Gunnar Von Vogler es el fundador de Crêpe House– Chez le Père Gim, un nuevo concepto de crêpes artesanales realizadas con el “savoir faire” traído directamente de la región de Bretaña, cuna del famoso crêpe, ubicada en la república de Francia.
En este establecimiento podrás encontrar la versión salada llamada Galette, hecha con harina de trigo especial llamada sarraceno (que no contiene gluten), así como la dulce, hecha con harina blanca, utilizando en ambos casos productos frescos y de la más alta calidad.
Junto a este franco boliviano, nacido en La Paz y criado en Francia, se encuentra su socio, Xavier Baroux, quien llegó a la ciudad de La Paz dos meses después de terminar sus estudios en desarrollo empresarial y management, convirtiéndose actualmente en un valioso pilar de este restaurante.
En su carta se puede encontrar salados como la Galette Forestière, con huevo, jamón, queso y champiñones cocinados con ajo y mantequilla; la Galette Completa, a base de jamón tradicional, queso y huevo; la Choricrêpe, consistente en chorizo tradicional casero y cebollas caramelizadas con salsa chimichurri; la Galette vegetariana, hecha con vegetales de temporada y salsa de maní, o la Galette 3 quesos, con mozzarella, queso azul, cheddar, miel y comino. Todas vienen acompañadas con ensalada y vinagreta francesa.
En cuanto a las crêpes dulces, sumamente recomendables son la Clásica Francesa, hecha con azúcar, mantequilla derretida y sésamo negro; La Bretona, a base de caramelo con sal del Himalaya casero y almendras, o La Inglesa, con mermelada casera y almendras.
Todas estas delicias se pueden acompañar con diversos vinos, tanto tintos como blancos, además de cócteles, sidra, cerveza, jugos de temporada y diversas bebidas calientes.
Algo importante de recalcar es que en este lugar también se realizan veladas musicales y diversas actividades culturales coordinadas por la pareja de Gunnar, la artista Mireille Hoffman.
Bon appétit.
Crêpe House
Dirección: Av. Ecuador casi esquina Aspiazu, Sopocachi (dentro de Anami Hotel Boutique)
☎ Teléfono: 73092200
Rango de precios: Bs 23-50
Producto estrella: Galette Forestière
Estacionamiento: No
Horarios de atención: 12.30 – 21.30(martes a sábado)
La carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) enfrenta el reto de formar comunicadores para construir el futuro.
Cuando en algún medio de comunicación se habla de El Alto, por lo general se lo hace en relación con la delincuencia, y cuando se toma la palabra de algún alteño para hablar de temas a nivel nacional, se abre el micrófono a exdirigentes sindicales que hoy no tienen ninguna representatividad. Además, poco espacio mediático se da a las distintas facetas de los habitantes de esta urbe, que rompen con los estereotipos sobre el «ser alteño».
La ciudad de El Alto ha sido estigmatizada por prejuicios sociales aún vigentes; también ha sido homenajeada por la «Guerra del Gas» (2003), y hoy muchos la identifican por las llamativas construcciones denominadas «cholets». Pero El Alto es más que eso, y sus habitantes van construyendo su identidad en torno a las transformaciones sociales, políticas y culturales que atraviesa esta joven urbe de Bolivia. Siendo una ciudad resiliente y la segunda más poblada del país, viene encarando el reto de formar sus propios profesionales por medio de la histórica Universidad Pública de El Alto (UPEA).
Comunicación para transformar
La tarea no es sencilla, pero se la viene encarando, y un aspecto fundamental para cambiar la forma en la que se piensa de El Alto, sea desde esta ciudad o desde otros espacios, es la comunicación. En ese sentido, la carrera Ciencias de la Comunicación Social de la UPEA viene desarrollando un trabajo que no se queda en el «encierro académico», sino que asume las profundas transformaciones sociales, políticas y culturales que atraviesa esta ciudad y Bolivia.
Cabe recordar que la carrera de Comunicación (UPEA) tiene sus antecedentes en el año 2000, en el contexto de una lucha social y de un momento clave para la ciudad de El Alto. Inició como mención dentro de la carrera Ciencias del Desarrollo; sin embargo, fue refundada como carrera el 27 de octubre del año 2002, formando parte de las carreras que dieron vida institucional a la UPEA. Se puede decir que surgió como respuesta a las necesidades educativas de una población creciente, socialmente activa y culturalmente diversa. Desde entonces, la carrera ha crecido considerablemente en términos de matriculación, contando actualmente con alrededor de 1,800 estudiantes, siendo así la que cuenta con más población estudiantil del área social de la UPEA.
UPEA
Uno de los rasgos distintivos de la carrera ha sido y es su relación con los movimientos sociales y la política. Muchos de sus estudiantes y docentes han estado involucrados en luchas y reivindicaciones sociales, lo que ha moldeado de cierta forma el perfil del comunicador que se forma en la UPEA: comprometido, crítico y con una fuerte conciencia de los problemas sociales que afectan a su entorno. A pesar de que el contexto educativo, tecnológico y social haya cambiado, el comunicador formado en la UPEA continúa manteniendo ese rasgo.
En sus primeros años de vida, la carrera se enfocó en brindar una formación centrada en los medios tradicionales como la radio, la televisión y la prensa escrita. Su objetivo inicial era formar profesionales capaces de participar en la estructura mediática del país, con un enfoque en el periodismo. Con la llegada de la era digital y el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), el perfil del estudiante y del profesional de la comunicación ha cambiado sustancialmente. Hoy en día, los universitarios ya no estudian solo para trabajar en los medios tradicionales, sino que buscan dominar el mundo digital, las redes sociales y la creación de contenido multimedia.
En ese sentido, el plan de estudio de la carrera fue reformado en el año 2010 para incluir áreas como el periodismo digital, la producción audiovisual, el marketing digital, la comunicación institucional y la gestión de proyectos sociales. Este nuevo enfoque se alinea con las nuevas demandas del mercado laboral, que cada vez exige comunicadores capaces de adaptarse rápidamente a las nuevas tecnologías y a las nuevas formas emergentes de comunicación.
Carrera de Comunicación
A pesar de los avances realizados, la situación actual de la carrera no está exenta de desafíos. Si bien el enfoque académico ha evolucionado, la infraestructura física y tecnológica no ha avanzado al mismo ritmo. La carrera enfrenta limitaciones significativas en términos de acceso a equipos de última generación, como cámaras, computadoras, software de edición y estudios de grabación. Estas carencias llegan a limitar las oportunidades de los estudiantes para adquirir habilidades prácticas.
Así, el futuro de la carrera se presenta con varios retos que deben ser abordados para garantizar que los comunicadores formados en la UPEA sean competitivos y agentes de cambio de una ciudad joven que cada vez tiene más protagonismo. Un punto importante es la inversión en infraestructura, pues los estudiantes necesitan acceso a ambientes adecuados y tecnología moderna para dominar herramientas de edición de video, análisis de datos mediáticos y manejo de contenido multimedia, entre otros. Si se deja de lado este aspecto, la carrera corre el riesgo de quedarse atrás en la formación de comunicadores aptos para las nuevas exigencias laborales.
El mundo de la comunicación está en constante cambio y la carrera debe actualizar sus contenidos y enfoques por medio de un congreso. A pesar de que la malla curricular ya incluye contenidos relacionados con las nuevas tecnologías, es necesario incorporar las últimas tendencias en comunicación digital, periodismo de datos, inteligencia artificial aplicada en medios y las nuevas plataformas de distribución de contenido, considerando las experiencias de otras carreras a nivel nacional e internacional.
El Alto
Aunque la carrera se ha consolidado como una formadora de comunicadores comprometidos con la sociedad, los cambios que atraviesa El Alto y el país obligan a que se generen adaptaciones que den lugar a un trabajo académico de la mano con el compromiso social. La ciudad de El Alto necesita comunicadores que puedan encarar los desafíos de la era digital, que trabajen la imagen de las distintas iniciativas productivas alteñas, que establezcan puentes entre la producción académica y el lenguaje cotidiano, que generen espacios de diálogo, que formen opinión con responsabilidad, que produzcan contenidos de alta calidad, que informen con responsabilidad, que hagan relaciones públicas para abrir oportunidades, etc.
Actualmente, la carrera está en pleno proceso de acreditación, un paso fundamental para garantizar la calidad educativa, lo que permitirá actualizar el plan de estudios. Este proceso debe fortalecer el vínculo entre la producción de conocimiento desde la UPEA y las distintas actividades y facetas de la población de El Alto.
Una ciudad pujante como la alteña necesita profesionales de alto nivel, y el campo de la comunicación no está al margen de este desafío. Por ello, a más de 20 años de la fundación de la carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la UPEA, la universidad tiene la obligación de ir de la mano con su pueblo, brindando las herramientas teóricas y metodológicas para consolidar el crecimiento y el posicionamiento de nuestra urbe como una de las más importantes de Bolivia. La comunicación es una fuerza de cambio en El Alto, y esto es algo que debe asumirse desde la formación académica.
El fumigador, primer largo, que codirigió ocho años atrás junto a su compatriota Francisco Hevia, el director chileno Vinko Tomičić, ya había dejado en claro el interés de este por escarbar en la dura existencia de personajes marginales. En aquella realización contaba las andanzas de Guido, huraño empleado de una empresa de limpieza donde trabajaba desempeñando las tareas correspondientes al título del film, entretanto, pese a ya tener 33 años, continuaba bajo el cuidado de su madre, con la cual la relación se complicaba a consecuencia de su primer enamoramiento y las salidas nocturnas cada vez más frecuentes con sus compañeros de trabajo, sumiéndolo en una crisis existencial sin salida.
En El ladrón de perros, la cual entonces vendría a ser la ópera prima en solitario de Tomičić, filmada enteramente en La Paz, si bien se trata de una coproducción entre Bolivia, Chile, México, Ecuador, que asimismo contó con el apoyo de Francia e Italia, amén de haber accedido a recursos en la versión 2019 del concurso anual del programa Ibermedia, fondo de apoyo a la producción audiovisual iberoamericana, la referida predilección del director por escarbar en las enormes desigualdades sociales vigentes en las grandes ciudades de este lado del mundo vuelve a ser el nudo de la trama.
La narrativa de Vinko Tomičić
La película alza vuelo con un primerísimo primer plano de alguien que, con un bolígrafo atravesado en los labios, lee en voz alta varios párrafos. Luego de algunos segundos, le es retirado el objeto y el sujeto, ya en plano general, intenta volver a leer el mismo texto, sin dejar de tropezar en la pronunciación entretanto de fondo se escuchan risas. Enseguida nos anoticiamos que el escenario es un aula escolar donde un alumno, de inocultable procedencia popular, ejecuta el ejercicio, que provoca las risotadas de sus compañeros. La escena siguiente muestra al destinatario de las pullas y blanco recurrente del hiriente bulling de aquellos. Es Martín Quispe a quien vemos cambiando su atuendo escolar por el de un lustrabotas, “lustra” en el argot paceño, para dirigirse a la plaza San Francisco a objeto de emprender la diaria tarea con la cual se gana la vida.
En ese par de momentos iniciales del relato Tomičić, resume el acento del guion escrito por él mismo, que no es otro sino mostrar la todavía muy extendida discriminación, de larguísima data, de la cual son objeto los hijos de los inmigrantes venidos a la ciudad desde las áreas rurales en procura, frustrada en la mayor parte de los casos, de mejores condiciones de vida. Y el tratamiento de esa misma entrada en materia, anticipa de igual manera la preferencia del realizador para utilizar las imágenes reduciendo a lo absolutamente indispensable los diálogos, con la clara intención de que vaya siendo el espectador quien colija el trasfondo del argumento en lugar de suministrarle un relato premasticado.
Martín
Volviendo a la historia de. Martín, protagonista central, a esas alturas adolescente, es en realidad huérfano pues siendo niño perdió a su madre y al parecer nunca supo quién había sido su progenitor. Obstinado en llenar tal vacío va fabulando con ganarse el cariño del señor Novoa, uno de sus clientes habituales, con el cual va estableciendo una relación especial, ya que sospecha que podría haber sido ese padre al cual jamás conoció. El muchacho vive, bajo el cuidado de Gladys, amiga de su difunta madre y ahora empleada en la casa de una pudiente anciana, la señora Ambrosia, personificada por la ya entrada en años notable actriz boliviana Ninón Dávalos, quien retorna a la pantalla luego de una larga ausencia.
El tal Novoa es sastre y vive agobiado por la tan frecuente soledad que aqueja a los adultos mayores en las urbes donde se extravió la sociabilidad dando paso a un individualismo acicateado por los problemas existenciales de cada uno y por las urgencias priorizadas por el modelo socio/económico vigente. Así pues, Novoa, tal cual ocurre con cada vez mayor frecuencia al día de hoy, intenta mitigar ese pesado aislamiento con la compañía de Astor, su mascota canina.
El título pluraliza inadecuadamente el pillaje del protagonista ya que es uno sólo el can robado por aquel, a instancias de sus amigos, con el fin de acceder a la jugosa recompensa ofrecida a través de los cientos de afiches que Martin, entretanto simula cooperar en la búsqueda, va colgando en las calles aledañas al taller de Novoa, aun cuando suele fatigarse y quemar o arrojar al basurero parte de los carteles que este le encomienda pegar.
Vinko Tomičić, director
Franklin Aro, seleccionado entre varios aspirantes, todos ellos lustrabotas en la vida real, para asumir el rol de Martín, sale muy bien librado del para nada sencillo reto. No es por nada que recibió el premio a mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Antalya (Turquía). De seguro no faltaran quiénes opinen que su faena es demasiado inexpresiva, pero a mi entender el rostro inmutable de Aro no sólo corresponde al semblante del personaje, es en el fondo el de miles de habitantes en la urbe que, sintiéndose ajenos, no terminan de entender el sentido, ni la meta, del agitado corre-corre o del bullicio de fondo (bocinazos, insultos, gritos de alguna manifestación, música a todo volumen) incluido en la banda sonora, aporte indudable del diseñador de sonido uruguayo Federico Moreira, quién asimismo formó parte del equipo técnico de Utama, y del compositor franco libanés Wissam Hojeij.
El papel de Novoa lo asume el prestigioso actor de teatro y cine chileno Alfredo Castro, con más de cuarenta largometrajes a sus espaldas. Y esa larga experiencia se refleja en su versatilidad para transmitir distintos estados de ánimo sin necesidad de incurrir en grandes despliegues gestuales, que hubiesen resultado discordantes con ese personaje enclaustrado en sus propios recuerdos. Le alcanza y sobra con una contenida fluctuación que va desde su naciente cercanía afectiva hacia Martín hasta el desencanto cuando percibe que es él quién se apropió de su perro, dejando de paso trascender que tal vez los unía una pasada relación sanguínea, dejada en borrador debido a los aplastantes prejuicios sociales y raciales intocados desde siglos atrás.
Elementos de Vinko Tomičić
Los pasamontañas con los cuales los lustras ocultan sus rostros, o sea encubren sus verdaderas identidades, a objeto de evitar ser blanco de insultantes agresiones de quiénes gozarían de una pretendida e intocable superioridad, en el caso de Martín sus compañeros de colegio, vienen a ser una señal muy precisa de tal forzada necesidad de esconderse en el anonimato denunciada por El ladrón de perros sin necesidad de subrayar explícitamente dicha connotación.
La puesta en imagen sortea en buena medida la más mínima tentación de incurrir en el, tan frecuente, disparate del exotismo o del recurso a las postales turísticas con el supuesto propósito de homenajear los evidentes atractivos distintivos de una ciudad inconfundible por su geografía, más no tan disímil a otras capitales cercanas, aquí y en los países colindantes, de igual manera hibridadas entre los lugares donde la discutible premisa de la modernidad, o del desarrollo, se traduce en la densificación vertical, signada por la proliferación de edificios más o menos lujosos, circundados de zonas, en buen grado inhabitables, de acogida, por denominarlas de alguna manera, reservadas a quiénes migran en procura de alguna oportunidad de emerger del hueco.
Lugares
Ejemplo del señalado modo de discurrir por la ciudad son las tomas del, o desde el, teleférico, adecuadamente dosificadas, lo mismo que aquellas otras vistas registradas en callejuelas y pasajes del viejo centro paceño, cómo el pasaje Jaen, donde el drama es escenificado, para no dejar que el espectador pierda de vista hacia donde enrumba dramáticamente el trabajo de Tomičić y así, de paso, poner sobre el tapete la pertinencia de continuar copiando los patrones impuestos por el capitalismo, cuya influencia hipnótica se ha visto exacerbada por la tecnología masiva propia de la mundialización de su actual etapa informática.
Y no dejan de ser asimismo resaltables las imágenes del depósito de automóviles en desuso donde Martín y sus compinches, llegado el momento sus cómplices en el hurto de Astor, transcurren sus momentos libres. Tal metáfora visual, tengo la impresión, intenta enfatizar la estupidez de la sociedad de consumo, únicamente a los desechos de cuyos portentos pueden acceder quiénes moran en los arrabales.
No obstante su moderado tiempo de duración, una hora y media, a El ladrón de perros le sobran algunos minutos, en particular las escenas, bastante deshilvanadas y confusas relativas a los trámites de adopción que lleva adelante Gladys y, en cierto momento pareciera tentar Novoa.
Crítica
Personalmente se me antoja de igual manera insuficiente el acrítico enfoque del guion y la dirección acerca del uso paliativo por Novoa de su pastor alemán, suerte de placebo frente al vacío provocado por su depresiva soledad, recurso, dicho sea de paso cada vez en mayor medida empleado en medio de la actual “candemía”, que hace parte de las falaces coartadas impuestas a los imaginarios colectivos a fin, a su vez, de atemperar el sentido de culpa colectivo de cara a las averías provocadas por un antropocentrismo depredador cuyas consecuencias son noticia diaria.
En un balance final El ladrón de perros, en varios tramos del relato, inspirado en algunas de las obras maestras del neorrealismo italiano, en particular Ladrones de bicicletas, inmarcesible trabajo cumbre de Vittorio de Sica en 1948, es una película necesaria de ser vista a fin de repensar, y rediscutir, nuestra mirada sobre el común entorno diario y sus severas anomalías.
Ficha técnica
Título Original:El ladrón de perros – Dirección: Vinko Tomičić – Asistente de Dirección: Alvaro Muñóz Guion: Vinko Tomičić, Samm Haillay – Fotografía: Sergio Armstrong – Montaje: Urzula Barba Hopfner – Arte: Valeria Wilde Monasterios – Música: Wissam Hojeij – Sonido: Odin Acosta, Agustin Iragola, Juan José Luzuriaga, Federico Moreira, Felipe Zavala – Animación: Koosuke Amezcua – Continuidad: Alejandro Wirth – Posproducción: Constantino Arredondo, Ari del Castillo, Christian Nawrath Smith, Pierre Cattoni, Pablo Mondragón – Producción:Edher Campos, Matías De Bourguignon, Gabriela Maire, Álvaro Manzano Zambrana, Omar El Kadi, Mario Mazzarotto, Nadia Turincev, Francesca Noia van der Staay – Intérpretes: Franklin Aro, Alfredo Castro, Teresa Ruiz, María Luque, Julio César Altamirano, Ninón Dávalos, Kleber Aro, Valdimir Gonza, Jhoselyn Cosme, Wolframio Sinue, Felix Omonte, Angel Guevara, Deyvid Bellido, Iván Cori , Ulises Valencia, Raúl Montecinos – BOLIVIA, CHILE, ECUADOR, MÉXICO, FRANCIA, ITALIA/2024
La carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) enfrenta el reto de formar comunicadores para construir el futuro.
Al entrar a la sala de Kiosko Galería, ubicada en el casco viejo de la capital cruceña, encontramos un inusual mundo imaginativo, propuesto por el artista Randy Rojas con el título «Naturaleza rosada» (presentada del 26 de septiembre al 24 de octubre de 2024). Se trató de una instalación en la que coexistían los lenguajes de la pintura, la cianotipia y la escultura junto con el objeto encontrado. En medio de la sala blanca de la galería, el color rosado predominaba en casi todos los elementos exhibidos, haciendo recordar por un instante las instalaciones de Raquel Schwartz en la década de los 2000, en las que forró con peluche rosado diferentes espacios y objetos; particularmente en una de las obras emblemáticas de la artista, «Ilusión» (2005), realizada in situ en la Bienal del Mercosur, donde envolvió con peluche rosado un ambiente familiar de comedor, no solo las paredes de la casa, sino también los muebles y utensilios, además del baño.
La idea rosada
Randy Rojas afirma estar al tanto de este antecedente, pero indica que llegó al color rosado por otro camino. El asunto de este artista –licenciado en Artes Dramáticas por la Escuela Nacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra– fue hacerse un alterego, por ello firma como @cambitamalcriado, y fabricar un mundo desde ahí en «Naturaleza rosada». Se trató de su primera exposición individual, donde se apropió de un espacio de exhibición para crear un «territorio seguro», donde pudo teñir de color rosado las relaciones que mantiene con el mundo. En el caso de Raquel Schwartz, la asociación del color rosa era con la búsqueda de la felicidad, convirtiendo un ambiente de la cotidianeidad en un lugar imaginario y lúdico, simbólico de una vida tanto perfecta como plástica. Rojas, en cambio, aludió más directamente a las connotaciones sexuales y a las distinciones de género en el imaginario social ortodoxo.
Delirar en colores
En el último tiempo, Kiosko Galería viene siendo plataforma de exposiciones cuya temática aborda los significados posibles de diferentes colores; ya lo hicieron con el negro anteriormente («Noir»), y este año se han ido sucediendo tres exposiciones, cada una de ellas dedicada a uno de los colores de la bandera de Bolivia: «Rojo» (junio 2024), «Amarillo» (agosto 2024) y «Verde» (octubre 2024). Pero mientras la consigna curatorial de aquellas tomó como disparador lo que representan estos colores en el símbolo patrio, lo que hizo Randy Rojas con el rosado parecía, a priori, no tener un referente con la misma carga simbólica o histórica.
En términos psicológicos, el color rosado proyecta optimismo, es purificador y armonizador, y en Santa Cruz nos recuerda también a las flores caídas del árbol Toborochi que embellecen las calles en la estación otoñal. Recuérdese la expresión popular «ver las cosas color de rosa», asociada a la inocencia y la delicadeza, también a cierta calma y suavidad. Por otro lado, suele asociarse el color a lo femenino mucho más que a la masculinidad. Rojas colocó el dedo ahí, reflexionando acerca del ser gay en la ciudad de Santa Cruz ya desde sus primeras intervenciones. Podríamos referirnos también a la simbología de la bandera del arcoíris, diseñada en 1978 por Gilbert Baker, representativa de la libertad para la comunidad de homosexuales. El rosado en esta bandera representa la sexualidad.
Objetos
Así pues, vimos que Randy Rojas descontextualizó el tacú, utensilio de la cocina tradicional cruceña, para componerlo en una instalación con otros objetos, tales como la representación del pene erecto humano, espinas de Toborochi, ramas de árbol, frutos de lana, y todo ello reunido por el color rosado.
En un texto de difusión de la exposición, se indicó que la intención del artista era «construir un hogar protegido donde poder jugar con el color, disfrutar de las formas fálicas, conectarse con la naturaleza que lo identifica, como camba, como cruceño, como boliviano».
Desear es delirar
Ya podemos imaginarnos de qué hubiera hablado Sigmund Freud al ver en esta sala las alusiones a formas fálicas y la representación misma del pene erecto posado sobre una silla colgante. Y es que el psicoanálisis freudiano traduce casi todo a un único factor, ve fantasmas de Edipo por todas partes, sea la imagen del padre o de la madre, del falo, etc. En nuestro caso, apoyados en la filosofía constructivista de Gilles Deleuze, quisiéramos plantear algo muy sencillo: «Naturaleza rosada» no fue acerca del complejo de Edipo, ni de la obsesión por un color, sino que fue ante todo acerca del deseo. Decía Deleuze que no se desean cosas particulares, sino que siempre deseamos en conjuntos.
«Cuando una mujer dice: deseo un vestido, deseo tal vestido o tal blusa, es evidente que no desea tal vestido en abstracto. Ella lo desea en un contexto de su vida, que ella va a organizar el deseo en relación no tanto con un paisaje, más con personas que son sus amigas, o que no son sus amigas, con su profesión, etc. Nunca deseo algo solo, tampoco deseo un conjunto, deseo en un conjunto» (Deleuze, 1988).
Deseo
El deseo hace delirar y pone en movimiento poblaciones, climas, colores, geografías, colectividades. En este trabajo, Randy Rojas tomó el color rosado como plano, no como fin. Lejos de aferrarse al lamento de la marginalidad, Rojas prefirió el deseo inventivo; su delirio lo llevó a inventar un territorio imaginativo donde reunió elementos representativos de la subjetividad con la que se identifica y del contexto social en el que se desenvuelve. Los reunió para dislocarlos. Más allá de la cercanía inicial con la instalación de Raquel Schwartz, el antecedente más crucial para «Naturaleza rosada» tal vez sea otra exposición que pudo verse en la misma sala hace un año: «Kambae» (2023). Fue un ejercicio colectivo, bajo la curaduría de Rodrigo Rada, que buscaba deconstruir la tradicional comprensión del ser camba, a partir de un diálogo creativo con ciertas formas del costumbrismo local y sus símbolos tradicionales, como ser la bandera de Santa Cruz, el Sombrero de Sao, o la intervención sobre objetos artesanales identitarios.
Así entonces, «Naturaleza rosada» fue un modo de resistencia desde el campo de la ficción, que cuestionó las cadenas significantes establecidas en la formación típica del ser camba, a favor de una comunidad con la que Rojas se identifica, un delirio en rosa que no se colgó de la bandera de la marginalidad, sino que más bien ejercitó una voluntad constructivista, de invocar otros escenarios incluyentes para la interacción humana en los tiempos que corren.
La carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) enfrenta el reto de formar comunicadores para construir el futuro.
La historia de una nación se teje con muchas fibras, algunas de ellas son las acciones y decisiones de individuos cuyo impacto trascienden su tiempo. Acciones y decisiones como las tomadas por Raúl Bravo Portocarrero (1906-1995), profesor, filósofo, ex- combatiente del Chaco, líder scout, periodista y político boliviano. A lo largo de su vida, que abarcó gran parte del siglo XX, Bravo, no solo fue testigo de momentos cruciales en la historia de Bolivia, sino que también fue un promotor del cambio en aras del progreso, moldeando el futuro del país a través de su dedicación a la educación, al servicio militar, su participación en la política nacional, y su rol en la organización civil de los barrios.
Bravo inició su carrera como educador, obteniendo el título de Profesor de Estado en Ciencias Sociales. Su pasión por la enseñanza lo llevó a ocupar cátedras en prestigiosas instituciones, desde colegios en las ciudades capitales más importantes, hasta universidades y en el Colegio Militar. Sin embargo, su impacto en la educación boliviana fue mucho más allá de las aulas. Como Director Nacional de Secundaria, Director Nacional de Escuelas Normales, Director General de Educación Rural y cabeza del Magisterio, Bravo implementó políticas que transformaron el sistema educativo del país. Su legado más tangible fue la fundación de más de 30 núcleos escolares campesinos y aproximadamente mil escuelas seccionales, llevando la educación a zonas remotas de Bolivia.
Raúl Bravo Portocarrero, educador
El legado de Bravo en el ámbito educativo es particularmente notable y de largo alcance. Como fundador de núcleos escolares campesinos y escuelas seccionales, su impacto en la alfabetización y educación de la población boliviana es inconmensurable. Si consideramos que cada una de estas escuelas por lo bajo educaban al menos a 20 niños al año, estamos hablando de más de 20,000 vidas directamente impactadas anualmente.
Similar escenario acontece con los colegios fundados en las urbes, como el Jaime de Zudañez, en Sucre, y en La Paz el colegio Germán Bush, Virgen de Pompeya, Faustino Sarmiento, British Instituto, y el Instituto Educativo Miguel de Cervantes, muchos de ellos aún activos, graduando promociones cada año desde su fundación.
La vida de Bravo también estuvo marcada por el servicio militar. Como veterano de la Guerra del Chaco (1932-1935), alcanzó el grado de teniente y recibió numerosas condecoraciones por su valentía, incluyendo la Medalla al Mérito Militar y la Cruz de la Hidalguía de Guerra. Su participación en batallas cruciales como Cañada Strongest le valió el reconocimiento como Héroe Nacional por las Fuerzas Armadas de Bolivia.
Política
En el ámbito político, Bravo sirvió como Diputado Nacional en dos ocasiones (1945 y 1967-1969), presidiendo la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados. Su experiencia en educación y su servicio militar informaron su trabajo legislativo, permitiéndole abordar temas cruciales para el desarrollo del país. Uno de esos temas, fue el bono para los ex combatientes del Chaco y sus viudas, causa a la que se entregó alma, vida y corazón, y por eso fue representante de legión de ex combatientes durante varias décadas.
Además de sus roles oficiales, Bravo fue un prolífico escritor y académico. Como periodista profesional, produjo numerosas publicaciones sobre historia, educación y temas militares tanto en prensa como en revistas de la época. Su compromiso con el conocimiento lo llevó a ser miembro de la Sociedad Arqueológica de Bolivia y de la Sociedad Geográfica de La Paz.
Como es lógico de suponer, todo este gran trabajo, dejó mucha documentación que hoy para nosotros se traduce en memoria vital para la reconstrucción de la historia del siglo XX. Es por este motivo que los actuales custodios de la documentación; el Instituto educativo Miguel de Cervantes y Saavedra, en colaboración con la historiadora orureña Paola Villarroel Oyanguren se postularon al Fondo Concursable Municipal de las Culturas y las Artes (FOCUART) para realizar la catalogación y conservación del archivo de Bravo y honrar su arduo trabajo en favor del desarrollo del país.
Legado
Para preservar el material bibliográfico contrataron los servicios de Restauraciones Supay, a la cabeza de Tatiana Suarez Patiño, conocida restauradora de patrimonio documental, pues conservar este archivo de manera adecuada no solo es un acto de agradecimiento, sino que es continuar con el legado educativo de Bravo al poner su archivo al servicio de investigadores y estudiantes que requieran de fuentes inéditas y temas variados sobre las distintas esferas de la vida nacional.
Es de gran importancia preservar y abrir al público el archivo de una figura como Raúl Bravo Portocarrero, pues su vida y obra ofrecen una ventana única a momentos críticos de la historia boliviana del siglo XX. Sus escritos, discursos y documentos oficiales proporcionan información valiosa sobre la evolución de la educación en Bolivia, las estrategias militares durante la Guerra del Chaco y los debates políticos de la época. Por estos motivos, este acervo es un tesoro documental que merece ser conservado y estudiado, representa no solo la vida de un individuo notable, sino también un capítulo importante en la historia de Bolivia, ofreciendo lecciones valiosas para las generaciones presentes y futuras, además de fuentes de no trabajadas para historiadores de este periodo.
La carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) enfrenta el reto de formar comunicadores para construir el futuro.
Transición: Mi viaje a través de retratos es la primera muestra del artista paceño Sergio Haisch Timm en Bolivia, país al que regresa de visita, pues vive desde hace 20 años en Oslo, Noruega. Allí se ha forjado una carrera de diseñador gráfico y paralelamente ha expuesto sus óleos en espacios como la galería Bak Fasaden de la isla de Skåtøy. Este viernes 18, a las 18:30, inaugura la muestra en la Fundación Patiño (Av. Ecuador N° 2294, esquina Rosendo Gutiérrez) de La Paz.
La exposición en Bolivia surgió como una iniciativa de Paola Morales, amiga del pintor y gestora cultural. “Encendió en mí el sueño de exponer mi trabajo en mi tierra y de compartir una pasión que nació en La Paz y me siguió a través de mis 20 años en Noruega. El sueño toma forma con el apoyo y trabajo de amigos (muchos para nombrar) y mis padres, Marina y Julio, que desde aquí establecieron contactos y buscaron posibles galerías. Mientras tanto, en los largos meses de preparación, el apoyo de mi esposa, Cecilie, y mis hijos, Anna y Matheo, me mantuvieron en pie. Al final, con la ayuda de María Tapia, fue el precioso Espacio Simón I. Patiño el que abrió sus puertas, brindándome la posibilidad de hacer el sueño realidad”, relata Haisch.
Como diseñador trabajó para el Estado noruego como líder de sistemas de diseño para NAV – Norwegian Labor and Welfare Administration (Administración de Trabajo y Bienestar de Noruega) y en Digitaliseringsdirektoratet (Dirección de Digitalización), entre otros. Como artista, ha recurrido a los retratos para forjar su discurso.
La creación en Sergio Haisch
“Mi proceso creativo implica investigación, experimentación e interacción. Es mucho más sistemático de lo que podría atribuirse a un arte plástico. La parte de inspiración es constante, en la ciudad, en la gente que veo y en mi cultura que se transpone en el contexto en el que vivo. Esta inspiración se convierte en conceptos que inician la búsqueda de modelos, tanto reales como imaginarios. Una vez encontrados, comienza un proceso de composición y trabajo con color, llegando a un boceto digital y los respectivos estudios en óleo en miniatura. Cuando los valores y composición son de mi agrado, comienza la pintura en pleno”.
La experiencia del artista como diseñador formado en Noruega se puede apreciar en composiciones directas, sencillas, casi editoriales. “Pero por otro lado, el uso de colores saturados es posiblemente algo que llevo en la sangre”. La influencia de los procesos fotográficos destaca en esta muestra, como puede verse en su página web www.sergiohaisch.com.
La Paz abrazó la visita del artista, ciudad donde empezó de forma instintiva a cultivar su técnica. “La ciudad me recibió con salteñas, llajua, singani, cielo azul, más líneas de teleférico y el caos total que es el tráfico en el centro. Pero más que nada con la dicha de compartir con familia y amigos de toda la vida”. Sergio Haisch desea transmitir al público paceño con su exposición, que estará abierta hasta el 30 de octubre, que con suficiente empeño y dedicación los sueños pueden realizarse. “Por más lejos que uno viaje, a través de tiempo y distancia, el corazón mantiene su identidad. En mi caso, un paceño nacido en Sopocachi que disfruta de pasear en las calles de Oslo, nadar en el fiordo y esquiar de vez en cuando… Intentando no matarse en el intento”.
La carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) enfrenta el reto de formar comunicadores para construir el futuro.