El Rally Dakar de 2014
Pareciera que las gestiones del Gobierno boliviano por traer el Rally Dakar al país van por buen camino
Pareciera que las gestiones del Gobierno boliviano por traer el Rally Dakar al país van por buen camino. El intento no es de ahora sino de hace años. Y el reciente anuncio del presidente Evo Morales, para asistir el próximo miércoles en París a una reunión con los organizadores de la carrera más grande y peligrosa del mundo, da a entender que más que nunca ese sueño está por convertirse en realidad.
Tienen que pasar muchas cosas para, como antes ha ocurrido con Argentina, Chile y Perú, el Dakar entre a Bolivia. Primero, demostrar que el país cuenta con terrenos “aptos”, lo que no quiere decir carreteras perfectas sino todo lo contrario, terrenos acorde a la naturaleza de esta competencia mundial de aventura sin igual. Segundo, la organización, que debe disponer de capacidades a la altura de un evento grande. Y tercero, y quizás lo más importante, un fuerte aporte económico que, según le toque a cada quien, puede traducirse en varios millones de dólares.
Por encima de todo, el Dakar debe asegurar su estabilidad económica. Al ser un emprendimiento privado cuida hasta el mínimo detalle. Su grandeza, a partir de los casi 500 participantes y lo que ellos pagan por correr, garantizan beneficios económicos increíbles para los países por donde pasa la carrera y representa un importante impulso para el turismo si acaso se sabe conducir sus entrañas hacia él.
En ese sentido y dentro de la magra economía de un país como Bolivia, el Gobierno tiene el pleno convencimiento de que traer la carrera no será un gasto sino una inversión. Una acción de promoción turística muy importante para el país y que puede generar beneficios históricos jamás pensados. No es para menos, esto gracias a que —según las cifras de los organizadores— el rally atrae a más de 1.000 millones de espectadores en todo el mundo a través de unas 1.200 horas de difusión por televisión. Del mismo modo, al menos unos 5 millones de espectadores se congregan a mirar los espectaculares recorridos por los majestuosos paisajes de los países sede.
Si el Gobierno está dispuesto a meterse en este mundo de los millones de millones, no deja de ser una decisión contradictoria para un país que no tiene la capacidad de otorgar un adecuado presupuesto destinado a la actividad deportiva. En todo caso, cabe abrir la posibilidad de que, efectivamente, los beneficios sean grandes y sería bueno —lo anotamos una vez más— que una parte de ellos sea destinada a los deportistas. De lo contrario, daría la impresión de que el deporte fuera un pretexto para servir a otros intereses.