Viva el poderoso Strooonguer
Mis hermanos tigres habían logrado el añorado reencuentro con mi ciudad, que yo vuelva a mí.
Hace un año estuve unos días en La Paz por cuestiones de trabajo. Tres años que no volvía a mi ciudad che, la emoción crujía en el alma, llegaba a una oficina a trabajar 12 horas diarias. A mediodía salía a comer como loco y en la noche a querer sentirla, pero el frío y la lluvia frenaban el anorado reencuentro con mi La Paz.
Hasta que llegó el domingo, se venía un clásico clave para reafirmar el tricampeonato, no había tiempo para descansos, me vino el rugido, agarré mi camiseta y me lancé a mi querida Ultra Sur. Como no había entradas, lo llamé al K’ala, quien como buen tigre me consiguió dos, para mi tigresa más. Entonces llegaron los encuentros intensos, abrazos crujientes con el Marraketa Blindada, besos emocionados con algunas tigresas, abrazo de pozo con el Julito, con el Ciruja, con el Hiru Hichu, fotos con tigritos hasta que entramos a la poderosa curva sur que ya estaba poblada de gente. El Fabas me abrió cancha llegando al corazón de la Ultra que me recibió cantando: Por suerte soy atigrado, soy stronguista de corazón. Me tragué las lágrimas mientras cantaba.
Me ubicaron justo atrasito de los corneteros y tamboreros, entonces entró el equipo, la tarde se pobló de negro y amarillo, los cuetillos me rebanaron el pescuezo, me empezó a joder el pecho por tanta emoción pero no había tiempo para pensar en eso. Lo más emocionante: la curva del frente poblada de negro y amarillo en pleno clásico. Empatamos pero salimos tricampeones. Luego vino la caravana por la Camacho hasta El Prado, al día siguiente tenía que estar a las 07.00 en el trabajo pero no había tiempo para pensar en eso, el Tigre era tricampeón, mi hinchada sufrida estaba de fiesta, llegamos a la Plaza del Estudiante y pidieron que entrara al palco a cantar la cueca que le hice a nuestro Chupa Riveros, el himno Por suerte soy atigrado y la sentida canción del centenario. Subí al escenario, había unos 10.000 tigres felices y emocionados, no había guitarra, le casqué a capella, en coro general atigrado. Al salir me esperaban cientos de tigres, tigritos y tigresas para sacarnos fotos y más fotos. En lo mejor de la noche me tuve que ir, no había de otra, al día siguiente las responsabilidades jorobaban. Ya en la cama, latiendo en mi piel atigrada, supe que mis hermanos tigres habían logrado el añorado reencuentro con mi ciudad, habían logrado que yo vuelva a mí, a poblarme de mi gente, a devorar mis afectos, a desburocratizarme, a ser un colectivo unánime repleto de amor. Porque los abrazos más hermosos de mi vida llena de abrazos están en la Ultra Sur, porque la pasión verdadera está allí, en lo más sagrado que tiene mi equipo, el The Strongest, me refiero pues a esa impresionante hinchada que debería ser nombrada patrimonio de la humanidad.
Puta que me hubiera gustado estar en la Ultra Sur y ganar este último campeonato de diciembre de 2013, aquella emoción parece se centuplicó al máximo. El poderoso Tigre sacó de nuevo las garras y logró un campeonato imposible con la valentía de Cañada Strongest, con la garra de superar Viloco, con la fe del Chupita, y con esa hinchada que sabiendo que la cosa parecía inverosímil siguió al equipo hasta la selva impulsando la esperanza, alimentando el sueño, dando una lección de dignidad y certidumbre en los momentos más jodidos.
Los tigres viejos nos hemos renovado con este equipo comandado por la sabiduría del técnico Villegas. Tiene la garra de Fontana, la templanza de Galarza y la habilidad de Ovidio Messa. Y tiene un componente más que hay que resaltar: un líder como Escobar que no se vende, ofertas de los del frente han sobrado, si hasta al Chocolatín lo hicieron vestir su camiseta por su estrategia de empresa y dinero. Pero con Escobar y Chumacero la empresa académica no pudo: la lealtad no tiene precio, pueden irse nomás con su cheque a Miami.
Lo cierto es que estamos de nuevo en las grandes ligas, lo cierto es que nuestra hinchada guerrera prepara los bombos, los pulmones y las gargantas para gritar ¡Tigre, Tigre! por Latinoamérica. Lo cierto es que nuestros dirigentes como siempre están en crisis económica, pero eso no importa, no somos una compañía, somos una cosmovisión, una manera de ver la vida con valores añejos de solidaridad, con pilares fundamentales de nobleza. La hinchada del The Strongest, del Tigre del pueblo, seguirá haciendo latir su corazón y su entrega sin medida ni clemencia, ese corazón cimentado en los valores que nos enseñó nuestra cramática y triunfadora historia. Porque a mi equipo, señores, el pueblo lo nombró “derribador”.
Mi Tigre, te debía este texto, déjame acabar con el grito de guerra en aymara profundo que dice: “Stronguistas, ¡huaaaaarikasaya kalatakaya¡ hurra, hurra. ¡Viva el poderoso Stronguerrr! ¡Que viva, carajo!
(*) El Papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta.