Monday 20 May 2024 | Actualizado a 06:04 AM

La Libertadores vuelve a encantar

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 13 de agosto de 2023 / 23:29

“Esto ya parece la Copa Brasil Libertadores”, se quejaban usuarios en Twitter, dada la cantidad de equipos brasileños en octavos de final -seis- y del dominio que últimamente han impuesto los hijos de Pelé.

Pero, finalmente, Palmeiras y Atlético Mineiro se eliminaron entre ellos y Flamengo y Atlético Paranaense cayeron inesperadamente ante Olimpia y el Bolívar. De modo que el cuadro de cuartos de final quedó integrado con 3 brasileños, 2 argentinos, 1 boliviano, 1 paraguayo y 1 colombiano.

El año pasado había quedado reducido a 5 brasileños y 3 argentinos, con lo cual el torneo perdió totalmente interés para la afición de ocho países. Pero esto no es culpa de los que llegan, sino de quienes no evolucionan.

El mejor ejemplo es Bolívar. El club paceño, envuelto en un presente luminoso deportivo e institucional armó un plantel muy calificado y está en cuartos de final. Y pelea. De modo que no es imposible hacerles frente a los poderosos del continente, pero hay que prepararse bien, optimizar recursos y apuntar bien a los refuerzos.

La Copa, además, recompensa con jugosos premios. Vale la pena tratar de crecer.
Seguimos con Bolívar. Había ganado la ida 3 a 1 a Paranaense con solvencia, no por la altura, por juego y por determinación. En Curitiba se plantó bien para mantener la ventaja, pero sufrió una gravísima actuación del árbitro peruano Kevin Ortega. Le anuló un gol perfectísimamente válido que le daba el empate a uno.

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Desde el VAR le dijeron “no vemos falta”, sin embargo, él insistió en que hubo una carga ilícita de Ronnie Fernández a Thiago Heleno. Antes había concedido un penal inexistente al Paranaense por una mano que no se vio del zaguero Bentaberry. El cuadro brasileño ganó 2-0, fueron a penales y ahí Kevin Ortega no pudo hacer nada.

Hubo un solo penal fallado y justamente fue el de Thiago Heleno, que dio en el travesaño. Porque los jueces también suelen influir en los penales. Si un arquero tapa el tiro pueden argumentar que se adelantó. Bolívar deberá enfrentar a Inter de Porto Alegre y no es descabellado pensar que será una serie disputada, pareja.
Otro arbitraje muy cuestionado fue el del uruguayo Andrés Matonte, que no concedió un penal monumental de Enzo Díaz, de River, a Fabricio Bustos, del Inter de Porto Alegre. Iban 0 a 0 y podía resultar decisivo. Pero Matonte, pese a la claridad de la acción, dijo no. Lo que está claro es que, cuando el réferí quiere, no hay VAR que valga, hace la suya.

Todo el mundo vio lo que hicieron Ortega y Matonte. Las próximas designaciones cantarán cómo los analiza el director de arbitrajes, el polémico Wilson Seneme, de Brasil.
Afortunadamente, los groseros fallos arbitrales no impidieron que se hiciera justicia en los dos casos mencionados. Clasificaron quienes habían hecho más.

Boca, en el debut de Édinson Cavani (buenas intenciones y pobre rendimiento), reventó La Bombonera, aunque apenas pudo empatar 2-2 con Nacional de Montevideo (la ida había terminado 0-0) en un duelo excitante entre grandes del Río de la Plata. Boca, de local, es uno de los espectáculos más atractivos que ofrece cada año la Libertadores.

Puede que el juego sea desabrido, pero la fiesta impactante de las tribunas, la adrenalina que hay en cada choque son imperdibles para el hincha neutral. Pese a las continuas contrataciones, Boca no logra afirmarse con juego, no muestra solidez, aún siendo el de menos goles en contra de la Copa, apenas 4 en 8 partidos. No obstante, como diría Perogrullo, “Boca es Boca” y nunca es descarte. La camiseta impone dar lo máximo a todo el que la calce. Y está el respeto que genera en los rivales.

Independiente del Valle, al que todo le sale bien, esta vez la moneda le cayó del otro lado. Fue eliminado por un equipo discreto, aunque luchador y de notable despliegue físico, como el Pereira, un debutante que llegó más lejos de lo que incluso sus propios parciales pensaban.

IDV parecía tener la llave más sencilla de las ocho, quedó fuera ante un Pereira que casi toda la noche puso diez hombres en su área. Eso dificulta la tarea de todos, aunque esto es muy antiguo en el fútbol: dentro del reglamento todo vale y no se puede protestar, cada quien elige la táctica que quiere emplear.
El penal malogrado por Hoyos cerca del final demuestra que los arqueros deben esperar hasta el último instante el disparo. Si es posible, sin moverse. Eso genera dudas en el ejecutante, como quedó claro en este caso. Dudas, aparte de la presión que ya por sí tiene el pateador. Y además, permite arrojarse al lugar donde va la pelota.

En la definición por tiros desde los doce pasos entre Inter-River vimos al arquero uruguayo Rochet (excelente durante el juego) elegir un palo y tirarse antes de que salga pelota. Eso se hacía antes. Los especialistas en parar penales (Dibu Martínez o el fabuloso brasileño Diego Alves, que contuvo el 75% de los remates) tienen una receta: aguantar hasta último momento antes de lanzarse. Si el tiro no es demasiado fuerte o esquinado, lo atajan. La fortuna, la intuición o los reflejos cuentan poco, es método.

El Pereira deambuló casi ocho décadas en Primera División sin poder nunca gritar campeón. Se le dio en diciembre del año pasado. Venció en la final al Independiente Medellín. Y por primera vez también entró en la Copa. Con una nómina modesta le hizo frente a Boca, a Colo Colo, clasificó a octavos y ahora volteó un muñeco que era amplio favorito: IDV. No estaba en los planes de nadie.

El Pereira primero defiende, después defiende y por último defiende. Y pone sobre el césped un valor que no debe faltar en ningún orden la vida si se busca el éxito: actitud. Es su virtud esencial. Claro, ahora le toca Palmeiras y parece como que se le viene encima un cartel que dice “fin del camino”. Pero esto es fútbol y todo puede suceder.

Palmeiras, bicampeón 2020 y 2021, semifinalista en 2022, amenaza llegar alto de nuevo, siempre conducido por el portugués Abel Ferreira. Un equipo durísimo en defensa, que mantiene toda la columna vertebral: su golero Weverton (para este cronista, el mejor de Brasil, por encima de Alisson y Ederson), el gran capitán Gustavo Gómez, Raphael Veiga, Dudú, Rony. Llevan años allí y juegan a ojos cerrados. Es supercandidato a enfrentar en semifinal a Boca o a Racing.

Racing y Olimpia dieron una demostración de grandeza fantástica. Si existe un cuadro copero se llama Olimpia de Paraguay, con tres coronas, siete finales y tantas semifinales. Sin embargo, la noche del jueves le dio a sus hinchas una de las mayores alegrías en sus 64 años de disputas coperas. Mal en el torneo local, sumido en deudas, había perdido ante Flamengo en Río por la mínima.

Se esperaba una fácil clasificación del rubronegro carioca. Y a los 6 minutos en el Defensores del Chaco, gol de Flamengo. Más favoritismo. Pero ahí apareció la estirpe, la garra, el corazón olimpista para darlo vuelta: 3 a 1 bien a la paraguaya, con tres goles de cabeza, aunque el tercero fue de un argentino, Facundo Bruera. Los tres fueron cabezazos matadores, que agrandan la leyenda guaraní en el juego aéreo.

No menos gigantesco y emotivo fue el triunfo de Racing 3-0 sobre Nacional de Medellín, que había ganado la ida en Colombia 4 a 2. Racing salió a pisarlo a Nacional y lo borró del campo. Un 3-0 que tal vez mereció ser más amplio. Honores a la Academia, que seguro jugará dos partidos épicos con Boca.
Está hermosa la Copa. Y no es sólo cuestión de brasileños y argentinos.

Klopp es todo lo que está bien

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de mayo de 2024 / 22:12

Lidera, inspira, alienta, contagia, alegra, motiva, respalda, enseña…

Lloraron los del Mainz en 2008, lloraron los del Dortmund en 2015, lloran hoy los del Liverpool. Sólo en tres clubes ha estado Jürgen Klopp en sus 24 temporadas como entrenador, en los tres hay un denominador común: amaron tenerlo, lamentaron despedirlo.

Lloraremos, también, los hinchas de todos los equipos. Klopp es patrimonio de todos, lo queremos, queremos que esté siempre ahí, al borde del campo dando indicaciones, riendo con su sonrisa Kolynos, palmeando a sus jugadores, estrechando la mano del técnico rival.

¿Es el mejor entrenador de la historia…? Posiblemente debiera ser incluido en ese análisis, quizás subiría al podio. Los ha habido más eficaces, más revolucionarios, con mejor verbo, pero nunca deberá ser considerado apenas como un notable estratega o un genio táctico.

Klopp es mucho más que eso: es un líder espiritual, un amigo de sus jugadores, un increíble fabricante de mística, el sujeto que dará esperanza a los hinchas apenas llegar y los hará felices durante toda su estadía.

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Ni Guardiola ni Ferguson ni Ancelotti, por ganadores que sean, son capaces de generar la atmósfera de entusiasmo que crea este alemán de 57 años. Él simplemente mejora todo lo que toca. Guardiola es sin duda el número uno de todos los tiempos, pero no establece este tipo de relaciones afectivas con los hinchas ni deja la estela de cariño que riega Klopp.

Imaginemos la tristeza liverpooliana. Hoy, cuando acabó el partido ante el Wolverhampton, Jürgen dijo adiós después de casi nueve años de romance con Anfield. Ha decidido tomarse un año sabático para descansar, disfrutar de su esposa, ver fútbol por la tele, tomar clases de cocina y de baile. Anhela ser un hombre común, ir al supermercado, al cine, estar muchas horas en su casa, jugar con su perro. «Esta será la primera vez en mi vida en la que no tengo una idea real de lo que haré, y eso es exactamente lo que quiero».

El público no sabe que un entrenador de élite ejerce a tiempo completo 24/7. Sir Alex Ferguson comenta en su libro Liderazgo que, todos los días, 6,30 de la mañana ya estaba sobre el césped de Old Trafford, con un té en la mano, inspeccionado con el canchero el estado de la hierba. Y terminaba cada jornada muy, muy tarde por la noche. Lo mismo podría contar Klopp. O Guardiola. En ese nivel es así.

Se quedó sin energías, reveló. Han sido 24 años seguidos de entrenamientos, partidos, charlas, viajes, planificación, videos, concentraciones, ruedas de prensa…

Después de ser un discreto futbolista de Segunda División del modesto Mainz 05, le confiaron la dirección técnica del equipo, que parecía condenado a Tercera. Ganó seis de sus primeros siete juegos y se salvaron del descenso en la última fecha. Tras dos años intentando estabilizarlo, consiguió ascenderlo por primera vez a los 99 años de vida del club.

Ya en Primera, lo clasificó a la Copa UEFA 2005-2006, lo que para los hinchas era como ser campeones del mundo. En 2007 perdieron la categoría, pero apareció el Klopp que veríamos más tarde, el de la lealtad: se quedó a remarla en Segunda. Y ahora el Mainz es un equipo permanente de la Bundesliga 1.

Tras ocho años en Mainz, ya había ganado un prestigio y subió varios escalones: en 2008 lo contrató el Borussia Dortmund, que había tenido una temporada de espanto: decimotercero entre dieciocho. Pero llegó el optimista de Klopp y empezaron a remontar. Y una vez hechos los retoques necesarios al plantel y darle su impronta, ganaron dos ligas seguidas, en 2011 y 2012. Al curso siguiente llegaron a la final de la Champions. Fue una época de oro del club amarillo, le pelearon el reinado al Bayern Munich, de presupuesto mucho mayor.

Luego de siete años con los borusser, decidió tomarse un descanso, como ahora, pero apenas cuatro meses después de dejar el Signal Iduna Park apareció el Liverpool. Y nadie le dice no al club con más hinchas de Inglaterra. Luego de ser el dominador casi dictatorial del fútbol inglés (y europeo), al Liverpool se le habían juntado las vacas flacas, las brujas enterraron sapos en el césped de Anfield y las lechuzas anidaron en el vestuario. Y quedó entre tinieblas. Treinta años sin ganar una liga. Conste que en ese lapso el Liverpool fue dos veces campeón de Europa, lo cual es muy festejable, naturalmente, pero el hincha quiere el trono local, para mirar a los vecinos desde lo alto del orgullo. Para peor, su archirrival, Manchester United, ganó en ese lapso ¡13 ligas…! Y lo pasó en el historial.

Treinta años de sequía, hasta que un día apareció el Rey Sol. Nunca pensaron esos ingleses que amarían tanto a un alemán. Klopp es la confirmación absoluta de que, hoy, todo proyecto futbolístico que aspire al éxito pasa primero por el entrenador, luego por los jugadores. Hace cincuenta o sesenta años, cuando el técnico era un personaje paternal o caudillesco, o con buen verbo, los futbolistas estaban por delante y el DT podía triunfar si contaba con un plantel virtuoso. Hoy el fútbol es más sofisticado, infinitamente más complejo, los futbolistas son los dueños del vestuario, el exitismo roza el límite de la intolerancia y la competencia es feroz por lo equilibrada. Se necesita un conductor inteligente, estudioso, capaz tácticamente, trabajador, persuasivo, con mando y manejo de grupo, que absorba la presión. Por eso un gran entrenador cobra ahora entre 20 y 25 millones de euros al año. Y cuando aparece uno, se lo pelean los clubes de élite.

Ese título no fue de los jugadores, como suele decirse con demagogia. Fue todo de él, del gran artesano de Stuttgart, ya ciudadano ilustre de Liverpool. Nunca en la patria de Bobby Charlton un campeón se coronó 7 fechas antes del final, récord en los 137 años del torneo. Y con 23 puntos de ventaja sobre el segundo, nada menos que el Manchester City de Guardiola. Un registro fabuloso; tal vez pase un siglo para que se repita. O quizás nunca.

Intenso, dinámico, ofensivo, potente, agresivo, duro, mentalizado, eficaz, práctico. Así ha sido en estas nueve estaciones el Liverpool de Klopp. De buscar, buscar y golpear. Atacando con vocación, defendiendo con fervor. El carácter de un equipo lo transmite el capataz. Y detrás de la sonrisa permanente de Klopp hay un comandante firme, convencido de su plan. Se ha ganado definitivamente el olimpo del fútbol internacional por capacidad, sin regalos mediáticos ni campañas marketineras.

Y en el medio de tantas tardes y noches de gloria hubo tres finales de Europa, dos perdidas ante el Madrid, una ganada sobre el Tottenham. Y una Copa Inglesa, una Copa de la Liga, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa… Todos los títulos posibles.

“A Klopp le faltaron el Bernabéu y Messi”, titula su columna Aritz Gabilondo, de As. “No ha habido otro técnico que haya sabido contrarrestar a Guardiola igual de bien que él”, escribe. Y agrega: “Hubiera sido fascinante descubrir, en cualquier caso, el rol de Klopp en un contexto más dominante. Un Klopp con dinero y opulencia, como el PSG y el City; con grandeza y gloria, como el Madrid o el Bayern; o con el mejor jugador de la historia, como el Barça. Klopp ha sido Klopp por cómo es Klopp. Sin un Bernabéu o sin un Messi. Simplemente entendiendo el fútbol por lo que le dicta el corazón”.

La pelota pierde un protagonista esencial. Lo vamos a extrañar.

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Prócer del fútbol bien jugado

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 12 de mayo de 2024 / 21:32

Medía 1,93, era un basquetbolista metido en una cancha de fútbol. Un cinco lentón, de buen manejo, que le pegaba con un cañón a la pelota. Surgió en el club del que eran hinchas él y su familia: Rosario Central. Pasó a Racing, a Boca, se fue a Estados Unidos al New York Generals y por una gran actuación allí frente al Santos lo contrató el mismo Santos. Ahí le pasaba la bola a Pelé y Coutinho, nada menos. Pero ya le picaba el bichito de dirigir y se retiró joven. Y, de arranque, el técnico trascendió al futbolista.

Con sólo 32 años le dieron Huracán. Fue en abril de 1971. Sería una decisión histórica para el fútbol argentino. Como el hornero, fue construyendo el nido hasta quedar un lujo.

Brindisi y Babington venían de las inferiores, a Houseman lo ficharon por dos pesos de Defensores de Belgrano, otros llegaron libres… Así fue armando ese sueño de cualquier hincha llamado “Huracán del ‘73”, una orquesta de cámara, un equipo armonioso que tocaba el cuero de manera celestial.

Ya en el primer partido del campeonato goleó a Argentinos Juniors 6 a 1. A varios más les hizo cinco, cuatro… Pero los números eran irrelevantes: lo fascinante era el juego. A Central, en Rosario, le iba ganando 5 a 0 y era tal el espectáculo y la superioridad que la hinchada centralista se puso de pie y empezó a aplaudir. Nadie más logró eso.

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Esa obra maestra elevó al joven César Luis Menotti a la máxima consideración y al año siguiente lo nombraron director técnico de la Selección. Argentina siempre había sido un fútbol importante, un semillero del mundo, mas nunca reflejado en un torneo grande. Menotti puso condiciones para asumir: que la selección, una entidad desvalorizada, desorganizada, fuera prioridad total. Los futbolistas se negaban a vestir la Albiceleste, los clubes no los cedían, el equipo nacional se juntaba unos días antes de cada torneo y sumaba fracaso tras fracaso. Improvisación total. Menotti cambió esa historia a través de una palabra: compromiso. Comprometió a los jugadores, a los dirigentes, al periodismo, al país. Y a partir de él el país de Di Stéfano, Maradona y Messi fue a cinco finales del mundo, ganó tres, se coronó 6 veces campeón mundial juvenil, conquistó 2 Juegos Olímpicos, 3 Copa América, encabezó el Ránking Mundial de la FIFA. Rubricó todo el potencial que el país mostraba desde el inicio del siglo veinte. Desde ese momento, los jugadores se enamoraron de la selección y vienen nadando de Europa si es preciso. Generó una mística que se mantiene cincuenta años después.

No obstante, por encima de los títulos estaba su prédica, que dio lugar a una corriente futbolística: el menottismo. Esto es, jugar bien, por abajo, respetando la pelota, salida limpia desde el fondo, tocar, llegar en bloque. Orden con creatividad, nunca cortarle las alas de la inspiración al futbolista. No era otra cosa que volver a las fuentes que hicieron grande al fútbol gaucho. Porque hay una manera argentina de jugar al fútbol, que es exactamente la que mostró la Selección de Scaloni en la Copa América y en Catar. Se lo identificó como “el fútbol que le gusta a la gente”. Una verdad de cemento: el hincha gusta de ese estilo, genera orgullo cuando el equipo de uno lo practica.

Claro, para ello se necesita persuadir al actor. Nunca fue un problema, el fantástico verbo de Menotti entraba fácil en los jugadores, poseía un notable poder de transmisión. “Menotti convencía por seducción, Bilardo por insistencia”, describió Jorge Valdano. Corrobora Faryd Mondragón, el gran arquero colombiano que coincidió con él en Independiente: “Teníamos un zaguero de una garra y fuerza tremendas, aunque no muy técnico, Arzeno. Menotti lo convenció de salir jugando y el Polaco empezó a jugar la pelota al pie, daba gusto. Ver jugar al equipo desde atrás era una delicia”. Faryd contó otra anécdota sabrosa. “Íbamos a jugar un clásico fundamental contra Boca en La Bombonera, que fue el único enfrentamiento entre Menotti y Bilardo. Ganó Independiente 1 a 0. La noche del sábado bajo de mi habitación y al pasar por la cafetería veo a Menotti en una mesa tomando café con sus colaboradores. Me dice: ‘Venga Faryd, siéntese. Tómese un whisky’. Profe, ¿un whisky…?, respondí. ‘Tómese un whisky, por uno no pasa nada, le va a ayudar a dormir mejor’. Así era, te daba confianza, descontracturaba todas las situaciones. Nunca lo vi enojado, aunque tomaba decisiones fuertes”.

Una de esas decisiones, quizás la más discutida de su vida, fue dejar fuera del Mundial ’78 a Maradona. Aún con 17 años, Diego era el mejor jugador argentino junto con Bochini. Y ya había debutado en la Selección. Pero al dar la lista definitiva, de 25 nombres había que sacar tres. Y uno de ellos fue Maradona. Entrevistado esa misma noche, Maradona estaba como aturdido, conmocionado, no salía de su estupor. “Si lo agarra mi familia lo mata, le quieren pegar”, dijo el 10. A Bochini también lo marginó. Luego, Argentina fue campeón mundial y el título tapó la medida del técnico. Pero le hubiese dado el brillo que necesitó la Selección. Argentina ganó ese Mundial guapeando, con el coraje de Passarella, Kempes, Fillol, Luque, Tarantini, no con el fútbol que proponía el entrenador rosarino.

Tras ocho años en el banco celeste y blanco se fue a Europa, al Barcelona. Antes de debutar en el Camp Nou declaró en su estilo fluido, elegante, casi literario: “Me siento como un músico frente a un gran escenario”. Los periodistas se arracimaban frente a su presencia esperando las frases aterciopeladas que el Flaco acuñaba. “El fútbol es orden y aventura”, decía. “La única manera que tiene un técnico de hacerse respetar es desde el conocimiento. Si no fuera así, cualquier tonto podría ser entrenador». Otra: «El fútbol se juega para lograr eficacia. La belleza aparece de las cosas bien hechas».

Fue un individuo controversial, que generaba amores incondicionales y odios viscerales. Pero se sentía a gusto en ese mar de la polémica, no lo arredraba. Su enfrentamiento casi irracional con Carlos Bilardo abrió una grieta en el fútbol, ya no sólo argentino sino latinoamericano. El jugar bien o ganar como sea que encarnaban uno y otro dividió al público, al ambiente del fútbol y, sobre todo, al periodismo. Se era menottista o bilardista. Y eso generaba enconos personales fuertes, hasta la enemistad. Duró décadas la dicotomía.

Habían sido amigos al comienzo, luego, una declaración de Bilardo en los medios picó a Menotti, éste respondió, se fue poniendo más picante y se hizo un ping pong. Por último, el Flaco expresó que una decisión de su sucesor desprestigiaba a los jugadores. Bilardo estalló: “Leí el diario y me enloquecí, me tuve que tomar dos Lexotanil, pero nada me hacía efecto. Estaba envenenado”, reconoció. Y al día siguiente le respondió en rueda de prensa: “Cuando asumí en la selección lo único que encontré fue una silla y un escritorio. No había carpeta de jugadores, no había calendario, contactos, nada… Este país necesita que se hable menos y se trabaje más. Estamos cansados del verso”. Fue el inicio de una auténtica guerra dialéctica y de estilos.

Dirigió a Boca, a River, Independiente, a Peñarol, al Atlético de Madrid. Jugó con Pelé en el Santos, fue amigo cercano de Cruyff, dirigió a Maradona y, en su última etapa como director de selecciones nacionales, compartía en el predio de la AFA con Messi. A los 85 años, se fue el Flaco Menotti, personaje mundial del fútbol. 

(12/05/2025)

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¿Quién ganará esta Champions…?

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 5 de mayo de 2024 / 21:24

Es la pregunta que se hacen en los medios y en redes sociales. También se la formulan al periodista. Difícil respuesta. Los cuatro que siguen en carrera son realmente buenos y parejos, y los dos resultados que se dieron en la ida de semifinales no son definitorios, las llaves están abiertas.

En todos los sondeos y casas de apuestas el Real Madrid es ultramegahíperfavorito. No por su juego virtuoso, que no se la visto en esta Champions, sino porque la mayoría cree que, de una manera u otra, ganará.

Por suerte, por sus contraataques letales, por la contundencia de alguna de sus brillantes individualidades o por algún fallo arbitral, siempre sale venciendo el cuadro blanco.

Fue menos que el Leipzig en octavos de final (y hubo dos groseros errores referiles, uno en la ida y otro en la vuelta, favorables al Madrid). Padeció un asedio nunca visto ante el Manchester City en cuartos, pero pasó el Madrid. Y ha sido inferior al Bayern Munich en semis, pero sacó un valioso empate de visita (2-2).

Es tarea casi heroica mandarlo a la lona y contarle diez. Porque lucha hasta el final, le cabe ese mérito. Y el de la jerarquía de sus hombres, que, a la mínima insinuación ofensiva, convierten. A todos los demás equipos del mundo les demanda tres, cuatro situaciones de gol, o más. El Madrid, con media, llega a la red.

Justamente Thomas Tuchel, el excelente técnico del Bayern (campeón de la Liga de Campeones 2021 con el Chelsea), destacó la pegada del equipo merengue y su facilidad para hacer gol con poco dominio, sin siquiera crear peligro, incluso cuando lo están asfixiando contra su arco, como aconteció con el City. Un toque, dos y pum… adentro. Puede ser Rodrygo o Vinicius o Bellingham o cualquiera.

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“Han sido unos primeros quince minutos muy buenos, en los que hemos tenido ocasiones, un juego fluido… pero luego no ha sido tan fluido. Ellos han tenido una y nos han hecho un gol”, analizó el entrenador alemán.

“Después hemos estado mejor en la segunda parte, con el tanto del empate y el penalti del 2-1. Tuvimos alguna chance para hacer el 3-1 y no lo logramos. Pero hubo una ocasión en nuestra área y consiguieron el 2-2. Esto es lo que hacen con muchos rivales y esta vez nos ha tocado a nosotros”.

Tuchel elogió abiertamente al cuadro de Ancelotti: «Es la calidad individual más alta emparejada con una increíble capacidad para permutar posiciones y mantener el ritmo en los contragolpes… Y saben sobreponerse a los malos momentos».

No obstante, el Bayern mostró una imagen sólida, exhibió la solvencia de toda la vida, manejó el partido, dio vuelta el 0-1 inicial con el temple de siempre y, aunque fue aciaga su temporada en la Bundesliga, tiene en la Champions su tabla de salvación.

Va con el empate a Madrid, con una mejora evidente en su juego y con un Musiala imparable, habilísimo, valiente, encarador. Puede ser una estrella en el resto de la década, tiene apenas 21 años y su conexión con Florian Wirtz debería devolver a Alemania a lo alto del podio. Son dos cracks.

“Bellingham desconectado”, tituló el diario AS. Efectivamente, tras un comienzo rutilante de temporada en la liga española, el inglés ha decaído en los últimos meses, incluso estuvo desconocido en las tres rondas eliminatorias. Hasta ayer pedían a gritos el Balón de Oro para él, ahora se preguntan qué le pasa. Y reclaman el trofeo para Vinicius.

“Si no se lo dan sería una vergüenza”, ruge el madridismo. Está en un momento feliz el brasileño, aún no se alzó con ningún título, aunque podría conseguir Liga y Champions. Y Copa América, ¿por qué no…? Brasil es Brasil siempre.

En las encuestas de diversos foros el Madrid oscila entre el 47 y el 52% de las preferencias. El Bayern araña el 24%; el Paris Saint Germain, pese a haber perdido en la ida, alcanza un 13%, y el Borussia Dortmund el 15%.

En las casas de juego también lidera el equipo español. Paga 2,20 € por cada euro apostado, el PSG, pese a perder, continúa segundo con 3,75, Bayern Munich 4,50 y Borussia Dortmund 8.

El Dortmund parece el patito feo del lote, pocos le ven chances reales de coronar, sin embargo, juega bien y, atención a esto: crea un manantial de ocasiones de gol. Si tuviera la eficacia del Madrid golearía todos los partidos. Venció al PSG con gol del tanque Füllkrug y se quedó corto, era para dos o tres. Hubiese ido a París con la semifinal en el bolsillo. Falló mucho el austríaco Sabitzer. El exiguo 1-0 dice que el cuadro francés puede darlo vuelta en el Parque de los Príncipes. Claro, también adelantará líneas y ofrecerá espacios atrás.

Quien quedó en deuda es Mbappé. “Es el máximo goleador de la presente edición de la Champions League, pero la realidad es que su rendimiento en algunos encuentros sigue suscitando dudas”, escribe AS, de Madrid. Y en L´Equipe, de Francia, fueron más severos: “Una primera parte sin brillo (0 disparos), en la que no salió lo suficientemente rápido para Schlotterbeck en el gol (36′).

A menudo se encontró de espaldas a la portería en plena acción, tuvo pocos espacios y jugó encorsetado. En una segunda parte más densa, remató al poste (51′) e intentó potenciar a sus compañeros, como en una acción para Dembélé (72′). Pero no fue decisivo, como su condición le obligaba a ser…”, comenta el periódico francés, que lo calificó con un 4.

Siempre aparece una sombra en el horizonte de Mbappé. Se pide con insistencia un Balón de Oro para él, pero siembra incertidumbre. Por supuesto, nadie dirá que Mbappé es malo ni que arruga, es un crack de los grandes, aunque también es un jugador que extrañamente desaparece en muchos partidos, se ausenta. Casi nunca se le remarca ese aspecto. Únicamente loas. En este caso, AS y L’ Equipe sí lo hacen. Hay que recordar que el PSG pagó 180 millones de euros por él hace 7 años, lo fichó para ganar, por fin, la Champions. Nunca pudo. Y cuando llegaron a la final fue Neymar el jugador decisivo, no él.

Lo han rodeado de figuras y le han dado todos los galones, la capitanía, los penales, los tiros libres, lo alimentan con los mejores pases… pero no pudo. Algunos analistas le objetan que no es líder. En el campo no puede serlo porque no lleva la pelota, él está allá arriba, depende de que otros armen el juego y se la alcancen. Otra vez tiene una deliciosa oportunidad de alzar la Orejona, veremos si lo logra antes de irse. El Dortmund no es una barrera infranqueable.

Kylian jugó de 9, el puesto que le tienen reservado en el Madrid. El de extremo izquierdo, su lugar natural, está ocupado por otro gallo: Vinicius. Y Vini no le va a dejar su lugar “al nuevo”, se llame como se llame. El capanga en el vestuario del Bernabéu es él. Incluso tendrán una primera confrontación por el Balón de Oro.

Hoy, son los dos primeros mencionados para obtenerlo. Hay otro tema: si llegan a la final el PSG y el Madrid, Mbappé deberá enfrentar al que, a partir del 1° de julio, será su nuevo club. ¿Cómo se verá eso…? ¿Dejará el alma para ganarle…? ¿Le hará goles…? ¿Lo ablandarán Rudiger y Carvajal a base de leña como hacen habitualmente…? Si se da esa final, va a estar rodeada de morbo. Y si triunfa el PSG 1 a 0 con gol de Mbappé, ¿lo festejará…? ¿Mucho, poco…?

Cuidado, también puede darse una definición alemana en Londres. Los tres -Bayern, Dortmund, PSG- tienen más juego que el Madrid, el Madrid tiene más punch que los otros. Todo puede suceder.

(05/05/2024)

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La Reina del Plata fue la cuna

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 28 de abril de 2024 / 23:25

“Buenos Aires, la Reina del Plata, Buenos Aires mi tierra querida…” Carlos Gardel tenía 26 años y asomaba a la fama grande cuando nació en su ciudad la Copa América. El torneo abrió los ojos en ese conglomerado cosmopolita donde vivían casi tantos extranjeros como nacionales.

La cuna del tango era un faro de cultura que irradiaba a toda América Latina. Y ya despuntaba como una urbe impactante, de definido estilo europeo, con subterráneo -el primero de Iberoamérica- y una amplia red de ferrocarriles.

Era pleno invierno austral de 1916. Una Argentina próspera celebraba con pompa el primer centenario de su independencia y, entre los muchos actos del jubileo, el Gobierno de entonces encargó a las autoridades futbolísticas que organizaran un torneo internacional, tal como se había realizado con éxito allí mismo en 1910, entre Argentina, Chile y Uruguay, siendo campeón el anfitrión.

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El fútbol estaba esperando algo así

Ese prefacio del ’10 no se considera oficial, no había sido fundada aún la Confederación Sudamericana de Fútbol. En 1913, el deportista José Claudio Susán, futbolista y directivo del club Estudiantes de Buenos Aires (no de La Plata), elevó una propuesta formal para crear un certamen sudamericano que se denominaría Copa América, la cual se publicó el 16 de octubre de ese año en el diario La Argentina: 
“La Asociación Argentina de Football resuelve realizar anualmente un concurso de football instituyéndose al efecto la Copa América. Serán invitadas a adherirse a este proyecto las ligas uruguaya, chilena y brasileña, debiendo enviar en caso afirmativo un equipo para disputar la Copa. Este torneo se efectuará en Buenos Aires. Si alguna de las ligas adherentes desea que el torneo se realice en el lugar de su asiento, deberá solicitarlo en la reunión de delegados que se efectuará durante la época de juego del año anterior. Es entendido que cada liga en tal caso correrá con la organización y gastos que el torneo demande”.

Le cabe, pues, a Susán, el derecho de autor de esta maravillosa saga. Su proyecto y los dos certámenes primigenios -1910 y 1916- celebrados en Buenos Aires y por iniciativa argentina, le otorgan al fútbol albiceleste la indiscutible patente de impulsor de la idea. Muy visionario: aún no existían los Mundiales ni la Eurocopa, y los Juegos Olímpicos estaban suspendidos por la Primera Guerra Mundial. Incluso la FIFA era un bebé que daba sus primeros pasos.

La entonces Asociación Argentina de Football envió en octubre de 1913 un telegrama a sus pares de Brasil, Chile y Uruguay invitándolas a disputar el trofeo “Campeonato Sudamericano de Football”. El diario La Argentina, del 26 de octubre de 1913, en su página 8, daba cuenta de la respuesta afirmativa de la conductora del fútbol oriental: “La Liga uruguaya ha comunicado a la Asociación Argentina de Football su adhesión al campeonato sudamericano que esta organiza, y para cuyo concurso el ministerio de relaciones exteriores y culto ha donado una magnífica copa. La nota de la Liga Uruguaya dice:
“Montevideo, octubre 23 de 1913. -Señor presidente de la Asociación Argentina de Football.- la Liga se ha enterado de que el ministerio de relaciones exteriores de la República Argentina ha donado un trofeo destinado al campeonato sudamericano de football, y que será disputado por uruguayos, brasileños, chilenos y argentinos todos los años. En respuesta tengo el placer de expresar a usted que la comisión de la Liga ha resuelto prestar todo su concurso, a fin de que ese nuevo campeonato obtenga todo el éxito que le corresponde por su carácter. (Firmado) -Abelardo Vescovi, presidente”.

Debido a las divisiones internas en el fútbol de Brasil y Chile que impedían su participación, el torneo no se pudo concretar sino hasta 1916.
Por entonces, Buenos Aires era la única capital de Sudamérica que poseía escenarios capaces de albergar decenas de miles de espectadores. Que los hinchas argentinos le llaman cancha, como en Uruguay se denominan parque y en el resto del continente, estadio. Se realizó en Palermo en el, para la época, formidable recinto a la inglesa de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (de nuevo: no de La Plata), capaz de acoger a 25.000 personas.

La Gran Guerra ya se había cobrado nueve millones de vidas en Europa. Los campos de Francia eran un gigantesco charco de sangre. El 1° de julio de 1916 se desató una carnicería humana al norte de París: la sanguinaria Batalla del Somme. Fue una catástrofe: sólo las tropas británicas sufrieron ese primer día 57.740 bajas, la mayor pérdida en combate del Reino Unido en toda su historia bélica, que no es breve.

Veinticuatro horas después, a 11.000 kilómetros hacia el sudeste, diez mil aficionados entusiastas acudían para ver Uruguay 4 – Chile 0, el primero de los 837 partidos que componen la Copa América hasta ahora. Alaridos desgarradores allá, alborozados gritos de gol acá. Hoy, más de un siglo después, parecerá increíble, pero miles de uruguayos cruzaron el río color de león para ver a la Celeste. Se viajaba en el Vapor de la Carrera, que salía de Montevideo a las 10 de la noche y llegaba a Buenos Aires a las 7 de la mañana. Sólo se precisaba el boleto, no se hacía migraciones entre Uruguay y Argentina. “Era como tomar el tranvía”, describió el genial Diego Lucero.

El de ese primer año fue un torneo realizado por la Asociación Argentina, en el que intervinieron cuatro de las cinco asociaciones existentes hasta el momento: la anfitriona y sus colegas de Brasil, Chile y Uruguay. Paraguay era como Santa Marta, tenía tren, pero no tranvía, pues ya había sido fundada la Liga Paraguaya, sin embargo, no conformaba todavía una selección.

Justamente, a raíz de ese cónclave internacional nació la entidad matriz del balompié continental. El 9 de julio, reunidos en medio del certamen, los delegados de las selecciones participantes decidieron crear la CONMEBOL por iniciativa del político y periodista uruguayo Héctor Rivadavia Gómez, presidente del Montevideo Wanderers. Y entre todos acordaron dar continuidad anual a la competencia que se estaba disputando, la que en adelante se denominaría Campeonato Sudamericano de Fútbol Copa América, como había propuesto Susán. Se encargó a una joyería del centro porteño la realización del trofeo, la bella pieza de orfebrería que conocemos, en plata con base de madera.

Nació popular la Copa, porque el fútbol de clubes divide, el de selecciones une. Se colmó el estadio desde el primero hasta el último día de esa versión bautismal. Enseguida la fiebre por su disputa se propagó en todo el continente. Pero fue un virus alegre, vivificante, que no requiere mascarillas. Su disputa era un acontecimiento festivo y social en los pueblos donde se jugaba. Y así seguiría hasta el presente, 108 años después. Tras aquel alumbramiento en 1916 llegarían los Mundiales, la Copa Libertadores y otras nuevas contiendas internacionales, sin embargo, la Copa América mantuvo su lozanía y atractivo hasta hoy. Eso remite a su magnetismo.

En octubre de 2006, Joseph Blatter nos concedió una entrevista exclusiva en Asunción; le obsequiamos el libro de la Copa América que realizamos en Conmebol hace unos años; ojeando las fotos de aquella edición de 1916 quedó asombrado y acuñó una frase para los tiempos: “De Europa siempre se dice que es el Viejo Continente, pero en fútbol el Viejo Continente es Sudamérica”.

(28/04/2024)

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El fútbol estaba esperando algo así

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 21 de abril de 2024 / 20:42

Tiene una sola mancha en su impoluta tarjeta de presentación como nuevo crack de dimensión global: dos lesiones de ligamentos en sus rodillas. Una, leve, a los 16 años, que lo paró mes y medio, la otra a los 18, severa, lo mantuvo nueve meses fuera de las pistas.

Las rodillas suelen ser un verdugo implacable en el fútbol, han malogrado o mermado cientos de carreras prometedoras.

Al margen de esos dos puntos oscuros, todo lo que promete Florian Wirtz es luminoso, un sol que abarca entero el mapamundi de la pelota.

Es, sin duda, la mayor aparición reciente del fútbol mundial en cuanto a talento, un alemán a la sudamericana: gambeta limpia y hacia adelante, pase magistral en profundidad, inteligencia, vocación ofensiva, mentalidad ganadora, magnífico remate de derecha, el mapa de la cancha en la cabeza… Todo barnizado con alta condición técnica. Es la píldora perfecta de Bayer.

¿Qué parecido tiene con Haaland o Mbappé…? Ninguno, estos son futbolistas de potencia, exclusivamente vinculados al gol. Para empezar, Wirtz es un 10 clásico, juega y hace jugar. No es corpulento, apenas 1,76 de estatura y 70 kilos. Y es todo calidad, creatividad.

Sería como comparar a Batistuta con Zidane. Para que haya gol primero debe crearse la situación de gol. De eso se encarga Wirtz. Y también convierte. Sus números hablan bien: 17 goles y 19 asistencias en lo que va de temporada. No obstante, dio muchos más pases mágicos. Sucede que el pase-gol se valora si el definidor acierta.

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Es el caso de Messi, debe haber puesto dos mil mano a mano en su trayectoria, pero sus compañeros convirtieron sólo un 20 por ciento, y eso es lo que finalmente se le adjudica al asistidor.

Ciento veinte años esperó el Bayer Leverkusen para ser campeón de Alemania. Lo fue justo ahora, con la irrupción estelar de este chico de 20 años. No es casual. Siempre que surge un gran crack pasan cosas trascendentes en los clubes. Está el trabajo de Xabi Alonso, una obra maestra, el aporte notable de todo el equipo, y la cuota diferencial de Florian Wirtz. Ciento veinte años y el día tan soñado fue mejor en la realidad que en el sueño: ganó el Bayer 5 a 0 y Wirtz hizo triplete. El título adquiere el rótulo de hito porque viene a romper 11 consagraciones seguidas del Bayern Munich. Y el frenazo del gigante bávaro tiene mucho que ver con Wirtz. Todo tiene que ver con él. Aparece y pum… sucede algo trascendente.

Los futbolistas son como las huellas dactilares: no hay dos iguales. Sí tienen reminiscencias. Hay en él algo de George Best, su atrevimiento, el geniecillo de cara aniñada que te hará un daño; los movimientos y la vivacidad de Platini, incluso un gran parecido físico. Y si volvemos a la patria, unas gotas de Littbarski. Pero nada que ver con las leyendas germanas que lo precedieron. Ni con Beckenbauer ni con Gerd Müller ni con Rummenigge. Es otro molde. Florian Wirtz es el producto de salir a jugar en la placita después de haber mirado la tele. Vio a los de afuera. Los genes le entraron por los ojos.

«Hay buenos jugadores y hay jugadores ‘bonitos’, que hacen cosas espectaculares, pero no necesariamente eficientes”, dice Xabi Alonso, el arquitecto del Bayer sensación de Europa. ¿Por qué Messi es tan bueno? Porque sabe cómo y cuándo jugar con pases simples. Messi dice: ‘¿Estás en una mejor posición? ¡Aquí tienes la pelota!’. No siempre se trata de hacer el movimiento más brillante, sino el mejor y más inteligente. Florian puede hacer eso. Por eso es tan bueno», explicó el vasco. Y remató: “Florian es un regalo para mí como entrenador. Es un jugador diferente al resto”. Lo curioso es que, después de asumir en el Bayer, Alonso debió esperar varios meses para “conocer” futbolísticamente al joven maravilla, pues estaba en rehabilitación tras ser operado. Pero apenas estuvo sano le hizo lugar.

«Ahora, después de la lesión, disfruto más de los entrenamientos, de jugar con el balón, del fútbol de posesión… Me siento muy bien, en forma. Me encanta recibir y acelerar y, si puedo marcar goles, mucho mejor», declaró el ya ídolo del BayArena. A pesar de su carácter introvertido, fue el más aclamado en la celebración de la Bundesliga por los aficionados, que le apodan ‘Fußballgott’ (Dios del fútbol). Cuando metió su tercer gol ese día, el público se olvidó que era alemán e invadió la cancha. Centenares se le fueron encima a querer abrazarlo. Florian no tuvo miedo, sabía que era una avalancha de cariño.

Transfermarkt le subió la cotización a 110 millones de euros. Y volverá a aumentarla en breve. Son acciones de oro. Pero ese es el costado antirromántico de esta historia. Poética es la carrera meteórica y bella de este muchachito (nunca tan justo el término). A los 17 años y 15 días debutó en Primera División. Y dos semanas después de eso anotó su primer gol, nada menos que al Bayern Munich y con Neuer en el arco. Así hace todo. Días pasados le dieron la titularidad en la Selección Alemana y a los 7 segundos le metió un gol colosal a Francia. El gol más rápido de la historia con la camiseta blanca. Pisa y deja huella. Y pudo ser más precoz en todo de no mediar las malditas lesiones.

Pese a ser el local, Alemania estaba tercero en las apuestas para ganar la Eurocopa en julio próximo. Con Wirtz pasa a ser favorito. Aunque ya venía regalando maravillas desde dos años antes y Hansi Flick lo tenía en cuenta, no pudo estar en el Mundial de Catar 2022 por esa maldita rotura de ligamentos en su pierna izquierda que lo tuvo 9 meses entre médicos y kinesiólogos. No se perdió nada, al contrario, se salvó del papelón alemán: quedaron eliminados en primera fase.

Ya hay una lista de clubes interesados en la joya, el primero de ellos el Bayern Munich, el temido tiburón blanco que absorbe cardúmenes de nuevas figuras. Todas. Sale una y glup, es del Bayern. Su padre y representante, Hans-Joachim Wirtz, dejó entrever que, “por el momento, todo está pensado para que Florian siga jugando en Leverkusen la próxima temporada”. Sin embargo, podrá aguantarlo un año más, ni dos. El gigante farmacéutico Bayer es dueño al ciento por ciento del club, aunque no hace pesar su poder financiero en la marcha de la institución, deja que se maneje con sus propios recursos.

Alguien debe haber perdido su puesto en el Colonia, el enemigo del barrio. Wirtz jugaba allí, en el club vecino, pero en enero de 2020 fueron a buscarlo del Leverkusen y lo dejaron ir. Es un hallazgo de Simon Rolfes, actual director deportivo de las “aspirinas”, en uno de los muchos partidos de fútbol base que vio durante sus dos años sabáticos. «Estoy feliz de muchos fichajes», confesó, aunque en este hizo cumbre: «Es un caso especial. Lo descubrí con 13 años. Cuando volví al club, lo primero que hice fue preguntar cuándo terminaba contrato con el Colonia. Me dijeron que en 2020 y se convirtió en mi prioridad. Haberle traído gratis es increíble. Ha llevado al club a otro nivel», señaló Rolfes. Wirtz tenía 16 años. A los cuatro meses asomó en el fútbol profesional. El resto está contado aquí.

Mbappé lleva nueve temporadas esperando recibir el Balón de Oro, siempre le faltó algo para coronar. Puede que llegue a diez. Si Wirtz consigue el triplete (Bundesliga, Copa Alemana, Europa League), será serio candidato. Y le queda la Eurocopa para demostrar. La platea universal lo descubrirá allí. Mbappé tiene las mismas posibilidades, pero que se apure…

(21/04/2024)

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