Sunday 2 Jun 2024 | Actualizado a 08:55 AM

Guerreros de luz

El colectivo Photours presentó la exposición Obturando La Paz, que muestra sus mejores fotografías reunidas durante dos años.

/ 6 de agosto de 2017 / 04:00

En varias ocasiones durmieron solo un par de horas para despertar de madrugada, con el fin de observar los amaneceres y retratar aquel momento. En otros casos tuvieron que aguantar una lluvia intensa, una copiosa nevada y soportar temperaturas bajas con tal de obtener la imagen perfecta. Se trata del colectivo Photours, que en homenaje a la fiesta cívica de La Paz llevó a cabo la exposición fotográfica Obturando La Paz.

Cada cuadro es una obra de arte pintada por la naturaleza y, con la ayuda de una cámara fotográfica, quedó inmortalizada en la galería de arte del Ministerio de Culturas y Turismo. La muestra presentó fotografías de 22 integrantes del colectivo, quienes exhibieron ilustraciones de diversas partes del departamento. “Son 30.000 kilómetros que hemos recorrido por toda La Paz”, comenta Javier Rodríguez, fundador del grupo. Hace algunos años, estos  enamorados de la fotografía salían de la ciudad de manera solitaria, muchas veces como parte de excursiones que no daban tiempo suficiente para captar las imágenes. De esa manera, Javier decidió adquirir un minibús blanco que cobijara a los buscadores de imágenes. Desde ese momento, Tití —como bautizaron al vehículo— transporta a los miembros de Photours por varios sectores del país, en especial los municipios paceños, desde el Rincón del Tigre —que se encuentra en Caranavi—, pasando por el Dragón Dormido de Santiago de Okola, las montañas de Peñas, la naturaleza de ensueño de Comanche en Pacajes, hasta llegar a la diversidad de pisos ecológicos de Quime.

Dos niñas observan el cerro bañado por una niebla que de a poco se aleja de este valle paceño.

Pedro es un incansable buscador de imágenes. En una de esas peregrinaciones  llegó a un mirador cercano a la planta de agua de Alto Lima, en la urbe alteña, donde encontró una perspectiva única de La Paz. Desde ese lugar se observa la plataforma Ferrobeni y el Puente de las Américas, pintados de luces amarillas, mientras que a su diestra está la luminosidad de El Prado. Con una cámara Nikon, un trípode y mucha paciencia, Edwing Romay subió el cerro Jach’a Pacuni (5.300 msnm), en Quime, con el objetivo de tomar una imagen de la vía láctea. El resultado satisfactorio es la fotografía de una estructura abandonada iluminada de tintes entre anaranjados y rojos con estrellas brillantes de fondo. Así, son 22 historias, con alegrías como el recibimiento de pobladores que quieren promocionar su región como sitio turístico o sinsabores como bloqueos, malos caminos o faltas de señalización. Momentos que son un documento.

Los integrantes de Photours no se amilanan ante las adversidades. Duermen tarde y despiertan en la madrugada para sacar la foto de un amanecer, soportan temperaturas bajas, nieve, lluvia o un sol inclemente. Es por ello que Javier los ha llamado guerreros de luz, que mostraron un poco de su obra en Obturando La Paz.

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Eva Sofía Sánchez: ‘Cultura, un espacio para la creatividad’

La autora presentó el libro ‘Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños’ en la FIL Santa Cruz.

/ 2 de junio de 2024 / 07:00

La escritora Eva Sofía Sánchez Exeni presentó el sábado 1 de junio en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz su libro Aquí y ahora. Conversaciones con artistas cruceños (Editorial 3600), fruto de su participación en 2017 en el programa de Residencias para artistas de Kiosko Galería. Durante ese tiempo, entrevistó a los artistas Roberto Unterladstaetter, Luis Estéban Gutiérrez, Rodrigo Rada, Fernando Carabajal y Raquel Schwartz.

— ¿Cómo cambió tu mirada sobre el periodismo en los 7 años desde que hiciste estas entrevistas?

—Hace décadas se hablaba de la desaparición de los periódicos. Muchos cerraron. En Bolivia aún es incierta la suerte que correrán los diarios y las radios urbanas, a diferencia de la televisión, que parece adaptarse a los tiempos de manera más eficiente. Partí de este corto análisis de la situación de los medios porque ahora se habla de la muerte del periodista. Es decir, de la mujer u hombre que, en su búsqueda por la verdad, tenía en mente el propósito fundamental de su oficio: dar a los ciudadanos información veraz y oportuna para hacer valer sus derechos ante la sociedad. Ojo, esto es una generalización. Hay muy buenos reporteros y fotógrafos en Santa Cruz, en Bolivia y el mundo.

Los hay, pero… son/somos la vieja escuela. La nueva camada, que tengo la seguridad y esperanza de que nos dará muchas luces… en realidad está plagada por… Mercenarios de la noticia. ¡Pero las grandes cadenas siempre fueron mercenarias!, me dirán. Y tendrán razón. Pero ahora el mercenario no es un ejecutivo de la empresa, ni el director del medio; es este nuevo ser que podríamos denominar neoinfluencereportero. Describir su perfil como profesional, persona y su ética laboral sería fascinante, pero demasiado largo. Solo digo que si alguien en Instagram que se hace llamar ‘crítico’ y da su opinión megapositiva acerca de una peli en los 20 segundos que dura su Tik Tok, seguro no es confiable.

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Por otro lado, muchos periodistas al independizarse intentaron formar sus propios medios; revistas o webs. Yo fui una de ellas. No conozco la estadística, pero proyectos de ese tipo no suelen durar demasiado a no ser que cuenten con apoyo monetario desinteresado. ¿Desinteresado? De pronto me volví ingenua.

Creo que el futuro del periodista es la independencia. La investigación, aplicar a becas de financiamiento, investigar, no olvidar jamás el propósito del oficio y, si puede, escribir libros.

—¿Qué ha significado la experiencia de la residencia en Kiosko?

—Fue la primera experiencia que me hizo plantearme seriamente la posibilidad de al menos aspirar a escribir un libro. Fue el primer momento en el que dediqué la mayor parte de mis esfuerzos diarios en mi obra literaria. Gracias a esa residencia es que escribo ya no como hobby, sino como oficio.

—Sin afán de romantizar y más con fines prácticos ¿Qué diferencia al periodista cultural del de otras ramas?

—El periodista de cultura, el deportivo, el de farándula, el de tecnología, tal vez todos ellos tengan la dicha del optimismo. Al fin y al cabo, las artes, los deportes, la vida social, son actividades que muestran, de alguna manera, la cara linda del ser humano. Yo me inicié en Cultura en El Deber y estuve como siete años en el área. Luego me llevaron a política nacional. Y alternaba con el área de Ciudad. Tras un buen tiempo en esas áreas empecé a sospechar que tal vez sentía algo de depresión. Tanto en las artes como en la política te comunicás con fuentes de enormes egos. Pero el ego del artista es, en comparación con el del político, mucho mucho más inofensivo.

Ahora bien, las áreas como policial, local o nacional son por lo general reactivas. Hay poco tiempo para la reflexión e investigación si estás en coyuntura. El área cultural deja espacio para la creatividad, para plantear enfoques novedosos, experimentar. Y acerca de conocimientos del área, ambas exigen bastante. Periodista de política que no conoce la historia lejana, cercana y actual, no podrá darse cuenta de nada. Periodista de cultura que no conozca el devenir de las tendencias por lo menos desde mediados del siglo XX en adelante, lo mismo.

—¿Por qué crees que se debería leer este libro?

— No lo tengo claro. Tal vez cualquier persona que desee adentrarse en los procesos creativos de los artistas encuentre valor en este libro. En mi caso, averiguar acerca de los procesos creativos de Fernando, Raquel, Rodrigo, Roberto y Luisi me ayudó a encontrar mi propio proceso y eso es invaluable.

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Irene E Irais Buezo

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Pastelería Michelline: 35 años de sabor, intuición y perseverancia

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo

/ 2 de junio de 2024 / 06:50

Crónicas gastronómicas

“Por algo suceden las cosas”, suele decir el popular adagio, que en el caso de Jesús Mercado y Rosario Apaza se hizo realidad allá por octubre de 1988, cuando este matrimonio decidió fundar su primer negocio de pastelería artesanal, impulsado por el sorprendente talento de Jesús para la preparación de tortas y pasteles y la certera intuición comercial de la señora Rosario; quien al ver las habilidades en repostería de su esposo, demostradas en diversos cumpleaños familiares, apostó a este emprendimiento que sería bautizado tiempo después con el nombre de Michelline.

Fue así que nació la primera sucursal en la zona El Rosario, en la ciudad de La Paz, la cual conoció el éxito casi de forma inmediata debido a la calidad de sus productos, buen trato a la clientela y su excelente relación calidad-precio.

35 años después, Michelline es una de las pastelerías líderes en su rubro, tanto en la ciudad de La Paz como en la ciudad de El Alto, con múltiples puntos de venta estratégicamente distribuidos en ambas ciudades y una capacidad de producción de 300 a 400 tortas por día.

La modernización, innovación y adaptación a los tiempos que corren es también una constante, con una jefatura comercial y de marketing muy bien llevada por una de las hijas de este matrimonio, Andrea Mercado.

Actualmente, en su catálogo de productos se puede encontrar su legendaria torta Clásica, la torta Charlotte, la M&M, la Rosa Negra, la de maracuyá, la Selva Negra, la torta Capuchino, la torta Oreo, la torta especial para diabéticos o la torta 3 leches, entre varias otras; así como brazos gitanos, rolls rellenos de almendras, limón o chocolate; galletas, diversos pasteles, masas dulces y saladas, pie de limón y maracuyá, cafetería y sándwiches.

También cabe recalcar que, como parte de su política de responsabilidad social, Michelline dona periódicamente sus productos a diversos albergues de niños y ancianos.

Pastelería Michelline

  • Horario de atención: Lunes a sábado de 8.30 a 21.30, domingos y feriados de 8.30 a 19.30
  • Producto estrella: Torta Clásica   
  • Rango de precios promedio: Bs 110 (torta de maracuyá)  – Bs 165 (torta Rosa Negra)   
  • ☎ Pedidos: 69751416 

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Contáctenos: Fernando recomienda, Fernandorecomienda, @fernandorecomiendaCorreo: [email protected]

Texto: Fernando Cervantes

Fotos: Pastelería Michelline y Fernando Cervantes

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ENCARNADA: Las exploraciones de Rodrigo Alarcón

El artista presenta su nueva instalación en la Fundación Patiño de La Paz. Abrirá hasta el 24 de julio

Por Alejandra Carranza y Galo Coca

/ 2 de junio de 2024 / 06:28

El viernes 24 de mayo, en el vestíbulo de la Fundación Patiño de La Paz (Av. Ecuador y Rosendo Gutiérrez), se inauguró la instalación Encarnada del artista Rodrigo Alarcón Moscoso (Cochabamba, 1992) con una acción denominada El Apagón, un espacio distendido donde se pudo interactuar con las piezas instaladas mediante lásers domésticos con sensores de ruido amplificado. La muestra permanecerá abierta hasta el 24 de julio.

Continuando con procesos de exploración material, el artista cochabambino ha comenzado a trabajar con membranas acrílicas de pequeño formato con residuos de agencias de publicidad, que posteriormente se exponen en Soda Arte, en la ciudad de San Pablo (Brasil), con la performance TransSubstancia, membranas de pétalos de rosas hervidas, sobre la piel.

Como encargo de mayor formato, Mariano Ugalde, de la Galería Salar, llevó las piezas a la Feria FIACI en República Dominicana y actualmente se encuentran disponibles en la galería Huella, Salar y en la Fundación Patiño.

Esta búsqueda material persiste inconscientemente en su proceso creativo y se repiten curiosidades como los reflejos, la distorsión de lo visual, según su contexto, el paso de la luz y cómo se comporta con el sol o de noche, con luces de vitrina, o en ausencia de luz, con los sensores láser, en este caso. 

Al mismo tiempo de situar al espectador en un espacio hipnótico y robótico, estas membranas biomorfas sujetadas en ganchos de carnicería y atadas para su exhibición hacen referencia al metaverso del control de los cuerpos que desconocemos a nuestra escala, y también a la inminente presencia del plástico encarnado a nuestros tejidos.

Esta extensa reflexión filosófica del control de los cuerpos en nuestros tiempos, además de  género, sexualidad y consumo, hace referencia a la manipulación  de nuestra subjetividad por medio de la  información.

En el cuerpo de obra de Rodrigo encontramos diferentes ensayos sobre liminalidad y la escala como recursos altamente sensibles y poéticos por su materialidad, ensamblaje y recontextualización. En esta secuencia observaremos diferentes componentes y conceptos que tejen el trabajo del artista. En Mutantes, instalación de 2018 en el Directorio Hispano Rhode Island, trabaja ensamblajes de porcelana fría y láminas vinílicas referentes a gestaciones mutantes de seres florales ¨cuir¨. En Esencia una Instalación de 2019 en el Museo Arte Contemporáneo de Santa Cruz, recontextualiza una medida de contención urbana en Carnaval sobre el cuidado del patrimonio mediante su envoltura en plástico y remplaza sus componentes significantes con un gran lienzo exterior como memoria de estos vestigios de celebración, paralelo a una gran mesa de k’oa a escala humana, como espacio ritual.

La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.
La muestra de Rodrigo Alarcón se puede visitar en la Fundación Patiño de Sopocachi.

Con Silencio exuberante, una instalación de 2019 con Kiosko Galería y el Programa de Danza FASES, reflexiona el sujeto sobre el soporte  metálico que permite a su vez comprender lo positivo y negativo. Está moldeado de manera orgánica y espontánea, atrapando las superficies y reiterando el ejercicio sobre sí mismo hasta cambiar la materia radicalmente, el significante ha mutado.

Poco tiempo después con Retrato in situ en la expedición Illimani Insitu (2019), realiza un simulacro de paisaje hiperreal por medio de la impresión 3D de un escaneado de una pieza metálica que sucede como una extensión del ejercicio de calca de superficies, saturando en su tránsito retratos volumétricos del macizo, en una lámina espejada que posteriormente se expande en una sala oscura, rebotando el reflejo distorsionado de una proyección cenital de un registro visual.

Con Subcorpóreo, en 2020, como punto de inflexión personal, evidencia en la porcelana fría, la presencia de la huella dactilar en su memoria sensible, con la presencia de la cochinilla y el rojo carmín, que habita en su cuerpo.

A partir de una reflexión de lo intermedio con relación a los otros, en tiempos de pandemia, Contacto fue una instalación y performance en 2022 en Persona Casa Galería, usando plásticos en desuso, como metáforas de relación entre biomas imaginarios.

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Subsuelo e Irreversible, instalaciones en la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Santa Cruz 2023 y el Museo Nacional de Arte construidas para cada sitio mediante piezas de lona cristalina colgadas en el subsuelo y el techo respectivamente, contenían cuerpos de agua, pigmento en el caso de Irreversible y flores diafanizadas sostenidas por cadenas y arneses que permitían la interacción con estas piezas y la relación de tensión con espacio. 

En conjunto, Rodrigo Alarcón hace de su exploración material carne y reflexión simultáneamente por su sensible aproximación a cuestiones contemporáneas sobre el cuerpo y su tránsito en la era de la información y el microplástico.

La presencia del láser como una vida sintiente, lo transhumano, lo espacial, la relación con la presencia, con el testigo que ve los cambios en el espacio, en el holograma que es el otro como un espejo, la relación con el sonido y con la luz, el ente robótico q es propulsado por la vida que interactúa en él. El ser extraño, un dispositivo q nos transporta a lo lejos, preciado. La transparencia de la nave, un transbordador espacial hacia los abismos internos, el conocerse y reconstruir compulsivamente la vida en uno mismo, siendo presencia, habitando la luz de la luna o alguna aurora boreal

Alejandra Carranza, 2024.

«Más allá de lo corpóreo, una grieta en un instante, ficciones, membranas suspendidas y congeladas en el tiempo como partes geológicas, o de otro planeta«.

Macjob Parabavis

Texto: Alejandra Carranza y Galo Coca

Fotos: Rodrigo Alarcón

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Furiosa

El director australiano George Miller construye la historia mitológica de Furiosa, en un nuevo capítulo de la saga ‘Mad Max’

Por Pedro Susz K.

/ 2 de junio de 2024 / 06:20

Con el estreno en 1979, ¡sí, 45 años atrás!, de Mad Max: salvajes de autopista, protagonizada por un entonces ignoto Mel Gibson, el director australiano George Miller (Chinchilla, Queesland/1945) comenzó a ganarse un sitial destacado en el género de películas de acción, entre otros motivos, debido a que su concepto sobre dicho género no se reducía a extremar los movimientos de sus personajes, sin que tales idas y venidas respondieran a otra cosa que la pura agitación a manera de biombo a la escasa sustancia de los motivos que los impulsaban a la confrontación.

Las loas con las cuales la crítica dio la bienvenida a ese debut fueron acrecentándose con los siguientes capítulos de lo que en definitiva devino en una de las sagas cuyas rehechuras no dejaron de ratificar las cualidades del original, diferenciándose asimismo de buena parte de las franquicias, tan en boga últimamente, resignadas a estirarse en tanto y en cuanto la taquilla siga engordando los balances de productores y los artesanos a su servicio.

Renuente siempre a vender los derechos, Miller siguió, sigue, reservándose la exclusividad de sumar episodios, amén de tomarse el tiempo necesario, cada vez más largo, para planificar el siguiente  eslabón de la cadena. Así transcurrieron dos años antes de la llegada a las pantallas de Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981), que pasaron a ser cuatro antes de la hechura de Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985). Treinta años mediaron entre aquella y Mad Max: furia en el camino (2015), sorprendente regreso de un personaje extrañado por espectadores y recensionistas, que volvió a ratificar el pulso del director en el manejo de un género que entretanto había sido objeto de un exhaustivo saqueo por otras sagas, en general de un nivel muy por debajo de la de Miller.

Llegó ahora, después de nueve años, Furiosa, precuela de la tercera incursión del realizador en las explosivas aventuras distópicas del “loco” Max, según resulta insinuado desde su título.

Es una suerte de “relato de origen”, denominativo acuñado justamente por quienes continúan dándole vueltas de tuerca a historias que ya parecieran agotadas pero siguen siendo estrujadas con discrecionales saltos para atrás o adelante, por lo general sin aportarles en cada nuevo episodio ni un ápice, salvo comúnmente también, mayores dosis de efectos especiales o personajes secundarios que aun pasando a la fuerza a primer plano, continúan siendo accesorios.

No es ese el caso del papel de Imperator Furiosa, encarnado por Charlize Theron en el episodio de 2015 y en la oportunidad asumido por Alyla Browne, cuando Furiosa es apenas una niña, y por Anya Taylor-Joy cuando aquella, una década y media después, ya pasó a ser una mujer y el mundo ha sido convertido en una ruina desértica, donde no saldan ni rastros de los productos naturales otrora consumidos a placer por la gente y en el cual sobrevivir implica sortear a cada instante una infinidad de peligros, frente a los cuales, sugiere Miller, solo cabe estar siempre dispuesto a sacarse de enfrente a quienes se asumen cómo los flamantes señores feudales, dado que el apocalipsis civilizatorio ha retrotraído las cosas a ese punto.

La trama es abordada en un prólogo y cinco capítulos. Todo comienza cuando en Lugar Verde,  paradisiaco oasis gobernado por un régimen matriarcal que ha conseguido mantenerlo a salvo hasta ese momento del desastre ecocida, la preadolescente Furiosa se encuentra recogiendo fruta de un árbol, tarea que se ve obligada a suspender debido al arribo de una pandilla de andrajosos  motociclistas con cascos en forma de calavera, ávidos de conseguir comida del modo que sea.

A pesar de su empeñoso intento de sabotear el plan de aquellos dañando sus motocicletas, Furiosa acaba secuestrada. Mary Jabasa, su madre, resuelta a rescatarla, inicia, armada de machete y rifle, una vertiginosa persecución a través del desértico escenario, inicialmente a pie, a pesar de estar descalza, luego a caballo en medio de una tormenta de arena y, por último, montada en moto. Logra eliminar a buen número de los motociclistas pero finalmente muere tras una horrenda secuencia de tortura y crucifixión de modo que Furiosa acaba como rehén de Dementus, bobo y desalmado jefe de los motoqueros, quien funge como dictador del rocoso lugar donde ejerce su poder con ínfulas mesiánicas, vistiendo una capa acorde a tal pretensión y con un osito de peluche atado a la espalda, rodeado además de una corte de lisonjeros y falsos sabios cuya tarea, es obvio, consiste en halagar sin pausa al jefe.

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El prólogo en cuestión se siente algo demasiado alargado, como ocurrirá asimismo con los capítulos que continúan en el relato, pormenorizando los 15 años siguientes de incesante y brutal enfrentamiento entre Dementus y la ya crecida Furiosa, quien entretanto ha debido reemplazar su brazo natural por uno mecánico, cómo se la veía en el capítulo de la saga cuyos antecedentes explaya esta precuela, sin que tal minusvalía atenúe su deseo de vengar a cualquier precio el homicidio de su progenitora. Por su parte, Dementus se encuentra obsesionado en apoderarse de la Ciudadela, fortaleza donde se atrinchera el enfermo Inmortan Joe, otro sanguinario autócrata, padre de dos hijos bautizados con los sugestivos cuanto irónicos nombres de Rictus Erectus y Scabrous Scrotus, trío decidido a evitar que los copiosos recursos todavía allí aptos para ser consumidos caigan en manos de los secuaces de aquel.

En uno de los varios intentos de tomar la fortaleza Dementus había acabado vendiendo a Furiosa Inmortan Joe. Alli conoció a Jack, el otro personaje protagónico de la historia, quién resolvió fugar junto a ella, convirtiéndose en su instructor como guerrera del camino a tiempo de alentarla a no abandonar su sueño de regresar a Lugar Verde, su lugar de origen, una vez haya logrado saldar sus cuentas con el raptor.

Siempre muy dado a la ironía en alguna entrevista Miller declaró: «Yo digo que una película tiene que verse con los oídos y oírse con los ojos». Empero apreciando Furiosa queda claro que no se trataba de un mero juego de palabras. Ello queda especialmente marcado por el modo de acercarse a las dudas existenciales y al progresivo desentrañamiento de su identidad en ese también íntimo, cuanto trabajoso viaje de Furiosa al encuentro de su madurez. La impecable faena interpretativa de Anya Taylor-Joy viene reforzada por la dirección de Miller, quien opta por privilegiar las miradas y los gestos, vale decir las imágenes justamente, antes que los diálogos. Aun en varias escenas donde Furiosa pareciera sentirse ajena a la turbulencia del entorno, dichos gestos y miradas permiten sintonizar que no lo está en absoluto.

Más allá del puro, y extremo, despliegue físico, Miller no deja de valerse de ciertos recursos técnicos a fin de alegorizar temas de candente actualidad cómo el feminismo y el calentamiento global. Tampoco renuncia a su estilo personal, dado que sin duda lo tiene, en la puesta en imagen. De hecho ha sido uno de los muy escasos realizadores que encontró en los zooms de acercamiento y alejamiento, lejos del mero show óptico, un consistente recurso para aproximar o distanciar al espectador del dramatismo de múltiples circunstancias de la trama, oscilaciones que le sirven a su vez para redoblar el énfasis metafórico, densificado adicionalmente por algunos diálogos insertados en el momento preciso para no permitirnos dejar de tener presente que la ficción observada tiene inocultable relación con el entorno real y sus connotaciones distópicas.

Tal recurrente apunte adquiere especial densidad en el personaje de Dementus, el loco que en Furiosa toma el lugar de Max, componiendo un villano mucho más verosímil, pese a su disparatada apariencia, que los usuales caricaturescos malos, y en el mencionado oso de peluche colgado en su espalda, una suerte de doble guiño: por un lado hacia los recuerdos de la civilización que ya fue a causa de las torpezas de los humanos en su depredador trato hacia las demás especies, y por el otro a la tóxica relación entablada con la preadulta Furiosa.

También vuelve a quedar expuesta la puntillosa maestría de Miller en los movimientos de cámara, al igual que en la composición de los planos cargados siempre de un acento connotativo apartado de la sola denotación de lo encuadrado en esas imágenes, por ello mismo demandantes de una especial atención del espectador. La cuidada fotografía de Simon Duggan y el no menos apropiado montaje de Margaret Sixel y Eliot Knapman aportan lo suyo a la fuerza visual de la película.

No obstante la indiscutible superioridad de Furiosa sobre gran parte de las últimas películas de acción, discrepo con el punto de vista de muchos colegas para los cuales este quinto episodio de la saga de Mad Max vendría a ser la mejor realización de Miller, sobrepasando a los anteriores en la calidad del producto final. No sólo, se me antoja, conspira contra dicha valoración el abusivo alargamiento del metraje hasta alcanzar las 2 horas y 40 minutos, pecado recurrente en el grueso de las realizaciones actuales. Cuan caprichoso es dicho estiramiento resulta puesto al descubierto por la caída, en varios tramos, del ritmo narrativo; en el hecho de que el personaje central, o sea Furiosa adulta, demore una hora en asomar en pantalla; en cierto énfasis, más bien teatral, de algunos momentos; en la débil interrelación entre los capítulos y en la inconsistencia de algunos de los apuntes de la trama insuficientemente cuidados en el guión que Miller escribió junto a Nick Lathouris, con el cual de igual manera había elaborado el de Furia en el camino. Esos vacíos influyen para que algunas veces la historia pareciera resignar su sentida inspiración, no obstante ratificar, dije, la maestría del director en el uso de los recursos expresivos propios del cine.

Menos mal, en el balance final, si bien sortear tales flaquezas hubiesen permitido hacer de Furiosa una obra perfecta, ellas no conspiran terminantemente contra la fuerza cinematográfica que exhibe durante el mayor tiempo de proyección. Y no solo en tanto pasatiempo. De igual manera porque los cinco episodios de la saga Mad Max, desbordan con éxito dicha modesta aspiración a entretener a la platea, además no por modesta alcanzable para la abrumadora mayoría de cineastas, o aspirantes a serlo. Y es que, una vez más, frente a Furiosa se me presentó la pregunta de si Miller no persigue la manera de conciliar dos visiones filosóficas opuestas, cuando de mirar hacia la Historia de la humanidad se trata, poniendo el énfasis en las constantes explosiones de agresividad de los humanos y en la inclinación de estos a seguir las órdenes de líderes deschavetados que propician aquellos desmanes. Aludo de una parte a la corriente para la cual la violencia es un rasgo indesligable de la condición humana, y por la otra a la que atribuye a factores ajenos a las decisiones de los sapiens los horrores vividos por estos, ya sean determinaciones de invisibles seres superiores acerca del destino de cada quien, o sean caminos insalvables trazados por el desarrollo tecnológico. En ambos enfoques prevalece la hipótesis de un fatalismo que distancia el devenir de las determinaciones humanas. Un tanto de ambas, reitero, creo detectar en las hechuras de Miller. Ud. dirá.

Ficha técnica

Titulo Original: Furiosa: A Mad Max Saga – Dirección: George Miller – Guion: George Miller, Nick Lathouris – Fotografía: Simon Duggan – Montaje: Eliot Knapman, Margaret Sixel – Diseño: Colin Gibson – Arte: Nicholas Dare, Jacinta Leong, Sophie Nash – Música: Tom Holkenborg – Efectos: Katrina Cook, Lloyd Finnemore, Rob Heggie, James Paul, Jason Bath, Frances Baldasarro – Producción: Pete Chiappetta, Dean Hood, George Miller, Doug Mitchell, Andrew Lary – Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, George Shevtsov, Lachy Hulme, John Howard, Angus Sampson, Charlee Fraser, Elsa Pataky, Nathan Jones, Josh Helman, David Field, Rahel Romahn, David Collins, Goran D. Kleut, CJ. Bloomfield, Matuse, Ian Roberts, Guy Spence – AUSTRALIA, EEUU/2024.

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

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‘Antagonía’, las múltiples maneras de nombrar

Una aproximación a la versión reunida de 2012 del libro del novelista español Luis Goytisolo

El novelista español Luis Goytisolo Gay

Por Christian Jiménez Kanahuaty

/ 2 de junio de 2024 / 06:06

Desde ya me declaro un fan absoluto de la prosa de Luis Goytisolo. Es uno de esos escritores que, desde Las afueras (publicada por Seix Barral en 1958 bajo la faja de Primera Novela ganadora del premio Biblioteca Breve), impone un procedimiento que atempera los ánimos de aquellos lectores que están acostumbrados a la velocidad.

Se escribe desde la lentitud para retratar y transformar el mundo, parece señalar esta primera novela de Goytisolo, construyendo de ese modo, una suerte de poética creativa del arte de la novela, a la que ha prestado tanta atención su autor en libro como El sueño de San Luis (2015) o Naturaleza de la novela (2013). Y esto también resulta notable porque al pensar la novela se da cuenta de sus límites y transformaciones a lo largo de la historia de la humanidad. Y así, su prosa está resuelta a convertir lo escrito en la frontera liminar entre realidad y ficción. Los ejemplos de esto proceso se pueden encontrar en los libros Estatua con palomas (1992), Cosas que pasan (2009) y Diario de 360° (2000). Estos libros constituyen una suerte de metáfora de la creación. Es decir, un manifiesto lúcido sobre cómo la vida se procesa intelectual y emocionalmente para pasar al registro de lo escrito y luego convertirse en literatura y más tarde ser visible como núcleo de un artefacto literario que abre posibilidades nuevas a la narrativa en lengua castellana. Y aunque este procedimiento es compartido por el mexicano Sergio Pitol, el trabajo de Goytisolo va un poco más allá porque hay una unidad de forma y de tema que como si fuese un archipiélago por descubrir, el mapa que conforma la totalidad de sus libros ejercen el influye de ser un territorio dispuesto y pensado para reafirmar que la literatura es tal sólo en la medida en que vida y obra se entrelazan por medio de un lenguaje inventado que representa una realidad siempre en movimiento y que por ello, el idioma con la que se pretende contenerla, también debe ir cambiando todo el tiempo sus límites y alcances.

Hay una búsqueda por el fraseo y el ritmo en todo lo que hace Goytisolo, y esto no es gratuito porque responde a la coherencia interna de su programa narrativo. Un programa que encuentra en Antagonía (en su versión reunida, 2012) su piedra de toque. Ahí está consumado y resumido todo lo que estuvo antes y todo lo que vendrá después.

Y es que en Antagonía encontrará el lector las múltiples posibilidades que tiene el nombrar. No sólo se nombra lo que no tiene nombre con el dedo, se nombra también desde el extrañamiento, la duda, la reiteración y las metáforas que, en lugar de alumbrar, dan sombra. Y es justamente en esa sombra que declina con las horas, que Goytisolo arma su constelación. Y quizá por ello no sea extraño, aunque sí arriesgado que en los liceos de Francia se haya sustituido la lectura de Don Quijote por Antagonía para aquellos estudiantes que desean aprender la lengua de Cervantes. El riesgo no es menor porque se pasa de un idioma del español a otro y en ese registro que impone Goytisolo, existe un modo de entender el mundo que parte de reiteración que puede ser nombrada muchas veces porque en su repetición tanto autor como lector encuentran que siempre sale a flote algo nuevo. Hay matices, signos, señales, frases, ideas. Todo dispuesto para ser leído de una vez y como si no pasara nada, pero cuando aparece la misma enunciación casi del mismo modo escrita páginas después aparece el espesor. Resulta que no es una frase anodina o de escritura automática. Sino, que, al contrario, es fundacional para el desarrollo de la trama. Así, esa poética de la repetición, encuentra otro asidero: el lenguaje neutro, seco y, sin embargo, cálido y feroz con el que Luis Goytisolo escribe desde el interior del libro.  

Bucea, entonces, su autor en el interior del texto para desde ahí lanzar chispazos de alerta sobre lo que va encontrando en su camino. Y nosotros, como buenos lectores, anotamos e intentamos recordar el trayecto para no perdernos entre tanto catálogo de variedades. Claramente no es una novela histórica, pero sí retrata la historia interior de los personajes que son convocados y ahora que son tiempos de la autoficción, no estaría mal volver sobre Antagonía para verificar cómo y de qué modo la autoficción ya existía antes de siquiera tener ese nombre y es que, al mismo tiempo, su linaje es reconocible en libros tan reflexivos como En busca del tiempo perdido o Las meditaciones de Marco Aurelio o la suma entre lo barroco y lo concreto como experiencias literarias del siglo XX. Y, sin embargo, hay algo nuevo.

Nació en Barcelona en 1935. En 2013 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas.
Nació en Barcelona en 1935. En 2013 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas.

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Su lenguaje, su aparente transparencia y su irremediable volumen. Es sí, una novela total, pero no total a la usanza de las novelas del Boom latinoamericano, sino que total en el sentido de que arma un artefacto que al ser él mismo una máquina de narrar, es capaz de postular un mundo, casi despreciando el mundo real en el que nos movemos y sentimos.

El mundo que postula Antagonía está lleno de dicha, de fiesta, de amor, sexo y reflexiones. Son personas que uno no creería reales si se las encuentra por la calle, pero en el libro, tienen toda la coherencia y sentido del mundo. No son abstracciones ni figuraciones. Ni transferencias a través de las cuales su autor hace psicoanálisis en público. No. Para nada. Son sujetos verbales hechos carne por medio de sus acciones. Y sus acciones son las que atraviesan las décadas desde su juventud hasta la madures. Con todo lo que ello implica, victorias, derrotas, miedos, anhelos y dudas.

Al hacerlo Antagonía impulsa el registro de la vida en sus páginas, y es que, la vida no es nada si no adquiere sentido tanto hacía adelante como hacia el pasado. Y el sentido está tanto en recordar como en nombrar lo recordado: el modo en que recordamos lo vivido da forma a lo que vivimos. Y eso está en el subsuelo de la novela. Sus personajes son peligrosamente autoconscientes de su dimensión histórica, humana, y literaria. Podrían decir como Alonso Quijano: “estamos siendo escritos, estamos siendo leídos”. Aunque esto de manera singular no les impide ser verdaderos. No sólo verosímiles. Si no, verdaderos. Compañeros de ruta y de viajes. Amigos en la distancia y colegas en los fracasos. Viven, entonces, más allá de las páginas del libro y más allá de los límites de la trama.

Permean la escritura de su autor y fundan un estilo. Raro, complicado, enmarañado, pero consecuente con un mundo que tampoco tiene mucho orden o limitaciones.

Así, Antagonía es tanto una novela como una expedición. Exploración hacia el centro del corazón de la humanidad de los hombres, y por ello, al mismo tiempo, una apropiación de la faceta más importante de la literatura que es una manera moral y filosófica de abordar nuestra condición de parias en un mundo que se cae a pedazos. Pero, no por ello, en su prosa se destila nostalgia o melancolía ni mucho menos pesar o pesadumbre. No. En su prosa existe luz. Existe esperanza y ella nos es dada para aprender a escribir la novela del futuro en un idioma inventado con leyes propias que de tanto serlo, terminan por ser las de todos.

Texto: Christian Jiménez Kanahuaty

Fotos: Internet  

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