Todo lo que está mal
Todos somos responsables en mayor o menor grado de maltrato pasivo contra los niños.
Abres el periódico y lo encuentras: está claramente desplegado, explícito y con todos sus dolorosos detalles. Una niña de 12 años fue violada por su tío. Su madre la ayuda a esconder el embarazo hasta que da a luz. Nacido el niño, el padre de la niña se entera del secreto y las golpea a ambas. Luego deciden matar al bebé, para evitar que los miren mal en el barrio. Los descubren y ahora la madre está presa, la niña está en custodia de las autoridades y padre y tío están prófugos.
Una mujer de cierta edad tiene un hijo después de ser abandonada por su pareja en la más absoluta pobreza. Desestabilizada emocionalmente y desesperada económicamente, decide matar a su bebé y luego suicidarse. Pero el suicidio no funciona. Desequilibrada psicológicamente, se pone a vagar por las calles con el cuerpo de su niño cargado en su aguayo. La descubren y ahora está presa. El padre del niño, quién sabe dónde anda.
Y está todavía la otra historia, la que dio mucho que hablar en las semanas pasadas. Una pareja se separa, como sucede todos los días. Las dos hijas se convierten en palanca de presión y de chantaje, como sucede todos los días. El padre obtiene, finalmente, la custodia de las niñas.
Ambos rehacen sus vidas. El padre y la madrastra maltratan a las niñas, llegando al punto de dejar en coma a una de ellas. En el hospital se descubre la situación y se hace la denuncia. El padre y la madrastra van presos. La niña muere por causa de sus heridas. Y, en un giro inesperado dentro de una historia lamentablemente previsible, arrestan también a la madre por maltrato pasivo y abandono. La otra niña, la sobreviviente, termina en un orfanato.
Este último caso, el de la niña Abigaíl, es inusual porque la Justicia se esmeró en buscar y castigar a todos los culpables de un infanticidio, tanto a aquellos que levantaron el palo como a quien no estuvo presente para proteger a la pequeña víctima. Pero no es inusual, porque la culpable adicional, la culpable esencial, la culpable original es, como siempre, la madre.
Ella se fue y dejó a las niñas bajo cuidado de su padre, eso es un delito que se castiga con cárcel. Pero el padre que abandona a sus hijos, que no contribuye a su alimentación ni a su cuidado, que se olvida de que existen y no regresa ni siquiera para saber si están siendo maltratados, él no recibe sanción alguna, ni penal ni social. Él está simplemente siguiendo una costumbre generalizada. El padre de Abigaíl fue golpeado por otros presos en la cárcel donde fue encerrado, pero no fue por el abandono, sino por el maltrato. Resta saber cuántos de los hombres que lo golpearon hasta matarlo no son a su vez culpables de maltrato, activo o pasivo, hacia sus propios hijos.
Si hemos de tomar en serio la protección a los niños, como lo hizo la Justicia en este triste caso, todos los bolivianos seríamos responsables en mayor o menor grado de maltrato pasivo. Una niña de 12 años es violada por su tío porque las redes de protección familiar se han disuelto. Una mujer mata a su hijo e intenta suicidarse porque las redes de seguridad social son inexistentes. Una madrastra puede abusar sistemáticamente de dos niñas porque las redes de protección vecinal se han deteriorado. Un hombre bajo la custodia de la Justicia, al interior de una prisión, puede ser asesinado sin testigos y sin consecuencias porque las redes de seguridad institucional son absolutamente deficientes. Todo lo que está mal en nuestra sociedad queda así desplegado ante nuestros ojos. Y ni así lo vemos.