de los fogones familiares que eran manejados magistralmente por madres y abuelas. 

Encontrar la casa ideal no fue nada fácil hasta que el destino quiso que en enero de este año esta joven pareja pudiese alquilar un bonito y espacioso inmueble con jardín, ubicado en el barrio de Achumani, muy cerca de la avenida Francia. El lugar fue decorado y rediseñado con muy buen gusto. Así nació Semilla, picantería boliviana, donde se pueden disfrutar deliciosos platos como el picante surtido, queso humacha, picante de lengua, anticuchos, relleno de papa, mondongo, sajta de pollo, keperí o sopa de maní, los que pueden ser acompañados con  jugo de tumbo, limonada o mocochinchi, ya sea en vaso o en jarra.

Un detalle no menor: el lugar no cuenta con parqueo propio pero la calle donde están ubicados es sumamente tranquila, por lo que estacionar el automóvil en las cercanías del restaurante no debería representar problema alguno.

Semilla: un lugar ideal, para visitar en familia.

Semilla, picantería boliviana

  • Dirección: Calle 21 de Achumani Nº 5  (a una cuadra de la av. Francia) 
  • Teléfono: 67020523 
  • Rango promedio de precios: Bs  20-65    
  • Plato estrella: Picante surtido       
  • Atención: sábados y domingos de 12.00 a 16.00     

También puede leer: Coyotl Taquería: Los sabores de México, en Achumani

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda,Correo: [email protected]

Texto y fotos: Fernando Cervantes

Comparte y opina:

Back to Black

La directora britànica Sam Taylor-Johnson ha estrenado una tendenciosa película biográfica sobre la cantante Amy Winehouse

Por Pedro Susz K.

/ 28 de abril de 2024 / 06:50

En julio de 2011, Amy Winehouse, notable y exitosísima cantante londinense de soul, falleció a causa de una brutal ingesta de alcohol. Sumaba entonces apenas 27 años (la misma edad que en el momento de sus respectivas defunciones tenían Jimy Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin, Kurt Cobain y Jim Morrison, valga el apunte anecdótico a pesar de que seguramente a quienes no son fans de la música rock los nombres les resulten desconocidos). Esto ha dado lugar a la popularidad de una supuesta “maldición del club de los 27” entre los seguidores del rock.

A esas alturas la discografía de Winehouse incluía apenas un par de títulos en los que interpretaba composiciones de ella misma, todas las cuales dejaban traslucir, sin lugar a dudas, una personalidad compleja, irreverente, traumatizada por los dramáticos altibajos de su vida. Y su potente voz, ligada a un estilo asimismo muy propio, hacían que tales temas cautivaran pronto a muchísima gente, harta de la chatura en la que había caído el rock merced a las imposiciones de la acaudalada industria discográfica jugada a pleno en la venta masiva de sus producciones para incrementar sin pausa los réditos de los productores. Era en realidad lo mismo que ya venía acaeciendo en otros rubros de la industria del entretenimiento: en la cinematográfica también, claro, obstinadas cómo Sony Music y sus competidoras  por exprimir hasta la última gota de cualquier diana de mercado, copiada luego, en el rubro específico, una y otra vez por compositores e intérpretes debidamente domesticados para bloquear cualquier antojo autoral.

Que la directora de este segundo film centrado en la biografía de Winehouse —el primero fue un largo documental hecho el 2005 por el cineasta inglés Sadif Kapadia— sea Samantha, su nombre aparece abreviado en los créditos como Sam Taylor-Johnson, cuya filmografía arrancó justamente en la insípida época recién aludida y en la cual obtuvo su más resonante éxito de taquilla el 2015 con la más que mediocre adaptación para la pantalla de la no menos anodina novela erótica de E.L. James 50 sombras de Grey no invitaba a tener muchas ilusiones respecto a Back to Black, en definitiva fallido y en buena medida falsificado biopic que toma su título del segundo de los dos únicos álbumes que Winehouse alcanzó a completar.

Volviendo al citado documental de Kapadia, titulado sencillamente Amy, allí quedaba ratificado lo que muchos trascendidos, divulgados con el marcado acento sensacionalista de los medios crecientemente ladeados hacia la más barata crónica roja y cuyo acoso sobre la cantante se volvió insoportable, habían engordado las sospechas acerca de los motivos que condujeron al desequilibrio emocional de aquella y a su adicción al alcohol y a las drogas duras. Dichas causas no fueron otras que la manipulación a que fue sometida Winehouse por su padre Mitchell, un taxista obsesionado con volverse millonario así fuese explotando sin la menor conmiseración a su propia hija, en complicidad con Ray Cosbert, manager de la muchacha, igualmente obstinado en lucrar al máximo con su popularidad.

Ello se tradujo, entre otras barbaridades, en obligarla a realizar una gira ininterrumpida de casi cinco años e innumerables presentaciones en público, con todas las tensiones que comporta cada actuación para cualquier artista y más aún para una que apenas había entrado en la adultez. A fin de no pausar aquel incesante ir y venir Mitchell, alentado por Cosbert, incluso se opuso a que Amy se sometiera a un tratamiento para poner coto a su entonces incipiente dependencia del alcohol. El hecho es que la gira culminó, pocas semanas antes del fallecimiento de Amy, con una escandalosa presentación en Belgrado, donde ella se resistía a subir al escenario y finalmente fue forzada a hacerlo de mala manera por sus custodios, quienes empero no pudieron hacerle recordar las letras que olvidaba obligando a reiniciar una y otra vez cada canción, hasta provocar el furioso estallido del público. 

Por añadidura, en el ínterin Amy había sido seducida por, otro chupasangre, un tal Blake Fielder-Civil, quién la empujó hacia la cocaína, la heroína y otros alcaloides y con el cual contrajo un tóxico matrimonio, signado por los abusos así como por el maltrato recurrente de él, hasta terminar en la previsible ruptura que se sumó a las otras afectaciones mentales, acentuando así a grados extremos los trastornos psicóticos de Winehouse.

Todo ello ha sido omitido en Back to Black, se presume debido a que papá Mitchell aportó una considerable cantidad de dinero a la producción, condicionando el enfoque que tomó el guion en una nueva de las varias maniobras de lavado de imagen intentadas por aquel luego del óbito de Amy. Así la película de Sam Taylor-Johnson se limita a repetir hasta el hartazgo escenas mostrando a la protagonista frente al micrófono, que se alternan mecánicamente con otras focalizadas sobre la tortuosa relación matrimonial de Amy y Blake, cuyo tratamiento narrativo se atiene al pie de la letra a las fórmulas hollywoodenses de los más pedestres melodramas. Ese modo de estructurar el relato: a cada secuencia dramática le sigue una canción cuya letra reitera lo que se ha escuchado o se escuchará a continuación, monocorde ir y venir que en lugar de permitir la aproximación del espectador al personaje protagónico lo va distanciando, o dicho de otra manera termina aguando la contextura emocional de esa historia a la que, en la vida real, le sobraron momentos trágicos, congojas y aflicciones. Bien podían haberse destinado algunos de los 122 minutos del metraje, malgastados en sosas y previsibles escenas, a tratar de acercarse al personaje en esos momentos, cuando sola, encerrada en sus dolores e incertidumbres, daba a luz a sus creaciones, franqueando de tal suerte la mencionada aproximación a su dimensión humana, mutada por la directora en un intraspasable acartonamiento.

También puede leer: LLAKI: un viaje de cuerpo y alma en clave kallawaya

No le va mejor tampoco al resto de los personajes, pero es particularmente imperdonable la flagrante tergiversación del rol de Mitchel en el drama, mostrándolo como un progenitor ejemplarmente amoroso, siempre atento a las necesidades de su hija, distorsión atribuible al antes colacionado soborno que representó su aportación financiera al film. Tal exoneración de cualquier responsabilidad de Mitchel en el doloroso descenso de Amy hacia una inescapable desesperación existencial hace que todas las tintas resulten cargadas sobre el funesto papel de Blake.

No es casual entonces que la escena más larga de la película se detenga en el encuentro entre Amy y Blake en un bar donde ella, entonces ya una celebridad gracias al éxito de su primer álbum, se encuentra dando fin a una bebida espirituosa y rumiando la angustia, como todos los demás detalles de la obsesiva personalidad de la Amy real dejadas, a lo largo del film, sin mayor ahondamiento, que en el fondo le provocaban las presiones paternas y financieras, al igual como el hostigamiento mediático, vicisitudes aparejadas justamente a la fama. Blake, ebrio, finge desconocer de quién se trata y la invita a jugar una partida de billar mientras desde el reproductor de discos se escuchan otras tantas piezas de moda que él acompaña con una mímica estrafalaria apuntada a completar su eficaz estrategia seductora que de inmediato atrapa a la muchacha y narrativamente sienta la base dramática que luego desarrollará de la misma manera esquemática, indescifrable para quienes no conozcan los pormenores de esa historia, reducida en lo que entrega Back to Black a explotar los  típicos altibajos propios de un  melodrama amoroso cualquiera. 

Si bien es cierto que  la canción cuyo título toma prestado la película, que podría traducirse como “regresar a la oscuridad”, estuvo inspirada en la insoportable relación matrimonial entre Amy y Blake, en la cual tampoco escasearon las infidelidades de este último, de allí a considerar que el dolor, la angustia, el sinsentido vital transmitido por todas las composiciones de Winehouse puedan atribuirse únicamente a tales tropezones es entonces otra de las múltiples simplificaciones y distorsiones de Taylor- Johnson, atribuibles asimismo al guionista Matt Greenhalgh, especializado en la fabricación de dudosas biografías fílmicas de figuras prominentes del mundo musical contemporáneo. Entre ellas Nowhere Boy (2009) o Mi nombre es John Lennon, opera prima de Taylor-Wood donde tomando como inspiración la biografía de su media hermana Julia Baird se relata la adolescencia del futuro integrante de Los Beatles. Ese primer trabajo conjunto entre Greenhalg y Taylor-Wood ya exhibía las flaquezas en las cuales reincide Back to Black. Sobre todo la superficialidad biográfica y la distorsión de los entretelones familiares causantes de la espiral autodestructiva que precipitó la prematura muerte de Winehouse. 

Resulta notorio el esfuerzo de Marisa Abela para meterse en la personalidad de Wienhouse, no sólo a interpretarla, por eso asumió el reto de cantar ella y no limitarse a la fonomímica con la voz original de fondo, y si bien lo hace correctamente, la voz y la entonación de aquella eran inigualables. Con todo su personificación está entre lo poco que sobresale en la medianía general de la película, atenida a los convencionalismos, incluso en los restantes trabajos actorales apegados, al igual que todo lo demás, a los clisés, comprendiendo el brevísimo fragmento del tema musical que, se dijo también, presta su título al emprendimiento de Taylor-Johnson, cuyas declaraciones a la prensa trasuntan una empeñosa, cuanto forzada, auto-atribución del carácter de autora, en el sentido de quien posee un estilo propio y una asimismo privativa visión del mundo y de la vida, cualidades que personalmente no he podido detectar en lo más mínimo siguiendo las películas que hasta la fecha puso en pantalla.

Ficha técnica

Titulo Original: Back to BlackDirección: Sam Taylor-Johnson – Guion: Matt Greenhalgh – Fotografía: Polly Morgan – Montaje: Laurence Johnson, Martin Walsh – Diseño: Sarah Greenwood – Arte: Alex Bowens, Joe Howard, Matthew Kerly, Emma MacDevitt, John McHugh – Música: Nick Cave, Warren Ellis –  Efectos: Neil Damman, Joe Holden, Sophie McGown, Hayden Sheridan, Richard Van Den Bergh – Producción: Nicky Kentish Barnes, Alison Owen, Ron Halpern – Intérpretes: Marisa Abela, Jack O’Connell, Eddie Marsan, Lesley Manville,  Bronson Webb, Therica Wilson-Read, Juliet Cowan, Sam Buchanan, Harley Bird, Ansu Kabia, Spike Fearn, Amrou Al-Kadhi, Ryan O’Doherty, Pete Lee-Wilson, Matilda Thorpe, Miltos Yerolemou, Daniel Fearn, Michael S. Siegel, Colin Mace  – ESTADOS UNIDOS, INGLATERRA, FRANCIA/2024 

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

Temas Relacionados

Comparte y opina:

José Ballivián: vestirse en tiempos actuales

El artista paceño llevó la muestra ‘Alta Gama / Espíritu Colonial’ a la Galería Nube de Santa Cruz de la Sierra

Por Juan Fabri

/ 28 de abril de 2024 / 06:42

José Ballivián (2024) presentó Alta Gama / Espíritu Colonial en la Galería Nube en Santa Cruz de la Sierra. En esta exposición nos invita a reflexionar sobre la vestimenta en los Andes actuales y los significados que detonan las materialidades vinculadas a la ropa.

La muestra es una serie de obras sobre lo chojcho que viene explorando por lo menos desde hace 10 años. Él dirá: “Lo chojcho es un término usado comúnmente en la zona occidental boliviana para denominar a una persona sin buen gusto para la vestimenta, además de tener la particularidad de ser muy básico en su lenguaje y cultura general”.

Desde mi perspectiva, considero que lo chojcho confronta las miradas exógenas y exóticas sobre el arte del país, donde se busca en Bolivia una especie de “pureza indígena”. Frente a estos discursos, lo chojcho encarna la tensión y la disputa cultural diaria sobre los cuerpos en un territorio atravesado por su historia colonial y la actual globalización. En la exposición, Ballivián relaciona lo chojcho con la vestimenta, pero esta se encuentra ligada inevitablemente con los cuerpos de quienes usan o podrían usar estas prendas.

Dentro del contexto boliviano, uno de los elementos claves de la identificación cultural, pero también de duda sobre si unx es o no indígena, es la vestimenta. El chojcho también va a encontrar en la ropa una expresión sobre su impureza, una disputa de sus ideas y una forma de habitar la ciudad llevando estas vestimentas.

El premiado artista contemporáneo José Ballivián nació en La Paz en 1975.
El premiado artista contemporáneo José Ballivián nació en La Paz en 1975.

En Bolivia recientemente vivimos el censo de población y vivienda (2024) que se realiza cada 10 años y que brinda una idea de quiénes somos como país. Dentro de una de sus preguntas se planteó la pertenencia o autoidentificación a una nación indígena. Los activistas aymaras convocaron a la población a identificarse como aymaras (por ejemplo, el concurso de video para aymaristas convocado por Elias Ajata) si es que sus padres o sus orígenes eran aymaras, más allá de si hablaban o no la lengua. Estos planteaban que ser de una nación indígena en Bolivia trasciende el vivir en el área urbana o rural, es una identidad, una pertenencia. Sin embargo, las identidades para el censo han sido entendidas de manera esencialista, es decir, si eres aymara, no podías ser guaraní o de otra nacionalidad, sólo debías escoger una opción. Lo mismo sucedió con temas de género, donde solo había dos opciones excluyentes, hombre o mujer, omitiendo el otro universo de posibilidades; de esta manera el Estado negó las diversidades que tanto publicita.

La discusión sobre las identidades, particularmente en torno a las nacionalidades indígenas, en el Estado Plurinacional de Bolivia es un elemento que constantemente está en debate tanto en el campo político como en el estético y es sobre lo que viene discutiendo el artista paceño José Ballivián, quien frente a estos discursos esencialistas, nos propone un ser chojcho. Es decir, un lugar de enunciación que está vinculado a lxs hijxs migrantes aymaras en espacios urbanos y con fuertes influencias globales, pero que no dejan su vínculo con lo aymara. Me pregunto si alguna vez será posible censarse en Bolivia como chojcho. Claramente es una categoría no reconocida en el país, porque va más allá de los esencialismos, y que Ballivián rescata del lenguaje popular.

La vestimenta es un factor importantísimo en los Andes de Bolivia. Dentro las comunidades indígenas existen fuertes controles sociales para que las personas sigan usando ponchos, sombreros, polleras, awayos, por lo menos, respecto a las autoridades originarias. Esto está en tensión con el costo de tiempo, esfuerzo e incluso dinero que pueden costar estas prendas. Frente a la gran oferta de ropa usada proveniente del contrabando que llega desde Chile y que proviene de países del Norte, principalmente Estados Unidos de América.

En la exposición, Ballivián propone que alguien chojcho podría caminar por la ciudad usando un ladrillo como cartera. La pieza Alta Gama consiste en un ladrillo sujeto con una wiskha (soga de lana de llama) que de manera conjunta evocan una forma de cartera. La importancia del ladrillo en La Paz y El Alto, ciudades en las que al llegar se puede ver el ladrillo expandido por toda la urbe y que además es símbolo de modernidad, frente al adobe que era el material tradicional con el que se hacían las casas. El usar un ladrillo como cartera enriquece para generar una metáfora de lo que nos colgamos en nuestros cuerpos, más aún que se encuentra serigrafiado el símbolo y las letras de Adidas a uno de los costados. La pintura Ladrillo led también enfatiza la importancia del ladrillo y lo vincula a un toro.

La Feria 16 de Julio o qhatu en la ciudad de El Alto ha crecido acompañada de la gran oferta de ropa usada o de segunda mano proveniente de Estados Unidos, que se vende a precios bajos y que de alguna manera ha quebrado la industria local de ropa en el país. Es decir, para las industrias bolivianas se les hace imposible o muy difícil competir económicamente en el mercado con ropa que viene con etiquetas originales de Louis Vuitton, Balenciaga o Adidas, y que se comercializan en grandes ferias a precios bajos y con una marca avalada por la gran industria de la moda occidental. Por otra parte, la Feria 16 de Julio es quizá el centro comercial más importante de los Andes actuales que toma las calles de El Alto los días jueves y sábado. Además, es quizá uno de los ejemplos más importantes de economías populares en el país. Por otra parte, la Feria 16 de Julio no es la única: todas las ciudades y ciudades intermedias en el país cuentan con algún día a la semana o al mes con una feria donde se revende ropa americana de segunda mano. Dicen que por ello en el campo es más sencillo ver gente usando jeans y zapatillas de marcas globales que pantalones de bayeta o lanas tradicionales, como quizá sucedía hace 50 años.

la muestra del artista José Ballivián se exhibió en la Galería Nube de Santa Cruz de la Sierra.

Ballivián nos propone una obra que refiere a marcas occidentales pero también a la crucifixión cristiana como parte del mismo proceso de imposición cultural. Utilizando una prenda deportiva, un buzo negro, que en la parte de adelante está escrito “Balenciaga Latam”, vinculando a la famosa marca y en la parte de atrás menciona “espíritu colonial”. La obra evoca la colonización y la imposición de las vestimentas en el contexto de la globalización. Un detalle particular es una abarca u ojota, prenda utilizada por las poblaciones indígenas campesinas originarias en Bolivia y que es posible relacionar con los pies de Cristo en la cruz.

Ballivián en la muestra reflexiona sobre el uso de estas marcas occidentales que llegan a Bolivia a manera de ropa de segunda mano o como imitaciones. Podría ser sencillo entender una asimilación cultural hacia las estéticas del norte, usando ropa americana, por los aymaras urbanos o por lxs chojchxs. Sin embargo, al lado de estos jeans, zapatillas o carteras de marcas globales que son vendidas a precios bajísimos, se encuentran también las abarcas, sombreros, ponchos o cinturones de mallkus y jilacatas (autoridades originarias aymaras). Entonces, es posible usar jean con poncho y zapatillas Adidas. También es posible no usar ninguna vestimenta indígena, no hablar aymara, ni quechua, pero preguntarse si se es o no indígena. De la misma manera, alguien que habla aymara y viste como indígena, también a veces duda si es completamente indígena o si quiere seguir siéndolo. La dinámica de las identidades también se encuentra atravesada por el autocuestionamiento de lxs sujetxs.

También puede leer: Una promesa cumplida: Obras selectas de Claudia Eid Asbún

Entonces, Ballivián propone que lo chojcho es una manera de existir con estos cuestionamientos existenciales y también con las prácticas. Además, como si se tratara de la antropofagia brasileña, lxs chojchxs se apropiarán de todas estas vestimentas y generará opciones y alternativas particulares. De la misma manera, la pieza Chojcho Cultura es una prenda negra casi como una pieza de un sacerdote con una capucha y el texto explícito que hace referencia a esta identidad. En la zona baja de la pieza, en un lugar casi pélvico, un textil tradicional aymara irrumpe esta especie de túnica.

La obra de José Ballivián nos ayuda a repensar fenómenos como la Feria 16 de Julio y también las discusiones sobre “lo original”, “lo trucho”, la copia, la falsificación, la apropiación, la alienación, lo puro y lo contaminado.

La pieza Ansiedad es una instalación que hace referencia a una chompa o suéter gigante de tres metros de alto. Un tejido elaborado de lana de llama, lana de oveja y lana sintética, que en sus materialidades nos propone la construcción de una pieza en contra los esencialismos. Es decir, en la mezcla, en la unión de varias lanas nos propone la tensión de lo chojcho. En la parte de adelante está escrito con tejido: “Locos por ti”, y en la parte de atrás: “Alta tristeza”.

Recorrer esta exposición de Ballivián invita a imaginar a sujetxs que recorran la ciudad con estas prendas chojchxs y que estas sean la expansión de sus cuerpos y las dinámicas de las identidades. Por otra parte, la obra de Ballivián me permite reflexionar que el arte contemporáneo en Bolivia, que por su tradición es principalmente occidental y que llega al país y se articula con las reflexiones y búsquedas locales, puede ser en sí mismo chojcho, por su carácter impuro.

* Juan Fabbri es licenciado en Antropología, maestro en Antropología Visual y Documental Antropológico y candidato a doctor en Antropología Cultural (Uppsala Universitet, Suecia) y docente investigador en la Universidad Mayor de San Andrés.

Texto: Juan Fabri

Fotos: José Ballivián

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Dos con sesenta

El periodista argentino Jorge Barraza escribe este homenaje al minibús paceño

/ 28 de abril de 2024 / 06:29

“Obrajes, Prado, Pérez… Obrajes, Prado, Pérez…”, la cumbia de Radio Cutipa se te hace pegadiza. Y los carteles, familiares. Yo espero Achumani Complejo. Dos con sesenta y me deja enfrente de casa. Más que el teleférico, más que el respeto de los bolivianos, más que la marraqueta, adoro esa institución nacional llamada “minibús”. Es una maravilla paceña. Vas a la cancha, te tomás el que dice Miraflores, vas al centro, a la Plaza Murillo. Son ágiles, prácticos, simples. Te paran donde estés y te dejan donde vas. No existe nada más sencillo. Ni en Suiza.

La Paz es la única capital del mundo sin transporte público. Es privado, particular. Depende todo del minibús. Pero funciona. Sin tren, sin metro, sin tranvía ni líneas de colectivos (las mínimas que hay no se cuentan como tales). El PumaKatari mitiga en parte esas carencias, aunque sin la agilidad de las combis, tiene recorrido y paradas fijas. Si no estás en la parada, sigue de largo. Y la cantidad… En la 21 de Calacoto, frente a la iglesia de San Miguel, da el semáforo en rojo y paran 20, 25 minibuses juntos. Y atrás viene otro cardumen. Y en la calle anterior, igual. Es un servicio nacido de la espontaneidad, una hermosa informalidad, que ni en el primer mundo. Ya quisieran.

“Cómprate un Quantum”, me sugieren. “Es muy lindo y lo estacionas donde quieres”. ¿Para qué…? Mi Quantum es el minibús. Dos con sesenta, me lleva a todos lados, es veloz, comete todas las infracciones de tránsito tolerables, mete la trompa y se adelanta a los autos particulares… Me encanta. Y, mientras, voy con el celular, leyendo noticias o enviando whatsapps.

Están las incomodidades, claro. Voy a Sopocachi y me toca uno de esos asientitos plegables que obligan a levantarte a cada rato, bajarte, abrir la puerta, dejar pasar, volver a subir, cerrar la puerta… Tengo al lado una señora que lleva el perro al psiquiatra y enfrente un muchacho que no para de hablar por teléfono. Quiero silencio. Después de la lluvia quedaron baches en todas las calles y cada vez que agarra uno, salto del asiento. Pero es lo que hay. Y aún a los saltos sigo amando al minibús.

“La Montes, La Ceja, El Alto…”, sigue Radio Cutipa, con el amigo René Hamel en la flauta. “Toma el que dice 20 de Octubre”, me recomiendan. Voy al consulado argentino a ver a Walter Giménez, un santiagueño que jugaba en Municipal y era una puerta vaivén: te pegaba de ida y de vuelta. Me bajo en Aspiazu, media cuadra y estoy en el consulado. Contento. Me tocó un asiento adelante y pasé todo el viaje relojeando al chofer del minibús, un talento de aquellos. Manejaba con pericia de Fórmula Uno, todo bajo control, el tránsito, los pasajeros, el cambio. Pasaba los semáforos después del amarillo, pero bien, con clase. Tenía puesto audífonos y era una máquina de hablar por teléfono. Una llamada, otra… Habló con la mujer, casi en susurros, porque los bolivianos hablan suavecito, pero se escuchan. Era casi un bisbiseo. Hice mis indiscretos esfuerzos por captar algo, sin éxito. Al final musitó un “te quiero” o algo así. Luego hizo todo un trámite telefónicamente mientras conducía, cobraba, paraba para subir a alguien, y entre todo eso, le había quedado un asiento libre y tocaba la bocinita para atraer nuevos clientes. Y todo tranquilo, sin mover un pelo. Verdaderamente, un crack. En Londres o en Barcelona no lo entenderían. Como esos mozos argentinos o uruguayos que atienden una mesa de ocho, les piden ocho platos distintos, no anotan nada y te sirven todo perfecto.

También puede leer: Pobres Criaturas

“¡Esquina…!”, grita una mujer de atrás, cuando ya la combi había arrancado. “Tiene que avisar, señora”, responde el del volante sin levantar la voz. “Le dije que en la 15”, protesta la pasajera, gruñona. El piloto no se inmuta, le para. Total, una parada informal más no hace diferencia. Me resulta curioso la profesionalidad de los choferes, nunca hablan con el pasaje, son serios, se ciñen a su cometido y van escrutando todo. Tampoco discuten con otros minibuseros cuando se enciman por el tráfico. Cada uno a lo suyo. Al comienzo, por esa modalidad de cobrar al final del viaje y no al principio, me bajé tres o cuatro veces, cerré la puerta y me iba sin pagar. No me acordaba. Me lo pidieron correctamente, sin estridencias: “Boleto, señor…” Me avergoncé y me disculpé más que suficientemente. Luego aprendí, ahora pago antes de bajar.

“Cotahuma, Alto Tejar, Buenos Aires…”. Uno que viene de una urbe donde hay siete ferrocarriles, cada uno con varios ramales y decenas de estaciones, seis líneas de subterráneos y miles de colectivos, minibuses y metrobuses, se extraña. ¿Cómo hace? Pero el minibús se hace cargo del no transporte público. Es un pulpo cuyos tentáculos alcanzan todos los barrios. Villa Fátima, Achachicala, Chasquipampa, Calacoto, Irpavi, Sopocachi…

Me voy y lo extraño. Estoy en Buenos Aires, que tiene todo y no es cómoda, sujeta a horarios y reglas. Como dice el tango de Discépolo, “hay que rajar los tamangos” (gastar los zapatos). No hay organización mejor que la desorganización del minibús.

“Obrajes, Prado, Pérez…” Dos con sesenta, te acomodás bien y vas feliz.

Texto: Jorge Barraza

Foto: Archivo

Comparte y opina:

Últimas Noticias