Voces

Friday 10 Mar 2023 | Actualizado a 09:43 AM

Hermano mosquito

Gorgias cree que nada existe; cree que si algo existiese sería incognoscible y cree que si fuera conocible sería incomunicable.

/ 25 de enero de 2023 / 01:32

“Para Ricardo, con el poder de la poesía y el tiempo verdadero”. Así reza la dedicatoria del poeta para este lector. La otra, la que cuenta, está en la página que no lleva número (es la siete), “a mi madre”. El libro, presentado en olor de multitudes el año pasado en la Feria de agosto, se llama Insectario (editorial El Cuervo). Mientras lo leo y lo releo en caminatas y viajes se me ocurre otro título: Hermano mosquito. Cuando veo en septiembre una columna del escritor Antonio Muñoz Molina en el periódico El País, suplemento Babelia, me parece que también al español se le ocurren títulos para el poemario del Piñas. La nota de Muñoz Molina se llama Hermano escarabajo. Tiene esta frase: “Ahora que desaparecen los animales y las plantas es cuando nos damos cuenta de que esa ausencia es aterradora”.

Muñoz Molina juega a comparar insectos con poetas famosos. Trato de imaginar algo parecido con los nuestros: Blanca sería una buena abeja reina; Robertito, una polilla eterna; Humberto, una libélula que ilumina todas las noches; Camperito, un curucusí con luz de jaguar azul. ¿Cuándo ha sido la última vez que te has dado el lujo de perseguir con la mirada una mariposa?

En las infancias nuestras había caracoles, saltamontes, grillos, chicharras en el calor, lagartijas, sapos, golondrinas que hacían verano. En la casa del pueblo de mi abuela jugábamos a carreras de caracoles en la pared. Duraban toda la tarde. De wawas matábamos sin piedad. Un mosquito era un enemigo a exterminar; una mosca, la mejor víctima para ser torturada. Después de leer Insectariome siento culpable.

Piñeiro, el poeta, nos viene a decir que los insectos nos enseñan cosas. Las mariposas te dicen cómo te puedes transformar, cómo puedes arrancar otra vida dentro de la tuya, te recuerdan que nunca es tarde para comenzar de nuevo. El Piñas cita a Jaime Saenz en la página nueve, como si fuera un faro: “El insecto, en cierto modo, es el creador del hombre, porque le da la piedad y la medida de su grandeza. Ama al insecto, ten fe en él y no le des muerte nunca. Es el espejo de tu propio ser. Ámalo en vida e inventa formas de tumba para él luego de su muerte”.

En el Rijks Museum de Amsterdam hay una exposición llamada Clara en Onderkruipsels (Clara y las criaturas pequeñas). Clara es una hembra rinoceronte. Es de la India. Se hizo famosa en el siglo XVIII paseando por media Europa. En el museo, junto a dibujos de ella, hay doscientos insectos, arácnidos, anfibios; son animales atractivos para la ciencia; fascinantes para escritores y artistas. Hay hormigas soldado de un metro de alto. Es una instalación del colombiano Rafael Gómez Barros.

Las hormigas son nómadas (como nosotros); son laburantes, resilientes y solidarias. Aguantan todo. A veces hasta creo que pueden convertirse en mariposas. Son mal vistas, pero. El colombiano las usa como metáfora para combatir la xenofobia y el racismo; esos dos bichos asquerosos. Hasta el siglo XVI los insectos tenían mala fama, satánica incluso. Los reptiles se llevaban la peor parte.

Mosquito y piedra es un diálogo sordo entre el poeta que tiene nombre y apellido y el mosquito que no tiene aunque el poeta lo haya bautizado sin su permiso. Ahora se llama Harry Anópheles. ¿Puede un mosquito responder al nombre de Harry? En el poema de la página treinta y siete, el escritor se pone al servicio del hermano mosquito: estamos para que él fecunde sus huevos en nuestra sangre, en todas las sangres. No se puede explicar este intercambio. Recuerda a Saenz: somos el espejo.

El siciliano Gorgias nació en el año 480 antes de Cristo en Lentini, toda una declaración de principios. Fue el filósofo sofista, por antonomasia. Alumno de Empédocles, es considerado el padre de la oratoria. Gorgias era una ferviente creyente de la palabra. La palabra, como potente monarca (nombre de una hermosa mariposa); la palabra, de minúsculo cuerpo (como la hormiga obrera); la palabra que elimina miedos y dolores, que trae alegría y luz (como la libélula de Humberto o el curucusí de Camperito).

Gorgias fue un maestro nómada, iba de ciudad en ciudad buscando estudiantes y daba conferencias, las primeras. Tenía escritos (la mayoría se han perdido) pero también improvisaba, como los grandes del jazz. Lo hacía a pedido del público. Elogio de los mosquitos es uno de los pocos textos que conservamos. La adoxografía es el elogio de una material trivial o básica. Insectario es adoxográfico como el Encomio de la mosca de Luciano de Samosata.

Gorgias cree que nada existe; cree que si algo existiese sería incognoscible y cree que si fuera conocible sería incomunicable. La inmortalidad del alma de un mosquito es incomunicable, como este primer poemario de Juan Pablo Piñeiro; una lección de renacimiento, una lección de tiempo verdadero.

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique.Twitter: @RicardoBajo.

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Quiero ser tu hija

/ 8 de marzo de 2023 / 01:46

El visitante, el cuarto largometraje de Martín Boulocq, arranca con un plano fijo, como lo hacía Eugenia (2018); es una marca de la casa. El personaje principal sube una cuesta; va a tener que trepar toda la película. Y nosotros, con él. Un padre (exalcohólico) sale de la cárcel y quiere comenzar una nueva vida. Lo primero (y único) que desea es recuperar a su hija en manos de su “familia” de pastores evangélicos uruguayos.

La cámara de Boulocq es un personaje más (otra marca de la casa). El cineasta cochabambino la coloca siempre a una respetuosa distancia, salpicada de escasos/primeros planos. El gran personaje es el silencio, los silencios. Fruto de un guion trabajado con el escritor (también cochala) Rodrigo Tico Hasbún, el ascetismo de los diálogos llega para ahondar en una estética particular. Pero lo que no dicen las palabras, lo dice la música. El título de esta crítica suena en los créditos finales en una cumbia cristiana sutilmente premonitoria.

Boulocq eligió primero una voz; esa voz (como instrumento) es la del protagonista, Humberto (Lobito para los cuates); es “el que se gana la vida cantando a los muertitos”. Humberto, cantante de velorios, es el tenor Enrique Aráoz, un actor no profesional (marca de la casa) nacido para hacer el cine de Boulocq/Hasbún. Aráoz —de un parecido con Pavarotti que asusta— compone un personaje convincente, capaz de transmitir todo con sus miradas y sus arias sobrecogedoras.

Aráoz es un “girasol”; resucitará como lo hicieron las flores amarillas en el cortometraje de Boulocq Los girasoles (2015). El Lobo experimenta un viaje interior (otra marca de la casa); atraviesa un bosque inmenso y oscuro hasta llegar a su renacimiento. Y con él, nosotros.

“Los árboles son verdes, la tierra es verde, nosotros somos verdes”. El Lobo quiere que las cosas sean de otro color. Boulocq le deja hacer y no se deja tentar por un final pesimista aunque no tire cohetes como en el happy end de cocina/harina de Los viejos (2011).

Lo que no cambian son las metáforas del universo fílmico del cochabambino: el árbol como conexión a los ancestros, el agua (que me recuerda a su obra de 2007 Estudios sobre movimiento), el viento en forma de turbinas eólicas en medio de la nada. La paleta de color (esta vez saturada en luces y sombras barrocas) es producto del esmerado laburo fotográfico del uruguayo Germán Nocella y la dirección de arte de Andrea Camponovo.

El visitante llega con un perdedor entrañable; uno de esos que tanto nos ha regalado la historia del cine boliviano. Lobito la pelea, Lobito no agacha la cabeza (como le aconseja su abogado de quinta), Lobito apenas habla; Lobito trabaja en silencio, recompone con ternura de hombre grandote la relación rota con la hija; se salva.

El visitante es una película sobre la paternidad, sobre las madres ausentes (la salud mental es otro tema que sobrevuela). Y por supuesto es una obra sobre el rol de las iglesias protestantes en nuestros barrios y comunidades (las imploraciones/rezos se hacen en castellano y quechua en una táctica calculada). El visitante es un ataque perspicaz a la línea de la flotación de la hipocresía religiosa/evangélica, sección “iglesias” cristianas neopentecostales (¡qué nombrecitos, válgame dios!). El verdadero demonio (“el que se mueve por el mundo haciendo que la gente haga cosas feas”) es el antihéroe, el pastor, interpretado por el uruguayo César Troncoso, digno representante de la cantera rioplatense. Te van a excomulgar, Martín.

La película está salpicada de rituales y de guiños cinéfilos a la obra de Boulocq: el que más me gusta es ese auto clásico del cuate que me hace recuerdo al viejo Volkswagen del 69 de la “opera prima” de Martín, Lo más bonito y mis mejores años (2005). La dirección de actores (otra marca de la casa) logra que los diálogos no suenen impostados; brillan las charlas a cargo de la dupla Rodrigo Troy Lizárraga y Juan Pablo Milán, actores fetiche recuperados. Y el papel interpretado por la joven Svet Mena (en el rol de Aleida, la hija/niña madura) sorprende por su naturalidad innata.

Boulocq retrata las dos Cochabambas: la jailona de los condominios privados y la popular sobre las laderas; es una Cochabamba desde las alturas, de noche, alejada de las postales turísticas. Es un grito silencioso con ese clasismo que rima siempre con racismo. Boulocq ha regresado por la puerta grande, llega a su cuarto “largo” en plena madurez creativa, alejado de modas, fiel a sí mismo, despojado de lo autobiográfico; emocionando con historias universales. Su estilo intimista/poético gira en esta ocasión a un cine (aún más) político, ideológico y contestatario; siempre anti-autoritario. Es una voz diáfana en medio de tanto ruido y confusión. Y eso es de agradecer.

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.

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El invicto no se toca

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 5 de marzo de 2023 / 23:52

Introducción: el dos por uno provoca el regreso, “in crescendo”, de la hinchada gualdinegra que casi llena la curva sur. Habrá colas hasta el minuto 20 para ingresar a la popular.

El club debe colocar más personal cuando organiza estas promociones. Rescalvo, tras varios partidos, vuelve al dibujo del “doble nueve” con Triverio de báscula y Arias de centro delantero.

La otra novedad es el cinco colombiano de Robles. Real Tomayapo de Richard Rojas sorprende con una línea de tres centrales y dos carrileros muy altos (Mamani por derecha y Noble por izquierda).

Será un digno rival, se caerá sobre el final; no se llevará nada, no por falta de atrevimiento, sino por falta de puntería.

Nudo: la posición del lateral derecho del Tigre sigue siendo un problema. El juvenil Ronald “Chacho” Bustos es el punto débil y los rivales lo saben, por eso juegan a su espalda. Así llega el sorprendente cero a uno gracias a una pared mágica de Thiago Ribeiro con Matías Noble.

No toda la culpa la tiene el “Chacho” pues Ursino no ayuda. El Tigre busca un central pero debería salir a la caza de un lateral. Al minuto 18, Rescalvo manda a calentar a los seis de la banca. Van a estar casi toda la tarde trotando, esperando a que nada pase, como Godot.

En la primera parte es un Tigre de izquierdas; solo ataca por ese costado con Chura, Roca, Arrascaita que cambia de banda… El “doble nueve” necesita más tiempo: no es una buena tarde para Triverio.

Desenlace: en la segunda el Tigre se vuelve de derechas. Quiroga ha entrado por un desaparecido Robles e Isnaldo lo hace por Bustos para que Arrascaita se coloque como lateral derecho. Por eso los ataques se multiplican por esa banda. En una segunda jugada y de rebote, Arias pone el empate, es su tercer gol.

El Tigre es una tromba, es el equipo de las remontadas. Cree siempre. Y por eso lo da vuelta. Porque no deja de creer. Nunca. El colombiano Ortega entra tarde por Arias; se coloca de enganche con Triverio de nueve. A ratos, ese dibujo es más “normal” pero Rescalvo sabe más que todos nosotros.

La luna se asoma a la solitaria curva norte, es un buen presagio. Entonces llega la jugada que paga la entrada: es un golazo soberbio al ángulo de Chura, de pelota parada, casi junto al corner.

La recta corea “Chura, Chura”. El cruceño será elegido figura del “match”. El mejor, por sacrificio y tres pulmones, será Jaime Arrascaita. Triverio pone el tercero de penal sobre el final; servirá para recuperar confianza.

Post-scriptum: el invicto del Tigre se mira y no se toca; van cinco al hilo. El equipo de Rescalvo, atascado por momentos, gana incluso cuando no juega bien. Es un mensaje.

(05/03/2023)

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Y Beñat se disfrazó de Zago

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 27 de febrero de 2023 / 00:11

Introducción: apenas llegan ocho mil personas al Siles. El “speaker” de la “Academia” canta la formación y recibe al once Ramiro con un “es nuestro Vaca”.

El tarijeño va a ser el mejor del partido. Beñat monta una línea de tres centrales y dos carrileros muy altos. El vasco adopta el dibujo favorito de Zago, el sistema que tanto le costó aceitar.

Los celestes juegan con los hermanos Sagredo y Ferreyra en la zaga central; Bejarano y Fernández en los carriles; Justiniano (otra vez de cinco, como debe ser) con Villamil a su derecha y Vaca a su izquierda; Lucas Leónidas Chávez y Ronnie Fernández (dejando la banda para ponerse de nueve).

“Platiní” Sánchez, para no variar, mete dos líneas de cuatro para no pasar la media cancha (casi) nunca. “Matraca” Gutiérrez se saluda con todo el mundo.

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Nudo: la recta de general corea “borracho, borracho” cada vez que Henry Vaca agarra la pelota.

Los verdolagas se paran bien atrás, es un equipo ordenado. Los celestes no encuentran los espacios, carecen de dinámica y profundidad, apenas rompen líneas enemigas. Solo la individualidad talentosa del juvenil Lucas Chávez (en combinación con el chileno) abre la lata a la media hora.

Oriente no reacciona: la consigna ratonera de su técnico es encajar los menos goles posibles. No existe equipo que se meta más atrás y se resigne tanto como los escuadras de “Platiní” en La Paz. Y lo peor es que tiene jugadores para ser más atrevido, menos pusilánime.

El ciclo/proyecto de Sánchez toca a su fin. Un grande de Santa Cruz no merece un técnico tan cobarde en sus planteos, tan medroso.

Desenlace: tras la bronca en el vestuario, los de Beñat meten una marcha más de la mano de Ramiro Vaca. El ex atigrado agarra la manija, gambetea, cambia de frente, asiste, ordena, filtra pelotas. El segundo es de Ronnie, tras pase de 25 metros de Vaca y toque de primera de Bejarano (de buen partido trepando su banda).

Los cambios “ofensivos” de Sánchez son inoperantes pues no tiene/quiere la pelota (casi) nunca. Solo a falta de cinco minutos se anima la visita. Es entonces cuando llegan dos goles más para los “académicos” a tumba abierta con espacios.

La entrada y debut del “Patito” Rodríguez pone contenta a la hinchada del club Bolívar. Su sociedad con Vaca (así llega el cuarto) puede dar muchas satisfacciones. Uzeda, de carrilero, aprovecha sus minutos. ¿Y pensar que se rumoreó con su cesión?

Post-scriptum: Beñat está en búsqueda de una idea de juego y sus ejecutantes. De momento ha elegido disfrazarse de Zago (y su línea de tres atrás). No falta mucho para la Libertadores. Veremos como funciona el dibujo cuando haya un equipo delante que lo ataque, que lo desafíe.

(27/02/2023)

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El Salar es otro planeta

‘Altiplano’ es también un libro de crítica de arte. Interesada, por supuesto.

/ 22 de febrero de 2023 / 01:09

Un viaje, todo viaje, es generoso en encuentros. El escritor/cineasta mexicano Alain-Paul Mallard (residente en Barcelona) vino por Bolivia y escribió un libro. Se llama Altiplano y lo ha publicado El Cuervo Editorial en una linda edición de bolsillo (con fea tapa celeste). Mallard incursiona en el salar de Uyuni acompañando a su novia holandesa/artista (Scarlett Hofft Graafland) que arma una instalación en el desierto blanco. Ella lo llama “poesía visual”. Es land-art de toda la vida. Mallard llama a su libro “itinerarios de color”, es literatura de viajes de toda la vida.

El mexicano tiene encuentros en la tercera fase del planeta Bolivia. Se topa con el “forajido” Gastón Ugalde y su mítico ayudante, el Masmo; con el Salar, todo un personaje; con Rosendo, el salero; con Alfredo, el loco; con una alfombra mágica; con Simón, el cuidador del zoológico de Oruro; con el vigilante del Orquestón de Iturri Patiño; con el “albaco” Timoteo Sora Mamani y su poncho; y con la leyenda de Evo (con la que simpatiza).

Mallard, acostumbrado a que los gringos paracaidistas dibujen malas postales de su México lindo, advierte de entrada: “las cosas son, sin duda, más complejas, pero de un viajero se esperan generalizaciones; se me perdonará — confío— cierta naïveté”. Malllard no dice ingenuidad ni candor, dice naïveté. Disfrutando esta crónica de viajes, rara avis, me entero de que la isla de Macao (el primer asentamiento extranjero en China) es la antípoda del desolado salar de Uyuni, cuyo apreciado litio es explotado ahora por… una empresa china.

El personaje que se roba el “chou” en Altiplano se llama Gastón Ugalde. Se lo topa porque Ugalde colabora con su colega Scarlett; él no lo sabe, pero es mejor “poeta visual” que la holandesa. El Gas es un personaje de ficción. Ugalde, Mallard dixit, es demasiadas cosas al mismo tiempo. El mexicano dice que Gastón (“siempre excesivo”) ha vivido varias vidas, que tiene “un aire de estudiado desaliño en mezclilla chic”. Luego lo intenta arreglar con adjetivos como “intensa vitalidad”, “elástico” y “correoso”. Posee el don de la anécdota y de los “francos despropósitos”.

El mexicano cree que Ugalde es “un hombre singularmente libre; algo tiene la suya de la libertad indolente y gozosa del forajido”. Ugalde se mueve por el Salar como Pedro por su casa, ha viajado tantas veces para hacer macana y media que debe ser el único hombre sobre la faz de la tierra capaz de guiarse sin brújula en este “desierto al cuadrado”. Mallard dice que el Salar es cruel e inabarcable. Las llamitas, dibujadas en las cerámicas del maestro Mario Sarabia, no piensan lo mismo. Ugalde ha vivido tantas vidas que en una de ellas era eso: una llamita que sabía dónde iba. El cuatecito dice que el Salar es “otro planeta”. El desierto de Chihuahua también lo es, compadre.

Altiplano es también un libro de crítica de arte. Interesada, por supuesto. La hace el chico de la artista y así todo queda en casa (rodante). Mallard dice que Scarlett Hofft Graafland y sus piezas bolivianas “entablan un diálogo lúdico con ciertos hitos del arte moderno”. Mallard quiere coger esta noche. Dice que su papel no es interpretar las obras; sino “narrar su manufactura, compartir con el lector los lances que llevaron a las piezas a ser lo que son; dar al espectador un relato subjetivo de cómo se gestó la obra; explicitar, dentro de lo posible, la cadena de intuiciones estéticas que condujo a ella”.

No mame cuatito; no sé como se dice en México, pero acá se dice pajpaku. ¿No me creen? ¿Qué tal esta?: “los aplat de vinilo colorido que Scarlett dispone en la caprichosa, impredecible y retícula natural del salar de Uyuni polemizan a su manera con la ascética red de perpendiculares y ángulos rectos de su compatriota Mondrian, cuya despiadada geometría, en pos de un absoluto abstracto, niega la naturaleza”. El “buey” sigue citando a Baldessari, Robert Smithson, Joseph Beuys, Magrittte… Afortunadamente, para el lector, rápidamente recupera las huellas del camino, del viaje.

Los apasionantes encuentros con Rosendo, el salero; con Alfredo, el loco; con la alfombra mágica; con Simón, el cuidador del zoológico; con el vigilante del Orquestón de Patiño; con Timoteo y con (la leyenda del) Evo no los voy a contar. Vas a tener que comprar el libro. Yo simplemente voy a esperar al próximo de Mallard (su anterior libro de cuentos Evocación de Matthias Stimberg es una joyita). Me acabo de enterar de que su chica lleva seis meses en la comunidad inuit/esquimal de Igloolik, al norte de Canadá. Scarlett está preparando otra instalación, titulada esta vez You Winter, let’s get divorced (Invierno, vamos a divorciarnos). ¡Se te va a congelar la pinga, compadre!

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.

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Las ruinas todavía estaban allí

/ 8 de febrero de 2023 / 02:23

Un hombre camina por una cantera de piedra. Se sienta y espera la detonación. Brota el polvo, puñados de polvo, es ese miedo que quiere mostrarte el poeta. Tiene pesadillas, sueña con la muerte, con todo eso se sueña. En la cantera, la muerte está cerca. Por eso, Juan Cuevas Báñez no se puede dar el lujo de tenerle miedo. De chango, ayudaba a cargar piedras, ahora trabaja en la cantera, “no he logrado mis deseos, solo queda laburar”. Un letrero en blanco y negro dice que estamos en cantón Orcoma, municipio Sicaya, a 65 kilómetros de Cochabamba. Sobre la veta de piedra caliza, materia prima de las fábricas de yeso, resiste el recuerdo de una chullpa milenaria.

El avance de la cantera nos deja sin memoria, trata de silenciar a los ancestros. Juan tiene nostalgia del pasado, de cuando pastaba ovejas y cabras, de cuando vendía leña en burro, de cuando jugaba en los molles. Cree que los abuelos nos cuidan desde el cielo, iluminando. Cree que polvo somos cuando somos piedra.

Un joven boliviano —Mayko Crispín Méndez— levanta un edificio en el gran Buenos Aires. Antes fue costurero, antes emigró porque “en Bolivia no se gana nada”. Este hincha de Wilstermann está triste consigo mismo pero no se lo dice a nadie. Quiere volver pero se terminará quedando. Nunca imaginó en su Llajta que iba a levantar un edificio tras otro en la Argentina. Ahora siente orgullo, orgullo obrero. ¿Te has preguntado quién hizo el edificio donde vives? Mayko cree que junto al nombre del arquitecto, debería haber una placa que ponga también los nombres de los obreros. Tiene más razón que un santo. De vez en cuando en la obra encuentran objetos, huesos, cerámicas, fósiles. Pertenecen a otro tiempo, a otras culturas. Todos callan, nadie quiere que se pare la obra. En las charlas de descanso, hablan de los fantasmas que caminan la obra para las noches.

El avance de la ciudad nos deja sin memoria, sin la vivencia del pasado. Nadie sabe que el tiempo gana siempre, que las ruinas todavía estarán allí cuando los tataranietos de estos obreros despierten.

Dos hombres (Reinaldo Roa y Santiago Chara) viven aislados de la civilización en Tigre. Sienten una energía negativa/desgastada en la ciudad. Resisten la invasión de los barrios privados levantados sobre cementerios indígenas. Recuperan objetos sagrados entre las aguas. Denuncian el “extractivismo urbano”. Ganamos “progreso”, perdemos lo que éramos/somos. En algunas casas de estos jailones los espíritus han salido a molestar por falta de respeto; están vivos. Algunos dueños han vendido y se han ido; están muertos.

Sebastián Apesteguía es ateo y ha dejado de buscar esqueletos de dinosaurio (se hallan tres al día en toda la Argentina). Ahora desentierra reptiles pequeños del Cretáceo. Ha descubierto un remanso de paz y su ofrenda es cuidar/preservar este territorio que se llama La Buitrera, que está en la Patagonia. Quiere entender el pasado. Y se pregunta: ¿qué signos estamos dejando para los paleontólogos del futuro? Una capa de concreto, de cemento, estamos dejando. Nuestra era será llamada “la Concretósfera” del Antropoceno. La evidencia de nuestro paso por la tierra —desde hace medio siglo— es el cemento. El futuro también será de conquista.

En el segundo y último pase del documental La conquista de las ruinas en la Cinemateca Boliviana estamos once personas. Parecemos un equipo de fútbol. La tierra (y sus antagonismos de construcción/destrucción) unen estas cuatro historias de manera lenta e inexorable (con un gran manejo del montaje y el ritmo cinematográfico). La película ha comenzado con una cita del poeta Thomas Stearns Eliot: “Ven a cobijarte bajo la sombra de esta piedra roja / y te enseñaré algo que no es / ni la sombra tuya que te persigue por la mañana / ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; / te mostraré el miedo en un puñado de polvo”. Es el miedo que muestra el poeta al minero.

El documental, “opera prima” del cochabambino Eduardo Gómez con producción de Ariel Soto, es el primer (gran) estreno de cine boliviano de 2023. Gómez —con nulo perfil mediático— es la mejor noticia. Su inusual/conmovedor ensayo coral lanza un mensaje para navegantes: la forma y el fondo (la causa y el efecto) pueden convivir sin hacerse sombra.

Las formas llegan con planos fijos y generales respetuosos del tiempo; con un blanco y negro que dibuja contrastes sugerentes; con una cámara colocada en el lugar exacto del gran paisaje; con unos diálogos no impostados; con una banda sonora/electrónica fascinante que crea atmósferas. Su cine potente y poético —con ajayu— no es moralista, no es “de denuncia” para la galería. El cine documental boliviano vive una extraña edad de oro. Gómez (en marzo estrenará su segunda obra en la Cinemateca, Héroes de piedra) es su secreto mejor guardado.

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.

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