Uru Murato: el arte popular de las habitantes del agua
La comunidad de Tinta María sufrió el embiste de la pandemia. Para recuperarse, recurren a la riqueza de su tradición, plasmada en obras de arte llenas de significado
Vertiendo sus residuos como si fuera algo natural, poco a poco, los centros mineros de Oruro contaminaron el lago Poopó, exterminaron la diversidad de aves, peces y plantas acuáticas de este territorio y dejaron a “los habitantes del agua” —la cultura Uru Murato— sin su única fuente de subsistencia. En 2000, tras el derrame de petróleo ocasionado por la fisura del ducto Sica Sica-Arica, el lago terminó por secarse y evaporarse, y todos los ríos de la zona se vieron afectados.
El petróleo mató todo lo que se le atravesó: las especies de peces nativas como el karachi, boga, ispi y mauri, o las introducidas, como el pejerrey. Las ranas del lago también desaparecieron y rara vez se ve atravesar alguna parihuana rosada por el cielo. Ya no se escuchan gaviotas cantando y es imposible cazar patos o chocas para cocinar un buen guiso y compartir en algún festejo. Ni siquiera es posible criar ganado, ya que no existe agua suficiente para regar el forraje. Todo lo que vivió esta población los dejó espantados.
En la actualidad, la comunidad Uru Murato Tinta María (3686 m.s.n.m) habita sobre las ciénagas, yermos secos y tierras salitrosas que perduran como residuos de lo que antiguamente fue el sagrado lago Poopó. Nadie puede dedicarse a la pesca, la caza o recolección de huevos de aves acuáticas, que fueron las actividades de subsistencia tradicionales. Esta etnia vive en condición de vulnerabilidad e incluso se dice que está forzada a la desaparición.
La pandemia: crisis económica y cultural
El 10 de diciembre, Rosemary Choque, de 33 años, expuso su testimonio sobre el COVID-19, en la XXXIV Reunión Anual de Etnología (RAE), Contextos Pandémicos. Pueblos y naciones indígenas en Bolivia ante el COVID-19, organizada por el Museo Nacional de Etnografía Folklore (Musef). Su relato muestra cómo la crisis económica y cultural atravesada por la cultura Uru Murato es anterior a la pandemia. Desde que el lago Poopó desapareció, las familias de la comunidad Puñaca Tinta María tuvieron la necesidad de desplazarse a la localidad de Poopó (Oruro), para trabajar. Por su parte, quienes decidieron quedarse debieron buscar nuevas formas de vida que permitan subsistir en la comunidad.
“Nosotros realizamos artesanías desde que se ha secado el lago, ya. Antes, había lago y con el pescado íbamos, viajábamos, pues, a las ferias del altiplano. Pero, como se ha secado el lago, entonces, ya, por eso, hemos trabajado con artesanía. Hemos aprendido, porque antes hacían siempre nuestros abuelitos ¿no?, entonces de ahí nos hemos recordado que podíamos. Esto no era para la venta sino era vestimenta, nuestras balsas para movilidad, hasta nuestras viviendas ¿no? Entonces, hay que sacar igualito lo que era grande en pequeñas cosas para vender”.
Las mujeres del pueblo Uru Murato muestran su trabajo en La Paz
El poder cultural de lo pequeño
El arte popular producido por las mujeres uru murato carga la reminiscencia de antiguas prácticas culturales de los habitantes del lago. Se trata de reproducciones en miniatura de las balsas de Totora, que permitían pescar en las profundidades del lago y navegar hasta las comunidades vecinas; putuku o casa circular, donde “no se escuchaba ni la lluvia, ni el viento”, pues se sabe que los uru murato son una gente que disfruta del silencio. También, están los aretes y canastas tejidas en chillawa, especie de fibra vegetal extraída de una planta que crece alrededor de ríos o lagos del altiplano, que reproducen la iconografía de sus tejidos, permitiendo evocar el movimiento de las aguas, atraer la fertilidad del lago y el buen augurio para la comunidad.
Asimismo, el valor estético y la importancia de las expresiones artísticas de la cultura Uru Murato permitieron la innovación de productos que se ajustan a las necesidades de estos tiempos difíciles. Por eso, siguiendo el diseño del tradicional poncho a rayas, negro y blanco, produjeron barbijos de tela doble (lana/algodón) con figuras bordadas de peces, parihuanas y putuku o casa circular. Al respecto, Rosemary Choque enfatiza que la necesidad de utilizar barbijos reutilizables y lavables en ambientes exteriores es parte de la conciencia ambiental, ya que “el uso de barbijos desechables se está convirtiendo en problema ambiental”.
Una apuesta por la reciprocidad
Cuando Rosemary Choque participó en la Reunión Anual de Etnología del Musef, tuvo que salir de la comunidad de Tinta María, junto a su hermano Abdón, para tener acceso a la red de internet. Atravesaron nueve kilómetros hasta la localidad de Poopó y tomaron una movilidad hasta la ciudad de Oruro. Allí, pudieron conectarse a la red y compartir sus testimonios. Se trató de un gran esfuerzo de tiempo, dinero e intelecto, pues, ella nunca antes había participado en un evento a nivel nacional.
Ambos testimonios describieron cómo la condición de pandemia terminó con la esperanza de construir un futuro sostenible a través del fortalecimiento del “turismo de sensibilización cultural”. Antes de la llegada del coronavirus, grupos de turistas visitaban la comunidad de Puñaca Tinta María, atraídos por conocer a los famosos “Urus del Lago Poopó, primeros habitantes del altiplano andino”.
Aquellas visitas permitían a los turistas conocer las costumbres y prácticas culturales ancestrales (vivienda, alimentación y ritualidad); recorrer la población y el museo comunitario, que expone una gran cantidad de aves locales; dialogar sobre el manejo técnico de la totora y la paja, y comprar la producción de arte popular local. Lamentablemente, debido a la pandemia se declinó el emprendimiento y las mujeres uru murato se quedaron sin ningún mercado para la venta de sus tejidos de fibra vegetal.
Por eso, teniendo en cuenta la vulnerabilidad de la comunidad Puñaca Tinta Maria, el Musef planteó la posibilidad de fortalecer los lazos generados en la Reunión Anual de Etnología, invitando a las artistas a vender sus productos en la tienda Jatha Musef, inaugurada en 2013 bajo la visión de difusión y ayuda mutua a las asociaciones artísticas y poblaciones indígenas de Bolivia. Como resultado, desde el 21 de diciembre, la tienda tiene el privilegio de ofrecer estos productos de arte popular que conservan las reminiscencias culturales de las habitantes del agua.
Por ello, apoyar a estas productoras es de vital importancia para su supervivencia. Rosemary Choque es una mujer uru murato que apuesta por la reivindicación de su cultura a partir del arte popular. Su número de contacto es el 72473512.
“Cualquiera de estos objetos puede tener un carácter estético, dice la Estética Industrial, pero solo se convierte en artístico cuando se le acopla una significación poética; es decir cuando dicho objeto es capaz de provocar una conmoción develadora, la eclosión de una realidad nueva”, apunta el curador paraguayo Ticio Escobar, una reflexión que nos ayuda a poner en valor el trabajo de las mujeres uru murato.